—No lo está —enderezó la espalda—. Puedo moverme de forma más suave que nadie de esta clase.
Emmett se encontró con su mirada peleona.
—Diez vueltas. Ahora.
Tragando ante ese tono excepcionalmente duro, la chica de piel de ébano se marchó para hacer las vueltas requeridas. Emmett se giró hacía los tres chicos que quedaban.
—¿Caballeros, tienen algo que decir?
Uno de ellos, un chico esbelto llamado Aaron, dio un paso adelante.
—Ella tiene razón, es mejor que todos nosotros en el asunto de mano y vista.
—Hoy no, está demasiado ocupada jugando —enviándolos de vuelta al entrenamiento, esperó a que Jazz volviera.
—Agarra una bebida y siéntate —dijo cuando ella regresó, la cara roja por haber hecho las vueltas a la velocidad de un cambiante como se requería. Después de asegurarse de que los chicos tenían bastante con lo que continuar, caminó para agacharse delante de ella—. ¿Por qué crees que te he hecho hacer eso?
Un encogimiento de hombros.
—Por fanfarronear.
—Sí —y porque él sabía algo sobre el orgullo de las jóvenes, estiró una mano para tirarle de una de las trenzas—. Eres la mejor de la clase.
Una pequeña sonrisa se insinuó.
—Pero, gatita —dijo, encontrándose con su mirada—, eso no te llevará lejos si no puedes contener tu genio. Todavía puedes ser Jazz, todavía una sabelotodo también, si quieres… —eso le ganó otra pequeña sonrisa—, pero debes aprender a trabajar dentro de una jerarquía.
Porque así era como un clan de cambiantes permanecía fuerte, aunque a menudo fueran menos en número que cualquiera de las dos otras razas. Y si su madre tenía razón en sus predicciones, esa fuerza interna llegaría a ser aún más importante en los años venideros. Estos niños eran depredadores cambiantes sumamente independientes, su trabajo era empezar a enseñarles a trabajar como una unidad.
—Creo que entiendo —dijo Jazz después de una pausa pensativa—. Es cómo los centinelas y los soldados trabajan para proteger al alfa, saben que siempre pueden depender el uno del otro.
—Exactamente —levantándose, tiró de ella para ponerla de pie—, vamos, acaba tu rutina de entrenamiento y luego haremos algún combate uno contra uno.
Una sonrisa ancha.
—Voy a patear culos de chicos esta noche.
Emmett rió entre dientes mientras la veía deslizarse fácilmente en el ritmo elegante del combate, se preguntó qué pensaría Ria de las medidas que los DarkRiver estaban adoptando para proteger su futuro. ¿Comprendería o se sentiría repelida por la amenaza de violencia, por la agresividad que era una parte inherente de la naturaleza de un cambiante depredador? No es que tuviera ninguna intención de discutir esas cosas con ella, no mientras pudiera evitarlo. Claramente ella había sido educada en un ambiente protegido, ¿por qué pedirle que se preocupara por cosas de las que no tenía que preocuparse? La protección era su trabajo. Sus planes para Ria Wembley trataban de placer… de la clase más decadente y deliciosa.
Todo su cuerpo zumbó con anticipación.
Ria se quedó en casa durante dos días después de los acontecimientos explosivos del gimnasio, viendo a Emmett sólo para decirle hola.
Él le frunció el ceño cuando ella miró por la ventana el segundo día. Ria tenía un buen presentimiento de que sabía lo que él estaba pensando, que corría asustada después de deshacerse en sus brazos, pero por tentador como fuera salir y ponerle las cosas claras, se quedó dentro.
Por supuesto, esa tentación no era lo único en lo que se refería a Emmett, su cuerpo no le dejaba dormir mucho. Ahora que había saboreado el placer verdadero, quería más. Las noches en blanco la dejaban frustrada en muchos sentidos y tenía intención de castigar el maldito gato por ello.
Pero primero, tenía que hacer algo.
Al tercer día después de que la hubiera aplastado contra la puerta de sótano y besado hasta dejarla sin sentido, salió vestida con una falda color melocotón a juego con una blusa blanca suelta de seda. Emmett la miró de arriba y abajo, entonces lo hizo otra vez… lentamente.
Ria sintió como las mejillas tomaban el mismo color del traje.
—Me gusta —un ronroneo lento y felino.
Le empujó una lista.
—Localizaciones de entrevistas.
Él levantó una ceja mientras escudriñaba la lista, pero todo lo que dijo fue:
—Espera. Conseguiré respaldo para tu casa para que podamos irnos.
—¿Todavía no ha habido suerte rastreando a Vincent?
Deslizando el teléfono en el bolsillo después de reorganizar a su gente, sacudió la cabeza.
—Se está arrastrando. Cree que abandonaremos.
Ella sabía que eso no era una posibilidad.
—No te has quedado quieto.
Él solo había aparecido por su casa por la mañana y por la noche. Las otras veces, había habido una rotación de soldados DarkRiver, hombres y mujeres.
—Tenemos la mirada puesta en su base de operaciones —una sonrisa que fue abiertamente fiera—. Le atraparemos.
Ella asintió, pero tenía el claro presentimiento de que no le estaba contando todo.
Y por qué debería, le indicó parte de ella. Sólo era alguien a quien estaba protegiendo.
Quizá también la deseaba, pero Jet tenía razón, los gatos se mantenían unidos. No conocía a ningún DarkRiver que hubiera entablado una relación a largo plazo con humanos, sexual, de negocio o de otro tipo.
—Emmett —empezó, pensando hacer esa pregunta, luego dándose cuenta de que él podría verlo como esperanza.
—¿Sí?
—Nada —sacudió la cabeza—. Creo que la primera cita es un paseo de diez minutos.
Durante un segundo, pareció que Emmett iba a perseguir su declaración abortada, pero para su alivio, la siguió y se marcharon, con Ria metida entre la seguridad de las paredes de las tiendas y la forma grande de Emmett. Su vigilancia constante la hacía sentirse segura al nivel más interno.
—¿Qué clase de trabajo estás buscando? —preguntó a una manzana de la primera ubicación de su lista.
—Administrativo —dijo, luego hizo una mueca—. Adoraría dirigir mi propia oficina, ya sabes, estar al cargo de toda la organización para el jefe, pero eso será en un futuro lejano. Primero, necesito experiencia, así que acabaré siendo el lacayo de alguien.
Emmett se rió de su tono.
—No creo que vayas a ser un lacayo mucho tiempo.
—No, no lo seré —contestó y tomó varias respiraciones profundas—. Aquí es. Deséame suerte.
—Te desearé suerte dentro —abrió la puerta exterior.
—Emmett, no puedo entrar a una entrevista con un guardaespaldas.
Los ojos de él se volvieron duros como piedras.
—Vincent sabía cuando volverías a casa desde las clases. Las posibilidades de que haya imaginado donde solicitarías trabajo es muy alta.
Ella rechinó los dientes.
—Esta es una empresa de reconocido prestigio. Apenas creo que vaya a estar en peligro con un director de sesenta años.
—No vas a estar detrás de una puerta cerrada con nadie.
Ria discutió hasta que estuvo a punto de chillar pero él no cedió. Previsiblemente, sus entrevistas no fueron bien. El primer director estuvo tan ofendido ante la idea de ser considerado una amenaza que la echó a patadas sin entrevistarla. Las dos siguientes fueron mujeres y no pudieron dejar de mirar fijamente a Emmett para escuchar lo suficiente a Ria. Cuando una por fin le ofreció un poco de atención, fue para darle una sonrisa condescendiente y decirle que quizá no estaba hecha para el trabajo de oficina.
Una niñera no inspiraba exactamente confianza.
Para la cuarta entrevista Ria estaba cerca de las lágrimas, pero no de ansiedad. De pura rabia.
—Gracias por destruir mis oportunidades de empleo —dijo mientras se bajaban del tren aéreo cerca de Chinatown, habiendo rodeado la ciudad para sus citas.
—Ria —empezó.
Ella levantó la mano, con la palma hacia fuera.
—Estoy hecha para el trabajo de oficina. Llevo los libros de mi madre. No sólo eso, llevo los libros de toda mi familia. Me aseguro de que mi padre vaya a sus citas y Amber vea al obstetra a tiempo, que la abuela tome sus medicinas y Jet no olvide escribir las postales de Año Nuevo para nuestras tías de Albuquerque. ¡Estoy condenadamente bien hecha para el trabajo de oficina!
—Nunca he dicho que no.
El tono calmante en su voz hizo que Ria quisiera morderlo.
—No, tú simplemente te has quedado ahí como si yo no pudiera cuidar de mí misma si alguien tratara de hacerme daño. Ese día, en el gimnasio, ¡todo fue una gilipollez!
Su ceño fue feroz.
—Retira eso.
—No estoy hablando de eso, idiota. Estoy hablando del asunto de la autodefensa.
Fue sólo para calmarme. Ni siquiera confías en que grite —esa había sido la primera lección que le había enseñado, chillar tan fuerte como puedas y correr—. Sabes que, creo que eso convierte al otro asunto en gilipolleces también.
—Espera un jodido minuto…
Ignorándole, caminó hacia las puertas automáticas del bloque de oficinas mediano donde se ubicaba la próxima cita y fue a zancadas hasta el mostrador.
—Hola —dijo a la mujer acicalada del otro lado, su piel de un tono caoba perfecto y exuberante—. Tengo una cita con Lucas Hunter.
Los ojos de la mujer se movieron detrás del hombro de Ria y algo parecido a la sorpresa pasó por ellos, pero su voz, cuando se giró hacia Ria, fue enteramente profesional.
—¿Nombre?
—Ria Wembley.
Una sonrisa cálida.
—Llega con quince minutos de anticipación, señora Wembley. Si espera aquí, le haré saber cuando ha terminado Lucas con el solicitante actual.
—Gracias —fue hacia el área de asientos cuando se dio cuenta con retraso que no sabía el nombre de esta compañía. El anuncio había dicho simplemente que era una empresa de construcción pequeña pero creciente que buscaba personal administrativo. Puesto que el anuncio había sido investigado por el colegio donde había cursado las clases, no se había preocupado demasiado por ello. Pero su ignorancia probablemente no parecería demasiado buena… si este Hunter se molestaba en verla después de saber de Emmett.
Girando sobre los talones, rodeó a Emmett para hablar con la recepcionista otra vez.
—Lo siento. He notado que sus puertas no tienen el nombre de la compañía en ellas.
La mirada de la mujer volvió a Emmett otra vez. Ria estaba que echaba humo.
Pero la hermosa morena no parecía estar inspeccionándole.
—En realidad —dijo después de una pequeña pausa—, todavía se está discutiendo el nombre… eh, los socios no se han decidido.
—Oh —eso era extraño, pero no lo bastante para hacerle correr. Los pobres no pueden permitirse el lujo de elegir. Asintiendo, caminó al agradable arreglo de sillones a la izquierda del mostrador de recepción, escogiendo un asiento bañado por el sol.
Emmett se extendió a su lado.
—Lo que compartimos no fueron gilipolleces. Y no sabía que conocías como jurar.
El chiste sólo la irritó.
—Si puedes mentir sobre una cosa, ¿por qué no sobre otra?
—Ahora, espera. Nunca te he mentido.
—¿Oh sí? ¿Cómo llamas a enseñarme autodefensa y luego tratarme como una tonta estúpida?
—Discúlpeme.
Ria saltó ante el sonido de la voz de la recepcionista.
—Lucas está libre ahora —le dijo—. Las entrevistas tienen lugar en el piso de arriba.
Mientras se levantaba y se dirigía a través del vestíbulo a los ascensores, alguien gritó un hola.
Puesto que no conocía al hombre que salía por la puerta principal, asumió que había sido dirigido a Emmett.
—¿Un amigo? —golpeó con el dedo la pantalla táctil al lado del ascensor.
Él no la miró.
—Sí.
Las puertas del ascensor se abrieron para revelar una caja vacía y ella podría haber jurado que oyó a Emmett suspirar de alivio.
—¿Temor a los ascensores abarrotados?
—Algo así.
Estuvieron en el siguiente piso en lo que se sintió como un instante más tarde. El cuarto de reuniones era obvio por su puerta abierta. El hombre que salió por ella era mucho más que guapo, brillantes ojos verdes, cabello oscuro que le rozaba los hombros y marcas salvajes de garras en el lado derecho de la cara. Era joven… pero no lo era.
La experiencia parpadeaba en esa mirada y Ria supo que se había formado una opinión sobre ella en ese fugaz instante.
—Ria —le tendió la mano— soy Lucas. Venga.
Ella se la estrechó y fue a explicar a Emmett… salvo que su auto designado guardaespaldas ya había agarrado un asiento en los sillones mullidos fuera del cuarto de reuniones. Abrió la boca durante un segundo antes de cerrarla de golpe.
¿Qué dem…? ¿Este Lucas, con su aura de poder contenido, era indudablemente mucho más peligroso que cualquiera con los que se había reunido hoy y Emmett estaba de acuerdo en que estuviera a solas con él?
Decidiendo que a caballo regalado no se le mira el diente, entró, consciente de que Lucas cerraba la puerta detrás de ella mientras tomaba asiento a un lado de la mesita.
Había algo en sus andares cuando se acercó para sentarse… que le recordaba a alguien.
—¿Agua? —ante su asentimiento, vertió un vaso y se lo pasó—. He leído su currículum. ¿Acaba de completar sus estudios en administración avanzada?
Ella tomó un sorbo antes de contestar.
—Sí, la primera de mi clase. También he tenido alguna experiencia trabajando durante el curso.
Lucas asintió.
—Estoy seguro que sus habilidades técnicas son excelentes. Lo comprobamos con el colegio y con las personas que apuntó como referencias.
La eficiencia de ello la sorprendió y complació.
—Su anuncio decía que buscaba varias personas —dijo, encontrándose relajada a pesar de ser vívidamente consciente de su poder. La mujer que se encargara de Lucas Hunter, pensó, tendría que estar hecha para ese trabajo—. Puede darme más información sobre los puestos, así quizá podría contarle para cuales estaría mejor preparada.
—En realidad, usted ya está en la corta lista para un puesto particular. Eso es lo que quiero discutir, no es un trabajo administrativo normal.
Ria estaba intrigada.
—¿No?
—No —una sonrisa le convirtió de magnífico a hermoso de una manera muy masculina. Apreció la vista, pero sin querer saltar sobre sus huesos. No como con Emmett. Y ese pensamiento no tenía nada que hacer interrumpiendo su entrevista.