Usted puede sanar su vida (4 page)

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Authors: Louise L. Hay

Tags: #Autoayuda

«El problema» casi nunca es el verdadero problema

Una dienta estaba tan preocupada por su aspecto, y especialmente por los dientes, que iba de una dentista a otra, y decía que lo único que conseguía era que cada vez se le viera peor. Cuando fue a hacerse arreglar la nariz, no se lo hicieron bien. Cada profesional reflejaba su propia convicción de que era fea. El problema no estaba en su apariencia, sino en su convencimiento de que eso era un problema.

Otra mujer tenía un aliento muy desagradable; era incómodo estar cerca de ella. Estaba estudiando para ser predicadora, y por debajo de su porte espiritual y piadoso había una furiosa corriente de cólera y celos que estallaba ocasionalmente, cuando ella temía que alguien pudiera estar amenazando su posición. Lo que interiormente sentía se expresaba en su aliento, ofensivo incluso cuando ella procuraba demostrar amor. Nadie la amenazaba, a no ser ella misma.

Un día vino a verme un chico de quince años, acompañado de su madre; tenía la enfermedad de Hodgkin, y le concedían tres meses de vida. Comprensiblemente, la madre estaba histérica y era de trato difícil, pero el muchacho, despierto e inteligente, quería vivir. Se mostró dispuesto a hacer todo lo que le dije, incluso a cambiar su manera de pensar y de hablar. Sus padres, separados, estaban siempre discutiendo, y en realidad el joven no tenía una vida hogareña estable.

Deseaba desesperadamente ser actor. La persecución de la fama y la fortuna pesaba en él mucho más que su capacidad para el júbilo. Creía que sólo podía ser aceptado y reconocido en su valor si se hacía famoso. Le enseñé a amarse y aceptarse como era, empezó a ponerse bien y ahora, ya adulto, actúa con regularidad en Broadway. A medida que aprendía a aceptar el gozo de ser quien era, le fueron ofreciendo diversos papeles.

El
exceso de peso
es otro buen ejemplo de cómo podemos desperdiciar muchísima energía en el intento de corregir un problema que no es el real. Es frecuente que la gente se pase años y años combatiendo el fantasma de la grasa, sin poder rebajar de peso. Entonces culpan de todos sus problemas al exceso de peso, que en realidad no es más que un efecto externo de un profundo problema interior, que, por lo que he podido comprobar, es siempre miedo y necesidad de protección. Cuando se siente asustada o insegura, o le parece que «no sirve para», mucha gente se refugia en los kilos extra como una protección.

Insistir en acusarnos de pesar demasiado, sentirnos culpables con cada bocado que comemos, repetir todos los rituales a que nos sometemos cuando aumentamos de peso, todo eso no es más que una pérdida de tiempo. Dentro de veinte años podemos seguir en la misma situación, si no hemos abordado jamás el verdadero problema. Lo único que habremos hecho será asustarnos más y sentirnos más inseguros, y entonces necesitaremos pesar más para compensar y obtener cierta protección.

Por eso yo me niego a concentrarme en el exceso de peso y en las dietas, porque las dietas no funcionan. La única dieta que da resultado es mental: privarse de pensamientos negativos. «Por el momento vamos a dejar de lado ese problema —les digo a mis clientes— mientras trabajaremos antes con otras cosas.»

Es frecuente que me digan que no pueden amarse porque son tan gordos que, como decía una chica, «son demasiado redondos en los bordes». Entonces les explico que son gordos porque no se tienen amor a sí mismos. Cuando empezamos a amarnos y aprobarnos, es sorprendente la forma en que desaparece el exceso de peso.

A veces los clientes llegan incluso a enojarse conmigo cuando les explico lo simple que es cambiar su vida. Quizá sienten que no entiendo sus problemas. Una mujer se puso muy mal y me dijo que había acudido a la consulta para que le ayudara a preparar su tesis, y no para aprender a amarse a sí misma. Para mí era obvio que su problema principal era un enorme odio hacia sí misma, que invadía todos los aspectos de su vida, incluso la preparación de la tesis. Aquella mujer no podría tener éxito en nada mientras se sintiera tan indigna de todo.

Incapaz de escucharme, se fue llorando, para volver un año más tarde con el mismo problema, amén de muchos otros. Hay personas que aún no están listas, y decir esto no es juzgarlas. Todos empezamos a cambiar en el momento, el lugar y el orden adecuados
para nosotros.
Yo no empecé hasta después de los cuarenta.

El verdadero problema

Heme aquí, pues, con un cliente o una clienta que acaba de mirarse en el inocente espejito, y está en plena conmoción. Con una sonrisa de deleite, lo animo:

—Bueno, ahora que estamos viendo el «verdadero problema» podemos empezar a despejar lo que realmente le está obstruyendo el camino.

Y le sigo hablando del amor a uno mismo, de cómo para mí el amor a uno mismo comienza con la disposición a no criticarse nunca, jamás, por nada.

Observo su expresión cuando les pregunto si ellos se autocritican. Es mucho lo que me dicen sus reacciones:

Pero claro que sí.

Continuamente.

Ahora no tanto como antes.

Bueno, ¿cómo voy a cambiar si no me critico?

¿Acaso no lo hacen todos?

A esto último les respondo que no estamos hablando de todos, sino de ella (o de él). E insisto:

¿Por qué se autocrítica? ¿Qué hay de malo en usted? Mientras hablan, voy haciendo una lista, y lo que dicen coincide a menudo con su «lista de deberías». Sienten que son demasiado altos, demasiado bajos, demasiado gordos, demasiado flacos, demasiado tontos, demasiado viejos, demasiado jóvenes, demasiado feos. (Esto último lo dicen con frecuencia los más apuestos y guapos.) O si no, para ellos es demasiado tarde, demasiado pronto, demasiado difícil, demasiado... Casi siempre es «demasiado» algo. Finalmente, cuando llegamos a tocar fondo, me dicen: «Es que no sirvo para nada».

¡Por fin! Después de todo, hemos llegado al problema central. Se critican porque han aprendido a creer que «no sirven para nada». Los clientes siempre se quedan pasmados ante la rapidez con que hemos llegado a este punto. Ahora ya no tenemos que preocuparnos por efectos secundarios como los problemas corporales, o de relación o de dinero, ni por la falta de expresiones creativas. Y podemos consagrar todas nuestras energías en disolver la causa del problema:
¡No se aman a sí
mismos!

En la infinitud de la vida, donde estoy,

todo es perfecto, completo y entero.

La Divinidad siempre me guía y me protege.

No corro peligro al mirar dentro de mi.

No corro peligro al evocar el pasado.

No corro peligro si amplio mi visión de la vida.

Soy mucho más que mi personalidad, pasada,

presente o futura.

Opto ahora por elevarme por encima de mis problemas

de personalidad para reconocer la magnificencia de mi ser.

Estoy totalmente en disposición de aprender a amarme.

Todo está bien en mi mundo.

Capítulo 3

¿DE DÓNDE PROVIENE?

«El pasado no tiene poder sobre mí.»

Está bien, hemos examinado un montón de cosas, y hemos ido pasando por el cedazo lo que
creíamos
que era el problema. Ahora nos hemos encontrado con lo que, a mi modo de ver, es el verdadero problema, nos sentimos
totalmente desvalorizados, y
el
amor a sí mismo escasea.
Según como veo yo la vida, si hay algún problema, esto tiene que ser verdad. Veamos, entonces, de dónde vino esta creencia.

¿Cómo pasamos de ser un bebé diminuto que conoce su propia perfección y la de la vida, a convertirnos en una persona con problemas, que se siente, en mayor o menor medida, indigna y no merecedora de amor? Aquellos que ya se aman a sí mismos pueden amarse aún más.

Piensen en una rosa, desde el momento en que es un capullo. Mientras se abre para florecer plenamente, hasta que se le cae el último pétalo, es siempre bella, siempre perfecta, siempre cambiante. Lo mismo que nosotros. Somos siempre perfectos, siempre bellos, siempre cambiantes. En todo momento hacemos lo mejor que podemos con el entendimiento, la conciencia y el conocimiento que tenemos. A medida que tengamos más entendimiento, más conciencia y más conocimiento, iremos haciendo las cosas de otra manera.

La limpieza de la casa mental

Ahora es el momento de examinar un poco más nuestro pasado, de echar un vistazo a algunas de esas creencias que han venido rigiéndonos.

A algunas personas esta parte del proceso de limpieza se les hace muy dolorosa, pero no tiene por qué serlo. Debemos mirar qué es lo que hay que limpiar antes de poder hacerlo.

Si uno quiere limpiar una habitación a fondo, empezará por revisar todo lo que hay en ella. Habrá algunas cosas que mirará con ternura, y las lustrará o les quitará el polvo para darles una belleza nueva. Con otras, tomará nota de que necesitan una reparación o un retoque. Habrá algunas que jamás volverán a servirle, y es el momento de deshacerse de ellas. Las revistas y los periódicos viejos, como los platos de papel usados, se pueden tirar con toda calma a la basura. No hay necesidad de enojarse para limpiar una habitación.

Lo mismo sucede cuando estamos limpiando nuestra casa mental. No hay necesidad de enojarse porque alguna de las creencias que guardábamos en ella ya no sirva. Dejémosla partir tan fácilmente como, después de haber cenado, arrojamos a la basura los restos de comida. Realmente, ¿buscaría usted en la basura de ayer algo para preparar la cena de esta noche? Y para crear las experiencias de mañana, ¿rebusca en la vieja basura
mental
?

Si una idea o una creencia no le sirve, ¡renuncie a ella! Ninguna ley dice que porque una vez haya creído en algo, tiene usted que seguir haciéndolo para siempre.

Veamos, pues, algunas de esas creencias que nos limitan y observemos de dónde vienen.

CREENCIA LIMITATIVA
: «Yo no sirvo para nada».

DE DÓNDE PROVIENE
: De un padre que le repitió insistentemente que era un estúpido.

El cliente decía que quería ser un triunfador para que su padre se enorgulleciera de él, pero como estaba cargado de culpa, que le creaba resentimiento, lo único que podía producir era un fracaso tras otro. El padre no dejaba de financiarle negocios que siempre fracasaban. El cliente usaba esos fracasos para desquitarse, obligando a su padre a pagar continuamente, pero por supuesto, el que más perdía era él.

CREENCIA LIMITATIVA
: Falta de amor a sí misma.

DE DÓNDE PROVIENE
: Del intento de obtener la aprobación del padre.

Nada había menos deseable para esa dienta que ser como su padre. Jamás podían ponerse de acuerdo en nada y estaban siempre discutiendo. Ella sólo quería su aprobación, pero no conseguía más que críticas. Estaba llena de dolores físicos, exactamente como su padre, pero no se daba cuenta de que el enojo que sentía era la causa de los dolores, tal como le sucedía también a su padre.

CREENCIA LIMITATIVA
: La vida es peligrosa.

DE DÓNDE PROVIENE
: De un padre asustado.

Otra dienta veía la vida como algo hosco y duro. Reírse era difícil para ella, y cuando lo hacía, temía que le sucediera algo «malo». La habían criado con la amenaza de que «si te ríes, te lo harán pagar».

CREENCIA LIMITATIVA
: No sirvo...

DE DÓNDE PROVIENE
: De sentirse abandonado y descuidado.

Al cliente se le hacía difícil hablar; el silencio se había convertido en su modo de vida. Acababa de dejar las drogas y el alcohol, y estaba convencido de su inutilidad. Su madre había muerto cuando él era muy pequeño, y lo había educado una tía que muy rara vez le hablaba, a no ser para darle alguna orden, de modo que el muchacho creció en silencio. Hasta comía solo y sin hablar, y día tras día permanecía solo en su habitación, en silencio. Había tenido un amante, que era también un hombre taciturno; ambos pasaban la mayor parte del tiempo juntos, sin hablar. Cuando aquel hombre murió, mi cliente volvió a quedarse solo.

Ejercicio: Mensajes negativos

El ejercicio siguiente consiste en apuntar en una hoja grande de papel todas las cosas que sus padres decían que estaban mal en usted. ¿Cuáles eran los mensajes negativos que usted oía? Concédase el tiempo suficiente para recordar tantos como pueda. Por lo general, con una hora está bien.

¿Qué le decían sobre el dinero? ¿Y sobre su cuerpo? ¿Qué le decían del amor y de las relaciones sexuales? ¿Qué le decían sobre su capacidad creadora? ¿Cuáles eran las cosas limitadoras o negativas que le decían?

Si puede, considere objetivamente estos puntos, y dígase: «Conque de ahí es de donde proviene esta creencia».

Ahora busque otra hoja de papel, para profundizar un poco más. ¿Qué otros mensajes negativos oyó usted de pequeño?

De sus parientes _______________

De sus maestros _______________

De sus amigos _________________

De figuras de autoridad __________

De su iglesia __________________

Escríbalos todos, tomándose su tiempo. Esté atento a las sensaciones corporales que vaya teniendo.

En esas dos hojas de papel están las ideas que necesita hacer desaparecer de su conciencia. Son esas creencias las que le hacen sentir que no sirve.

Véase como a un niño

Si pusiéramos a un niño de tres años en medio de la habitación, y empezáramos a gritarle, diciéndole que es un estúpido, incapaz de hacer nada bien, que debe hacer esto y no hacer lo otro, y que se fije en los desastres que provoca, y de paso le diéramos algún que otro golpe, al final tendríamos un chiquillo asustado que se sienta obedientemente en un rincón, o un rebelde que destroza cuanto tiene a su alcance.

El niño mostraría uno de estos dos comportamientos, pero jamás llegaríamos a saber qué potencial tenía.

Si al mismo niño le decimos cuánto lo queremos y cuánto nos importa, que nos encanta el aspecto que tiene y que es simpático e inteligente, que nos gusta su manera de hacer las cosas y que está bien que cometa errores mientras aprende, y que estaremos siempre a su lado en cualquier situación... ¡entonces, el potencial que muestre ese niño nos dejará alucinados!

Todos llevamos dentro un niño de tres años, y con frecuencia nos pasamos la mayor parte del tiempo gritándole... y después nos preguntamos por que nuestra vida es como es.

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