Tríada

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Authors: Laura Gallego García

Memorias de Idhún II. Tríada de Laura Gallego García: Los miembros de la Resistencia han llegado por fin a Idhún, dispuestos a hacer cumplir la profecía. Pero no todo es tan sencillo como parece. ¿Asumirán los protagonistas su papel en el destino vaticinado por los Oráculos? ¿Puede la Resistencia confiar en su nuevo aliado? ¿Cómo serán recibidos en Idhún, después de quince años de ausencia? ¿Cuál será el próximo movimiento de Ashran y los sheks? Memorias de Idhún. Tríada es la segunda parte de La Resistencia, la novela que daba comienzo a las Memorias de Idhún. Si disfrutaste con las aventuras de Jack, Victoria y Kirtash no puedes perderte la continuación del primer libro y el inicio de su viaje por el mundo de Idhún.

Laura Gallego García

Tríada

Memorias de idhún II

ePUB v1.0

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02.08.11

Edición editorial: Elsa Aguiar

Edición: Marinella Terzi

Diseño: Alfonso Ruano y Pablo Núñez

Mapa: José Luis Navarro

Laura Gallego García, 2005

www.lauragallego.com

ISBN: 84-675-0559-1

Para Marinella, con todo mi cariño y agradecimiento por haber creído y confiado en esta historia, por acompañarme en este viaje a través de Idhún, por hacer también suyo este proyecto, que estoy encantada de compartir con ella. El viaje continúa...

Entonces los ojos y el corazón del guerrero empiezan a acostumbrarse a la luz. Ya no le asusta, y él pasa a aceptar su Leyenda, aunque eso signifique correr riesgos. El guerrero estuvo dormido mucho tiempo. Es natural que vaya despertando poco a poco. Todos los caminos del mundo llevan hasta el corazón del guerrero; él se zambulle sin pensar en el río de las pasiones que siempre corre por su vida. El guerrero sabe que es libre para elegir lo que desee; sus decisiones son tomadas con valor, desprendimiento y -a veces- con una cierta dosis de locura. El guerrero de la luz a veces actúa como el agua, y fluye entre los obstáculos que encuentra. En ciertos momentos, resistir significa ser destruido; entonces, él se adapta a las circunstancias. En esto reside la fuerza del agua. Jamás puede ser quebrada por un martillo, ni herida por un cuchillo. La más poderosa espada del mundo es incapaz de dejar una cicatriz sobre su superficie.

PAULO COELHO, Manual del guerrero de la luz

LIBRO III

Despertar

Prólogo

La serpiente entornó sus ojos irisados, pero no hizo el menor movimiento ni denotó ninguna emoción especial cuando dijo telepáticamente:

«Ya están aquí.»

—Lo sé —respondió en voz baja Ashran, el Nigromante, desde el otro extremo de la habitación.

Estaba asomado al ventanal, como solía, contemplando la salida de la tercera de las lunas por el horizonte de su mundo.

La serpiente alzó la cabeza y desenroscó lentamente su largo cuerpo anillado. Era inmensa, y ni siquiera había desplegado las alas. Cada escama de su cuerpo irradiaba un poder misterioso y letal, un poder ante el que cualquier mortal temblaría de terror. Pero Ashran, el Nigromante, no era un hombre corriente.

Tampoco aquélla era una serpiente corriente, ni siquiera entre las de su raza. Se trataba de Zeshak, el señor de los sheks, la más poderosa de las serpientes aladas.

«El dragón y el unicornio —enumeró—. Dos hechiceros: un humano y una feérica. Y un caballero de Nurgon, medio humano, medio bestia.»

—Deben de formar un grupo singular —sonrió Ashran—. Tengo ganas de verlos en acción. Pero eso no es todo, ¿verdad? Hay una sexta persona.

Hubo un breve silencio.

«El traidor está con ellos —dijo Zeshak con helado desprecio—. Ese a quien llamabas tu hijo es ahora el sexto renegado de la Resistencia.»

Ashran hizo caso omiso del tono irritado de su interlocutor.

Desde que Kirtash los había traicionado, ningún shek había vuelto a pronunciar su nombre.

—Sé que quieres verlo muerto —dijo el Nigromante—. Y tendrás esa satisfacción. Pero el dragón y el unicornio son más importantes ahora.

Zeshak no dijo nada, pero Ashran percibió su escepticismo.

—La profecía se está cumpliendo —le espetó el hechicero—. ¿0 es que crees poder luchar contra el destino?

«No existe el destino —replicó el shek—. Los dragones nos condenaron a vagar por los límites del mundo durante toda la eternidad, y míranos, estamos aquí. Somos dueños absolutos del planeta, y de nuestro propio destino. Y hemos acabado con todos los dragones.»

—No con todos —le recordó Ashran.

En los ojos tornasolados del shek brilló un breve destello de ira.

«Y, a pesar de todo, los sheks deseamos más la muerte del traidor que la de ese dragón que se nos ha escapado.»

—Pero en cuanto os topéis con él, volveréis a sucumbir al odio —sonrió Ashran—. Como ha sido siempre. Un dragón, aunque sea uno solo, aunque sea el último, sigue siendo un enemigo peligroso.

El shek dejó escapar un airado siseo.

—¿Cómo es posible que consideres peligroso a un dragón que está tan contaminado de humanidad?»

—¿Como es posible que los subestimes, Zeshak? No son criaturas corrientes. Son parte de una profecía, y detrás de las profecías está la mano de los dioses.

«Entonces, no deberías haberlos dejado volver», opinó Zeshak. Ashran se encogió de hombros.

—En la Tierra habrían quedado lejos de mi alcance. Además, hiciera lo que hiciese, mientras pudieran refugiarse en Nimbad estarían a salvo. —Alzó la cabeza para clavar en la serpiente la mirada de sus ojos plateados—. Ahora ya no lo están.

«Siempre pueden volver atrás.»

—No Ya no pueden... pero todavía no lo saben.

Zeshak asintió lentamente.

«Ya veo —dijo—. Si es verdad que esa profecía puede cumplirse, si es cierto que pueden derrotarnos, no deberías enfrentarte a ellos. Ahora están aquí, en Idhún. Ahora nosotros, los sheks, podernos encargarnos de aplastar a la Resistencia.»

Ashran meditó la propuesta. En virtud de un antiguo conjuro hacia siglos que ni los sheks ni los dragones podían atravesar la Puerta interdimensional hacia la Tierra. Por eso los hechiceros renegados de la Torre de Kazlunn, aquellos que se oponían al poder del Nigromante, se habían visto obligados a enviar allí solo los espíritus del dragón y el unicornio de la profecía, para que se reencarnasen en cuerpos humanos. Por eso el propio Ashran había tenido que mandar tras ellos a Kirtash, una criatura híbrida, un shek camuflado en el cuerpo de un muchacho que, desgraciadamente para ellos, había conservado buena parte de sus emociones humanas y había acabado por unirse a sus enemigos.

Pero ahora, ellos estaban en Idhún, habían acudido allí a presentar batalla. Nada impedía a los sheks atacarlos en su propio terreno.

—¿Sabes dónde están? —preguntó.

Los ojos de la serpiente presentaron, por un momento, un cierto brillo siniestro.

«Sé dónde están. Un solo mensaje telepático mío, y mi gente atacará.»

Ashran asintió.

—Quizá no podáis vencerles —dijo sin embargo.

El shek se envaró, ofendido. No habló, pero dejó que Ashran notara su irritación.

—Hay una extraña fuerza en su interior. Mira esta torre, Zeshak. No era más que un edificio muerto y abandonado, y ahora rebosa poder por los cuatro costados. Y eso lo hizo la muchacha... ella sola. No es sólo un unicornio. Es el último unicornio, toda la fuerza de su raza reside en ella.

Percibió el resentimiento de Zeshak, y supo lo que estaba pensando. El shek había sido partidario de acabar con la vida de la joven que se hacía llamar Victoria al hacerla prisionera, pero Ashran había optado por utilizar su poder... y aquella chica, cuyo cuerpo albergaba el espíritu del último unicornio, había acabado por escapar de ellos. Ahora ella y su compañero, el último dragón, eran lo único que amenazaba la estabilidad de su imperio.

—También el dragón será un adversario temible, en cuanto aprenda a emplear su poder.

«Entonces, debemos acabar con ellos antes de que eso suceda.»

—Llevamos más de quince años intentando acabar con ellos, Zeshak. Y no lo hemos conseguido.

« ¿Estás empezando a pensar que no podemos evitar el cumplimiento de la profecía?», siseó Zeshak en su mente.

—No; estoy empezando a pensar que no hemos seguido la estrategia adecuada.

La serpiente no dijo nada, pero clavó en el Nigromante sus hipnóticos ojos tornasolados, esperando una explicación.

—Desgraciadamente, Zeshak, no los conozco tanto como quisiera. Conozco bien a Kirtash, mucho mejor de lo que él mismo cree; empiezo a conocer a Victoria, porque tuve ocasión de tratar con ella, y creo que puede ser una pieza importante para mis planes futuros, aunque ella no lo sepa. Pero el muchacho, el dragón, sigue siendo un completo extraño para mí. Y eso no me gusta. Ahora que están aquí, en Idhún, voy a tener ocasión de observarlos, de estudiarlos, de conocerlos y comprenderlos... y de encontrar su punto débil.

Zeshak lo miró, con la boca entreabierta, dejando ver su larga lengua bífida. Casi parecía que se reía. «Estrategia básica shek», comentó.

Ashran asintió.

—De todas formas, no me opongo a que vosotros ataquéis primero. Pocas cosas pueden escapar a la mirada de un shek, y sospecho que, vayan a donde vayan, terminaréis por encontrarlos. Quizá logréis acabar con ellos entonces, con uno solo de ellos, al menos, y entonces no habrá más que hablar. Pero, si fracasáis, al menos habré tenido la ocasión de estudiar a la Resistencia con más detalle, y puede que para entonces ya se hayan confirmado mis sospechas.

El shek entrecerró los ojos y aguardó a que el Nigromante siguiera hablando. Ashran lo miró y sonrió.

—Tal vez —dijo el hechicero con suavidad— la clave para su destrucción no esté en nosotros, sino en ellos mismos.

Zeshak comprendió. Lentamente, su rostro de reptil esbozó una sinuosa sonrisa.

1
La Torre de Kazlunn

Cuando Victoria abrió los ojos, tardó un poco en recordar todo lo que había pasado. Imágenes confusas se entremezclaban en su mente, imágenes fantásticas que parecían producto de un hermoso sueño o de una extraña pesadilla.

Se incorporó un poco, y vio junto a ella un rostro familiar. Jack estaba tendido a su lado, con los ojos cerrados. A Victoria le dio un vuelco el corazón; sin embargo, se dio cuenta casi enseguida de que el muchacho estaba dormido o inconsciente, pero no herido. Su expresión era tranquila, y su respiración, regular. Victoria alzó la mano para acariciarle el rostro con cariño. El joven sonrió en sueños, pero no se despertó.

Se habían conocido tres años antes, cuando los sicarios enviados por Ashran, el Nigromante, habían asesinado a los padres de Jack. Entonces él no sabía nada de Idhún, nada de la Resistencia a la que Victoria pertenecía, y se había visto obligado, de la noche a la mañana, a asumir que, de alguna manera, estaba implicado en la guerra por la salvación de un mundo que no conocía. Se había unido a la Resistencia, que luchaba por liberar Idhún del dominio de Ashran y los sheks, las monstruosas serpientes aladas; había tenido que aprender a pelear, a defenderse, a sobrevivir.

Pero también había conocido a Victoria. La chica sonrió, evocando su primer encuentro. Entonces ellos eran unos niños todavía, pero ahora habían crecido, y la amistad que los unía se había convertido en algo más, en un sentimiento más intenso y más profundo, que se había afianzado cuando los dos habían averiguado, apenas unas semanas antes, que su destino estaba escrito incluso antes de su nacimiento, y que ellos dos eran los elegidos para derrotar al Nigromante y salvar a Idhún. Porque en su interior latían los espíritus de Yandrak y Lunnaris, el último dragón y el último unicornio, los únicos que, según la profecía de los Oráculos, serían capaces de acabar con el poder de Ashran.

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