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Authors: Garci Rodríguez de Montalvo

Amadís de Gaula (130 page)

—Buen sobrino, yo os lo otorgo y así me place que sea, y desde ahora os mando a vos y al marqués Saluder que toméis cargo de guarnecer una flota que sea tal y tan buena como a la grandeza de mi estado requiere, porque en otra manera no me podría venir de ello honra, y si fuere menester, vos y él iréis en ella y podréis dar batalla al emperador de Roma como cumple.

Gastiles le besó las manos y se lo tuvo en muy gran merced, y así como él lo mandó lo hicieron él y el marqués.

Cuando el maestro Helisabad esto vio, bien podréis pensar el placer que de ello sintiera, y dijo al emperador:

—Señor, por esto que habéis dicho os beso las manos de parte de aquel caballero, y por ser yo el que tal recaudo llevo le beso los pies, y porque por el presente me queda mucho de hacer, sea la vuestra merced de me dar licencia, y si el emperador de Roma allegare su gente, pues que es hombre de muy gran sentimiento para semejantes casos, y si él las llegare que asimismo, por consiguiente, vos mandéis llamar las vuestras, porque a un tiempo lleguen a los que esperaren.

El emperador le dijo:

—Maestro, id con Dios, y de eso dejad a mí el cargo, que si menester-fuere, allá veréis quién yo soy y en lo que a Amadís tengo.

Así el maestro se despidió del emperador, y se tomó a la tierra de su señora Grasinda.

Capítulo 100

De cómo Gandalín llegó en Gaula y habió al rey Perión lo que su señor le mandó, y la respuesta que hubo.

Gandalín llegó en Gaula donde con mucho placer fue recibido por las buenas nuevas que de Amadís llevaba, de quien mucho tiempo había que no las habían sabido, y luego apartó al rey y díjole todo cuanto su señor le mandó que dijese, así como ya oísteis. Y como éste fuera un rey tan esforzado que ninguna afrenta por grande que fuese temía, en especial tocando aquel hijo que era un espejo luciente en todo el mundo y que él tanto amaba, dijo:

—Gandalín, esto que de parte de tu señor me dices se hará luego, y si antes que yo le vieres, dile que no le tuviera por caballero, si aquella fuerza dejara pasar, porque a los grandes corazones es dado las semejantes empresas, y yo te digo que si el rey Lisuarte no se quisiere llegar a la razón, que será por su daño, y cata que te mando que nada de esto no digas a mi hijo Galaor que aquí tengo doliente, tanto que muchas veces le he tenido más por muerto que por vivo, y aún ahora tiene mucho peligro; ni a su compañero Norandel que por le ver es aquí venido, que a él yo se lo diré.

Gandalín le dijo:

—Señor, como mandáis se hará y mucho me place por ser de ello avisado, que yo no mirare en ello y pudiera errar.

—Pues vete a lo ver —dijo el rey— y dile nuevas de su hermano, y guarda no te sienta nada a lo que vienes.

Gandalín se fue a la cámara donde Galaor estaba tan flaco y tan malo que él fue maravillado de lo ver, y como entró hincó los hinojos por le besar las manos, y Galaor le miró y conoció que era Gandalín, y las lágrimas le vinieron a los ojos con placer y dijo:

—Mi amigo Gandalín, tú seas bien venido, ¿qué me decís de mi señor y mi hermano Amadís?

Gandalín le dijo:

—Señor, él queda en la Ínsula Firme, sano y bueno, y con mucho deseo de vuestra vista, y no sabe, señor, de vuestro mal, ni yo no lo sabía hasta que el rey mi señor me lo dijo, que yo vine aquí con su mandado para le hacer saber al rey y a la reina su venida, y cuando él sepa el estado de vuestra salud mucho pesar de ello habrá, como de aquél a quien ama y precia más que a persona de su linaje. Norandel que allí estaba le abrazó y le preguntó por Amadís que tal venía, y él le dijo lo que había dicho a don Galaor, y le contó algunas cosas de las que en las ínsulas de Romania y en aquellas extrañas tierras les habían acaecido. Norendel dijo a don Galaor:

—Señor, razón es que con tales nuevas como éstas toméis esfuerzo y desechéis vuestro mal, porque vamos a ver aquel caballero, que así Dios me ayude le es tal aunque por al no fuese, sino por le ver todos los que algo valen deberían tener en poco el trabajo de su camino, aunque muy largo fuese.

Estando así hablando y preguntando Galaor a Gandalín muchas cosas, entró el rey y tomó a Norandel por la mano, y hablando entre otras cosas le sacó de la cámara y cuando fueron donde don Galaor no lo pudiese oír, el rey le dijo:

—Mi buen amigo, a vos conviene que luego os vayáis a vuestro padre el rey, porque según he sabido os habrá menester y a todos los suyos, y no os empachéis en otras demandas, porque yo sé cierto que será muy servido con vuestra ida, y de esto no digáis nada a don Galaor, vuestro amigo, porque seria ponerle en gran alteración de que mucho daño venir le podría según su flaqueza.

Norandel le dijo:

—Mi señor, de tan buen hombre como vos sois, no se debe tomar sino consejo sin más preguntar la causa, porque cierto soy que así será como lo decís, y yo me despediré esta noche de don Galaor y mañana entraré en la mar, que allí tengo mi fusta que cada día espera.

Esto hizo el rey porque Norandel cumpliese lo que a su padre obligado era, y también porque no viese que él mandaba aderezar su gente y apercibir sus amigos.

Así estuvieron aquel día más alegres con don Galaor, porque lo él estaba con las nuevas de su hermano. Gandalín dijo a la reina lo que Amadís le suplicaba, y ella le dijo que todo se haría como él lo enviaba a decir.

—Mas, Gandalín —dijo la reina—, mucho estoy turbada de estas nuevas, porque entiendo que mi hijo estará en gran cuidado, y después en gran peligro de su persona.

—Señora —dijo Gandalín—, no temáis, que él habrá tanta gente que el rey Lisuarte ni el emperador de Roma no le osen acometer.

—Así plega a Dios —dijo la reina.

Venida la noche, Norandel dijo a don Galaor:

—Mi señor, yo acuerdo de me ir, porque veo que vuestra dolencia es larga, y para yo no aprovechar en ella mejor sería que en otras cosas entienda, porque como vos sabéis ha poco que soy caballero, y no he ganado tanta honra como me sería menester para ser tenido entre los buenos por hombre de algún valor, y lo que supe de vuestro mal me estorbó de un camino en que estaba puesto cuando de casa de mi padre el rey salí, y ahora me conviene de ir a otra parte donde es menester mi ida, y Dios sabe el pesar que mi corazón siente en no poder andar en vuestra compañía. Mas placiendo a Dios en este comedio de tiempo en que yo cumplo lo que excusar no puedo, seréis más mejorado, y yo tendré cargo de me venir a vos, e iremos juntos a buscar algunas venturas.

Don Galaor como esto oyó suspiró con gran congoja, y díjole:

—El dolor que yo, mí buen señor, siento en no poder ir con vos no lo sé decir, mas así pues place a Dios no se puede otra cosa hacer, y conviene que su voluntad se cumpla así como Él quiere y a Dios vais encomendado. Y si caso fuere que vais al rey vuestro padre y mi señor, besadle las manos por mi y decidle que quedo a su servicio, aunque más muerto que vivo, como vos, señor, veis.

Norandel se fue a su cámara, y muy triste por el mal de don Galaor, su leal amigo, y otro día de mañana oyó misa con el rey Perión; y despidióse de la reina y de su hija, y de todas las dueñas y doncellas, y la reina lo encomendó a Dios, y su hija y todas las otras dueñas y doncellas le encomendaron a Dios, como aquéllas que mucho lo amaban, y así entró luego en la mar.

Y aquí no cuenta cosa de que le acaeciese, sino que con muy buen tiempo llegó en la Gran Bretaña, y se fue donde el rey su padre estaba, y fue allí de él como de los otros todos muy bien recibido como buen caballero que él era.

Capítulo 101

Cómo Lasindo, escudero de don Brumo de Bonamar, llegó con el mandado de su señor al marqués y a Branfil, y lo que con ellos hizo.

Lasindo, escudero de don Bruneo de Bonamar, llegó adonde el marqués estaba, y cómo le dijo el mandado de su señor a él y a Branfil. Branfil se congojó tanto por no se hallar en lo pasado con aquellos caballeros y no haber sido en la tomada de Oriana que se quería matar, e hincó los hinojos delante de su padre, y muy ahincadamente le pidió por merced que mandase poner en obra lo que su hermano enviaba a demandar. El marqués, como era buen caballero y sabía la gran amistad que sus hijos tenían con Amadís y con todo su linaje, de que gran honra y estima les crecía, díjole:

—Hijo, no te congojes, que yo lo haré cumplidamente, y te enviaré si menester es con tan buena compaña, que la tuya no sea la peor.

Branfil le besó las manos por ello y luego se dio orden como la flota se aderezase, y la gente para ella, que este marqués era muy gran señor y muy rico, y había en su gran señorío muy buenos caballeros, y de otra gente de guerra mucha y bien armada.

Capítulo 102

Cómo Ysanjo llegó con el mandado de Amadís al buen rey de Bohemia, y el gran recaudo que en él halló.

Ysanjo, el caballero de la Ínsula Firme, llegó al reino de Bohemia y dio la carta de Amadís y la creencia al rey Tafinor. No os podrá hombre decir el placer que con él hubo cuando lo vio, y dijo:

—Caballero, vos seáis bien venido, y mucho agradezco a Dios este mensaje que me traéis, y por lo que se hará podréis ver con la voluntad que se recibe, y si vuestro camino es bien empleado—, y llamando a su hijo Grasandor le dijo:

—Hijo Grasandor, si yo soy obligado a tener conocimiento de las grandes ayudas y provechos que el Caballero de la Verde Espada me hizo, estando en el mi reino, tú lo sabes, que de más de ser por él guardada y acrecentada la honra de mi real corona, él me quitó de la más cruda y peligrosa guerra que nunca rey tuvo, así por la tener con hombre tan poderoso como el emperador de Roma, como por él ser en sí mismo tan soberbio y fuera de toda razón, donde no se esperaba otro fin sino ser yo y tú perdidos y destruidos, y por ventura al cabo muertos, y aquel noble caballero que Dios mi bien a mi casa trajo lo reparó todo a mi honra y de mi reino como tú viste. Y así como testigo de ello te mando que veas esta carta que me envía, y lo que este caballero de su parte me ha dicho, y con toda diligencia te apareja para que aquel gran beneficio que de aquel caballero recibimos de nosotros sea satisfecho, y sabe que este caballero se llama Amadís de Gaula, aquél de quien tales cosas tan famosas por todo el mundo se cuentan, y por no ser conocido se llamó el Caballero de la Verde Espada.

Grasandor tomó la carta y oyó lo que Ysanjo le dijo, y respondió a su padre diciendo:

—¡Oh, señor!, qué descanso tan grande recibe mi corazón en que aquel noble caballero haya menester el favor y ayuda de vuestro real estado, y en ver el conocimiento y agradecimiento que de las cosas pasadas y por él hechas vos, señor, tenéis. Solamente queda para satisfacción de mi voluntad que a la merced vuestra plega que quedando el conde Galtines para llevar la gente si menester fuere, a, mí me dé licencia con veinte caballeros que luego me vaya a la Ínsula Firme, porque aunque en esta cuestión algún atajo se dé, gran honra será para mí estar en compaña de tal caballería como ayuntada allí está.

El rey le dijo:

—Hijo, yo tuviera por bien que esperaras a ver el fin de esto y llevaras aquel aparejo que a la honra mía y tuya convenía llevar, mas pues así esto te place, hágase como lo pides y escoge los caballeros que más te placerá, y yo mandaré que luego sea aparejada una nao en que vayas, y a Dios plega te dar tan buen viaje y tanto en honra de aquel noble caballero que con todo nuestro estado le paguemos la deuda que él con su persona sola nos dejó.

Esto se hizo luego, y este Grasandor, infante heredero de este rey Tafinor de Bohemia, tomó consigo los veinte caballeros que le más contentaron y se metió a la mar y fue su vía de la Ínsula Firme.

Capítulo 103

De cómo Landín, sobrino de don Cuadragante, llegó en Irlanda, y de lo que con la reina recaudó.

Con el mandado de su señor llegó Landín, sobrino de don Cuadragante, en Irlanda, y secretamente habló con la reina, y díjole el mandado de su señor, y como ella oyó tan gran revuelta y tan peligrosa, comoquiera que sabía ser su padre el rey Abiés de Irlanda muerto por la mano de Amadís, como el libro primero de esta historia lo cuenta, y siempre en su corazón aquel rigor y enemistad que en semejante caso se suele tener con él tuviese, consideró que mucho mejor era acorrer y poner remedio en los daños presentes que en los pasados, que casi olvidados estaban, y habló con algunos de quien se fiaba, y con ellos tuvo tal manera que sin que el rey su marido lo supiese, don Cuadragante, su tío, fuese mucho ayudado, con intención que crecida la parte de Amadís, el rey Lisuarte sería destruido, y su marido, el rey Cildadán, con su reino salido de le ser sujeto y tributario.

Pues así como os habemos contado todas estas gentes quedaron apercibidas con aquella voluntad y deseo que se requiere tener a los vencedores.

Mas ahora deja la historia de hablar de ellos por contar lo que los mensajeros del rey Lisuarte hicieron.

Capítulo 104

De cómo don Guilán el Cuidador llegó en Roma con el mandado del rey Lisuarte, su señor, y de lo que hizo en su embajada con el emperador Patín.

Don Guilán el Cuidador anduvo tanto por sus jornadas que a los veinte días después que de la Gran Bretaña partió fue en Roma con el emperador Patín, el cual halló con muchas gentes y grandes aparejos para recibir a Oriana, que cada día esperaba porque Salustanquidio, su primo, y Brondajel de Roca le habían escrito cómo ya tenían despachado, y que presto serían con él con todo recaudo, y estaba mucho maravillado cómo tardaran, y don Guilán entró así armado como venía sino las manos y la cabeza, en el palacio, y fuese donde el emperador estaba, e hincó los hinojos, y besóle las manos, y diole la carta que le llevaba, y el emperador le conoció muy bien, que muchas veces lo viera en casa del rey Lisuarte, al tiempo que él allí estuvo, cuando se volvió muy mal herido del golpe que Amadís le dio de noche en la floresta, como el libro segundo de esta historia lo cuenta, y díjole:

—Don Guilán, vos seáis muy bien venido; entiendo que veis con Oriana, vuestra señora; decidme donde queda, y mi gente que la trae.

—Señor —dijo él—, Oriana y vuestra gente quedan en tal parte donde a vos ni a ellos convenía.

—¿Cómo es eso? —dijo el emperador.

Él le dijo:

—Señor, leed esta carta, y cuando os pluguiere deciros he a lo que vengo, que mucho hay más de lo que pensar podéis.

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