Antología de Charles Bukowski

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Authors: Charles Bukowski

Tags: #Poesía

 

La poesía de Charles Bukowski (1920-1994) refleja la vida de la clase trabajadora, el alcoholismo y otros temas habitualmente sacados de su propia experiencia. Escribió el guión de la película
Barfly
, en la que el actor Mickey Rourke interpretaba a un alcohólico salvaje a la deriva. Éste y otros éxitos cimentaron su reputación literaria, pero Bukowski se sintió siempre más cómodo entre los vagabundos y los bebedores que entre los vapores de la fama literaria que, contra todo pronóstico, alcanzaría más adelante.

Su obra poética es un extenso cuerpo de cientos de poemas habitualmente publicados en revistas a lo largo de más de cuarenta años. Los aquí se incluyen, con introducción y traducciones de Umberto Cobo, con un lenguaje crudo y directo, cantan historias sacadas literalmente de cuartos de hoteles entre la muerte, el sexo o el amor de sus protagonistas a través del ojo de la cerradura. La vida como lo que es: un absurdo mezquino y rutinario sostenido en un lenguaje que recuerda unas veces a Whitman y otras a Cummings o a William Carlos Williams.

Charles Bukowski

Antología

Charles Bukowski

ePUB v1.0

Un Tipo
11.01.13

Antología de Charles Bukowski

Charles Bukowski, (1920-1994).

Traducción: Umberto Cobo

© Arquitrave Editores, 2004

Retoque portada: Un Tipo

Editor original: Un Tipo (v1.0 a v1.0)

ePub base v2.1

Charles Bukowski

«El alcohol es una de las mejores cosas que han llegado a esta tierra, además de mí. Siempre escribo intoxicado. No creo que haya escrito nunca un poema completamente sobrio». «Algunos me han llamado el más grande poeta de Estados Unidos. Mis amigos sólo me llaman Hank». «Me gustan los hombres desesperados, hombres con los dientes rotos y los destinos rotos. También me gustan las mujeres viles, con las medias caídas y arrugadas y con maquillaje barato. Me gustan más los pervertidos que los santos. Me encuentro bien entre los marginados porque soy un marginado. No me gustan las leyes, ni morales, religiones o reglas. No me gusta ser modelado por la sociedad».

Así se definía Charles Bukowski en una entrevista que concedió en 1987. Y fue por declaraciones como esta que se convirtió en un icono de la rebeldía, en un heredero de los poetas malditos, en uno de esos escritores que muchos citan pero que pocos leen de verdad.

Su vida no fue un cuento de hadas. Como él mismo lo describió en
Ham on Rye
, sabía muy bien lo que era un banco de parque y el sonido de los dedos de un casero golpeando a su puerta. Bukowski, reconoció su vocación temprano en su vida, pero no hubiera sido sino otro vagabundo más en California de no haber buscado la ayuda de los que la habían experimentado antes.

Nació en Andernach, un pequeño pueblo a orillas de Rin, y desde los tres años vivió en Los Ángeles. Desde niño su vida estuvo marcada por la miseria personal y económica. Tuvo constantes enfrentamientos con su padre, un alcohólico que lo golpeaba constantemente, y desavenencias con su madre, quienes fueron protagonistas de episodios de violencia doméstica gracias a la depresión económica y el rechazo hacia los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. A los 16 años sufrió una enfermedad en la piel que le dejó unas impresionantes cicatrices en la cara y la espalda, lo que lo convirtió en un adolescente aislado. Se refugiaba entonces en la librería pública donde leía a Céline, D. H. Lawrence y Chejov.

Después de pasar unos meses en la universidad descubrió que lo suyo era la bebida y las apuestas. Durante largo tiempo vivió del dinero que se ganaba en el hipódromo de Santa Anita y, cuando tenía mala suerte, dormía en los parques. Lo único que le importaba en ese momento de su vida era beber. A los 25 años comenzó a escribir relatos cortos que enviaba a revistas literarias como
Harper’s
y
The New Yorker
. Pero los editores de estas prestigiosas publicaciones, un poco aterrados por la crudeza de los cuentos, ignoraban sus textos. Él entendió estos rechazos como una falta de talento y prefirió dedicarse a buscar trabajos temporales como portero y cartero. En las noches se iba a emborrachar a los peores bares de Los Ángeles y por lo general terminaba envuelto en peleas callejeras. Neeli Cherkoski, autor de
Hank: la vida de Charles Bukowski
, afirma que durante ese período Bukowski pasó varias noches en la cárcel y trató de suicidarse tres veces.

En 1942 se fue a vivir con Jane Cooney Baker, una prostituta que conoció en un bar. Durante una década se dedicaron a vagar por la ciudad y a tomar cantidades enormes de alcohol. Pero esta primera historia de amor no tuvo un final feliz: ella murió intoxicada y él, con sólo 35 años, estuvo a punto de morir a causa de una úlcera. Esta experiencia quedó registrada en
Barfly
, una película de Barbet Schroeder basada en un guión del mismo Bukowski.

Después de la muerte de Jane, Bukowski se quedó solo y se dedicó a escribir sobre todo lo que odiaba del mundo, todo lo que lo obsesionaba. Esa sería la actividad que ocuparía la mayoría de su tiempo en los siguientes 40 años. Sus primeros textos eran una mezcla de poesía y relato breve que siempre sucedían en el bajo mundo y giraban en torno a los mismos seres oscuros: prostitutas, borrachos, jugadores empedernidos y delincuentes. Bukowski describió con detalle lo más decadente de la sociedad estadounidense y fue uno de los primeros que se atrevió a hacer literatura a partir del mundo underground: sus personajes eran los hombres y las mujeres que no estaban invitados a hacer parte del ‘sueño americano’.

En 1960, en pleno auge de la sicodelia, Bukowski publicó su primera obra con la pequeña editorial Hearse Press. El libro de poemas
Flower, Fist and Bestial Wail
(algo así como
Flor, puño y gemido animal
) lo convirtió de inmediato en una voz importante de la escena de la poesía underground. Los editores de revistas literarias de vanguardia lo llamaban para que publicara sus textos y las librerías lo invitaban para que diera recitales. Bukowski empezó a convertirse en mito. Pero a él sólo le importaba beber.

A pesar de la fama, nunca cambió su estilo de vida. Cuando lo invitaban a recitales llegaba borracho e insultaba al público, y cuando daba entrevistas se burlaba del periodista. Siempre evitó los ambientes literarios y académicos y se escondía en los bares y en habitaciones de moteles. Pero su comportamiento sólo servía para aumentar su fama.

Durante la década de los 60 y 70 publicó libros tan exitosos como
Escritos de un viejo indecente
(1969),
Cartero
(1970),
Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones
(1972),
La máquina de follar
(1972),
Factótum
(1975) y
Shakespeare nunca lo hizo
(1979). Estos libros no se pueden clasificar bajo ningún género preciso. Bukowski sólo escribía sobre las cosas que conocía, sin ninguna pretensión de hacer «gran literatura». Según él, porque encontraba toda la literatura pálida y sin vida. De hecho, sus textos no se parecen a nada de lo que se publicaba en ese momento. Algunos tratan de ver similitudes con los poetas de la generación Beat (Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William Burroughs, entre otros); pero en realidad sólo hay algunas coincidencias: Bukowski nunca quiso pertenecer a ese grupo. Es más, varias veces se quejó de lo que publicaban: «Me parece que no se arriesgan demasiado, se están conteniendo demasiado, no afrontan la realidad».

Pero poco a poco Bukowski se convirtió en el personaje principal de su obra. De hecho, el protagonista de casi todas sus narraciones es Henry Hank Chinaski, un álter ego que tiene sus mismos vicios y gustos. La mayoría de lectores comenzaron a buscar novelas sobre Bukowski y no novelas de Bukowski. Esto le quitó mucho brillo a su trabajo de los años 80. Durante ese período publicó muchos menos que en los años anteriores. Sin embargo quedan grandes obras como
La senda del perdedor
(1982),
Música de cañerías
(1987) e
Hijo de Satanás
(1990). Además empezaron a aparecer miles de imitadores: escritores mediocres que querían hacer carrera insultando a todo el mundo y escribiendo sobre su sexualidad y sus peleas.

Mucha de la obra de Bukowski se perdió en el tiempo. No hay manera de calcular cuánto de ella envió a editores que jamás le darían respuesta ni le devolverían sus escritos. Los americanos no entenderían su escritura hasta mucho después de ser adorado en Europa, donde se convirtió en un autor de culto.

¿Qué otra cosa —se pregunta Bukowski en su obra— hacemos los habitantes de este sanguinario planeta que jugar a matar el tiempo, mientras el tiempo hace exactamente lo propio, resultando además y siempre el único triunfador? En sus narraciones truculentas y en su frenética poesía Bukowski hace el retrato veraz de nuestra existencia: siempre se pierde, sin importar las ganancias económicas o la fama o los logros y el éxito. Al final del camino sólo nos espera un cadáver trasquilado por la dureza del camino, una tumba abierta para engordar lo único que es ciertamente nuestro, nuestros gusanos, y la odiosa presencia de los parientes que nunca nos quisieron y los amigos que nos envidiaron. Bukowski analiza a fondo la materia sucia de la vida, sin teorizar ni filosofar, sin la necesidad de la agresión del pensamiento. Y revela la vida como un mal viaje, un mal experimentado por los humanos idiotizados ante el paso enajenante de la rutina y de sus demonios disfrazados de progreso, moral y superación. Nuestro paso por la tierra —dice— es una cruenta comedia de errores que se alimenta con la llegada de millones de nuevos seres a la tierra que luego se convertirán en los Reyes Machos y la Reinas Hembras de una nauseabunda civilización sometida por los coños y los jefes, los falos y los culos que apenas satisfacen el poder de los que sólo ambicionan poder. Y el único que será eterno y feliz es el dinero, el dios de este mundo.

La poesía de Bukowski, al que le gustaba vanagloriarse de haber escrito su primer poema con 35 años, está marcada por un realismo descarnado y lírico a un tiempo, explícito, tierno en ocasiones y brutal en otras, abundante en datos autobiográficos, personalísimo y pleno de humor ácido y desencantado. Como sus narraciones, sus poemas son vitales y vitalistas, pero también muy mortales, y están llenos de drogas, alcohol y sexo. Gracejo, profundidad, cultura y humor, todo ello envuelto en un lirismo que a veces es hondo y a veces remeda la superficialidad sin conseguirlo. Nunca abandonó su producción en verso que, con los años, se fue haciendo más directa, más sobria, como en
El amor es un perro del infierno
(1974) o
La última noche de la tierra
(1992). Bukowski escribió más de treinta poemarios, que le han acreditado como gran poeta.

Murió en 1994, a los 74 años, una edad sorprendente para alguien que llevó semejante estilo de vida. Su gran aporte a la literatura estadounidense, y a la literatura en general, fue su honestidad y su búsqueda de una literatura menos artificial, más viva.

Umberto Cobo

El incendio de un sueño

La vieja Biblioteca Pública de Los Ángeles

ha sido destruida por las llamas.

Aquella biblioteca del centro.

Con ella se fue

gran parte de mi juventud.

Estaba sentado en uno de aquellos bancos

de piedra cuando mi amigo

Baldy me preguntó:

«¿vas a alistarte en

la brigada Lincoln?».

«Claro», contesté

yo.

Pero, al darme cuenta de que yo no era un idealista político

ni un intelectual

renegué de aquella

decisión más tarde.

Yo era un
lector

entonces

que iba de una sala a

otra: literatura, filosofía,

religión, incluso medicina y geología.

Muy pronto

decidí ser escritor,

pensaba que sería la salida

más fácil

y los grandes novelistas no me parecían

demasiado difíciles.

Tenía más problemas con

Hegel y con Kant.

Lo que me fastidiaba

de todos ellos

es que

les llevara tanto

lograr decir algo

lúcido y/o interesante.

Yo creía

que en eso

los sobrepasaba a todos

entonces.

Descubrí dos cosas:

a) que la mayoría de los editores creía

que todo lo que era aburrido

era profundo.

b) que yo pasaría décadas enteras

viviendo y escribiendo

antes de poder

plasmar

una frase que

se aproximara un poco

a lo que quería

decir.

Entretanto

mientras otros iban a la caza de

damas,

yo iba a la caza de viejos

libros,

era un bibliófilo, aunque

desencantado,

y eso

y el mundo

configuraron mi carácter.

Vivía en una cabaña de contrachapado

detrás de una pensión de 3 dólares y medio

a la semana

sintiéndome un

Chatterton

metido dentro de una especie de

Thomas

Wolfe.

Mi principal problema eran

los sellos, los sobres, el papel

y el vino,

mientras el mundo estaba al borde

de la Segunda Guerra Mundial.

Todavía no me había

atrapado

lo femenino, era virgen

y escribía entre 3 y

5 relatos por semana

y todos

me los devolvían, rechazados por

el
New Yorker
, el
Harper’s
,

el
Atlantic Monthly
.

Había leído que

Ford Madox Ford solía empapelar

el cuarto de baño

con las notas que recibía rechazando sus obras

pero yo no tenía

cuarto de baño, así que las amontonaba

en un cajón

y cuando estaba tan lleno

que apenas podía

abrirlo

sacaba todas las notas de rechazo

y las tiraba

junto con los relatos.

La vieja Biblioteca Pública de Los Ángeles

seguía siendo

mi hogar

y el hogar de muchos otros

vagabundos.

Discretamente utilizábamos los

aseos

y a los únicos que

echaban de allí

era a los que

se quedaban dormidos en las

mesas

de la biblioteca; nadie ronca como un

vagabundo

a menos que sea alguien con quien estás

casado.

Bueno, yo no era
realmente
un

vagabundo, yo tenía tarjeta de la biblioteca

y sacaba y devolvía

libros,

montones
de libros,

siempre hasta el límite de lo permitido:

Aldous Huxley, D. H. Lawrence,

E. E. Cummings, Conrad Aiken, Dos Passos, Turgénev, Gorki,

H. D., Nietzsche,

Schopenhauer,

Steinbeck,

Hemingway,

etc.

Siempre esperaba que la bibliotecaria

me dijera: «qué buen gusto tiene usted,

joven».

Pero la vieja

puta

ni siquiera sabía

quién era ella,

cómo iba a saber

quién era yo.

Pero aquellos estantes contenían

un enorme tesoro: me permitieron

descubrir

a los poetas chinos antiguos

como Tu Fu y Li Po

que son capaces de decir en un

verso más que la mayoría en

treinta o

incluso en cientos.

Sherwood Anderson debe de haberlos

leído

también.

También solía sacar y devolver

los Cantos

y Ezra me ayudó

a fortalecer los brazos si no

el cerebro.

Maravilloso lugar

la Biblioteca Pública de Los Ángeles

fue un hogar para alguien que había tenido un

hogar

infernal

arroyos demasiado anchos para saltarlos

lejos del mundanal ruido

contrapunto

el corazón es un cazador solitario

James Thurber

John Fante

Rabelais

de Maupassant

algunos no me

decían nada: Shakespeare, G. B. Shaw,

Tolstoi, Robert Frost, E Scott

Fitzgerald

Upton Sinclair me llegaba

más

que Sinclair Lewis

y consideraba a Gogol y a

Dreiser tontos

de remate

pero tales juicios provenían más

del modo en que un hombre

se ve obligado a vivir que de

su razón.

La vieja Biblioteca Pública de Los Ángeles

muy probablemente evitó

que me convirtiera en un

suicida,

un ladrón

de bancos,

un tipo

que pega a su mujer,

un carnicero o

un motorista de la policía

y, aunque reconozco que

puede que alguno sea estupendo,

gracias

a mi buena suerte

y al camino que tenía que recorrer,

aquella biblioteca estaba

allí cuando yo era

joven y buscaba

algo

a lo que aferrarme

y no parecía que hubiera mucho.

Y cuando abrí el

periódico

y leí la noticia sobre el incendio

que había destruido

la biblioteca y la mayor parte de

lo que en ella había

le dije a mi

mujer:

«yo solía pasar horas y horas

allí…».

El oficial prusiano

el atrevido muchacho de trapecio

tener y no tener

no puedes retornar a tu hogar.

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