Alien (5 page)

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Authors: Alan Dean Foster

Tags: #Ficción, Aventuras, Terror

—Buen trabajo, Lambert. Ripley, ¿cómo ves el terreno? Busca un lugar para aterrizar.

—Estoy trabajando, señor.

Ripley probó diversos paneles; su expresión de disgusto se hizo más profunda al encontrar cifras inaceptables. Dallas continuaba asegurándose de que la nave conservara su blanco en el centro del círculo de vuelo, mientras Ripley trataba de descubrir el sentido de aquella superficie no vista.

—Línea de visión imposible.

—Ya podemos ver eso —murmuró Kane— o más bien, podemos no verlo.

Los raros semiatisbos que los instrumentos le habían dado del terreno no le habían puesto de muy buen humor. Los datos ocasionales parecían indicar una desolación inmensa, un mundo desierto y hostil.

—El radar está revelando ruidos —dijo Ripley, a quien habría agradado que los aparatos electrónicos pudiesen reaccionar a las imprecaciones tan bien como la gente—. El sonar también produce ruidos. Infrarrojos, pero ruidos. No se retiren, voy a probar los ultravioletas. El espectro está bastante elevado para que no haya interferencia.

Un momento después de la aparición de unos datos decisivos de algunas líneas, tranquilizadoras por fin, siguió a su vez por unas palabras brillantemente iluminadas y el diseño de la computadora.

—Eso es.

—¿Y dónde podemos aterrizar?

Ripley parecía completamente tranquilizada.

—Por lo que puedo saber, donde ustedes quieran. Los datos dicen que debajo de nosotros todo es plano, totalmente plano.

Los pensamientos de Dallas cambiaron hacia visiones de lava tersa, de una costra fría pero engañosamente delgada que apenas ocultaba una destrucción total.

—Sí, pero ¿qué es plano? ¿Agua, lava, arena? Lleguemos a una determinación. Kane. Descenderé lo bastante para que perdamos la mayor parte de esta interferencia. Si es plano, podremos acercarnos bastante sin problemas.

Kane manipuló varios interruptores.

—Monitor. Activación de analítico. Seguimos oyendo demasiado ruido.

Con cuidado, Dallas aproximó el remolcador a la superficie.

—Aún oigo ruidos, pero empieza a mejorar.

Una vez más, Dallas perdió altura. Lambert observaba los aparatos. Tenía altura más que suficiente para elevarse con seguridad, pero a la velocidad que avanzaban, aquello podría cambiar inmediatamente si algo andaba mal en los motores de la nave o si llegaba a aparecer alguna corriente hacia abajo. Y también podía reducir más la velocidad; con aquel tiempo eso significaría una crítica pérdida de control.

—Despejado, despejado... ¡Eso es!

Dallas estudió los datos y las líneas que le daba la pantalla de imágenes de la nave.

—Estaba fundiéndose, pero ya no. No por mucho tiempo, según los analíticos. En su mayor parte es basalto con alguna riolita y ocasionales estratos de lava. Ahora todo es frío y sólido. No hay señales de actividad tectónica.

Luego, Dallas utilizó otros instrumentos para sondear más profundamente los secretos de la piel de aquel minúsculo mundo.

—No hay fallas importantes debajo de nosotros en la proximidad contigua. Puede ser un buen lugar para aterrizar.

Dallas pensó rápidamente.

—¿Estás segura de esa composición de la superficie?

—Es demasiado vieja para que fuese de otro modo —dijo la oficial ejecutiva un tanto irritada—. Conozco lo bastante para descubrir datos de edad junto con la composición. ¿Crees que correría el riesgo de meterme con todos ustedes en un volcán?

—Muy bien, muy bien. Lo siento, sólo estaba comprobando. Desde que estuve en la escuela nunca he hecho un solo aterrizaje sin mapas y sin rayos. Estoy un poco nervioso.

—¿No lo estamos todos? —se apresuró a añadir Lambert.

—¿Y si lo intentamos?

Nadie opuso ninguna objeción.

—Descendamos. Entraré en espiral lo mejor que pueda con este aire y trataré de que nos acerquemos lo más posible. Pero tú, Lambert, mantén una señal de alerta. No quiero que vayamos a dar contra la parte superior de esa nave que está llamando; avísame de la distancia si me acerco demasiado.

Su tono era intenso dentro del atestado compartimiento.

Se hicieron ajustes, se dieron órdenes que fueron ejecutadas por fieles servidores electrónicos. El
Nostromo
empezó a seguir una línea espiral sobre la superficie, luchando contra vientos y contra ráfagas de aire negro en cada metro de camino.

—Quince kilómetros y descendiendo —anunció Ripley con voz neutra—. Veinte... diez... ocho...

Dallas tocó un control.

—Tasa de pérdida de velocidad. Cinco... tres... dos. Un kilómetro.

El mismo control fue alterado nuevamente.

—Cada vez más lento. Estoy activando los motores de descenso.

—Todo cerrado —dijo Kane, que trabajaba confiado ante sus controles—. El descenso está monitorizado por computadoras.

Un zumbido tenso y cada vez más alto llenó el puente cuando Madre tomó el control de la nave regulando los últimos metros del descenso con mayor precisión que ningún piloto humano.

—Estamos descendiendo sobre esquíes —dijo Kane—. Apaguen los motores.

Dallas efectuó una última revisión antes de aterrizar y apagó varios interruptores.

—Motores apagados. Los aparatos de elevación están trabajando bien.

Una vibración continua llenó el puente.

—Novecientos metros y estamos cayendo —dijo Ripley observando su tablero.

—Ochocientos, setecientos, seiscientos.

Siguió contando la tasa de descenso en cientos de metros. Antes de mucho, estaba contando por decenas.

A cinco metros, el remolque vaciló bamboleándose sobre sus esquíes sobre la superficie azotada por una tormenta y envuelta por la oscuridad de la noche.

—Hacia abajo.

Kane ya estaba en acción para ejecutar el movimiento requerido mientras Dallas daba la orden. Un zumbido agudo llenó el puente. Varias patas gruesas de metal, semejantes a las de un inmenso escarabajo, salieron por debajo de la panza de la nave, y empezaron a moverse angustiosamente cerca de la roca aún invisible debajo de ellos.

—Cuatro metros... ¡Ufff!

Ripley se detuvo. Y asimismo el
Nostromo
cuando los puntales de aterrizaje hicieron contacto con la durísima roca. Unos enormes amortiguadores suavizaron el contacto.

—Hemos llegado.

Algo pareció saltar de su sitio. Probablemente un circuito pequeño o quizás una descarga no bien compensada, no calculada con suficiente rapidez. Un choque terrorífico recorrió la nave. El metal del casco vibró arrancando un terrible gemido metálico a toda la nave.

—¡Perdido! ¡Perdido! —gritó Kane, cuando todas las luces del puente se apagaron.

Todos los aparatos parecieron rechinar, pidiendo atención, cuando la falla mecánica fue recorriendo los extremos de los nervios mecánicos interdependientes del
Nostromo.

Cuando el
shock
llegó a ingeniería, Parker y Brett se preparaban a destapar otras dos cervezas.

Una hilera de tubos alineados en el techo hizo explosión. Tres paneles del cubículo de control se incendiaron, mientras una cercana válvula de presión se soltaba y luego hacía explosión.

Las luces se apagaron mientras Parker y Brett buscaban a tientas sus rayos de mano y Parker trataba de encontrar el botón que controlaba el generador de retroalimentación que daba energía de emergencia y servicio directo a los motores.

En el puente reinó una confusión controlada. Cuando cesaron los gritos y las preguntas, fue Lambert la que expresó el pensamiento común.

—El generador secundario ya debía haber entrado en acción —dijo; luego dio un paso y una de sus rodillas chocó rudamente contra un tablero.

—¿Por qué no ha entrado en acción? —dijo Kane, acercándose a la pared a tientas.

—Los controles de aterrizaje... aquí. —Hizo correr sus dedos sobre varias palancas conocidas—. El perno del puente de popa... allí. Debió de estar cerca... —Su mano se aferró a una barra de luz de emergencia y la encendió. Una luz mortecina reveló varias siluetas fantasmales. Con la luz de Kane sirviendo de guía, Dallas y Lambert localizaron sus propias barras de luz. Los tres rayos se combinaron, dando iluminación suficiente para trabajar.

—¿Qué ocurrió? ¿Por qué no se encendió el generador secundario? ¿Y qué causó la fuga?

Ripley palpó el botón de intercomunicación.

—Sala de máquinas, ¿qué ocurrió? ¿Cuál es nuestra situación?

—Pésima —sonó la voz de Parker, atareada, frenética y preocupada a la vez.

Un zumbido lejano, como el de alas de un insecto colosal, formó un fondo a sus palabras. Las palabras se elevaron y se desvanecieron como si el que hablaba tuviera dificultades para mantenerse en el ámbito del micrófono de intercomunicación omnidireccional.

—Maldito polvo en las máquinas, eso fue lo que pasó. Entró cuando descendimos. Creo que no cerramos y abrimos a tiempo. Allí hay un incendio eléctrico.

—Es grande —fue lo único que Brett añadió a la conversación. La distancia hacía débil su voz. Hubo una pausa durante la cual sólo pudieron percibir el soplar de los extinguidores químicos sobre el magnavoz.

—Las entradas se han atascado —pudo decir finalmente Brett a sus ansiosos oyentes—. Sobrecalentamiento grave, ardió toda una celda. ¡Maldición, todo está suelto aquí...!

Dallas miró a Ripley.

—Esos dos parecen bastante atareados. Alguien que me dé la respuesta crítica. Algo explotó. Quiero creer que fue sólo allá en su departamento, pero pudo ser peor. ¿No se abrió el casco?

Luego aspiró profundamente.

—De ser así, ¿dónde y de qué gravedad?

Ripley efectuó una rápida inspección de los calibradores de presurización de emergencia, luego estudió rápidamente los diagramas de cada cabina antes de sentir confianza para contestar con certeza:

—No veo nada. Aún tenemos toda la presión en los compartimientos. Si hay un agujero, es demasiado pequeño y el auto-sellador ya lo tapará.

Ash estudió su propio tablero. Como los demás, tenía energía independiente para el caso de una enorme falla como la que estaban sufriendo por el momento.

—El aire en todos los compartimientos no muestra señales de contaminación de la atmósfera anterior. Creo que aún tenemos presión, señor.

—Es la mejor noticia que he tenido en sesenta segundos. Kane, cuenta las pantallas exteriores que todavía tengan energía.

El oficial ejecutivo ajustó tres palancas. Hubo un parpadeo perceptible, la visión vaga de tenues formas geológicas, luego la oscuridad completa.

—Nada. Estamos ciegos afuera, así como aquí adentro. Tendremos que conseguir la energía secundaria, al menos, antes de poder echar un vistazo a dónde estamos. Las baterías no bastan ni siquiera para imágenes mínimas.

Los sensores auditivos requerían menos energía. Llevaban la voz de este mundo a la cabina. Los sonidos de la tempestad y el viento subieron y bajaron por los receptores inmóviles llenando el puente con sonidos semejantes a los de dos peces discutiendo bajo el agua.

—¡Ojalá hubiésemos llegado con la luz del día —dijo Lambert contemplando la oscuridad—. Habríamos podido ver sin necesidad de instrumentos.

—¿Qué te pasa Lambert? —le preguntó Kane, por molestarla—. ¿Tienes miedo a la oscuridad?

Lambert no sonrió.

—No me da miedo la oscuridad que conozco, la que me aterra es la que no conozco. Especialmente cuando está llena de ruidos como esa llamada de auxilio.

Luego dedicó toda su atención a la escotilla que estaba cubierta de polvo.

Su disposición a expresar los temores más profundos de todos no mejoró la atmósfera mental dentro del puente. Demasiado atiborrada aun en sus mejores momentos, se había vuelto sofocante en la oscuridad casi total, empeorada por el continuo silencio de todos. Fue un alivio cuando Ripley anunció:

—Nuevamente tenemos intercomunicación con ingeniería.

Dallas y los otros la miraron expectantes mientras ella manipulaba el amplificador:

—¿Eres tú, Parker?

—Sí, soy yo.

A juzgar por el sonido, el ingeniero estaba demasiado cansado para hablar con su habitual manera sarcástica.

—¿Cómo están allí? —preguntó Dallas, cruzando los dedos mentalmente—. ¿Qué me dices de ese incendio?

—Finalmente lo hemos apagado.

Un suspiro de alivio sonó como un ventarrón por el intercomunicador.

—Empezó en esa vieja línea de lubricantes que hay a lo largo de las paredes del corredor en el nivel C. Por un momento creí que nos habíamos quemado los pulmones. Sin embargo, el combustible era más delgado de lo que yo creía y se consumió antes de acabar con nuestro aire. Los limpiadores parecen estar sacando bien el carbón.

Dallas se pasó la lengua por los labios.

—¿Qué daños hay? No te preocupes por las cosas superficiales. Lo único que me preocupa es el funcionamiento de eficiencia y la dificultad de desempeño.

—Veamos... hay cuatro paneles totalmente inutilizados.

Dallas pudo imaginar al ingeniero contando las cosas con los dedos antes de informar.

—La unidad de carga secundaria está estropeada; al menos tres celdas del módulo doce desaparecieron.

Dejó que ese pensamiento fuera bien captado, y luego añadió:

—¿También quieren saber de las cosas pequeñas? Denme una hora y tendré una lista.

—Olvídate de eso. No te retires ni un segundo.

Se volvió entonces hacia Ripley:

—Vuelve a intentar con las pantallas.

Así lo hizo Ripley, sin éxito.

Permanecieron tan a ciegas como la mente del contador de la Compañía.

—Tendremos que prescindir de eso un tiempo más —dijo Dallas a Ripley.

—¿Estás seguro de que eso es todo? —contestó ella ante el micrófono. Ripley descubrió que estaba sintiendo lástima hacia Parker y Brett por vez primera desde que habían entrado a tomar parte de la tripulación. O desde que había entrado ella, ya que Parker había entrado antes, como miembro complementario del
Nostromo.

—Hasta ahora sí.

Dallas tosió ante el micrófono.

—Estamos tratando de recobrar toda la energía de la nave. El módulo doce, al fundirse, estropeó todo lo de aquí atrás.

—Les informaremos de la energía cuando sepamos todo lo que consumió el fuego.

—¿Qué hay de las reparaciones? ¿Pueden arreglárselas solos?

Mentalmente, Dallas estaba repasando los breves informes del ingeniero. Tenían que reparar los daños iniciales, pero el problema de la celda requería tiempo. No quería pensar en lo que hubiese mal en el módulo doce.

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