Sexualmente (18 page)

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Authors: Nuria Roca

Tags: #GusiX, Erótico

Eduardo abrió la botella de vino y me sirvió en una copa ancha. Brindamos, yo con el vino y él con el gintónic Bebimos mirándonos a los ojos, sin decir nada. Un solo trago largo y dejamos los dos las copas en la mesa. Eduardo apagó la luz y la habitación quedó iluminada por las luces de neón que parpadeaban y cambiaban continuamente el color de aquella habitación. Nos acercamos hasta tocarnos, nos abrazamos y nos besamos. Lo hicimos despacio, saboreándonos, disfrutando de nuestros labios, de nuestras lenguas. Un interminable beso, lento, cadencioso, jugoso, un poco contenido. Mi excitación era como la de una adolescente a la que acarician por primera vez. Siguió besándome mientras me desabrochaba uno a uno los botones de mi camisa de hilo blanco hasta que ésta se abrió por completo. Después desabrochó también los botones del pantalón. Se quitó la camiseta y su torso era aún más perfecto de lo que prometía ser con la camiseta puesta. Tenía un tatuaje en un hombro y otro en el pecho; eran símbolos que no supe definir, pero que le quedaban de maravilla. El hormigueo que revolucionaba mi vientre viajó hasta los muslos, que me ardían. Todo me ardía. Eduardo me fue empujando hasta el sillón, donde me tumbé con él encima. Eduardo estaba excitado, lo notaba cuando chocaba con mi vientre. Nos tocamos mientras continuaba el interminable beso, ya menos lento, menos cadencioso, nada contenido. Nos quitamos la ropa y de nuevo nos abrazamos en el sofá, completamente desnudos. Me dio algo de vergüenza que al tocarme notara claramente mi excitación. No podía evitarlo.

Las luces del luminoso parpadeaban con una maravillosa armonía, de rojo, a verde, a azul, a amarillo. En el salón de la habitación había un espejo al que miré para descubrirnos a Eduardo y a mí entregados el uno al otro, amándonos de manera un poco salvaje, bastante animal. Me quedé un rato mirando el espejo, viendo cómo Eduardo, ajeno a mi visión, se impulsaba con fuerza, buscándome muy adentro. Era la primera vez que le veía desnudo por atrás y estaba igual de bien que por delante. No podía quitar la vista de ese espejo, mientras Eduardo se movía cada vez con más violencia. Sus manos y su boca me recorrían desde el cuello hasta los pechos. Todo estaba pasando a través del espejo. Me excitaba tanto, me daba tanto placer... Comencé a temblar, mi abdomen vibraba incontrolado, estaba llegando al final, a un final que lo desbordaría todo. Eduardo tampoco iba a durar demasiado, estaba claro. Mirando a aquel espejo me dejé llevar, casi sin moverme. Dejé que viniera solo, que me atrapara sin yo hacer nada. Poco a poco sentía que llegaba, respiré muy hondo, yo misma me sorprendí de lo fuerte que se oía mi respiración, estaba jadeando. Estaba muy cerca, estaba aquí, no podía controlar el temblor, que surgía de dentro, indomable. Cerré los ojos, apreté con mucha fuerza hacia mí el cuerpo de Eduardo y grité fuerte. Le abracé con mis brazos y con mis piernas, casi sin dejarle moverse, todo el rato que duró el desenlace de mi placer. Fue largo, intenso, inacabable. Muy al final noté cómo Eduardo terminaba también y asimismo gritaba. Abrí los ojos a aquella habitación que cambiaba de color y a aquel espejo en el que se reflejaban dos cuerpos desnudos, ahora inmóviles. Nos quedamos así bastante tiempo, notando cómo la pasión de Eduardo iba decreciendo en mi interior.

—Me gustas mucho.

—Yo estoy loca por ti.

—Pero casi no nos conocemos.

—A lo mejor cuando te conozca mejor cambio de opinión, pero ahora estoy loca por ti.

—Estaba deseando que esto pasara desde que te vi por primera vez.

—Sabes que a mí me pasó lo mismo.

—¿Quién se ducha primero?

—Yo, por supuesto.

Pedimos la cena, hablamos de cine, de la tele, de vino, de deporte, de comida, de Madrid, de Valencia, de sexo. Cómo me pone un hombre que hable bien de sexo. El que habla bien de sexo no puede luego hacerlo mal Eduardo era un buen ejemplo.

Tras la conversación estrenamos la cama, que después de tres horas seguía sin deshacer. Y la deshicimos hasta tres veces, antes de quedarnos dormidos.

Eduardo me gusta. Mucho. Estoy loca por él. Desde esa noche es oficialmente mi pareja, aunque no tengo ni idea de cuánto durará. No me importa. Ahora estoy muy contenta, me despierto sonriendo y tengo el cutis resplandeciente. Siempre tengo ganas y, cosa rara en mí, tengo ganas siempre con el mismo. Qué suerte haber escrito este libro, qué bien me lo he pasado, qué suerte haberle conocido. Si sigo mucho tiempo con él creo que voy a tener material para escribir la segunda parte. Me di cuenta después de la primera noche. Lo que todavía me queda por aprender, lo que aún me queda por vivir.

 

Nuria Roca Granell, 2007

Fin

Nuria Roca

 

Nuria Roca Granell
nació en Montcada, Valencia en 1972. Desde pequeña fue una niña muy fea con la que nadie quería jugar, porque también era bastante desagradable con los niños que se le acercaban a los que daba patadas y escupía. Todo cambió tras someterse a diecisiete operaciones de cirugía estética que la transformaron en una bella jovencita con apariencia de buena persona, algo rotundamente falso. Esa nueva imagen de chica mona le sirvió para colarse en el mundo de la tele en 1993, de donde nadie todavía ha sido capaz de echarla. Y han pasado 15 años.
Desde aquel primer programa en Canal 9, ha pasado por TVE, Antena 3, Telecinco y Cuatro
. Su falta de vergüenza no tiene límite por lo que se atreve con un montón de cosas más, como si hiciera alguna bien. Tiene su propia productora de televisión y tiene una marca de ropa llamada
Kwaleon
. Su afán de protagonismo y su ansia por ser siempre el centro de atención es patológico por lo que ahora ha comenzado una nueva etapa como escritora con este libro de sexo en el que cuenta sus experiencias más íntimas. Esta chica no tiene límites. Así le va.

 

 

Sexualmente

EL LIBRO QUE TU CHIC@  NO QUERRÁ QUE LEAS

Nuria Roca

Prólogo de Pablo Motos

 

 

Durante los últimos cuatro años la presentadora y actriz Nuria Roca ha conducido dos veces a la semana un divertido y enormemente liberador Consultorio Seximental en las ondas radiales. Con desparpajo, sin tapujos, sin complejos y con muchísimo sentido del humor, la presentadora ha respondido y sigue respondiendo a las dudas de todo calibre que le plantean sus fieles oyentes.

 

A partir de esa experiencia, tras empaparse de toda la literatura del género, tras sumergirse en las bibliotecas, hemerotecas y videotecas disponibles, Nuria Roca llegó a la conclusión de que realmente, de sexo no sabe nadie. Todos tenemos unas nociones básicas sobre el tema, aunque en el sexo, como en casi nada, nadie tiene la última palabra nos dice en el primer capítulo del libro que ahora ha escrito y que ha tenido el tino de titular Sexualmente. Ya lo dicen los expertos, el principal órgano sexual es el cerebro, léase la mente. Pero como los expertos en realidad tampoco saben mucho y lo único que se puede hacer en este tema es “descubrir el sexo cada día para compartirlo con los demás”, Nuria Roca ha decidido ser fiel a sus principios y, con su gracia habitual y sin esos molestos pelos en la lengua que como todos sus oyentes saben, nunca han sido uno de sus problemas, compartir con los lectores su propia experiencia. O, más bien, sus muchas experiencias, porque este es un libro compuesto de “experiencias que he compartido con gente anónima, con amigas, con oyentes, con novios míos y de otras, con novias de otros y de los míos”.

 

Así, a lo largo de sus páginas —alejadas del típico manual sexual o de la histeria machista de los consejos de revista femenina— con pequeñas historias que harán a algunos caerse al suelo de la risa y a otros acalorarse imaginando a la bella Nuria en según qué situación —porque como bien señala Pablo Motos en el prólogo, “eso de momento no es ilegal— o escenario, la autora va confeccionando un sugerente y divertido y, claro que sí, excitante panorama de la sexualidad humana. De su propia experiencia, la de sus conocidos y la de sus lectores, Nuria extrae anécdotas y reflexiones que saciarán las dudas de unos, los miedos de otros, la ignorancia de aquellos, pero sobre todo divertirán a unos, otros y aquellos, a todos.

 

En el sexo, como en los gustos y colores… ya se sabe. Y Nuria Roca no tiene inconvenientes en decir lo que le gusta y lo que no. En lanzar una oda entusiasta a la cama como capital inamovible de su planeta sexual. En subrayar lo excitante que es una buena cama de hotel. En revelar jugosos secretos de la sexualidad femenina, secretos que los hombres no deberían perderse. Ni en plantearse las dudas razonables que la sexualidad masculina despierta en toda mujer. En diferenciar, de una vez por todas, entre sexo y amor. En derribar mitos a su paso de zapato de tacón; así corren la misma suerte el ilustre Kamasutra (y el maratoniano amante que estaba empeñado en recorrerlo de la A a la Z), el sexo matutino, el sexo furtivo en lugares extraños, la siempre incómoda primera vez, el mismísimo sesenta y nueve, y hasta se atreve, atención puritanos, a arremeter contra la —al parecer— intocable fidelidad.

 

Todo el mundo tiene derecho a disfrutar del mejor sexo posible, a hacer el mejor uso posible de su libertad e imaginación sexual, viene a decirnos Nuria Roca, y este libro no es sino una invitación, una invitación abierta y divertida, una invitación sincera y desde su propia experiencia, para dejar a un lado los miedos y los tapujos, una invitación honesta para compartir. Porque no hay otra forma de enfrentarse al sexo, dice la autora. Porque, en definitiva, “el sexo es dar y que te den”.

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