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Authors: James Luceno

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Agentes del caos II: Eclipse Jedi (11 page)

Karrde hizo una breve pausa.

—Me he puesto a ello y no he visto indicios de que se interrumpiera el mercado de especia…, salvo en tres sistemas: Tynna, Bothawui y Corellia. Esperó a que los murmullos se calmasen para continuar. Los hutt no interrumpirían bruscamente las entregas a tres sectores muy rentables a menos que tengan una buena razón para hacerlo. Y apostaría a que esa razón es que los yuuzhan vong han cumplido con su parte del trato, es decir, informarles de que esos sistemas serán el objetivo de una invasión inminente.

»El hecho de que nadie se haya apresurado a cubrir el hueco dejado por los hutt sugiere que éstos han advertido a todos sus socios y subcontratistas de que eviten el espacio que rodea a Tynna, Bothawui y Corellia. Pero ni siquiera eso nos da argumentos bastante sólidos ante la Nueva República. Exigirán pruebas de que el vacío creado en torno a esos mundos no es únicamente el resultado de una
especulación
de los hutt sobre dónde pueden golpear los yuuzhan vong.

—¿Por qué no contactan con los hutt y les preguntan directamente? —preguntó Kenth Hamner. Alto y de buena cuna, Hamner había sido coronel de las Fuerzas de Defensa antes de abandonar la vida militar para seguir el camino Jedi.

—Eso es más fácil decirlo que hacerlo —dijo Karrde—. De hecho, la Nueva República está intentándolo. Pero si alguien externo al estamento militar pudiera aportar una prueba irrefutable, Defensa tendría lo que necesita para poder coger a los yuuzhan vong por sorpresa.

—¿Por qué acude a nosotros? —se interesó Streen—. Desde que se estableció el acuerdo de paz, usted ha actuado de enlace entre el Remanente Imperial y la Nueva República. No nos necesita para llamar la atención del almirante Sovv.

—Sé por qué ha venido hasta aquí —intervino Kyp Durron, manteniendo la mirada fija en Karrde—. Porque la Nueva República lo apartó del centro de atención cuando pidió a Leia que negociara con el Remanente Imperial para que éste se implicara en la guerra.

Karrde lanzó un resoplido.

—Yo no era el adecuado para negociar con el Remanente. Soy un comerciante, Kyp, no un embajador.

—Entonces ¿por qué cree que es el adecuado para negociar con nosotros? —replicó Kyp.

—La verdad es que no sé en quién más confiar. Si debo juzgar por la forma en que el Departamento de Inteligencia de la República se ocupó de la desertora yuuzhan vong, yo diría que ese Departamento, puede que hasta el mismo Consejo Asesor de la República, está infiltrado por agentes enemigos. Es más, las Fuerzas de Defensa no pueden actuar sin la aprobación del Senado, y no es probable que el Consejo de Seguridad e Inteligencia respalde al almirante Sovv sólo por la palabra de un excontrabandista.

—Todavía no nos ha dicho por qué nos necesita —apuntó Ulaha. Era un bith, y como tal tenía un aspecto delicado y talento musical—. Después de lo de Ithor, tampoco nosotros estamos bien vistos por el Senado.

—Ésa es la cuestión: necesitáis que vuelvan a escucharos. Era de esperar que aprendiesen la lección tras lo ocurrido en Ithor, pero los viejos hábitos son difíciles de romper y aún son reacios a confiar en vosotros. No quieren dar la impresión de estar en deuda con los Jedi. Sería una bofetada contra la forma de pensar de la Vieja República.

Ganner hizo una mueca, arrugando la cicatriz facial que le había quedado tras su aventura en Garqi.

—Me llega al corazón lo mucho que se preocupa por nosotros, Karrde, pero los Jedi no necesitan relaciones públicas.

—Te equivocas, Ganner, eres demasiado confiado. El sentimiento anti Jedi se extiende por todas partes. Unos creen que no hacéis todo lo que podéis, y otros que sois unos incompetentes. Hay mucha gente que desearía que el emperador Palpatine siguiera en el poder, convencida de que él sí sabría enfrentarse a los yuuzhan vong. Si queréis volver a ser monjes, eso es decisión vuestra. Pero necesitáis mejorar vuestra imagen si queréis servir a la paz y la justicia. Y una forma de conseguirlo es proporcionando información que permita a la Nueva República obtener una victoria importante. La mejor defensa contra la traición es la propia traición.

—¿Qué papel jugaríamos? —preguntó Jacen con impaciencia.

—Puedo prepararos una reunión con uno de los contrabandistas de especia de los hutt —respondió Talon, sosteniendo su mirada—. Podemos descubrir por qué nadie hace entregas en Tynna y en el resto de los planetas.

Jacen hizo rodar los ojos.

—Volvemos a encontrarnos en la misma situación que en
Centralia
—desvió la vista hacia Luke—. Los Jedi no deberían participar en esto. Nos degrada.

—Esto no degrada a nadie —interrumpió Anakin—. Podemos ayudar a la República sin tener que mover un dedo… o un sable láser. Y tú, más que nadie, debería estar a favor de algo así.

Todos miraron a Luke.

Hasta él llegaron imágenes de insectos disfrazándose de hojas, de ramitas y de flores, de animales pequeños que mimetizaban la basura del suelo del bosque. La Fuerza volvió a susurrarle una vez más:
engaño, sigilo, disimulo…

Comprendió que necesitaba actuar con cuidado para no dividir todavía más a los Jedi. Mientras muchos loaban lo que había hecho Corran Horn en Ithor, otros apoyaban la tesis de Kyp Durron de que debían responder a la agresión en los mismos términos. Aún más, en Ithor, Luke había renunciado a la responsabilidad de ser la punta de lanza de los Caballeros Jedi.

—No intento mejorar nuestra deteriorada imagen —dijo finalmente—. En todo caso, la Nueva República no parece muy ansiosa por criticar nuestros actos. Pero si podemos proporcionar información que impida la caída de otro mundo, la decisión es clara.

—Quisiera ir con Talon —dijo Jaina.

Kyp hizo una mueca.

—¿Pretendes hacerte pasar por una compradora de especia de diecisiete años? Dudo que los hutt se lo traguen —miró a Karrde—. Iré yo. Necesitará a alguien que sepa descubrir la verdad oculta en las mentiras.

Es improbable —dijo Karrde—, pero agradezco la oferta.

—Entonces, cuente también conmigo —se sumó Ganner. Miró fijamente a Kyp—. Sólo para asegurarnos de que averiguamos toda la verdad.

—Entonces, ¿trato hecho? —preguntó Karrde.

Sólo Jacen permanecía escéptico.


Centralia
, alistamiento, espionaje… Nunca creí que terminaríamos así. Kyp Durron sonrió abiertamente y le dio una fuerte palmada en el hombro.

—Alégrate, chico. Las cosas ya no pueden empeorar.

Capítulo 7

En el cartel que colgaba entre las enormes torres de vigilancia podía leerse: «BIENVENIDOS A RUAN. CAMPO DE REFUGIADOS 17». Pero, bajo la frase de saludo, alguien había garabateado con una letra diminuta y casi ilegible: «ÚLTIMA OPORTUNIDAD PARA DAR MEDIA VUELTA».

Melisma leyó el letrero en voz alta, aprisionada entre los miles de refugiados de distintas especies recién desembarcados de las naves de transporte, todavía mojada y posiblemente envenenada por el proceso de desinfección de Ruan, y dirigió una mirada angustiada a Gaph, que llevaba al sobrino de Droma sentado sobre los hombros.

—¿«Última oportunidad para dar media vuelta»?

—Alguien con un retorcido sentido del humor —dijo Gaph restándole importancia—. Vamos, no puede ser tan malo. Estamos en medio del campo, respiramos aire puro en lugar de oxígeno reciclado, nos han prometido comida y bebida, y disfrutaremos de la compañía de diez mil seres inteligentes melancólicos —sonrió abiertamente y bajó el tono de voz para añadir—: Y allí donde hay inteligencia melancólica, siempre hay abundantes oportunidades para los ryn.

Melisma sonrió insegura, aunque lo que Gaph había dicho sobre el paisaje era una verdad innegable. Ruan era uno de los planetas más hermosos del Núcleo Galáctico.

Era uno de los dieciocho mundos agrícolas administrados por Salliche Ag y tenía el aspecto inmaculado de un parque, al menos la parte del planeta donde habían desembarcado los refugiados. El camino recto que unía el bullicioso espaciopuerto con el Campo de Refugiados 17 estaba bordeado por altos y recortados setos; al otro lado de éstos, y hasta donde alcanzaba la vista, podían verse campos escrupulosamente cultivados en distintos estados de crecimiento. A diferencia de Orron III, Ukio, Taanab y la mayoría de los otros mundos-granjeros en los que los ryn solían buscar empleo de vez en cuando, Ruan no confiaba meramente en su inclinación axial y su fértil terreno, sino que controlaba su clima para aumentar su rendimiento al máximo. También se veían menos androides cosechadores y agricultores de los que Melisma esperaba, lo cual implicaba más oportunidades de trabajo para los seres inteligentes.

Inhaló profundamente el aire dulce. Gaph tenía razón. Llegar a Ruan, sobre todo tras pasar más de una semana estándar en las atestadas y fétidas bodegas del transporte, era como llegar al paraíso. Pero vagas preocupaciones seguían acosándola. ¿Cuánto tiempo se quedarían en Ruan y adónde los llevarían después? La princesa Leia había dejado claro que su estancia en Ruan sería temporal, pero con los yuuzhan vong amenazando la Región de Expansión, ¿cuánto tiempo tardarían en invadir el Núcleo Galáctico? Y, si o hacían, ¿qué ocurriría luego?

Registrar a los desterrados recién llegados era un proceso dolorosamente tedioso. Se apretujaban tanto unos contra otros que no tenían forma de sentarse, mucho menos reclinarse, y no podían escapar del ardiente sol que el supervisor climático había elegido para aquel día. La muchedumbre parecía extenderse eternamente delante y detrás de ellos. Pero, por fin, los cinco —Gaph, Melisma, sus dos primas de clan, y el pequeño— llegaron a un puesto de control atendido por guardias de seguridad armados y con distintivos que los identificaban al servicio de Salliche Ag.

Un varón humano con una mandíbula llena de cicatrices los evaluó a través de la ventanilla del puesto de control.

—¿Qué rayos son ésos? —preguntó a alguien fuera de vista.

Instantáneamente, una hembra uniformada de aspecto igualmente siniestro apareció en la ventanilla y apuntó directamente a Melisma con un escáner óptico de forma esférica.

—Puede que el sistema tarde un poco en reconocerlos —dijo al primer guardia. Cuando el escáner emitió un solo pitido, miró la pantalla—. Ryn.

—¿Ryn? ¿De qué montón de barro proceden?

—Planeta de origen desconocido —respondió la mujer, sacudiendo la cabeza—. Pero ¿qué más da? Han llegado de Gyndine. Comprueba si tenemos más de su especie.

Melisma volvió a sentir aprensión. Los abogados de SELCORE y los oficiales de Ruan en el espaciopuerto habían sido cordiales, pero estos guardias, con sus uniformes y sus modales bruscos, le recordaban el tipo de policía que, años atrás, vigilaba muchos de los mundos del Sector Corporativo.

—Sí, tenemos algunos otros —estaba diciendo el primer guardia—. Treinta y dos, según el último recuento. —Sonrió con desprecio a Gaph—. Sección 465, Ryn. Detrás de los lavatorios comunales.

Gaph oyó que Melisma aspiraba aire ruidosamente y se volvió a ella:

—Bien, olvidemos lo que he dicho sobre el aire fresco. Pero seguimos teniendo comida y bebida para calmar el apetito y un techo sobre nuestras cabezas.

—También teníamos todo eso en la cárcel —se quejó Melisma.

—Confía en mí, pequeña —pidió Gaph, moviendo su dedo índice—. La cárcel no es lugar para los ryn. Al menos aquí podremos cantar, bailar y disfrutar de nuestra buena fortuna.

—Seguid al androide —ladró el guardia—. Obedeced y no andéis molestando por ahí… o responderéis ante mí.

—Ah, buena fortuna —dijo Melisma sarcásticamente—. Recemos por que al menos nos den un techo, Gaph.

El androide, un modelo de protocolo cojo y chirriante, los precedió por un laberinto de destartaladas viviendas pegadas las unas a las otras y construidas con partes de viejas segadoras y naves espaciales: escotillas, mamparos, cuchillas, placas de aluminio, etc., etc… Más allá, vieron cabañas de plastiduro sobre placas de ferrocemento, tiendas levantadas con armazones en forma de A, cobertizos primitivos, refugios formados con piezas de plástico, chozas elípticas forradas con pieles de animales, o cónicas recubiertas de lubricante alquitranado.

—El Campo de Refugiados 17 se construyó sobre un antiguo vertedero de chatarra —informó con orgullo el androide—. Todo el mundo ha mostrado mucha inventiva para aprovechar el equipo obsoleto.

En los interiores no iluminados, el terreno fangoso o los escasos parches de césped pisoteado podían percibirse seres pertenecientes a especies originarias de sectores tan remotos como el Remanente Imperial y tan cercanos como la constelación Koornacht, todos desplazados de mundos que una vez consideraron su hogar, algunos de los cuales estaban ahora destruidos o inhabitables gracias a los yuuzhan vong. A derecha e izquierda, Melisma pudo ver ruurianos, gandianos, saheelindeelis, bimm, weequays, myneyrshis, tammarianos, gotalos y wookiees. Pero no reinaba un ambiente de camaradería, sino que el aire parecía corrompido por una sensación de inminente sublevación. Los seres se miraban entre sí frunciendo el ceño y permanecían en pie con las mandíbulas encajadas y las manos convertidas en puños.

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