Belinda, Gs.
¡Virgen Santa! Belinda también ha perdido la cordura y han matado a Gustav. Llena de ansiedad comienzo a leer rápidamente las páginas mientras las paso sin detenerme para analizar lo que describen. Me detengo cuando noto que la bitácora ya no está firmada por Belinda sino que por Jenny.
Día décimo primero del tercer mes de invierno.
Año de La Grata
“Daimaysa acaba de ofrecerse como voluntaria para seducir al Gobernante de La Große,
Gustav Lacourte. No auguro cosas buenas para un acto tan atrevido, pero estamos en guerra, debemos acabar con esa especie monstruosa y un sacrificio como ese, es necesarios en este tipo de cruzadas… y les llamamos, daños colaterales.
Dai está obsesionada con hacer algo por sus hermanas y yo necesito que estemos en paz.
Sin embargo, temo lo que puedan hacer esas garras horrendas en su piel de porcelana”.
Jennifer, Gs.
Día___
Año de La Grata
“He perdido la noción del tiempo. Dai ha muerto, se ha colgado de un Castaño hoy por la mañana.
Ella dijo que yo era un monstruo, pero se equivocó, el monstruo era ella, porque se contaminó con los falsos afectos de Gustav. Demasiado tiempo en compañía de esa bestia la enfermó”.
Jennifer, Gs.
Día maravilloso del mes milagroso.
Año de La Grata
“¡He encontrado a mi hijo! Es igual al bebé que reside en mis memorias, pero está dentro de cuerpo de una bestia, algo se me ocurrirá”.
Jennifer, Gs.
Examino esas últimas líneas, ¿un bebé dentro del cuerpo de un hombre? Cómo es eso posible, ¿es posible? Continúo con la esperanza de obtener respuestas.
Día trece del primer mes de Invierno.
Año de La Grata
“Está pasando de nuevo.
No importa lo que haga, las bestias me buscan como moscas a los cadáveres. Odio mi que mi estómago esté tan aglobado.
Mamá no ha vuelto a hablarme desde que trasladaron su cama bajo tierra”.
Jennifer, Gs.
—Esta mujer está loca —pestañeo aturdida, sin poder creérmelo, mientras intento comparar la tierna imagen de la niña del cuadro con la Jenny que retratan las cartas de este libro.
Vuelvo a leer la cita introductoria: “Toda lección requiere un sacrificio. Pide perdón, da la gracias y ofrece un favor antes que el día acabe”, y ruego que la próxima carta sea mejor que las anteriores, al menos más coherentes.
eL pACTO
Luego de la gran peste, la población humana disminuyó al quince por ciento de su totalidad. A los habitantes de La Große, les llevó más de cien años dar con el origen de la enfermedad y cuando se encontraron los métodos de prevención ya era demasiado tarde. Con los años, la ciencia comenzó a avanzar rápido y la enfermedad aún más.
El virus MHH, era una mutación de VIH y acababa con sus víctimas en cosa de semanas: los dejaba desprovistos defensas y hasta el más pequeño resfriado, los dejaba postrados. Hombres y mujeres con el tiempo dejaron de tocarse, abrazarse, aún peor, empezaron a culpar al otro de un inminente contagio.
La población local comenzó a enloquecer y en medio de ese caos se levantó una mujer que lo cambió todo.
Predicó sobre la paz, la conciencia y el amor, en un mundo donde se pedía guerra, sangre y odio. Y aún así fue escuchada, los hombres admiraron su coraje y las mujeres veneraron su imagen.
En menos de diez años la sociedad cambió, el sistema gubernamental se volvió monárquico y pronto los hombres comenzaron a exigir atención, Gs la veterana, también apodada “Jenny” por sus seres queridos, dejó como gobernador de La Große, a Estevano, su segundo hijo, y el primero nacido vivo.
Esto gatilló a que las mujeres también exigieran más derechos y Jenny se vio en la obligación de fundar su propia ciudad La Grata. Cualquier mujer que lo decidiera podía ir a vivir a ahí, con el compromiso de que, al menos una vez en la vida, debía cumplir con su deber procrear. Los recién nacidos “varones” permanecían en La Große, y las recién nacidas “hembras” eran enviadas a La Grata hasta que pudieran decidir si quedarse o no”.
—Claro, como no conocían otro sitio para vivir era difícil que escogieran partir a otro lugar —siento a Irah murmurar algo así que inclino la cabeza para escucharlo, pero se limita a suspirar. Vuelvo la atención al libro, tragándome las ganas de robarle un beso, me lo debe, sacudo mi cabeza para espantar esa tentadora idea y continúo leyendo.
—Menudo acuerdo.
Doy vuelta la hoja.
(…) “Tiempo después, no se sabe con claridad cuándo, este acuerdo se abolió, ya que los hombres de la ciudad necesitaban aplacar sus deseos sexuales y cada vez eran menos las mujeres que se decidían por La Große,en lugar de La Grata, razón por la cual se les cedió a las mujeres estériles para ese fin, ya que desde el punto de vista de la reproducción eran inútiles” (…)
—¡Estos se pasan de bestias! —me salto otro par de páginas y me detengo en el subtítulo que más ha llamado mi atención hasta el momento: Inserción de dispositivo de reseteo de la memoria.
(…)“El DRM (Dispositivo de reseteo de memoria), nace como una manera de aplacar las rebeliones iniciadas luego que Mezcaf, una de las ciudadanas de La Grata, se dejara seducir por un hombre y ambos intentaran huir juntos. Por el bien de ambos, fueron perseguidos, a ella la devolvieron a La Grata y él, incapaz de comprender lo que era mejor para ella, organizó una revuelta junto a otros hombres que desencadenó una masacre, dejando tanto a La Große,como a La Grata a sólo pasos de una eventual guerra civil. Por ello, valiéndose de los últimos avances en la tecnología, Mezcaf, fue sometida a la primera inserción de DRM en la historia de ambas naciones.
El electrodo fue incrustado en una placa pequeña de titanio y funcionaba a base de la energía producida por la ATP (Adenosin Trifosfato) un nucleótido que obtiene esa energía de las células. El DRM, interfiere de forma selectiva en la memoria de largo plazo, y los centros emocionales como el lóbulo frontal. La operación fue un éxito, ella lo olvidó por completo y para asegurarse, ambos gobernantes, tanto Jenny como su hijo orquestaron un encuentro entre los ex amantes. Cuando él fue a buscarla (se reservará el nombre para proteger a sus descendientes) ella lo rechazó, regresó a la ciudad destrozado. Le ofrecieron el olvido y aceptó de inmediato, dando así a los habitantes de La Große, su primer representante portador del chip. Con los años, la tecnología fue mejorando y el proceso se volvió más simple y todo se limitaba a una constante.
No dolor, no envidias, no trifulcas. Se trataba de disfrutar el día a día, vivir el momento.
La familia monárquica fue difícil de extender debido a los persistentes ataques de ira que padecía Jenny, así que fue una sorpresa para ambas ciudades cuando ella y su hijo, anunciaron por separado, la noticia de un heredero.
Muchos comentaban que era hijo de ambos, fruto del incesto. Esa historia jamás fue negada o afirmada.
Tras la muerte de Estevano, su único heredero, cuyo nombre se mantuvo en secreto en su propio beneficio, dictó una nueva ley que permitía mantener el nombre del gobernante en anonimato hasta el término de su mando. Esta ley es aplicable para ambos Estados.
La Grata seguía gobernada por Jenny. Un nombre con mucha historia y peso, por lo tanto sería poco práctico para el orden de la sociedad aplicar la ley del secreto, mientras tanto la verdadera identidad de su heredero, permanecería oculta hasta el día de su muerte.
Los secretos de Estado se mantendrían en familia y por el bien del linaje, los cargos públicos estarían disponibles para los parientes de la realeza e hijos de sangre”(…)
Escucho el timbre sonar y cierro el libro de un golpe.
Es imposible que se trate de Jairo, él no golpearía, tienen la llave bajo el tapete. Además no lo he sentido salir.
Vuelven a tocar y se me hiela la sangre. Presiento quién es… Vienen por mí y me parece el momento más adecuado, ya que después de esta noche Irah apenas recordará mi olor ni mis besos, no sabrá nada de mi voz o mis risas, ni siquiera reconocerá mi rostro.
Bajo la escalera con la mandíbula en alto, abro la puerta y me encuentro con un triángulo de hombres vestidos de negro, todos usan el cabello a ras de piel y anteojos de sol con forma circular, deben medir cerca de los dos metros, y lo más extraño es que ninguno me mira directamente, todos tienen la cabeza apuntando hacia el suelo.
—¿Anaya Sonnenschein?
—Sí, es ella —oigo a una voz familiar. Es la hermana Adelfried.
La última vez que la vi fue cuando me sorprendió en el jardín tratando de huir de La Grata, eran casi las doce de la madrugada, cosa grave, casi tanto como haber huido, así que usé mi último recurso de salvación: le arrojé polvo de valeriana en la cara.
Sí, lo sé, entré en pánico ¡Mierda!
Esperaba verla con los típicos restos de maquillaje bordeando sus ojos debido a la hora. Pero no hay nada de eso, su piel lechosa luce igual de perfecta que siempre. Ella es la reencarnación de los mitos y leyendas, una Ninfa en todo su esplendor, con sus ojazos azules y el cabello negro, aunque en esta ocasión lo lleva suelto en lugar de su habitual trenzado y no viste ropa común. De hecho, viste igual que los otros tipos, cubierta de negro de los pies a la cabeza, sólo que en lugar de pantalón lleva un vestido y en la parte de la nuca se extiende una capucha.
—¿Hermana Adel, qué hace acá?
Ella tuerce su boca y evita responderme, se pone la capucha sobre la cabeza, gira y comienza a caminar, al instante su séquito de tipos robustos la franquea, menos dos, que se quedan junto a mi. Uno de ellos toma mis manos y las dobla hacia mi espalda, luego las ata con un plástico, tan apretado que me hace doler.
—¡Hey! No tan fuerte, me haces daño —grito enfadada, pero ellos no me hacen caso.
Una vez esposada, se dispersan; uno a mi derecha y el otro a la izquierda, luego me fuerzan a doblar mis codos, para agarrarme los brazos y arrastrarme en la dirección que Adel les indica. Por desgracia, sé exactamente a dónde se dirige ese camino.
Y así de fácil, estoy en La Große,. No hay rastros de Adel por ninguna parte y en cuanto sus gorilas me arrojan en el interior me quedo sola y en un lugar totalmente diferente al que visité junto a Irah, bueno si es que a eso se le puede llamar “visita”.
Al parecer, la arquitectura rústica se limita al sector de la “carnicería de niños” ya que todo su interior está forrado en roble blanco. A pesar de su tamaño, el sitio tiene forma circular y se hace notar, la sensación de vértigo se hace presente y no se va, o tal vez se deba al asco que me produce pisar suelo maldito.
Espero de pie, no hay sillas por ningún lugar, todo es blanco, el cielo, la alfombra del piso. No hay ventanas que dejen entrar la luz, pero en su lugar hay tubos fluorescentes por montón.
—¡Aya! —la oigo llamarme de repente y todo mi cuerpo se queda tieso preso de la conmoción. Los músculos de mi espalda, piernas y brazos están agarrotados, así que no soy capaz de corresponder a su abrazo cuando se embiste contra mí.
Me paso la manga por la nariz cuando las lágrimas comienzan a correr por mi rostro y empuño mis dedos en sus hombros, tomando más ropa que piel. Emil se aleja observándome ceñuda.
—¿Por qué lloras?
Recorro con mi mirada su rostro, todo me parece tan similar, nada ha cambiado: la nariz pequeña y respingada; los ojos penetrantes y sus iris celestes, exigiendo todo sin revelar nada; la piel cremosa y la mandíbula angulada. Parece que han pasado años en lugar de una semana. Hebras rubias salpican ese pelo ondeado que solía cubrir mi almohada antes de irme a dormir y el parpadeo de sus ojos me indica que está nerviosa.
Es duro querer tanto a una persona que necesita tan poco de mí, sobre todo cuando yo la necesito tanto.
—Es sólo que te he echado de menos.
Emil me mira seria.
—Eso he oído. ¿Cómo está eso de que huiste de La Grata?
—Quién te lo ha dicho.
—Nuestra madre, ¿quién si no?
Podrá ser…
—¿La Dae-Matter? —Asiente—. ¿Has hablado con ella?
—Sí, hace un momento, de hecho ella me envió a verte, también te quiere conocer. ¡Ahí viene!
Una de las paredes blancas se abre y de ella veo salir a…
—¿Hermana Adel?
—Vaya, vaya. Señorita Sonnenschein, permítame decirle que he oído mucho sobre usted —dice la hermana Adel, sorprendiéndonos a ambas.
—Espero que sean cosas buenas.
—Me temo que no, aunque no parece que eso le moleste.
Me encojo de hombros.
—He pasado por cosas peores.
—Eso he escuchado —se gira hacia Emil—. Señorita Cab, ¿me haría el favor de esperar afuera?, hay una recepción esperando por usted en el pasillo.
—Encantada Dae-Matter.
La hermana Adel me mira seria, se ha quitado la capucha, pero luce igual de aterradora. Me recuerda sus clases de Historia.
—También me enteré de que está al tanto de nuestro secretito —mueve su mano hacia atrás y adelante—. Acérquese por favor, no tenga miedo.
El hecho de que lo insinúe me hace enojar, no porque no lo tenga. Estoy bastante asustada, pero me da algo de paz conocer por fin el rostro de la gobernadora de La Grata.
—Sígame —dice y me guía hasta una habitación con puertas metálicas, entro y lo primero que veo es un enorme escritorio que ocupa el centro del salón, lo segundo que me deja atónita son los ventanales.
—Es imposible.
—¿Te refieres a las ventanas? —sonríe complacida—. Mis ancestros construyeron esta torre hace más de quinientos años. No pensarás que dejarían a sus hijas encerradas sin un patio en el que correr.
—Pero desde afuera…
—Lo sé, ni siquiera tiene ventanas, pero este jardín —dice avanzando hasta la ventana—, es otro de nuestros pequeños secretos, tiene hasta un estanque ¿Te apetece verlo?
Niego. Lo que me apetece es vomitar.
—Para vivir tan lejos de La Große, está enterada de muchas cosas.
—Mi trabajo es mantener el equilibrio en nuestro pueblo.
Avanza con paso lento hasta el escritorio, mueve la silla sin arrastra o emitir el menor ruido, y se sienta en ella.
—¿Engañando a las mujeres? ¿Haciéndoles creer que los hombres son unas bestias hambrientas de carne, sangre y algo más?
—¿Acaso lo dudas?
—Me he pasado los últimos cinco días en compañía de uno, créame, lo hubiera notado.