Antártida: Estación Polar (59 page)

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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Ciencia Ficción

Schofield dijo:

—Líder, no deseo que me escolten…

—Entonces, avión no identificado, dispararemos.

Schofield se mordió la lengua.

—Líder, identifíquese.

—¿Qué?

—¿Cuál es su nombre, Líder?

—Soy el comandante John F. Yates, Fuerza Aérea de los Estados Unidos, y ¡quiero que se rinda para ser escoltado ahora mismo!

Yates
, pensó Schofield. Sacó otra hoja de papel de su bolsillo. Ahí estaba.

YATES, JOHN F. USAF CMNDNT

—¿Qué es esto? ¿Una convención del
GCI
? —se dijo Schofield.

En ese momento, seis F-22 rodearon el avión de Schofield. Dos delante. Dos a los laterales. Dos detrás. Todos mantuvieron la distancia, aproximadamente ciento ochenta metros. Su presencia no fue registrada por el radar, aunque Schofield podía verlos.

De repente, un chirrido agudo surgió por los altavoces de la cabina de Schofield.

Los F-22 estaban apuntándolo con sus misiles.

Schofield dijo:

—¿Cuáles son sus intenciones, comandante Yates?

—Nuestra intención es conducirlo hasta el portaaviones
Enterprise
para que dé parte de su misión.

—¿Tiene intenciones de dispararme?

—No pongamos las cosas más difíciles de lo que ya están.

—¿Tiene intenciones de dispararme?

—Adiós, Espantapájaros.

Oh, ¡joder!

Iban a disparar. Schofield buscó por la cabina cualquier cosa que…

Los ojos de Schofield se posaron en un botón de su visualizador.

«Modo ocultamiento.»

Qué demonios, no tienes nada que perder…

Schofield pulsó el botón justo cuando, a ciento ochenta metros de distancia, el F-22 al frente del escuadrón disparó uno de sus misiles.

Lo que ocurrió a continuación fue increíble.

El comandante John Yates
(Líder
) miró por la cubierta transparente de su F-22. En la penumbra anaranjada sobre el océano, Yates vio el avión negro surcando el aire delante de él, vio el brillo rojo y luminiscente de sus propulsores de la cola.

A continuación vio el rastro blanco de su propio misil cuando este salió de su ala y puso rumbo hacia los propulsores del caza.

Cuando este se dirigía hacia el caza negro, una bruma brillante descendió de repente sobre el caza. Aquella imagen fue totalmente increíble. Fue como si una nube de calor brillante y expansivo (como las que se pueden contemplar sobre una carretera un día caluroso de verano) descendiera sobre el caza negro, como si alguien estuviera cubriéndolo con un telón.

De repente, el avión desapareció.

El misil de Yates se volvió loco.

Al haber perdido su objetivo inicial, el misil comenzó a buscar inmediatamente otro objetivo.

Lo encontró en uno de los F-22 que volaban delante del
Silhouette
de Schofield. El misil se dirigió hacia el tubo de escape del F-22 delantero y el caza furtivo estalló en el cielo oscuro del crepúsculo antártico.

Yates estaba atónito. Por los auriculares podía escuchar los gritos de los otros pilotos.

—… acaba de desaparecer…

—¡… puta cosa se ha esfumado…!

Yates comprobó los indicadores. El caza negro ya no aparecía en su radar. Buscó el avión en el cielo con la vista. No podía verlo, no podía verlo en ninguna par…

Y entonces lo vio.

O al menos creyó verlo.

Superpuesto sobre el anaranjado horizonte, Yates vio un cuerpo de aire brillante. Parecía una lente combada, una lente que había sido superpuesta en el horizonte plano, haciendo que una pequeña sección de ese horizonte se ondulara de manera continuada.

Yates no podía creer lo que estaban viendo sus ojos.

En el interior del
Silhouette
, Schofield ya se había puesto manos a la obra y estaba pulsando varios botones.

El misil había fallado y podía escuchar los comentarios de los pilotos de los F-22 a través de su propia radio. Los F-22 no podían verlos. Era el momento de contraatacar.

—¡Renshaw! ¡Traiga a Gant aquí! ¡A
Wendy
también!

Renshaw llevó a Gant a la sección trasera de la cabina.
Wendy
accedió a la cabina tras él.

—Cierre la puerta de la cabina —dijo Schofield.

Renshaw cerró la puerta. Ahora estaban aislados de la plataforma de misiles del avión.

Schofield apretó un botón más y vio que una luz roja de aviso aparecía en la pantalla.

«Misiles activados, buscando objetivo…»

La pantalla comenzó a parpadear.

«Cinco objetivos encontrados. Misiles preparados.»

Schofield pulsó el disparador de su palanca.

En ese momento, la compuerta de los misiles se abrió y los dos soportes de la plataforma de misiles comenzaron a rotar.

Cinco misiles cayeron uno tras otro por las compuertas. Schofield observó cómo los misiles surcaban el cielo en busca de sus objetivos como si de perros sabuesos se trataran.

El primer F-22 explotó, formando una bola de fuego enorme. Cuando estalló en llamas, el resto de pilotos de los F-22 gritó al unísono.

—¡… misil acaba de salir del puto cielo…!

—… no lo veo por ninguna parte…

—… hijo de puta está usando algún tipo de dispositivo de ocultamiento…

Dos de los pilotos activaron la poscombustión, pero fue inútil.

Del cuerpo brillante de aire que en ese momento era el
Silhouette
salieron más misiles. Tres impactaron en sus objetivos y estos estallaron en pedazos.

El sexto y último F-22 intentó escapar. Logró alejarse un kilómetro y medio antes de que el último misil que había lanzado el
Silhouette
impactara en el tubo de escape y lo hiciera trizas.

En el interior del
Silhouette
, Schofield suspiró aliviado.

Mientras giraba en dirección norte, pulsó la radio de nuevo.


USS
Wasp
. ¿Me recibe
USS
Wasp
? Por favor. Conteste.

Tras varios intentos, obtuvo finalmente respuesta.

—Avión no identificado, aquí
Wasp
. Identifíquese.

Schofield dio su nombre y número.

La persona que estaba en la otra línea lo comprobó y a continuación dijo:

—Teniente Schofield, me alegro de oírle. La cubierta de vuelo está despejada. Puede aterrizar. En este momento estoy enviando sus coordenadas.

El
Silhouette
siguió volando en la noche.

El
USS
Wasp
, el buque insignia del Cuerpo de Marines a menudo confundido con un portaaviones, estaba a unas ochenta millas náuticas de Schofield. Le llevaría quince minutos llegar hasta allí.

Schofield contempló el horizonte con la luz verde resplandeciente de los indicadores. Había desactivado el dispositivo de ocultamiento y dejado que el avión volara un rato con el piloto automático.

Las veinticuatro horas previas se sucedieron en su mente.

Los franceses. Los británicos. El
GCI
. S
US
hombres, que habían muerto en una misión abocada desde un principio al fracaso. Recordó sus rostros. Hollywood. Samurái. Libro. Madre. Soldados que habían muerto para que su país pudiera poner sus codiciosas manos en una tecnología extraterrestre que no era tal.

Schofield sintió una profunda tristeza.

Se inclinó hacia adelante y pulsó algunos botones e interruptores.

La pantalla que tenía ante él parpadeó:

«Misil activado, buscando objetivo…».

Schofield apretó otro botón rápidamente:

«Objetivo seleccionado manualmente».

Schofield ajustó el selector de objetivos de la pantalla hasta dar con el objetivo que estaba buscando. Presionó el botón «Seleccionar» en su palanca.

Aparecieron varias pantallas más y Schofield seleccionó con calma las opciones que deseaba.

A continuación, pulsó el disparador de la palanca.

En ese momento, el sexto y último misil que se encontraba en la plataforma rotó en su soporte y cayó al cielo. Los propulsores ganaron velocidad y el misil se alejó en la distancia, ascendiendo por el negro y oscuro cielo.

El
USS
Wasp
se encontraba en medio del océano Antártico.

Era un buque enorme. Con una eslora de doscientos cincuenta y siete metros, tenía la longitud de dos campos y medio de fútbol americano. La enorme superestructura de cinco plantas situada en medio del buque (el centro de operaciones del barco, conocido como la «isla») se alzaba imponente sobre la cubierta de vuelo. En un día normal, la cubierta de vuelo habría estado llena de helicópteros, Harriers, helicópteros de ataque y gente, pero no ese día.

Ese día la cubierta de vuelo estaba desierta. No había ningún movimiento, ningún avión, nadie.

Parecía una ciudad fantasma.

El
Silhouette
aminoró a la perfección en el aire sobre la cubierta antideslizante del
Wasp
. Los retros despidieron delgadas corrientes de gas en la cubierta situada bajo el avión. El enorme caza aterrizó con delicadeza en la cubierta de vuelo, cerca de la popa del buque.

Schofield miró al exterior desde la cabina del avión.

La cubierta de vuelo que tenía ante sus ojos estaba extrañamente vacía. Schofield suspiró. Se lo había figurado.

—De acuerdo todos. Salgamos de aquí —dijo.

Renshaw y Kirsty salieron de la cabina.
Wendy
fue con ellos. Schofield dijo que él se encargaría de Gant.

Antes de salir de la cabina, sin embargo, Schofield sacó un bote plateado de una cartera que llevaba al hombro.

Schofield ajustó el temporizador de la carga de tritonal en diez minutos y la dejó en el asiento del piloto. A continuación cogió a Gant y la sacó de la cabina y la plataforma de misiles. Después bajó las escaleras y salió del avión con Gant en brazos.

La cubierta de vuelo estaba desierta.

Bajo el anaranjado crepúsculo, Schofield y su variopinta colección de supervivientes se colocaron delante del inmenso e inquietante avión. El
Silhouette
, con su morro apuntado hacia abajo y sus alas aerodinámicas y bajas, parecía un ave rapaz enorme, allí, en la desierta cubierta de vuelo del
Wasp
, bajo la fría penumbra de la Antártida.

Schofield condujo a los demás por la cubierta de vuelo hasta la superestructura de cinco pisos situada en la mitad del buque. Conformaban una imagen extraña: Schofield con Gant en los brazos, Renshaw y Kirsty y, detrás de todos,
Wendy
, que contemplaba impresionada el enorme buque de metal que tenía a su alrededor.

Cuando ya estaban cerca de la isla, una puerta situada en la base de la enorme estructura se abrió y una brillante luz blanca salió del interior.

De repente, la sombra de un hombre apareció en la entrada, perfilada por la luz tras él. Schofield se acercó y reconoció al propietario de la sombra, reconoció los rasgos curtidos de un hombre al que Schofield conocía bien.

Era Jack Walsh.

El capitán del
Wasp
. El hombre que, tres años atrás, había desafiado a la Casa Blanca y había enviado a un equipo de sus marines a Bosnia para rescatar a Shane Schofield.

Walsh sonrió a Schofield con sus resplandecientes ojos azules.

—Ha aplastado muchas narices hoy, Schofield —dijo Walsh sin alterarse—. Todo el mundo habla de usted.

Schofield frunció el ceño. Se había esperado una recibida más cálida por parte de Jack Walsh.

—¿Por qué ha vaciado la cubierta de vuelo, señor? —dijo Schofield.

—Yo no… —comenzó a decir Walsh, pero se detuvo cuando otro hombre pasó con rudeza a su lado, salió a la cubierta de vuelo y se colocó delante de Schofield.

Schofield no había visto antes a ese hombre. Tenía el cabello cano cuidadosamente peinado, bigote igualmente canoso y un torso fornido. Llevaba un uniforme azul. Armada. La cantidad de medallas que llevaba en el pecho era asombrosa. Schofield calculó que llevaría unas sesenta.

—Así que este es el Espantapájaros —dijo aquel hombre mientras miraba de arriba abajo a Schofield. Schofield se limitó a permanecer allí, con Gant en brazos.

—Espantapájaros —dijo Jack Walsh tenso—. Este es el contraalmirante Thomas Clayton, el representante de la Armada en el Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos. Asumió el mando del
Wasp
hace cuatro horas.

Schofield suspiró para sus adentros.

Un almirante del Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos.
Santo Dios
.

Si lo que había oído sobre el
GCI
era cierto, el Estado Mayor Conjunto era su cabeza, su cerebro. Schofield tenía delante a uno de los jefes del
GCI
.

—¡De acuerdo! —gritó el almirante Clayton a alguien que se hallaba en la entrada tras Walsh—. ¡Salgan aquí!

En ese momento, un grupo de hombres (todos ellos vestidos con monos azules) salieron por la puerta, delante de Schofield, y cruzaron la cubierta en dirección al
Silhouette
.

El almirante Clayton se volvió hacia Schofield.

—Parece que esta misión no va a ser una completa pérdida de tiempo después de todo. Hemos oído los comentarios de su combate aéreo con los F-22. Un dispositivo de ocultamiento. Quién lo hubiera imaginado.

Schofield miró a la cubierta y vio a los hombres de mono azul en la popa de la cubierta de vuelo, revoloteando alrededor del
Silhouette
. Dos de ellos subieron las escaleras y entraron en el avión.

—Capitán Walsh —dijo Schofield señalando a Gant—. Esta marine necesita atención médica.

Walsh asintió.

—Llevémosla a la enfermería. ¡Marinero!

Apareció un marinero, cogió a Gant y la llevó dentro.

Schofield se volvió hacia Kirsty y Renshaw.

—Vayan con ella. Llévense a
Wendy
, también.

Kirsty y Renshaw obedecieron y fueron al interior de la isla.
Wendy
entró tras ellos. Schofield se dispuso a seguirlos, pero, cuando lo hizo, escuchó un grito desde el
Silhouette
.

—¡Almirante! —gritó uno de los hombres con mono azul, desde debajo del morro apuntado del avión.

—¿Qué ocurre? —dijo el almirante Clayton mientras se acercaba hasta el avión.

El hombre tenía en la mano la carga de tritonal que Schofield había dejado en el interior de la cabina. Clayton la vio. No pareció perturbarse por su presencia.

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