Antología de Charles Bukowski (2 page)

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Authors: Charles Bukowski

Tags: #Poesía

Pensión de mala muerte

No has vivido

hasta no haber estado en una

pensión de mala muerte

con nada más que una

bombilla

y 56 hombres

apretujados

en catres

y todo el mundo

roncando a la vez

y algunos de esos

ronquidos

tan

profundos y

tan bastos e

increíbles…

oscuros

carrasposos

infrahumanos

resollantes

del mismísimo

infierno.

Parece como si

se te partiera la cabeza

entre esos

sonidos

de muerte.

Y los

olores entremezclándose:

calcetines sucios y

rígidos y

calzoncillos

con orines y

excremento

y por encima de todo eso un aire que

circula lentamente

muy parecido

al que emana de los

cubos de basura

destapados.

Yesos

cuerpos

en la oscuridad

gordos

y flacos

y encorvados

unos

sin piernas

sin brazos

otros

sin cerebro

y lo peor de

todo: la total

ausencia de

esperanza

les envuelve

les cubre

totalmente.

No se puede

soportar.

Te levantas

sales

caminas por

las calles

subes y bajas

aceras

pasas edificios

doblas la

esquina

y vuelves

a subir

la misma calle

pensando

todos esos hombres

fueron niños

una vez

¿qué

les ha pasado?

¿y qué me

ha pasado

a mí?

está oscuro

y hace frío

ahí

fuera.

Cisne de primavera…

También en primavera mueren los cisnes

y allí flotaba

muerto un domingo

girando de lado

en la corriente

y fui hasta la rotonda

y distinguí

dioses en carros,

perros, mujeres

que gritaban

y la muerte

se me precipitó garganta abajo,

como un ratón,

y oí llegar gente

con sus cestas de merienda

y sus risas,

y me sentí culpable

por el cisne,

como si la muerte

fuese algo vergonzoso

y me alejé

como un idiota,

y les dejé

mi hermoso cisne.

A la puta que se llevó mis poemas

Algunos dicen que debemos eliminar del poema

los remordimientos personales,

permanecer abstractos, hay cierta razón en esto, pero

¡POR DIOS!

¡Doce poemas perdidos y no tengo copias!

¡Y también te llevaste mis cuadros, los mejores!

¡Es intolerable!

¿Tratas de joderme como a los demás?

¿Por qué no te llevaste mejor mi dinero?

Usualmente lo sacan de los dormitorios y de los pantalones

borrachos y enfermos

en el rincón.

La próxima vez llévate mi brazo izquierdo o un billete de 50,

pero no mis poemas.

No soy Shakespeare

pero puede ser que algún día ya no escriba más,

abstractos o de los otros.

Siempre habrá dinero y putas y borrachos

hasta que caiga la última bomba,

pero como dijo Dios,

cruzándose de piernas:

veo que he creado muchos poetas pero no mucha poesía.

Culminación del dolor

Oigo incluso cómo ríen

las montañas

arriba y abajo de sus azules laderas

y abajo en el agua

los peces lloran

y toda el agua

son sus lágrimas.

Oigo el agua

las noches que consumo bebiendo

y la tristeza se hace tan grande

que la oigo en mi reloj

se vuelve pomos en la cómoda

se vuelve papel sobre el suelo

se vuelve calzador

ticket de la lavandería

se vuelve

humo de cigarrillo

escalando un templo de oscuras enredaderas…

poco importa

poco amor

o poca vida

no es tan malo

lo que cuenta

es observar las paredes

yo nací para eso

nací para robar rosas de las avenidas de la muerte.

Sé amable…

Siempre nos piden

que entendamos el punto de vista

de los otros

sin importar si es

anticuado

necio

asqueroso.

A uno le piden

que entienda

amablemente

todos los errores de los otros

sus vidas desperdiciadas

sobre todo si son

de edad avanzada.

Pero su edad es lo único

en lo que nos fijamos.

Han envejecido

mal

porque han

vivido

sin enfoque,

se han negado

a ver.

¿Que no es culpa suya?

¿culpa de quién?

¿mía?

se me pide que oculte

mi opinión

ante ellos

por miedo a su

miedo.

La edad no es un crimen

pero la vergüenza

de una vida

deliberadamente

desperdiciada

entre tantas

vidas

deliberadamente

desperdiciadas

sí lo es.

John Dillinger y Le Chasseur Maudit

Está mal, y no es lo acostumbrado, pero no me importa:

veo chicas y me acuerdo de pelos en el lavabo

veo chicas y me acuerdo de intestinos

y
vejigas
y
movimientos excretorios;

está mal también que

las campanillas de los heladeros, los bebés,

las válvulas de motor,

plagióstomos, palmeras, pasos en el corredor… todo

me entusiasme con la fría calma

de la tumba; el único alivio es, quizás,

saber que hubo otros hombres desesperados:

Dillinger, Rimbaud, Villon, Babyface Nelson,

Seneca, Van Gogh,

o mujeres desesperadas: luchadoras, enfermeras,

camareras, putas

poetisas… aunque,

si creo que el crujir de los cubitos de hielo es importante

o un ratón husmeando en una lata de cerveza vacía;

dos huecos vacíos mirándose mutuamente,

o el mar nocturno claveteado de manchados barcos

que te penetra la cautelosa membrana del cerebro con

sus luces,

con sus saladas luces

que te tocan y se marchan

en busca del amor más sólido de una tal India;

o conducir largas distancias sin razón

narcotizado a través de cristales bajados que

te rasgan y agitan la camisa como un pájaro asustado,

y siempre el semáforo rojo, siempre rojo,

fuego nocturno, y derrota, derrota…

escorpiones, chatarra, fardos:

ex empleos, ex mujeres, ex rostros, ex vidas,

Beethoven en su tumba más muerto que una remolacha;

carretillas rojas, sí, tal vez,

o una carta del infierno firmada por el diablo

o dos chicos buenos moliéndose a golpes mutuamente

en algún estadio barato lleno de estridente humo,

pero la mayoría de las veces no me importa,

aquí sentado con la boca llena de dientes cariados,

aquí sentado leyendo a Herrick y a Spenser y

a Marvell y a Hopkins y a Bronte (a Emily hoy);

y
escuchando
El hada de mediodía
de Dvorak

o
Le Chasseur Maudit
de Franck,

en realidad no me importa, y está mal:

recibo cartas de un joven poeta

(muy joven, parece) diciéndome que algún día

se me reconocerá sin duda como

uno de los grandes poetas mundiales.
¡Poeta!

Qué malversación: hoy he recorrido al sol las calles

de esta ciudad, sin ver nada, sin aprender nada, sin ser

nada, y de regreso a mi habitación

pasé junto a una vieja que sonreía con

una horrible sonrisa;

estaba ya muerta, y recuerdo cables en todos lados:

cables de teléfono, cables eléctricos,

cables para rostros eléctricos

atrapados como peces de colores en el cristal y sonriendo,

y los pájaros se habían ido, a ningún pájaro le gustan

los cables

o la sonrisa de los cables

y cerré
mi puerta (por fin)

pero a través de la ventana era igual:

sonó una bocina, alguien se río, corrió el agua de un

retrete,

y, entonces, cosa extraña,

pensé en todos los caballos con números

que habían pasado frente al griterío,

pasado como Sócrates, pasado como Lorca,

como Chatterton…

más bien supongo que nuestra muerte no importaba

demasiado

salvo por una cuestión de eliminación, un problema,

no creo lo que dicen

pero, igual que hago con

las palmeras enfermas

y la puesta de sol,

a veces las miro.

3 Horas, 16 minutos y 30 segundos…

Se supone que soy un gran poeta

y tengo sueño por la tarde

sé que la muerte

es un toro gigantesco

dispuesto a embestirme

y tengo sueño por la tarde

sé que hay guerras y hombres que pelean en el ring

sé que hay buena comida, buenos vinos, buenas mujeres

y tengo sueño por la tarde

sé que hay una mujer que me ama

y tengo sueño por la tarde,

me inclino hacia el sol tras una cortina amarilla

y me pregunto:

¿Adónde habrán ido las moscas del verano?

Recuerdo la muerte tan sangrienta de Hemingway

y tengo sueño por la tarde.

Algún día no tendré sueño por la tarde

algún día escribiré un poema

que encenderá volcanes

en las colinas que están ahí fuera

pero ahora mismo tengo sueño por la tarde

y alguien me pregunta «Bukowski, ¿qué hora es?»

y yo contesto «3 horas, 16 minutos y 30 segundos».

Me siento muy culpable,

me siento asqueroso, inútil,

demente, tengo sueño

por las tardes,

están bombardeando iglesias,

bien, eso está bien,

los niños montan en ponys en los parques,

eso está bien,

las bibliotecas están llenas de miles de libros sabios,

hay música grandiosa encerrada dentro de la radio

y yo tengo sueño por la tarde,

tengo una rumba dentro de mí diciendo,

bah, deja que lo hagan los demás,

déjales que ganen,

déjame dormir,

el ingenio está a oscuras

barriendo la oscuridad como una escoba,

me voy a donde han ido la moscas del verano,

intentad atraparme.

Azul no

Ella me llamó desde lejos,

“nunca podía discutir con vos”,

me dijo.

“Siempre te ibas,

mi esposo no es así,

se me pega como plasticola,

y me golpea”.

“Nunca creí en las discusiones”,

dije,

“no hay nada que discutir”.

“Estás equivocado”, dijo ella,

“deberías

tratar de

comunicarte”.

“Comunicar es una palabra abusada, como

amor”,

le dije.

“¿Pero no crees que dos personas pueden

amar?”, preguntó.

“No si tratan de comunicarse”,

le contesté.

“Estás hablando como un hüevon”,

dijo ella.

“Estamos discutiendo”,

dije.

“No”, dijo ella, “estamos tratando de

comunicarnos”.

“Me tengo que ir”,

dije.

Corté y descolgué el teléfono.

Me quedé mirándolo.

Lo que ellas no entendían era que

a veces no hay nada que salvar

excepto la reivindicación personal del

propio punto de vista

y que eso era lo que iba a causar

ese flash blanco y cegador

uno de estos días.

Manual de combate

Dijeron que Céline era un nazi

dijeron que Pound era un fascista

dijeron que Hamsun era un nazi y un fascista.

Pusieron a Dostoievsky frente a un pelotón

de fusilamiento

y mataron a Lorca

le dieron electrochoques a Hemingway

(y vos sabes que se pegó un tiro)

y echaron a Villon de la ciudad (París)

y Mayakovsky

desilusionado con el régimen

y luego de una pelea de enamorados,

bueno,

también se pegó un tiro.

Chatterton se tomó veneno de ratas

y funcionó

y algunos dicen que Malcom Lowry se murió

ahogado en su propio vómito

borracho.

Crane se tiró a las hélices

del barco o a los tiburones.

El sol de Harry Crosby era negro.

Berryman prefirió el puente.

Plath no encendió el horno.

Séneca se cortó las muñecas en la

bañera (es la mejor manera:

en agua tibia)

Thomas y Behan se emborracharon

hasta morir y

hay muchos más.

¿Y vos querés ser un

escritor?

Es esa clase de guerra:

la creación mata,

muchos se vuelven locos,

algunos pierden el rumbo y

no lo pueden hacer

nunca más.

Algunos pocos llegan a viejo.

Algunos pocos hacen plata.

Algunos se mueren de hambre (como Vallejo).

Es esa clase de guerra:

bajas por todas partes.

Está bien, adelante

hazlo

pero cuando te ataquen

por el lado que no ves

no me vengas con

remordimientos.

Ahora me voy a fumar un cigarrillo

en la bañera

y luego me voy a ir a

dormir.

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