Star Wars Episodio V El imperio contraataca (15 page)

Su cuerpo se tambaleó ligeramente a causa del cambio de peso... pero Luke logró mantener el equilibrio y, concentrado, empezó a levantar una pequeña piedra que tenía delante. De forma imprevista, una unidad R2 que silbaba y lanzaba bips se acercó corriendo a su joven amo, Luke cayó y Yoda se apartó de un salto. Molesto, el joven aprendiz de jedi preguntó:

—Ay, Artoo, ¿de qué se trata?

Artoo-Detoo trazó frenéticos círculos mientras intentaba transmitir su mensaje mediante una serie de gorjeos electrónicos. Luke vio que el androide corría rápidamente hasta la orilla del pantano.

Lo siguió deprisa y entonces comprendió lo que intentaba transmitirle el pequeño robot.

Junto al borde del pantano, Luke vio que, con excepción de la punta del morro, la totalidad del caza con ala en X estaba sumergida.

—Ah, no —protestó Luke—. Nunca conseguiremos sacarlo de ahí.

Yoda se había acercado a ellos y pataleó irritado al oír el comentario de Luke.

—¿Tan seguro estás? —le regañó—. ¿Lo has intentado? Siempre dices que no se puede hacer. ¿No oyes nada de lo que digo? —su pequeño rostro arrugado frunció furiosamente el ceño.

Luke miró a su maestro y después observó dudoso la nave hundida.

—Maestro, levantar piedras es una cosa, pero esto es algo distinto —dijo con escepticismo.

Yoda estaba realmente irritado.

—¡No! ¡No es distinto! —gritó—. Las diferencias corresponden a tu mente. ¡Expúlsalas! Ya no te sirven de nada.

Luke confió en su maestro. Si Yoda decía que se podía hacer, quizá debía intentarlo. Miró el caza sumergido y se dispuso a alcanzar el máximo de concentración.

—Está bien —dijo por último—, lo intentaré.

Había vuelto a pronunciar unas palabras incorrectas.

—No —dijo Yoda impaciente—. No lo intentes. Hazlo, hazlo. O no lo hagas. No se trata de intentarlo.

Luke cerró los ojos. Intentó representarse mentalmente los contornos y la forma de la nave, sentir el peso de su caza con ala en X. Se concentró en el movimiento que haría al surgir de las aguas oscuras.

Al concentrarse, el joven comandante oyó que las aguas se agitaban, al salir el morro del caza abandonó lentamente el pantano permaneció suspendido unos segundos. Y volvió a hundirse con un estentóreo chapuzón.

Luke estaba agotado y jadeaba al respirar.

—No puedo —afirmó, desalentado—. Es demasiado grande.

—El tamaño no tiene importancia —insistió Yoda—. Carece de significado. Mírame. Júzgame por mi tamaño, ¿Quieres? Escarmentado, Luke se limitó a menear la cabeza.

—Será mejor que no lo hagas —le aconsejó el maestro jedi—. Tengo a la Fuerza como aliada. Y es una aliada poderosa. Crea la vida y le permite desarrollarse. Su energía nos rodea y nos une.

—Nosotros somos seres luminosos, no esta materia tosca —agregó y pellizcó la piel de Luke. Yoda hizo un amplio gesto para abarcar la inmensidad del universo—. Debes sentirla. Percibe cómo fluye.

—Siente a la Fuerza a tu alrededor. Aquí —agregó y señaló—, entre tú y yo, entre ese árbol y esa piedra.

Mientras Yoda daba esta explicación sobre la Fuerza, Artoo volvió su cabeza en forma de cúpula y, sin éxito, intentó registrar la mencionada “Fuerza” con sus dispositivos de exploración.

Desconcertado, lanzó bips y silbidos.

—Sí. en todas partes —continuó Yoda e hizo caso omiso del pequeño androide—, en espera de que se la sienta y utilice. ¡Sí, incluso entre este terreno y esa nave! Después Yoda se volvió y miró hacia el pantano. Al hacerlo, las aguas empezaron a arremolinarse. El morro del caza volvió a aparecer con lentitud entre las aguas que burbujeaban suavemente.

Luke observó asombrado cómo el caza con ala en X se elevaba con gracia, desde el fondo de su tumba acuática y avanzaba majestuosamente hacia la orilla.

Luke juró para sus adentros que nunca volvería a utilizar la palabra “imposible”. Allí, de pie en su pedestal de la raíz de un árbol, estaba el diminuto Yoda, que sin esfuerzo deslizaba la nave desde las aguas hasta la orilla. Luke apenas podía creer en lo que veían sus ojos, pero comprendió que se trataba de un claro ejemplo del dominio del jedi sobre la Fuerza.

Artoo, igualmente asombrado, aunque no de manera tan filosófica, lanzó una serie de ruidosos silbidos y después se ocultó tras algunas raíces gigantescas.

El caza pareció flotar sobre la orilla y por último se detuvo delicadamente.

Luke se inclinó ante la hazaña que acababa de presenciar y, rebosante de respeto, se acercó a Yoda.

—Yo... —empezó a decir deslumbrado— no puedo creerlo.

—Ése es el motivo de que fracases —aseguró Yoda con firmeza.

Anonadado, Luke meneó la cabeza y se preguntó si alguna vez alcanzaría la condición de jedi.

Entre los habitantes más despreciables de la galaxia se encontraban los cazadores a sueldo, una clase formada por amorales buscadores de dinero que incluía a miembros de todas las especies. El trabajo de los cazadores a sueldo era repelente y solía atraer a seres del mismo tipo. Darth Vader había mandado llamar a algunos de esos seres, que ahora estaban reunidos con él en el puente de mando de su destructor galáctico imperial. El almirante Piett observó desde lejos a ese grupo abigarrado, mientras permanecía junto a uno de los capitanes de Vader. Vieron que el Oscuro Señor había invitado a una selección especialmente estrafalaria de buscadores de fortuna, en la que estaba incluido Bossk, un ser cuya cara blanda y floja miraba estúpidamente a Vader con unas enormes órbitas inyectadas en sangre.

Junto a Bossk estaban Zuckuss y Dengar, dos humanos cubiertos por las cicatrices de innumerables e inenarrables aventuras. El grupo también incluía a un vapuleado y opaco androide de color cromo llamado IG-88, que se encontraba junto al famoso Boba Fett. Cazador humano a sueldo, Fett era famoso por sus métodos brutalmente implacables. Vestía un traje espacial blindado y cubierto de armas, semejante al que usaron los perversos guerreros que los caballeros jedi derrotaron durante las guerras clónicas. Unos pocos cueros cabelludos trenzados remataban su repelente imagen. Al ver a Boba Fett, el almirante sintió que un estremecimiento de asco recorría su cuerpo.

—¡Cazadores a sueldo! —exclamó Piett despectivamente—. ¿Por qué los habrá metido en esto? Los rebeldes no se nos escaparán.

Antes de que el capitán pudiera responder, uno de los controladores de la nave se acercó a la carrera al almirante.

—Señor, hemos recibido una llamada prioritaria del destructor galáctico
Avenger
—comunicó con tono apremiante.

El almirante Piett leyó la señal y se apresuró a informar a Darth Vader. Al acercarse al grupo, Piett oyó las últimas instrucciones que daba Vader:

—Habrá una recompensa considerable para quien encuentre al
Millennium Falcon
. Podéis emplear cualquier método que os parezca necesario pero quiero pruebas, no su desintegración.

El señor del Sith dejó de hablar cuando el almirante Piett se acercó deprisa.

—¡Mi señor, los tenemos! —exclamó el almirante con entusiasmo.

X

El
Avenger
divisó al
Millennium Falcon
en cuanto éste salió disparado del enorme asteroide.

A partir de entonces la nave imperial reanudó la persecución del carguero con una cegadora cortina de fuego. Sin inmutarse ante la lluvia constante de asteroides que recibía su imponente casco, el destructor galáctico siguió implacablemente a la nave menos voluminosa.

El
Millennium Falcon
, que era mucho más maniobrable que la otra nave, esquivaba los asteroides más grandes que se le acercaban a la velocidad de un cohete. El
Falcon
lograba mantener la delantera con respecto al
Avenger
, pero fue evidente que la nave que lo perseguía sin tregua no estaba dispuesta a cejar en su intento.

Súbitamente, un asteroide gigantesco se interpuso en el camino del
Millennium Falcon
y se acercó al carguero a enorme velocidad. La nave se ladeó rápidamente y el asteroide siguió de largo para chocar contra el casco del
Avenger
sin hacerle el menor daño.

Han Solo observó el fragor de la explosión por la ventana delantera de la carlinga de su nave.

Aunque él no tenía tiempo para analizar la diferencia entre ambas naves, el aparato que les seguía parecía absolutamente invulnerable. Han necesitaba todas sus energías para mantener el control del
Falcon
mientras era hostigado por los cañonazos de los imperiales.

Cargada de tensión, la princesa Leia observaba los asteroides y los cañonazos que brillaban en medio de la negrura espacial, al otro lado de las ventanillas de la carlinga. Apretaba con los dedos los brazos del asiento. Muda abrigaba contra toda probabilidad la esperanza de que salieran ilesos de esa persecución.

See-Threepio, que observaba atentamente las imágenes parpadeantes en una pantalla de rastreo se dirigió a Han y le informó:

—Señor, veo el borde del campo de asteroides.

—Bien —respondió Han—. En cuanto hayamos salido, conectaremos la hipertransmisión de este trasto.

Confiaba en que pocos segundos después el destructor galáctico que les perseguía quedaría rezagado unos cuantos años luz. Habían completado las reparaciones de los sistemas de velocidad de la luz del carguero y lo único que les quedaba por hacer era salir del campo de asteroides e internarse en el espacio, donde podrían perderse hacia la seguridad.

Chewbacca lanzó un entusiasmado ladrido wookie cuando miró por una ventana de la carlinga y advirtió que la densidad de los asteroides ya había disminuido. Pero todavía no habían conseguido huir, el
Avenger
acortaba distancias y los rayos de sus cañones láser hostigaban al
Falcon
, motivo por el cual éste se sacudía y hacia cabriolas.

Han accionó rápidamente los mandos y puso la nave en equilibrio. Un segundo después el
Falcon
abandonó a toda velocidad el campo de asteroides e ingresó en el pacífico silencio poblado de estrellas del espacio profundo. Chewbacca gimoteó, contento de que por fin abandonaran el peligroso campo de asteroides... y deseoso de perder de vista el destructor galáctico.

—Chewie, estoy de acuerdo contigo —replicó Han—. Abandonemos la zona. Prepárate para la velocidad de la luz. Esta vez serán ellos los sorprendidos. Sujetaos.

Todos se sujetaron mientras Han accionaba el regulador de la velocidad de la luz, pero fue la tripulación del
Millennium Falcon
y en especial su capitán, quienes se sorprendieron pues, una vez más... no ocurrió nada.

¡Nada! Frenético, Han volvió a accionar el regulador.

La nave mantuvo la velocidad subluz.

—¡No es justo! —exclamó Han y empezó a asustarse.

Chewbacca estaba furioso. En muy pocas ocasiones había perdido los estribos con su amigo y capitán, pero ahora estaba enfadado y expresó su indignación con típicos gruñidos y ladridos wookie.

—No es posible —respondió Han a la defensiva, mientras miraba las pantallas de la computadora y apuntaba de prisa las lecturas—. He comprobado los circuitos de traspaso.

Chewbacca volvió a gruñir.

—Te digo que esta vez no tengo la culpa. Estoy seguro de que lo comprobé.

Leia lanzó un profundo suspiro.

—¿No hay velocidad de la luz? —preguntó con un tono que demostraba que ella también esperaba una catástrofe.

—Señor —intervino See-Threepio—, ha desaparecido el escudo desviador trasero. Si recibimos otro golpe directo en esa área estamos perdidos.

—Bueno, ahora ¿qué haremos? —preguntó Leia mientras miraba furiosa al capitán del
Millennium Falcon
.

Han comprendió que sólo le quedaba una alternativa. No había tiempo de hacer planes ni de comprobar las lecturas de la computadora, menos aún ahora que el
Avenger
había abandonado el campo de asteroides y se acercaba a toda velocidad. Tuvo que tomar una decisión basada en el instinto y la esperanza. En realidad, no les quedaba otra alternativa.

—Chewie, ladéalo bruscamente —ordenó y accionó una palanca mientras miraba al copiloto—. Invirtamos la dirección de este cacharro.

Ni siquiera Chewbacca podía imaginar lo que Han se traía entre manos. Ladró desconcertado... quizá no había oído bien la orden.

—¡Ya me has oído! —gritó Han—. ¡Da la vuelta! ¡Escudo delantero a plena potencia! Esta vez no había error posible y Chewbacca obedeció, aunque era incapaz de comprender esa maniobra suicida.

La princesa quedó pasmada.

—¡Vas a atacarlos! —tartamudeó incrédula.

Ya no quedaba la menor posibilidad de supervivencia, pensó Leia. ¿Era posible que Han hubiese enloquecido realmente? Después de hacer algunos cálculos con su cerebro de computadora, Threepio se dirigió a Han Solo:

—Señor, si me permite decirlo, las posibilidades de sobrevivir a un ataque directo contra un destructor galáctico imperial son...

Chewbacca miró frenético al androide dorado, que se calló inmediatamente. Ninguno de los tripulantes quería conocer las estadísticas, sobre todo porque el
Falcon
trazaba un giro brusco para iniciar su camino hacia la tormenta de cañonazos imperiales.

Han Solo se dedicó atentamente a pilotar la nave. Era todo lo que podía hacer para eludir las ráfagas de fuego antiaéreo que la nave imperial lanzaba hacia el
Falcon
. El carguero zigzagueaba y se balanceaba mientras Han, que aún se dirigía directamente hacia el destructor galáctico, viraba con el fin de esquivar los rayos.

Ninguno de los que ocupaban la nave tenía siquiera una idea remota de cuál podía ser el plan de Han Solo.

—¡Vuela demasiado bajo! —gritó el oficial imperial de cubierta, a pesar de que apenas podía creer en lo que veían sus ojos.

El capitán Needa y la tripulación del destructor galáctico
Avenger
se acercaron corriendo al puente para presenciar la maniobra suicida del
Millennium Falcon
mientras las alarmas sonaban a lo largo y a lo ancho de la enorme nave imperial. Un pequeño carguero no infligiría muchos daños a un destructor galáctico si chocaba contra el casco, pero si atravesaba las ventanas del puente, la cubierta de mandos quedaría atestada de cadáveres.

El aterrado oficial de rastreo comunicó lo que veía:

—¡Vamos a chocar!

—¿Los escudos están preparados? —inquirió el capitán Needa.

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