Ripley no vio la enorme mano que se estiraba hacia ella saliendo del escondite de las sombras profundas, pero Jones sí la vio. Y dio un aullido. Ripley giró sobre sí misma, y se encontró ante la criatura, que había estado en la navecilla todo el tiempo.
Su primer pensamiento fue el lanzallamas. Yacía sobre el puente junto al extraño agazapado. Desesperadamente, Ripley buscó espacio para retroceder. A su lado había un minúsculo armario. Su puerta se había abierto con la vibración del gas en expansión. Ripley empezó a avanzar, de lado, hacia él.
La criatura empezó a levantarse en cuanto Ripley se movió. Ripley saltó hacia el armario y se arrojó hacia el interior, mientras su mano buscaba desesperadamente la cerradura. Al caer dentro, su peso hizo que la puerta se cerrara tras ella con estrépito.
Había una lumbrera en la parte posterior de la puerta. Ripley se encontró prácticamente de narices contra ella en el armario vacío. Afuera, el extraño puso su cabeza junto a la ventana, mirando al interior casi con curiosidad, como si Ripley estuviese exhibiéndose en una jaula. Ripley trató de gritar, y no pudo. El grito murió en su garganta. Todo lo que pudo hacer fue contemplar con ojos desorbitados la aparición que, a su vez, la miraba. El armario no estaba sellado, y un sonido característico llegó a Ripley desde fuera. Sorprendido, el ser extraño dejó la escotilla para inspeccionar la causa del extraño ruido. Se agachó y levantó la caja, haciendo que Jones gruñera en un tono más alto.
Ripley tocó con ambos puños el cristal, tratando de distraer la atención de la criatura, para que dejara al animal indefenso. Su táctica resultó. En un segundo, el ser extraño estuvo de vuelta ante el cristal. Ripley se quedó helada, y el ser regresó a su tranquila inspección de la caja de Jones.
Ripley inició una búsqueda frenética en aquel lugar confinado. Poco había dentro, salvo su propio traje de presión. Moviéndose rápidamente pese a que sus manos temblaban, Ripley logró ponérselo.
Afuera, el extraño estaba sacudiendo la caja del gato, por vía de experimento. Jones aullaba por el diafragma de la caja. Ripley había entrado a medias en el vestido de presión cuando el extraño arrojó al suelo la caja. Rebotó, mas se conservó entera. Recogiéndola de nuevo, el extraño la arrojó contra una pared. Fuera de sí, Jones aullaba continuamente. Por la fuerza, el extraño metió la caja en una rendija entre dos conductos expuestos y empezó a golpearla, mientras Jones luchaba por escapar, bufando y escupiendo.
Colocándose el casco, Ripley logró asegurarlo. No había nadie allí para ayudarla a verificar. Si los sellos habían quedado mal fijados, ella pronto lo descubriría. Un toque activó el respirador, y el traje se llenó de vida.
Ripley luchó por hacer una última búsqueda dentro del casillero. No había nada parecido a un láser, y de todos modos no lo habría podido usar. En un largo rodillo de metal, al quitarle su capa protectora de caucho, vio un extremo agudo. No era una gran arma, pero le dio un poco de confianza, algo más importante aún.
Respirando profundamente, entornó con lentitud la puerta y luego de un puntapié la acabó de abrir. El extraño se volvió para encararse a la alacena, y recibió el ataque de la lanza de metal en mitad del cuerpo. Ripley había corrido con todo su peso tras el arma, que penetró profundamente. El ser extraño aferró el rodillo, mientras un fluido amarillo empezaba a brotar, zumbando violentamente al hacer contacto con el metal.
Ripley botó hacia atrás, y alcanzó a aferrar un soporte mientras que con la otra mano buscaba una salida de emergencia.
Aquello abrió la escotilla trasera. Instantáneamente, todo el aire de la navecilla y todo lo que no estuviese asegurado por amarras fue absorbido por el espacio exterior. El ser extraño pasó volando junto a ella; con reflejos inhumanos, buscó algo, algo que sobresaliera y alcanzó la pierna de Ripley, por encima del tobillo.
Ripley se encontró colgando parcialmente de la escotilla, mientras tiraba desesperados puntapiés a aquel ser que aferraba su pierna. No la soltaría. Había una palanca cercana a la salida de emergencia, y ella la bajó. La escotilla se cerró con estrépito, dejándola dentro con el extraño afuera.
El ácido empezó a espumear a lo largo de la escotilla, brotando del miembro aplastado del ser que aferraba su tobillo.
Luchando por avanzar, Ripley examinó el tablero, encontró los interruptores que activaban los motores secundarios, y oprimió varios botones.
Cerca de la proa de la navecilla, una energía incolora brotó hacia adelante. Incendiado, el ser extraño cayó de la nave. En el momento en que se soltó, el ácido dejó de fluir.
Ripley observó nerviosamente las burbujas que continuaban, pero había habido poca emisión, y finalmente se detuvo. Ripley maniobró con el pequeño tablero de la computadora y guardó los datos:
DAÑOS EN LA ESCOTILLA TRASERA: DUDOSOS.
ANÁLISIS: PEQUEÑA REDUCCIÓN DEL CASCO.
INTEGRIDAD DE LA NAVE NO COMPROMETIDA.
CAPACIDAD DE CONTENIDO ATMOSFÉRICO NO REDUCIDA.
SELLADOR SUFICIENTE PARA COMPENSAR.
OBSERVACIÓN: REPÁRESE LA SECCIÓN DAÑADA CUANDO LLEGUE A DESTINO.
EL ESTADO DEL CASCO SERÁ INSPECCIONADO.
Ripley dejó escapar un grito, y luego retrocedió para ver la escotilla trasera. Una forma humeante que se debatía iba alejándose de la nave. Pedazos de carne calcinada se esparcían a su alrededor. Por fin el organismo increíblemente resistente sucumbió a las leyes de la presión diferencial y el ser extraño fue hinchándose hasta estallar, enviando pequeñas partículas en todas direcciones. Por fin inofensivos, los fragmentos fueron perdiéndose de vista.
Ripley no habría podido decir que estaba alegre. Había arrugas en su rostro, y un lugar vacío en su cerebro que anulaba esa posibilidad. Logró relajar su cuerpo, y reclinarse en el asiento del piloto.
Un toque a varios botones represurizó la cabina. Ripley abrió la caja de Jones. Con esa maravillosa facilidad común a todos los gatos, Jones ya había olvidado el ataque. Se acurrucó en el regazo de Ripley y volvió a sentarse. Se hizo una rosca, satisfecho y empezó a ronronear. Ripley le dio palmaditas, mientras dictaba a la grabadora de la nave.
"Debo llegar a la frontera, dentro de otros cuatro meses, poco más o menos. Con un poco de suerte, la red de boyas recogerá mi S.O.S. y dará la alarma. Tendré una declaración hecha para los medios de comunicación, y entregaré una copia triplicada oculta en este lugar con algunos comentarios de cierto interés para las autoridades, concernientes a ciertas medidas de la Compañía.
"Habla Ripley, número de identidad W5645022460H, funcionaria, única sobreviviente del remolcador comercial
Nostromo,
que firma la presente".
Con el pulgar, Ripley apagó la grabadora. Había quietud en la cabina, por primera vez en muchos días. Le pareció casi imposible poder descansar ahora. Tuvo esperanzas de no soñar.
La mano de Ripley acarició la piel anaranjada de Jones, y luego sonrió:
—Ven, gatito... vámonos a dormir...