Alien (27 page)

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Authors: Alan Dean Foster

Tags: #Ficción, Aventuras, Terror

Aquel era el fin de la cuestión por lo que hacía a la navegante. Y casi era el fin por lo que hacía a Ripley. No habría podido decir por qué continuaba dando vueltas a la idea. Pero se negaba a salir de su cerebro, atormentándola.

Parker revisó el nivel del primer cilindro de metano, y se aseguró de que la botella de gas de alta compresión estaba llena. Hizo lo mismo con la segunda, que se hallaba cerca. Luego levantó los dos pesados recipientes y echó a andar de vuelta por el pasillo.

El puente B estaba tan solitario como abajo. Cuanto antes se reuniera con los demás, mejor se sentiría. En realidad, lamentaba haber ido. Ahora le habría gustado la compañía de Ash. Había sido un estúpido al haber salido solo en busca de los cilindros. Todas las víctimas del enemigo habían sido sorprendidas solas. Trató de avanzar con un poco más de rapidez, a pesar del peso de las botellas.

Tomó una curva del corredor, se detuvo y estuvo a punto de soltar uno de los recipientes. Enfrente se hallaba la principal entrada de aire. Detrás de él, pero no muy lejos, algo se había movido. ¿O habría sido una impresión falsa?

Era un buen momento para imaginar cosas, y Parker parpadeó, tratando de aclararse la mente y los ojos.

Estaba a punto de volver a echar a caminar, cuando aquella como sombra de movimiento se repitió. Hubo como una vaga indicación de algo alto y pesado. Mirando a su alrededor, Parker vio uno de los ubicuos micrófonos de comunicación. Ripley y Lambert aún debían de estar en el puente. Con el pulgar, activó el interruptor que había detrás de la reja.

Algo indescifrable pareció emanar del altoparlante que había en el tablero de Ripley. Al principio, ella pensó que sólo eran ruidos atmosféricos. Luego le pareció reconocer una o dos palabras.

—Aquí, Ripley.

—Habla en voz baja —cuchicheó el ingeniero, con voz tensa ante el micrófono. Frente a él, el movimiento en el corredor había cesado súbitamente. Quizá la criatura lo había oído.

—No puedo oírte —dijo Ripley intercambiando una mirada de sorpresa con Lambert; pero cuando volvió a hablar ante el micrófono, mantuvo baja la voz como se le había pedido.

—Repite... ¿por qué debo hablar en voz baja?

—El enemigo —susurró Parker, sin atreverse a levantar la voz—. Está fuera de la cámara de estribor. Sí, ahora mismo. Abre la puerta lentamente. Cuando yo te diga, ciérrala con toda rapidez, y echa el cerrojo interior.

—¿Estás seguro?

Parker la interrumpió rápidamente.

—¡Te digo que lo tenemos! ¡Haz lo que te digo!

Con un esfuerzo se obligó a calmarse.

—Ahora, abre, lentamente.

Ripley vaciló, luego empezó a decir algo y vio que Lambert asentía con la cabeza vigorosamente. Si Parker se equivocaba, no tenían nada que perder más que una minúscula cantidad de aire.

En cambio, si sabía lo que estaba haciendo... encendió un interruptor. Abajo, Parker trataba de pegarse a las paredes del corredor cuando sonó un leve rechinido. La puerta interna del respirador se apartó, la criatura salió de las sombras y avanzó hacia allí. Varias luces brillaban dentro de la cámara. Una era de un verde esmeralda especialmente brillante. El ser extraño la miró con interés y avanzó para colocarse en el umbral.

"¡Vamos! ¡Maldición!" pensaba el ingeniero frenéticamente. "¡Mira la linda luz verde! ¡Así! ¿No quieres esa linda luz para ti? ¡Claro que la quieres! Simplemente, entra y toma el juguetito verde. Un par de pasos adentro y será tuyo para siempre. ¡Sólo dos pasitos! ¡Por Dios, dos pasitos!"

Fascinado por el indicador que brillaba intermitentemente, el ser extraño penetró en la cámara. Ya estaba casi dentro de ella. No por mucho, pero ¿quién podría saber si de pronto iba a aburrirse o a desconfiar de algo?

—Ahora —susurró ante el micrófono—, ¡ahora!

Ripley se preparaba a cerrar la puerta de emergencia, su mano ya iba rumbo al interruptor, cuando la bocina de emergencia del
Nostromo
aulló, pidiendo atención. Ripley y Lambert se quedaron heladas. Se miraron la una a la otra, y sólo vieron su temor personal reflejado en el rostro de su compañera. Ripley movió el interruptor; pero también el extraño había oído la bocina. Sus músculos se contrajeron y saltaron hacia atrás, dejando libre el umbral de la cámara, en un solo salto increíble. La cerradura se cerró con estrépito, una fracción antes. Un apéndice quedó atrapado entre puerta y pared.

Un líquido empezó a salir del miembro aplastado. El ser extraño emitió un quejido, como si alguien pereciese bajo el agua. Logró arrancarse hacia atrás, dejando el miembro atrapado entre el metal. Luego se dio vuelta y huyó por el pasillo, ciego de dolor, casi sin ver al ingeniero paralizado al que empujó hacia un lado antes de desvanecerse tras la curva más cercana. Por encima de Parker, desplomado, una luz verde brillaba iluminando las palabras COMPUERTA INTERIOR CERRADA.

El metal de la cerradura continuaba burbujeando y fundiéndose cuando la escotilla interior se abrió violentamente. Una bocanada de aire brotó de la compuerta, cuando la atmósfera que había estado contenida en el interior salió al espacio.

—¡Parker! —gritó Ripley, ansiosa, ante el micrófono; luego manipuló un interruptor y ajustó una pantalla—. ¡Parker! ¿Qué ocurre allí?

De pronto su atención fue captada por una luz verde que parpadeaba continuamente en el tablero.

—¿Qué ocurre? —dijo Lambert inclinándose fuera de su asiento— ¿Resultó?

—No estoy segura. El cerrojo interior está cerrado, pero el cerrojo exterior ha sido arrancado.

—Bueno; pero ¿qué hay de Parker? No lo sé. No puedo obtener una respuesta de él. Si lo logramos, debiera estar gritando de alegría hasta romper los magnavoces.

Luego tomó una decisión:

—Iré abajo a ver, tú quedas al mando.

Se deslizó entonces de su silla y corrió por el pasillo.

Dos veces estuvo a punto de caer. Una vez tropezó contra un mamparo y estuvo a punto de perder el conocimiento. De algún modo logró mantener el equilibrio y siguió corriendo, vacilante. El enemigo no ocupaba toda su mente. En cambio, lo ocupaba Parker, otro ser humano: un artículo bastante raro a bordo del
Nostromo.

Descendió corriendo la escalera hasta el pasillo B y se encaminó hacia la cámara de presión. Estaba vacía, salvo por una forma inerte extendida a través del puente: Parker.

Ripley se inclinó sobre él. Estaba mareado, apenas consciente:

—¿Qué pasó? Tienes muy mal aspecto. ¿Fue...?

El ingeniero estaba tratando de articular palabras, pero tuvo que contentarse con señalar vagamente hacia la cámara de aire. Ripley guardó silencio y miró en la dirección indicada. Vio entonces el agujero en la puerta de la cámara; el cerrojo aún estaba abierto, al parecer después de haber lanzado al enemigo hacia la nada. Ripley empezó a levantarse.

El ácido estaba pasando ya de lado a lado de la puerta.

Se oyó el estrépito del aire que estaba saliendo a presión, y un pequeño huracán los envolvió a ambos. El aire aullaba al salir del vacío. Una señal roja apareció en varios puntos de las paredes del corredor.

DESPRESURIZACIÓN CRITICA.

La bocina estaba sonando ahora más histéricamente, y por mejores razones. Las puertas de emergencia se cerraron en toda la nave a partir de la sección dañada. Parker y Ripley debían encontrarse a salvo en una sección cerrada del corredor, pero la puerta presurizada que los separaba del vestíbulo de la cámara de aire se había trabado en uno de los cilindros de metano.

El viento seguía azotando a Ripley, mientras ella buscaba algo, cualquier cosa, con qué luchar. Sólo había un tanque a su alcance. Lo levantó y lo utilizó como martillo contra el cilindro trabado. Si alguno de los dos se rompía, una ligera chispa de metal contra metal podía hacer estallar el contenido de ambas botellas, pero si no se liberaba pronto, la completa despresurización la mataría de todos modos.

La falta de aire ya estaba debilitándola. La sangre se agolpó en su nariz y sus oídos. La baja de presión hizo que las heridas de Parker volvieran a sangrar.

Ripley levantó la botella contra el cilindro atrapado, y lo golpeó por última vez. Se liberó tan fácilmente como si nunca hubiese habido dificultad. La puerta se cerró con estrépito, y el aullido del viento cesó.

Un aire como confuso siguió girando alrededor de ella durante varios minutos.

En el puente, Lambert había visto la ominosa advertencia en su tablero:

CASCO ROTO: MAMPAROS DE EMERGENCIA CERRADOS.

Activó entonces el intercomunicador:

—¡Ash, trae algo de oxígeno! Reúnete conmigo en el puente principal ante la última de las puertas cerradas.

—De acuerdo, allí estaré.

Ripley se puso en pie trabajosamente, luchando por cada bocanada en la sección desprovista de atmósfera. Se encaminó luego a la salida de emergencia colocada dentro de cada puerta de mamparo. Había allí un aparato que podía abrir la puerta trasera, hacia la siguiente sección sellada, con aire fresco.

En el último instante, cuando se disponía a oprimir el botón rojo, vio con horror que no estaba luchando con la puerta que conducía al corredor, sino hacia el vestíbulo vacío, fuera de la compuerta. Se volvió, trató de orientarse y casi cayó contra la puerta opuesta. Necesitó preciosos minutos para localizar el panel que había en ella. Los pensamientos giraban en su cerebro y se disolvían como aceite en agua.

El aire que la rodeaba estaba volviéndose enrarecido, lleno de aroma de rosas y de lilas.

Ripley oprimió el aparato; la puerta no se movió. Entonces, vio que estaba oprimiendo un control equivocado. Vacilando contra la puerta, tratando de apoyarse y de ayudar a sus piernas vacilantes, reunió sus fuerzas para un nuevo intento. No quedaba ya mucho aire que respirar.

Un rostro apareció enmarcado en la puerta. Estaba deformado, sanguinolento y, sin embargo era familiar. Le pareció que conocía aquel rostro desde hacía tiempo. Alguien llamado Lambert vivía tras aquel rostro. Ahora estaba muy cansada, y empezó a deslizarse lentamente hacia la puerta.

Por su cabeza pasaron pensamientos airados y distantes, al verse privada de su último apoyo. La puerta se deslizó hacia el techo, y su cabeza chocó contra el piso. Una bocanada de aire limpio, inefablemente dulce y refrescante azotó su rostro. La niebla empezó a disiparse ante sus ojos, aunque aún no en su agotado cerebro.

Una bocina anunció el regreso de la completa presurización interna, cuando Lambert y Ash se les unieron.

El científico corrió a auxiliar a Parker, que se había vuelto a desplomar por falta de oxígeno, y apenas empezaba a recobrar la conciencia.

Los ojos de Ripley estaban abiertos, pero su cuerpo no se movía. Manos y pies, brazos y piernas, se hallaban despatarrados en posiciones grotescas a través de su cuerpo y del puente, como los miembros de un muñeco mal armado. Su aliento era trabajoso y jadeante.

Lambert colocó uno de los tanques de oxígeno junto a su amiga. Puso la máscara transparente sobre la boca y la nariz de Ripley y abrió la válvula. Ripley inhaló. Un perfume maravilloso llenó sus pulmones. Sus ojos se cerraron por simple placer, y así permaneció inmóvil, inhalando a pleno pulmón el oxígeno puro. La única sensación de su sistema fue de deleite.

Finalmente apartó el respirador, y permaneció durante un momento respirando normalmente. Observó que había recuperado toda la presión. Las puertas de los mamparos se habían retirado automáticamente, con el retorno de la atmósfera normal.

Ripley sabía que para recuperar la atmósfera, la nave se había visto obligada a vaciar sus tanques de almacenamiento. Ya se enfrentarían a aquel nuevo problema a su debido tiempo.

—¿Te encuentras bien? —estaba preguntando Ash a Parker—. ¿Qué ocurrió finalmente aquí?

Parker se limpió una costra reseca del labio superior, y trató de despejar su cerebro.

—Sobreviviré.

Por el momento, no hizo caso a la pregunta del científico.

—¿Qué le pasó al enemigo? —volvió a preguntar Ash.

Parker meneó la cabeza, y su rostro se contrajo de dolor.

—No lo atrapamos. La bocina tocó, alarmándolo, y de un salto volvió al corredor. Le atrapó un brazo, o como quieras llamarlo, en la puerta interior. Pero se libró de un tirón, como una lagartija que deja su cola.

—¿Por qué no? —murmuró Ash—. Con esa capacidad que tiene para la regeneración...

El ingeniero siguió hablando; en él se notaba la decepción que sentía.

—Ya lo teníamos, al maldito. ¡Lo teníamos!

Hizo una pausa y luego añadió:

—Cuando se liberó dejando su miembro, sangró por todo el lugar; quiero decir, el miembro. Creo que el muñón curó rápidamente por fortuna para nosotros, porque el ácido ya estaba corroyendo las cerraduras. Eso causó la despresurización.

Con un dedo tembloroso señaló la puerta que aislaba el vestíbulo del resto del corredor.

—Probablemente puedes ver el agujero en la puerta desde aquí.

—No te preocupes por eso —dijo Ash levantando la mirada—. ¿Quién hizo sonar la sirena?

Ripley lo miró fijamente.

—Dímelo tú.

—¿Qué significa eso?

Ripley se limpió la sangre de la nariz y sorbió.

—Creo que la sirena sonó por sí sola. Esa parece la explicación lógica ¿no? Sencillamente una falla temporal, muy poco oportuna.

El científico se levantó y contempló a Ripley tras sus párpados entornados. Ella se había asegurado de que el restante cilindro de metano estuviese a su alcance antes de hablar. Pero Ash no avanzó hacia ella. Ella sencillamente no le entendía.

Si él era culpable, debía haber saltado sobre ella mientras estaba debilitada y Parker estaba peor. Si era inocente, tenía que estar bastante loco para hacer lo mismo. Pero no estaba haciendo nada, y eso la tomaba desprevenida.

Por lo menos, las primeras palabras de respuesta de Ash fueron predecibles. Pareció más airado de lo habitual.

—Si tienes algo que decir, dilo. Estoy harto de estas constantes insinuaciones veladas, de que me acusen.

—Nadie te está acusando.

—¡Estoy harto!

Ash se sumió en un silencio hosco. Durante un largo rato, Ripley no dijo nada; finalmente, con un gesto señaló a Parker.

—Llévatelo a la enfermería y que lo parchen. Por lo menos, sabemos que eso puede curarlo el automédico.

Ash tendió una mano al ingeniero, tomó el brazo derecho de Parker por el hombro, y lo ayudó a alejarse por el corredor. Pasó junto a Ripley sin dedicarle una mirada.

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