Cisne de primavera…No has vivido
hasta no haber estado en una
pensión de mala muerte
con nada más que una
bombilla
y 56 hombres
apretujados
en catres
y todo el mundo
roncando a la vez
y algunos de esos
ronquidos
tan
profundos y
tan bastos e
increíbles…
oscuros
carrasposos
infrahumanos
resollantes
del mismísimo
infierno.
Parece como si
se te partiera la cabeza
entre esos
sonidos
de muerte.
Y los
olores entremezclándose:
calcetines sucios y
rígidos y
calzoncillos
con orines y
excremento
y por encima de todo eso un aire que
circula lentamente
muy parecido
al que emana de los
cubos de basura
destapados.
Yesos
cuerpos
en la oscuridad
gordos
y flacos
y encorvados
unos
sin piernas
sin brazos
otros
sin cerebro
y lo peor de
todo: la total
ausencia de
esperanza
les envuelve
les cubre
totalmente.
No se puede
soportar.
Te levantas
sales
caminas por
las calles
subes y bajas
aceras
pasas edificios
doblas la
esquina
y vuelves
a subir
la misma calle
pensando
todos esos hombres
fueron niños
una vez
¿qué
les ha pasado?
¿y qué me
ha pasado
a mí?
está oscuro
y hace frío
ahí
fuera.
A la puta que se llevó mis poemasTambién en primavera mueren los cisnes
y allí flotaba
muerto un domingo
girando de lado
en la corriente
y fui hasta la rotonda
y distinguí
dioses en carros,
perros, mujeres
que gritaban
y la muerte
se me precipitó garganta abajo,
como un ratón,
y oí llegar gente
con sus cestas de merienda
y sus risas,
y me sentí culpable
por el cisne,
como si la muerte
fuese algo vergonzoso
y me alejé
como un idiota,
y les dejé
mi hermoso cisne.
Culminación del dolorAlgunos dicen que debemos eliminar del poema
los remordimientos personales,
permanecer abstractos, hay cierta razón en esto, pero
¡POR DIOS!
¡Doce poemas perdidos y no tengo copias!
¡Y también te llevaste mis cuadros, los mejores!
¡Es intolerable!
¿Tratas de joderme como a los demás?
¿Por qué no te llevaste mejor mi dinero?
Usualmente lo sacan de los dormitorios y de los pantalones
borrachos y enfermos
en el rincón.
La próxima vez llévate mi brazo izquierdo o un billete de 50,
pero no mis poemas.
No soy Shakespeare
pero puede ser que algún día ya no escriba más,
abstractos o de los otros.
Siempre habrá dinero y putas y borrachos
hasta que caiga la última bomba,
pero como dijo Dios,
cruzándose de piernas:
veo que he creado muchos poetas pero no mucha poesía.
Sé amable…Oigo incluso cómo ríen
las montañas
arriba y abajo de sus azules laderas
y abajo en el agua
los peces lloran
y toda el agua
son sus lágrimas.
Oigo el agua
las noches que consumo bebiendo
y la tristeza se hace tan grande
que la oigo en mi reloj
se vuelve pomos en la cómoda
se vuelve papel sobre el suelo
se vuelve calzador
ticket de la lavandería
se vuelve
humo de cigarrillo
escalando un templo de oscuras enredaderas…
poco importa
poco amor
o poca vida
no es tan malo
lo que cuenta
es observar las paredes
yo nací para eso
nací para robar rosas de las avenidas de la muerte.
John Dillinger y Le Chasseur MauditSiempre nos piden
que entendamos el punto de vista
de los otros
sin importar si es
anticuado
necio
asqueroso.
A uno le piden
que entienda
amablemente
todos los errores de los otros
sus vidas desperdiciadas
sobre todo si son
de edad avanzada.
Pero su edad es lo único
en lo que nos fijamos.
Han envejecido
mal
porque han
vivido
sin enfoque,
se han negado
a ver.
¿Que no es culpa suya?
¿culpa de quién?
¿mía?
se me pide que oculte
mi opinión
ante ellos
por miedo a su
miedo.
La edad no es un crimen
pero la vergüenza
de una vida
deliberadamente
desperdiciada
entre tantas
vidas
deliberadamente
desperdiciadas
sí lo es.
3 Horas, 16 minutos y 30 segundos…Está mal, y no es lo acostumbrado, pero no me importa:
veo chicas y me acuerdo de pelos en el lavabo
veo chicas y me acuerdo de intestinos
y
vejigas
y
movimientos excretorios;está mal también que
las campanillas de los heladeros, los bebés,
las válvulas de motor,
plagióstomos, palmeras, pasos en el corredor… todo
me entusiasme con la fría calma
de la tumba; el único alivio es, quizás,
saber que hubo otros hombres desesperados:
Dillinger, Rimbaud, Villon, Babyface Nelson,
Seneca, Van Gogh,
o mujeres desesperadas: luchadoras, enfermeras,
camareras, putas
poetisas… aunque,
si creo que el crujir de los cubitos de hielo es importante
o un ratón husmeando en una lata de cerveza vacía;
dos huecos vacíos mirándose mutuamente,
o el mar nocturno claveteado de manchados barcos
que te penetra la cautelosa membrana del cerebro con
sus luces,
con sus saladas luces
que te tocan y se marchan
en busca del amor más sólido de una tal India;
o conducir largas distancias sin razón
narcotizado a través de cristales bajados que
te rasgan y agitan la camisa como un pájaro asustado,
y siempre el semáforo rojo, siempre rojo,
fuego nocturno, y derrota, derrota…
escorpiones, chatarra, fardos:
ex empleos, ex mujeres, ex rostros, ex vidas,
Beethoven en su tumba más muerto que una remolacha;
carretillas rojas, sí, tal vez,
o una carta del infierno firmada por el diablo
o dos chicos buenos moliéndose a golpes mutuamente
en algún estadio barato lleno de estridente humo,
pero la mayoría de las veces no me importa,
aquí sentado con la boca llena de dientes cariados,
aquí sentado leyendo a Herrick y a Spenser y
a Marvell y a Hopkins y a Bronte (a Emily hoy);
y
escuchando
El hada de mediodía
de Dvorako
Le Chasseur Maudit
de Franck,en realidad no me importa, y está mal:
recibo cartas de un joven poeta
(muy joven, parece) diciéndome que algún día
se me reconocerá sin duda como
uno de los grandes poetas mundiales.
¡Poeta!Qué malversación: hoy he recorrido al sol las calles
de esta ciudad, sin ver nada, sin aprender nada, sin ser
nada, y de regreso a mi habitación
pasé junto a una vieja que sonreía con
una horrible sonrisa;
estaba ya muerta, y recuerdo cables en todos lados:
cables de teléfono, cables eléctricos,
cables para rostros eléctricos
atrapados como peces de colores en el cristal y sonriendo,
y los pájaros se habían ido, a ningún pájaro le gustan
los cables
o la sonrisa de los cables
y cerré
mi puerta (por fin)pero a través de la ventana era igual:
sonó una bocina, alguien se río, corrió el agua de un
retrete,
y, entonces, cosa extraña,
pensé en todos los caballos con números
que habían pasado frente al griterío,
pasado como Sócrates, pasado como Lorca,
como Chatterton…
más bien supongo que nuestra muerte no importaba
demasiado
salvo por una cuestión de eliminación, un problema,
no creo lo que dicen
pero, igual que hago con
las palmeras enfermas
y la puesta de sol,
a veces las miro.
Azul noSe supone que soy un gran poeta
y tengo sueño por la tarde
sé que la muerte
es un toro gigantesco
dispuesto a embestirme
y tengo sueño por la tarde
sé que hay guerras y hombres que pelean en el ring
sé que hay buena comida, buenos vinos, buenas mujeres
y tengo sueño por la tarde
sé que hay una mujer que me ama
y tengo sueño por la tarde,
me inclino hacia el sol tras una cortina amarilla
y me pregunto:
¿Adónde habrán ido las moscas del verano?
Recuerdo la muerte tan sangrienta de Hemingway
y tengo sueño por la tarde.
Algún día no tendré sueño por la tarde
algún día escribiré un poema
que encenderá volcanes
en las colinas que están ahí fuera
pero ahora mismo tengo sueño por la tarde
y alguien me pregunta «Bukowski, ¿qué hora es?»
y yo contesto «3 horas, 16 minutos y 30 segundos».
Me siento muy culpable,
me siento asqueroso, inútil,
demente, tengo sueño
por las tardes,
están bombardeando iglesias,
bien, eso está bien,
los niños montan en ponys en los parques,
eso está bien,
las bibliotecas están llenas de miles de libros sabios,
hay música grandiosa encerrada dentro de la radio
y yo tengo sueño por la tarde,
tengo una rumba dentro de mí diciendo,
bah, deja que lo hagan los demás,
déjales que ganen,
déjame dormir,
el ingenio está a oscuras
barriendo la oscuridad como una escoba,
me voy a donde han ido la moscas del verano,
intentad atraparme.
Manual de combateElla me llamó desde lejos,
“nunca podía discutir con vos”,
me dijo.
“Siempre te ibas,
mi esposo no es así,
se me pega como plasticola,
y me golpea”.
“Nunca creí en las discusiones”,
dije,
“no hay nada que discutir”.
“Estás equivocado”, dijo ella,
“deberías
tratar de
comunicarte”.
“Comunicar es una palabra abusada, como
amor”,
le dije.
“¿Pero no crees que dos personas pueden
amar?”, preguntó.
“No si tratan de comunicarse”,
le contesté.
“Estás hablando como un hüevon”,
dijo ella.
“Estamos discutiendo”,
dije.
“No”, dijo ella, “estamos tratando de
comunicarnos”.
“Me tengo que ir”,
dije.
Corté y descolgué el teléfono.
Me quedé mirándolo.
Lo que ellas no entendían era que
a veces no hay nada que salvar
excepto la reivindicación personal del
propio punto de vista
y que eso era lo que iba a causar
ese flash blanco y cegador
uno de estos días.
Dijeron que Céline era un nazi
dijeron que Pound era un fascista
dijeron que Hamsun era un nazi y un fascista.
Pusieron a Dostoievsky frente a un pelotón
de fusilamiento
y mataron a Lorca
le dieron electrochoques a Hemingway
(y vos sabes que se pegó un tiro)
y echaron a Villon de la ciudad (París)
y Mayakovsky
desilusionado con el régimen
y luego de una pelea de enamorados,
bueno,
también se pegó un tiro.
Chatterton se tomó veneno de ratas
y funcionó
y algunos dicen que Malcom Lowry se murió
ahogado en su propio vómito
borracho.
Crane se tiró a las hélices
del barco o a los tiburones.
El sol de Harry Crosby era negro.
Berryman prefirió el puente.
Plath no encendió el horno.
Séneca se cortó las muñecas en la
bañera (es la mejor manera:
en agua tibia)
Thomas y Behan se emborracharon
hasta morir y
hay muchos más.
¿Y vos querés ser un
escritor?
Es esa clase de guerra:
la creación mata,
muchos se vuelven locos,
algunos pierden el rumbo y
no lo pueden hacer
nunca más.
Algunos pocos llegan a viejo.
Algunos pocos hacen plata.
Algunos se mueren de hambre (como Vallejo).
Es esa clase de guerra:
bajas por todas partes.
Está bien, adelante
hazlo
pero cuando te ataquen
por el lado que no ves
no me vengas con
remordimientos.
Ahora me voy a fumar un cigarrillo
en la bañera
y luego me voy a ir a
dormir.