Residence on Earth (New Directions Paperbook) (22 page)

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Authors: Pablo Neruda,Donald D. Walsh

Almodóvar, Gestalgar, Valdemoro,

Almoradiel, Orgaz.

L
LEGADA A
M
ADRID DE
LA
B
RIGADA
I
NTERNACIONAL

 

Una mañana de un mes frío,

de un mes agonizante, manchado por el lodo y por el humo,

un mes sin rodillas, un triste mes de sitio y desventura,

cuando a través de los cristales mojados de mi casa

se oían los chacales africanos

aullar con los rifles y los dientes llenos de sangre, entonces,

cuando no teníamos más esperanza que un sueño de
pólvora,

cuando ya creíamos

que el mundo estaba lleno sólo de monstruos devoradores

y de furias

entonces, quebrando la escarcha del mes de frío de Madrid,

en la niebla

del alba

he visto con estos ojos que tengo, con este corazón

que mira,

he visto llegar a los claros, a los dominadores combatientes

de la delgada y dura y madura y ardiente brigada de piedra.

 

Era el acongojado tiempo en que las mujeres

llevaban una ausencia como un carbon terrible,

y la muerte española, más ácida y aguda que otras
muertes,

llenaba los campos hasta entonces honrados por el trigo.

 

Por las calles la sangre rota del hombre se juntaba

con el agua que sale del corazón destruido de las casas:

los huesos de los niños deshechos, el desgarrador

enlutado silencio de las madres, los ojos

cerrados para siempre de los indefensos,

eran como la tristeza y la pérdida, eran como un jardín
escupido,

eran la fe y la flor asesinadas para siempre.

 

Camaradas,

entonces

os he visto,

y mis ojos están hasta ahora llenos de orgullo

porque os vi a través de la mañana de niebla llegar

a la frente pura de Castilla

silenciosos y firmes

como campanas antes del alba,

llenos de solemnidad y de ojos azules venir de lejos

y lejos,

venir de vuestros rincones, de vuestras patrias perdidas,

de vuestros sueños

llenos de dulzura quemada y de fusiles

a defender la ciudad española en que la libertad acorralada

pudo caer y morir mordida por las bestias.

 

Hermanos, que desde ahora

vuestra pureza y vuestra fuerza, vuestra historia solemne

sea conocida del niño y del varón, de la mujer y del viejo,

llegue a todos los seres sin esperanza, baje a las minas

corroídas por el aire sulfúrico,

suba a las escaleras inhumanas del esclavo,

que todas las estrellas, que todas las espigas de Castilla

y del mundo

escriban vuestro nombre y vuestra áspera lucha

y vuestra victoria fuerte y terrestre como una encina roja.

Porque habéis hecho renacer con vuestro sacrificio

la fe perdida, el alma ausente, la confianza en la tierra,

y por vuestra abundancia, por vuestra nobleza, por

vuestros muertos,

como por un valle de duras rocas de sangre,

pasa un inmenso río con palomas de acero y de esperanza.

B
ATALLA DEL RÍO
J
ARAMA

 

Entre la tierra y el platino ahogado

de olivares y muertos españoles,

Jarama, puñal puro, has resistido

la ola de los crueles.

 

Allí desde Madrid llegaron hombres

de corazón dorado por la pólvora

como un pan de ceniza y resistencia,

allí llegaron.

 

Jarama, estabas entre hierro y humo

como una rama de cristal caído,

como una larga línea de medallas

para los victoriosos.

 

Ni socavones de substancia ardiendo,

ni coléricos vuelos explosivos,

ni artillería de tiniebla turbia

dominaron tus aguas.

 

Aguas tuyas bebieron los sedientos

de sangre, agua bebieron boca arriba:

agua española y tierra de olivares

los llenaron de olvido.

 

Por un segundo de agua y tiempo el cauce

de la sangre de moros y traidores

palpitaba en tu luz como los peces

de un manantial amargo.

 

La áspera harina de tu pueblo estaba

toda erizada de metal y huesos,

formidable y trigal como la noble

tierra que defendían.

 

Jarama, para hablar de tus regiones

de esplendor y dominio, no es mi boca

suficiente, y es pálida mi mano:

allí quedan tus muertos.

 

Allí quedan tu cielo doloroso,

tu paz de piedra, tu estelar corriente,

y los eternos ojos de tu pueblo

vigilan tus orillas.

A
LMERÍA

 

Un plato para el obispo, un plato triturado y amargo,

un plato con restos de hierro, con cenizas, con lágrimas,

un plato sumergido, con sollozos y paredes caídas,

un plato para el obispo, un plato de sangre de

Almería.

 

Un plato para el banquero, un plato con mejillas

de niños del Sur feliz, un plato

con detonaciones, con aguas locas y ruinas y espanto,

un plato con ejes partidos y cabezas pisadas,

un plato negro, un plato de sangre de Almería.

 

Cada mañana, cada mañana turbia de vuestra vida

lo tendréis humeante y ardiente en vuestra mesa:

lo apartaréis un poco con vuestras suaves manos

para no verlo, para no digerirlo tantas veces:

lo apartaréis un poco entre el pan y las uvas,

a este plato de sangre silenciosa

que estará allí cada mañana, cada

mañana.

 

Un plato para el Coronel y la esposa del Coronel,

en una fiesta de la guarnición, en cada fiesta,

sobre los juramentos y los escupos, con la luz de vino

de la madrugada

para que lo veáis temblando y frío sobre el mundo.

 

Sí, un plato para todos vosotros, ricos de aquí y de
allá,

embajadores, ministros, comensales atroces,

señoras de confortable té y asiento:

un plato destrozado, desbordado, sucio de sangre pobre,

para cada mañana, para cada semana, para siempre jamás,

un plato de sangre de Almería, ante vosotros, siempre.

T
IERRAS OFENDIDAS

 

Regiones sumergidas

en el interminable martirio, por el inacabable

silencio, pulsos

de abeja y roca exterminada,

tierras que en vez de trigo y trébol

traéis señal de sangre seca y crimen:

caudalosa Galicia, pura como la lluvia,

salada para siempre por las lágrimas:

Extremadura, en cuya orilla augusta

de cielo y aluminio, negro como agujero

de bala, traicionado y herido y destrozado,

Badajoz sin memoria, entre sus hijos muertos

yace mirando un cielo que recuerda:

Málaga arada por la muerte

y perseguida entre los precipicios

hasta que las enloquecidas madres

azotaban la piedra con sus recién nacidos.

Furor, vuelo de luto

y muerte y cólera,

hasta que ya las lágrimas y el duelo reunidos,

hasta que las palabras y el desmayo y la ira

no son sino un montón de huesos en un camino

y una piedra enterrada por el polvo.

 

Es tanto, tanta

tumba, tanto martirio, tanto

galope de bestias en la estrella!

Nada, ni la victoria

borrará el agujero terrible de la sangre:

nada, ni el mar, ni el paso

de arena y tiempo, ni el geranio ardiendo

sobre la sepultura.

S
ANJURJO EN LOS INFIERNOS

 

Amarrado, humeante, acordelado

a su traidor avion, a sus traiciones,

se quema el traidor traicionado.

 

Como fósforo queman sus riñones

y su siniestra boca de soldado

traidor se derrite en maldiciones,

 

por las eternas llamas piloteado,

conducido y quemado por aviones,

de traición en traición quemado.

M
OLA EN LOS INFIERNOS

 

Es arrastrado el turbio mulo Mola

de precipicio en precipicio eterno

y como va el naufragio de ola en ola,

desbaratado por azufre y cuerno,

cocido en cal y hiel y disimulo,

de antemano esperado en el infierno,

va el infernal mulato, el Mola mulo

definitivamente turbio y tierno,

con llamas en la cola y en el culo.

E
L GENERAL
F
RANCO EN LOS
INFIERNOS

 

Desventurado, ni el fuego ni el vinagre caliente

en un nido de brujas volcánicas, ni el hielo devorante,

ni la tortuga pútrida que ladrando y llorando con voz

de mujer muerta te escarbe la barriga

buscando una sortija nupcial y un juguete de niño degollado,

serán para ti nada sino una puerta oscura,

arrasada.

 

En efecto.

De infierno a infierno, qué hay? En el
aullido

de tus legiones, en la santa leche

de las madres de España, en la leche y los senos pisoteados

por los caminos, hay una aldea más, un silencio más, una

puerta rota.

 

Aquí estás. Triste párpado,
estiércol

de siniestras gallinas de sepulcro, pesado esputo, cifra

de traición que la sangre no borra. Quién, quién eres,

oh miserable hoja de sal, oh perro de la tierra,

oh mal nacida palidez de sombra?

 

Retrocede la llama sin ceniza,

la sed salina del infierno, los círculos

del dolor palidecen.

Maldito, que sólo lo humano

te persiga, que dentro del absoluto fuego de las cosas,

no te consumas, que no te pierdas

en la escala del tiempo, y que no te taladre el vidrio ardiendo

ni la feroz espuma.

 

Solo, solo, para las lágrimas

todas reunidas, para una eternidad de manos muertas

y ojos podridos, solo en una cueva

de tu infierno, comiendo silenciosa pus y sangre

por una eternidad maldita y sola.

No mereces dormir

aunque sea clavados de alfileres los ojos:

debes estar

despierto, General, despierto enternamente

entre la podredumbre de las recién paridas,

ametralladas en Otoño. Todas, todos los tristes niños

descuartizados,

tiesos, están colgados, esperando en tu infierno

ese día de fiesta fría: tu llegada.

Niños negros por la explosión,

trozos rojos de seso, corredores

de dulces intestinos, te esperan todos, todos, en la

misma actitud

de atravesar la calle, de patear la pelota,

de tragar una fruta, de sonreir o nacer.

 

Sonreir. Hay sonrisas

ya demolidas por la sangre

que esperan con dispersos dientes exterminados

y mascaras de confusa materia, rostros huecos

de pólvora perpetua, y los fantasmas

sin nombre, los oscuros

escondidos, los que nunca salieron

de su cama de escombros. Todos te esperan

para pasar la noche. Llenan los corredores

como algas corrompidas.

 

Son nuestros, fueron nuestra

carne, nuestra salud, nuestra

paz de herrerías, nuestro océano

de aire y pulmones. A través de ellos

las secas tierras florecían. Ahora, más allá de la
tierra,

hechos substancia

destruida, materia asesinada, harina muerta,

te esperan en tu infierno.

 

Como el agudo espanto o el dolor se consumen,

ni espanto ni dolor te aguardan. Solo y

maldito seas,

solo y despierto seas entre todos los muertos,

y que la sangre caiga en ti como la lluvia,

y que un agonizante río de ojos cortados

te resbale y recorra mirándote sin término.

C
ANTO SOBRE UNAS RUINAS

 

Esto que fue creado y dominado,

esto que fue humedecido, usado, visto,

yace—pobre pañuelo—entre las olas

de tierra y negro azufre.

Como el botón o el pecho

se levantan al cielo, como la flor que sube

desde el hueso destruido, así las formas

del mundo aparecieron. Oh párpados,

oh columnas, oh escalas.

Oh profundas materias

agregadas y puras: cuánto hasta ser campanas!

cuánto hasta ser relojes! Aluminio

de azules proporciones, cemento

pegado al sueño de los seres!

El polvo se congrega,

la goma, el lodo, los objetos crecen

y las paredes se levantan

como parras de oscura piel humana.

Allí dentro en bianco, en cobre,

en fuego, en abandono, los papeles crecían,

el llanto abominable, las prescripciones

llevadas en la noche a la farmacia mientras

alguien con fiebre,

la seca sien mental, la puerta

que el hombre ha construido

para no abrir jamás.

Todo ha ido y caído

brutalmente marchito.

Utensilios heridos, telas

nocturnas, espuma sucia, orines justamente

vertidos, mejillas, vidrio, lana,

alcanfor, círculos de hilo y cuero, todo,

todo por una rueda vuelto al polvo,

al desorganizado sueño de los metales,

todo el perfume, todo lo fascinado,

todo reunido en nada, todo caído

para no nacer nunca.

 

Sed celeste, palomas

con cintura de harina: épocas

de polen y racimo, ved cómo

la madera se destroza

hasta llegar al luto: no hay raíces

para el hombre: todo descansa apenas

sobre un temblor de lluvia.

Ved cómo se ha podrido

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