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Authors: Mariano Sánchez Soler

Tags: #Ensayo

Anatomía del crimen. Guía de la novela y el cine negros (24 page)

Cartel de
Barcelona connection
.

Su novelística compleja aborda gran cantidad de temas y planteamientos. Entre ellos, a mí me interesa mucho la indagación ética y literaria que Andreu Martín desarrolla desde hace años, en la que la realidad y la ficción parecen darse la mano hasta fundirse en una sola voz.
Bellísimas personas
(2000) es su mejor ejemplo. A partir de un caso real, un crimen deleznable en plena Transición, que fue utilizado para tratar de evitar la abolición de la pena de muerte en España, Martín ha construido una reflexión sobre las raíces del mal, una investigación sobre la maldad en la que, para más inri, tuvo la amabilidad de citarme a mí y a uno de mis libros sobre el fascismo como parte de la narración. De ahí su obsesión por la verosimilitud, por el realismo. Como el autor explicó con humor, en 1990, durante una charla en la Semana Negra de Gijón: «Yo estoy sumamente preocupado por la cantidad de golpes de porra que los protagonistas de la serie negra reciben en la cabeza sin que esto repercuta en su salud mental».

Y utilizando esta premisa, el autor nos habla del elemento esencial que nos mueve en esta sociedad: el miedo. Un miedo generado por la Maldad. Una maldad unida al ejercicio del poder, a la corrupción, a la política y al dinero, inseparable como la carne al hueso. Y esa es la exploración que realiza Andreu Martín a través de sus personajes: el miedo amenaza a la razón y atenta contra la integridad física de sus personajes. Pero es un miedo que no cae en el maniqueísmo de los buenos y los malos. En la sociedad retratada por Martín todos, absolutamente todos, pueden ser culpables.

Pero, en su obra narrativa, junto al retrato realista de nuestra sociedad, la crítica social y la denuncia que tal crítica siempre conlleva, Andreu Martín hace también un derroche de humor, negro, juguetón, que va de lo lúdico a lo siniestro, pero sin caer en lo paródico ni en la caricatura grotesca que tanto gusta a determinados autores de criptas y laberintos.

El profesor José Fernández Colmeiro, en su libro sobre la novela policíaca española, ya citado, ha escrito sobre la obra de Andreu Martín esta valoración: «Sus novelas tienen la capacidad de despertar la curiosidad del lector y al mismo tiempo ponerlo en vilo, aterrorizarlo y excitarlo a la vez; hacerle sentir como sienten sus personajes. En sus mejores momentos, Martín procede a la creación de un lenguaje nuevo, sin antecedentes en la literatura española, ágil, vivaz, coloquial, duro y frío, brutal y sincero, distanciado y burlón, que llega a asemejarse al lenguaje visual de Buñuel».

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Francisco González Ledesma y las calles de Barcelona

S
emana Negra de Gijón, 2004. Debate intelectual entre escritores compitiendo para ver quién epataba más en sus aseveraciones sobre la novela negra, la acción literaria, el valor de la creación, cierta pedantería y no poca pretensión general. Entonces, Francisco González Ledesma pide la palabra y dice, con humildad: «No estoy de acuerdo con lo que estáis diciendo. A mí, simplemente, la literatura me ha salvado la vida». Nos dejó secos.

Al clausurar el ciclo de conferencias de «Novela negra y realidad», que coordiné en Villena hace algún tiempo, Francisco González Ledesma tituló su charla
Historia de mis calles
, como su libro de memorias amables. Y no es casual, porque cuando alguien quiera saber cómo era la Barcelona de la segunda mitad del siglo
XX
, tendrá que recurrir a las novelas de Ledesma, a
Las calles de nuestros padres
, a
Expediente Barcelona
, a
Historia de Dios en una esquina
… Francisco González Ledesma lleva en su obra y en su vida la ciudad de Barcelona, las calles de la ciudad esencial y su alma. Sólo un escritor con su sensibilidad podría hacerlo de esa manera. Y ahí están sus novelas para probarlo. Francisco González Ledesma es uno de los autores más importantes del género en España, y posiblemente el más veterano todavía en activo. Y es de una sencillez personal aplastante.

Novelas del Oeste y de terror por Gonzalez Ledesma como Silver Kane.

He aquí la manera en que nuestro autor ha escrito su currículum para una de las charlas en las que participamos juntos: «He sido periodista, número uno de mi promoción en toda España. He sido redactor jefe de
La Vanguardia
, he pasado noches en blanco y he sido feliz. Gané el Premio Planeta en 1984
(Crónica sentimental en rojo
), pensé que podía haber escrito mejor y he sido infeliz. Soy Premio ciudad de Barcelona de cine, pero todo lo aprendí los sábados, en las salas baratas de mi ciudad. Una vez gané el premio a la mejor novela extranjera publicada en Francia, pero no me pagaron nada, y así presumo de haberme ahorrado impuestos. Tal vez alguno de ustedes me recuerden aún como autor de novelas del Oeste, con el seudónimo de Silver Kane, escritas la mayor parte en mis años más jóvenes, cada vez que las recuerdo, pienso que allí aprendí de verdad la técnica de la novela y que fue un aprendizaje de perro. De las dos identidades, la íntima y la del censo, quédese con la que quieran, pero la primera no la recomiendo».

En 1986 se llevó al cine
Crónica sentimental en rojo
, novela galardonada con el Premio Planeta. A la derecha, una edición reciente de
La dama de Cachemira
, publicada en la colección de novela policíaca de RBA.

Yo, que tengo la suerte de ser amigo, lector y admirador suyo, sí la recomiendo. Y mucho.

Su formación como abogado y periodista le ha hecho conocer demasiadas verdades. Nacido en Barcelona en 1927, ha sido redactor jefe de
El Correo Catalán
y
La Vanguardia
. A los 21 años ganó, con
Sombras viejas
, el Premio internacional de Novela instituido por el editor José Janés, pero la censura franquista prohibió su publicación, al igual que ocurrió con su segunda novela,
Los Napoleones
. Fue finalista del Premio Ciutat de Valencia, convocado por la editorial Prometeo, con
Expediente Barcelona
. En 1984, ganó el Premio Planeta con
Crónica sentimental en rojo
. De su producción cabe destacar también
Soldados
, un auténtico best seller en Francia, o
El pecado o algo parecido
, que en 2002 supuso el regreso de su personaje más emblemático, Méndez. Su
Tiempo de venganza
, publicada por Planeta, es un magnífico ajuste de cuentas con el pasado, con la realidad que el tiempo parece diluir en el olvido. La realidad, como material literario, ha inspirado algunas de las mejores obras de la última narrativa española. Los grandes temas que emergen del mundo real constituyen la materia prima sobre la que algunos novelistas españoles, como Francisco González Ledesma, han construido su obra intensa.

El abrazo de la muerte
, de Robert Siodmak.

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Manuel Vázquez Montalbán, último encuentro

Las ciudades se aceptan porque abrigan, como las patrias o los recuerdos
.

Asesinato en el Comité Central

L
a última vez que estuve con Manuel Vázquez Montalbán le quedaban seis meses de vida. Fue una oportunidad única. Pude decirle, delante de trescientas personas, lo que él significaba para un escritor, periodista y ciudadano de izquierdas como yo. En aquella ocasión, Vázquez Montalbán daba una charla en el Aula de Cultura de Alacant y a mí me habían encargado la presentación. Por decir la verdad sobre su vida y obra, por hablar del poeta, del militante, del narrador y del periodista, Manolo respondió que le había tratado tan bien con mis palabras, que, por ese motivo, volvería en cuanto le llamaran. No pudo ser. Y a mí, al menos, me queda la satisfacción de haberle rendido en directo —y sin saberlo— mi sincero homenaje personal.

Manuel Vázquez Montalbán fue para algunos como yo un maestro generoso, lleno de ironía y compromiso. Al final de la conferencia en la que recorrió toda su obra literaria, un señor del público tomó el micrófono y preguntó: «¿Le ha sido muy difícil escribir
El embrujo de Shangai
?». Manolo le escuchó pacientemente y respondió con voz seria y pausada: «Absolutamente nada, porque esa novela la escribió Juan Marsé». Incansable, el mismo asistente a la conferencia hizo otra pregunta: «¿Y
Rabo de Lagartija
?». Sin inmutarse, Vázquez Montalbán le respondió: «Esta tampoco me costó demasiado, porque también la escribió Juan Marsé». Estaba acostumbrado a escenas parecidas y las vivía de manera estoica. No en vano, una señora, durante una firma de libros en El Corte Inglés, le había confundido con el franquista Fernando Vizcaíno Casas (que ya es confundir). Esta imagen de Manuel Vázquez Montalbán es la que más me gusta recordar.

Y ese momento ha vuelto a mí en cuanto he tenido entre mis manos el manuscrito de
Con el muerto a cuestas: Vázquez Montalbán y Barcelona
(Alrevés, 2011), escrito por el ensayista inglés Michael Eaude. También me ocurrió cuando, años atrás, devoré la obra de Georges Tyras,
Geografías de la memoria
(Zoela, 2003). Es imposible hablar de Vázquez Montalbán con frialdad de forense literario investido de autoridad académica. Los sentimientos de afecto y solidaridad emergen enseguida. Conocí personalmente a Manolo, fui casi un discípulo suyo en el terreno literario y un marxista cómplice en el aspecto político, aunque yo procedía de la extrema izquierda universitaria y él siempre se mantuvo fiel al PSUC. Para deshacerme de su influencia literaria como joven escritor comprometido, me vi obligado a «matarlo» en uno de mis relatos policíacos (
La pistola estaba encendida
); lo hice en plan freudiano, como si se tratara de matar al padre para ser uno mismo. Soy parte de esa generación de escritores «negros» o «ucsias» (como a él le gustaba definirnos y definirse) que considera la escritura como un vehículo de conocimiento social, de compromiso moral, de herramienta para facilitar los cambios de progreso.

Vázquez Montalbán me ha prologado libros tan espinosos como
Los hijos del 20-N. Historia violenta del fascismo español
, con decisión; ha asistido altruistamente a encuentros sobre la figura de Trotski en los yo estaba involucrado; hemos participado juntos en charlas donde yo siempre aprendí de su capacidad analítica para transmitir y explicar la realidad. Recuerdo que cuando me dedicó su última entrega poética,
Pero el viajero que huye
, aludiendo al libro como «un fragmento de tango», estaba poniendo en mis (nuestras) manos un poema que, después de su repentina muerte en Bangkok, tiene un significado abrumador:

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