Cantar del Mio Cid (6 page)

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Authors: Anónimo

y a vos, conde, como igual a dos de estos hijosdalgo,

os sacaré de prisión y os libraré por mi mano.»

Cuando esto el conde oyó su dolor fue mitigando:

«Si así lo cumplierais, Cid igual que lo habéis hablado,

en tanto cuanto yo viva, quedaré maravillado.»

«Pues comed, conde, comed, y cuando hayáis acabado,

a vos y a dos de los vuestros la libertad he de daros,

mas de cuanto habéis perdido y yo he ganado en el campo,

sabed, conde, que no pienso devolveros ni un ochavo,

que lo necesito para los que vanme acompañando.

Tomando de vos y de otros así nos vamos cobrando,

en tanto esta vida dure mientras quiera el Padre Santo,

que eso toca a los que el rey de su tierra ha desterrado.»

Alégrase el conde, y pide el agua para las manos,

y en seguida le presentan el servicio demandado.

Con aquellos caballeros que el Cid hubo designado,

comía el conde, y comía, ¡oh Dios, y de qué buen grado!

Junto a él decía el Cid, de Vivar el bienhadado:

«Si bien, conde, no coméis, y quedo de ello pagado,

aquí los dos quedaremos, no habremos de separarnos.»

Dijo el conde: «Comeré de voluntad y buen grado.»

Él y los dos caballeros iban aprisa yantando;

satisfecho queda el Cid, que allí los está mirando,

al ver que el conde Ramón movía aprisa las manos.

«Si vos lo permitís, Cid, ya quisiéramos marcharnos;

mandad que nos den las bestias y saldremos galopando;

desde el día en que fui conde no comí con tanto agrado;

el sabor de esta comida jamás habré de olvidarlo.»

Les dieron tres palafrenes, los tres muy bien ensillados,

unas buenas vestiduras, buenas pellizas y mantos.

El conde don Ramón va entre los dos colocado.

«Ya os vais, conde don Ramón, como sois, pues os vais franco

y yo os quedo agradecido por cuanto me habéis dejado.

Si os pasare por las mientes, conde, algún día vengarlo,

si es que venís a buscarme, antes mandarme recado;

me dejaréis de lo vuestro o de mí os llevaréis algo.»

«Estad tranquilo, mío Cid, que de eso estáis a salvo,

que con cuanto os dejo, queda pagado todo este año;

y de venir a buscaros ni siquiera lo he pensado.»

63

El conde se ausenta receloso. – Riqueza de los desterrados

El conde aguijó el caballo disponiéndose a marchar,

volviendo ya la cabeza para mirar hacia atrás.

Miedo tiene porque cree que el Cid se arrepentirá,

lo que no haría el caudillo por cuanto en el mundo hay,

que deslealtad así no habría de hacer jamás.

El conde ya se ha marchado, y se vuelve el de Vivar;

juntóse con sus mesnadas, y se comienza a alegrar

al ver que de aquella acción les tocó ganancia tal;

tan grandes riquezas tienen que ni las saben contar.

CANTAR SEGUNDO
BODAS DE LAS HIJAS DEL CID
64

El Cid se dirige contra tierras de Valencia

Aquí comienza la gesta de mío Cid el de Vivar.

Una vez que hubo acampado en el puerto de Olocau,

dejando ya Zaragoza y aquellas tierras de allá,

dejó atrás Huesa y las tierras que llaman de Montalbán.

Ahora, hacia la mar salada se dispone a guerrear;

a Oriente donde el sol sale, hacia aquella parte irá.

El Cid a Jérica y Onda gana, y a Almenara va,

que las tierras de Burriana tiene conquistadas ya .

65

Toma de Murviedro

Ayudóle el Creador, el Señor que está en el cielo.

Y con la ayuda divina pudo tomar a Murviedro ,

y ve mío Cid que Dios aún le seguía valiendo.

Mientras, dentro de Valencia era, y no menguado, el miedo.

66

Los moros valencianos cercan al Cid. – Éste reúne sus gentes. – Arenga

Aquello a los de Valencia les ha dado gran pesar;

reunidos en Consejo, al Cid deciden cercar.

Toda la noche marcharon, cuando el alba iba a apuntar,

en los campos de Murviedro sus tiendas van a plantar.

Tan pronto los vio mío Cid, se empezó a maravillar:

« ¡Alabanza a Ti se dé, Señor espiritual!

Sobre sus tierras estamos, les hacemos todo mal,

ya bebemos de su vino y comemos de su pan;

con su derecho lo hacen si nos vienen a cercar.

Si no entablamos la lucha, esto no se arreglará.

Vayan mensajes a aquellos que nos deben ayudar;

los unos vayan a Jérica y los otros a Olocau,

vayan a avisar a Onda y a Almenara vayan ya,

y los que están en Burriana vénganse luego hacia acá;

y comenzaremos juntos esta batalla campal;

yo confío en que el Señor su ayuda me ha de aumentar.»

Al llegar el tercer día, ya todos juntos están;

el que en buen hora nació así les comenzó a hablar:

« ¡Oíd, mesnadas, a quien el Señor quiere salvar!

Después que hubimos salido de la limpia cristiandad

(y no fue por nuestro gusto, sino por no poder más),

gracias a Dios, nuestras cosas siempre hacia delante van.

Ahora los de Valencia nos han venido a cercar;

si en estas tierras nosotros quisiéramos perdurar,

a estos moros firmemente habremos de escarmentar.»

67

Fin de la arenga del Cid

«Cuando ya pase la noche y despunte la mañana,

aparejados estén los caballos y las armas

para empezar a atacar las enemigas mesnadas.

68

Minaya da el plan de batalla. – El Cid vence otra lid campal. – Toma de Cebolla

Oíd qué dijo Minaya Álvar Fáñez al hablar:

«Mío Cid Campeador, hagamos lo que mandáis.

Dadme a mí cien caballeros, que no os quiero pedir más;

vos con los otros restantes el ataque comenzad.

Atacadles sin temor no tengáis que vacilar,

que yo, con los otros cien, por la otra parte he de estar,

y como confío en Dios, el campo nuestro será.»

Lo que hubo dicho Minaya al Cid plugo de verdad.

Cuando empezó la mañana se comenzaron a armar,

cada uno de ellos sabe su obligación al luchar.

Con el alba, mío Cid el ataque va a empezar.

« ¡En nombre del Creador y de Santiago leal,

atacad, mis caballeros, con denuedo y voluntad,

porque soy yo Ruy Díaz, mío Cid el de Vivar.»

Tantas cuerdas de las tiendas allí vierais estallar,

arrancarse las estacas y los postes derrumbar.

Pero los moros son muchos y se quieren recobrar.

Por otra parte, Álvar Fáñez veniales a atacar:

mal que les pese a los moros, hubiéronse de entregar

si a uña de sus caballos no lograran escapar.

Mataron a dos emires en la caza que les dan,

y hasta Valencia, siguiéndoles, los cristianos van detrás.

Grandes fueron las ganancias que logró el Cid de Vivar;

y tras saquear el campo, comienzan a regresar,

entrando luego en Murviedro con las ganancias que han;

grande es el gozo que tienen los cristianos del lugar.

Tomaron después Cebolla y cuanto delante hay;

tanto miedo hay en Valencia que no saben lo que harán;

la fama de mío Cid sabed que creciendo va.

69

Correrías del Cid al sur de Valencia

Tan grande su fama era, que hasta los mares traspasa.

Contento se hallaba el Cid y cuantos le acompañaban,

porque Dios les ayudó para ganar la batalla.

Enviaba a sus jinetes, que por la noche marchaban,

hasta llegar a Cullera y, luego, llegar a Játiva,

y marchando más abajo hasta Denia se acercaban.

Por las orillas del mar a los moros quebrantaban.

Ganaron Benicadell, con sus salidas y entradas.

70

El Cid en Peña Cadiella

Cuando el Cid Campeador en Benicadell se queda,

tanto les pesara en Játiva como les pesó en Cullera,

y recatar ya su miedo no pueden los de Valencia.

71

Conquista de toda la región de Valencia

Por las tierras de los moros, saqueando y conquistando,

durmiendo durante el día y por las noches marchando ,

en ganar aquellas villas el Cid empleó tres años.

72

El Cid asedia Valencia. – Pregona a los cristianos la guerra

Los moros que hay en Valencia escarmentados están,

no osaban salir afuera, ni quieren irle a buscar;

todas las huertas les talan haciéndoles grande mal;

durante aquellos tres años el Cid les dejó sin pan.

Se quejan los de Valencia que no saben lo que harán,

pues que de ninguna parte llegarles podía el pan;

ni da amparo el padre al hijo ni éste al padre puede dar,

ni un amigo al otro amigo se podía consolar.

Mala cuita es, señores, el tener mengua de pan,

los hijos y las mujeres de hambre muriéndose están.

Viendo su duelo delante no lo pueden remediar.

Al rey que había en Marruecos piensan entonces llamar,

que con el de Montes Claros empeñado en guerra está;

mas su amparo no les manda ni viéneles a ayudar.

Súpolo mío Cid, y esto mucha alegría le da;

saliéndose de Murviedro una noche a cabalgar,

le cogió el amanecer en tierras de Monreal.

Por Aragón y Navarra pregones hizo enviar,

y hasta tierras de Castilla sus mensajeros se van.

«Quien quiera dejar trabajos y su soldada ganar,

véngase con mío Cid, que desea guerrear,

y cercar quiere a Valencia, que a los cristianos dará:

73

Repítese el pregón. quien quiera venir conmigo para cercar a Valencia

(todos vengan de buen grado, ninguno venga por fuerza),

le esperaré hasta tres días en el Canal de la Cella.»

74

Gentes que acuden al pregón. – Cerco y entrada de Valencia

Esto dijo mío Cid el Campeador leal.

Después se volvió a Murviedro, que ganado tiene ya.

Se difunden los pregones, que por todas partes van,

y al sabor de la ganancia nadie atrás quiere quedar;

muchas gentes se le acogen de la buena cristiandad.

Sonando por todas partes las hazañas del Cid van;

más son los que al Cid se juntan que no los que se le van;

y creciendo va en riqueza mío Cid el de Vivar.

Cuando a tanta gente vio, mucho se pudo alegrar.

Mío Cid Campeador no quiso esperarse más,

se dirigió hacia Valencia y sobre ella llegó a dar;

muy bien cercó Mío Cid sin defectos la ciudad;

viéraisle salir lo mismo como le vierais entrar.

Un plazo aún les concede, por si alguien les va a ayudar.

El cerco puesto a Valencia, nueve meses dura ya ;

cuando el décimo llegó, hubiéronse de entregar.

Grandes son los alborozos que corren por el lugar,

cuando el Cid ganó Valencia y al fin entró en la ciudad.

Los que llegaron a pie, ya sobre caballo van;

el oro y la plata, ¿quién era capaz de contar?

Todos eran ricos cuantos entraron en la ciudad.

Mío Cid la quinta parte de botín mandó tomar;

en monedas acuñadas treinta mil marcos le dan,

y de las otras riquezas, ¿quién las podría contar?

¡Qué alegre está mío Cid con cuantos con él están,

cuando en lo alto del Alcázar vieron su enseña ondear!

75

El rey de Sevilla quiere recobrar Valencia

Holgado estaba mío Cid con cuantos le acompañaban,

cuando a aquel rey de Sevilla las noticias le llegaban

de que sé tomó Valencia sin que nadie la amparara.

A atacarlos se marchó con treinta mil hombres de armas.

Sobre la huerta libraron con los cristianos batalla,

atacólos mío Cid, aquel de la luenga barba,

y la pelea duró hasta estar dentro de Játiva;

al pasar el río Júcar, van todos en desbandada,

los moros van ronceando y, sin querer, beben agua.

Hasta aquel rey de Sevilla con tres hachazos se escapa.

Y tornóse mío Cid trayendo tales ganancias,

que sí bueno fue el botín cuando a Valencia ganara,

fue mucho más provechosa para el Cid esta batalla.

A los que menos, tocóles unos cien marcos de plata.

Las nuevas del caballero ya veis adónde llegaban.

76

El Cid deja su barba intonsa. – Riqueza de los del Cid

Grande era la alegría entre todos los cristianos

que estaban con mío Cid Ruy Díaz, el bienhadado.

Ya le crecía la barba, mucho se le iba alargando,

tanto que dijera el Cid, cuando salió desterrado:

«Por amor del rey Alfonso, que de su tierra me ha echado,

no entrará en ella tijera ni un pelo será cortado ,

aunque de ello murmurasen los moros y los cristianos.»

Mío Cid Campeador en Valencia estaba holgando;

con él, Minaya Álvar Fáñez no se aparta de su lado.

Los que dejaron su tierra, de riqueza están cargados,

a todos les dio en Valencia el Campeador honrado

tierras, casas y heredades con las que fueron pagados,

el amor de mío Cid ya lo van ellos probando.

También pagados han sido los que luego se juntaron;

ve mío Cid Campeador que ellos, con lo que ganaron,

si se pudiesen marchar, haríanlo de buen grado.

Pero mandó mío Cid, por Minaya aconsejado,

que ningún hombre de aquellos que con él ganaron algo

que de él no se despidiese ni le besara la mano ,

y le prendan donde lo hallen, donde puedan alcanzarlo,

se le quite cuanto tenga y se le ahorque en un palo.

Dispuesto ya todo esto, con precauciones tomado,

de Minaya Álvar Fáñez el Cid se va aconsejando:

«Si así os parece, Minaya, fundar quisiera un Estado

con cuantos están aquí y conmigo algo ganaron;

que se pongan por escrito, y todos sean contados,

que si alguno se ocultase o de menos fuera echado,

lo ganado habrá de dar para mis buenos vasallos

que custodian a Valencia por sus murallas rondando.»

Así respondió Minaya: «El consejo es bien pensado.»

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