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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Cetaganda (15 page)

—¿Quiénes? ¿Lady Arvan y lady Bennello?

—Ellas eran la trampa, Miles. Yenaro lo organizó todo. Estoy seguro. Tenías razón con lo de la fuente: era una trampa. Ahora me doy cuenta. La belleza como carnada, de nuevo.

—¿Qué te pasó?

—¿Sabes algo de los rumores sobre afrodisíacos cetagandanos?

—Sí, algo sé…

—Bueno, en algún momento en la noche ese hijo de puta de Yenaro me dio un antiafrodisíaco.

—Mmm. ¿Estás seguro? Quiero decir que a veces estas cosas ocurren, me dijeron que…

—Fue una trampa, una trampa, mierda. Yo no las seduje, fueron ellas… Me llevaron arriba, a esa habitación sorprendente… seguro que lo tenían todo organizado. Dios, fue… fue… —Se le quebró la voz en un suspiro—. Fue glorioso… Por un tiempo… Y después me di cuenta de que no podía… bueno… no podía … hacerlo.

—¿Y qué hiciste?

—Era demasiado tarde para salir bien parado de la situación. Así que traté de salir de otro modo. Es lo único que se me ocurrió para que no se dieran cuenta.

—¿Y qué diablos hiciste?

—Fabriqué folclore instantáneo… toda una serie de leyendas. Les dije que un Vor se enorgullece de su autocontrol, que no se considera correcto en Barrayar que un hombre… ya sabes, antes que su dama… tres veces. Les dije que se consideraba un insulto para la dama. Y acaricié, froté, rasqué, recité poesía, toqueteé… me duelen los dedos… —También tenía la voz un poco rara, notó Miles—. Pensé que nunca se dormirían… —Iván hizo una pausa: una especie de sonrisa amarga reemplazó la mueca que se pintaba en su rostro—. Pero cuando se durmieron, estaban sonriendo. —La sonrisa se convirtió en una mirada de desesperación sombría—. ¿Cuánto te apuesto que esas dos son las peores ghemchismosas de todo Cetaganda?

—Yo no apuesto nada —dijo Miles, fascinado.
En el pecado está la penitencia… O
, en este caso, en la presa está la trampa. Alguien había estudiado las debilidades de su primo. Tal vez la misma persona que había estudiado las suyas—. Podríamos hacer que la oficina de SegImp investigue los rumores de los próximos días.

—Si se te escapa una sola palabra de todo esto… ¡te retuerzo el cuello…! Si es que consigo encontrarlo en ese cuerpo tuyo, claro está…

—Tendrás que confiar en el médico de la embajada. Análisis, de sangre…

—Ah, sí, sí. Quiero un rastreo químico en cuanto llegue. ¿Qué voy a hacer si el efecto es… permanente?

—¿Ba Vorpatril? —entonó Miles, los ojos tranquilos y divertidos.

—Mierda, yo no me burlé de ti con lo de la fuente…

—No. Cierto. No te burlaste. —Miles suspiró—. Estoy casi seguro de que el doctor te va a decir que la sustancia se metaboliza rápido, sea lo que fuere. Yenaro también bebió de esa taza…

—¿Tú crees?

—¿Te acuerdas del zlati? Apuesto mi ojo de plata de SegImp a que ése fue el vehículo.

Iván se relajó un poquito, obviamente aliviado con ese análisis profesional. Después de un instante, agregó:

—Yenaro ya te lo hizo a ti. Ahora a mí. A la tercera va la vencida. ¿Qué supones que hará ahora? ¿No podemos adelantarnos a sus movimientos?

Miles se quedó callado un largo rato.

—Depende. No sé si Yenaro se está divirtiendo o si él también es víctima de una serie de trampas. Tampoco estoy seguro de que exista alguna relación entre las bromas de Yenaro y la muerte de Ba Lura.

—¿Relación? ¿Qué relación?

—Nosotros somos la relación, Iván. Un par de chicos provincianos de Barrayar que vienen a la gran ciudad y están a punto, bien a punto, listos para que alguien les saque el jugo. Alguien nos está utilizando. Y creo que alguien… acaba de cometer un error fatal en la elección de herramientas. —O más bien de marionetas…

Iván lo miró fijo. Captaba el tono venenoso.

—¿Ya te has librado de ese juguetito que llevabas encima? —quiso saber.

—Sí… y no.

—Ah, mierda. Tendría que haberlo sabido… No puedo confiar en ti. ¿Qué diablos quiere decir
sí y no
? O sí o no…

—El objeto ya está en manos de sus dueños, sí.

—Entonces, listo, se ha terminado el asunto.

—No. No del todo.

—Miles… Será mejor que me cuentes…

—Sí, supongo que sí… —Miles suspiró. Estaban llegando a la zona de las delegaciones extranjeras—. Cuando termines con la gente de la enfermería, tengo algunas confesiones que hacerte. Pero sólo confiaré en ti si me prometes que cuando… cuando hables con el oficial de guardia de SegImp sobre lo de Yenaro, no mencionarás lo otro. ¿De acuerdo?

—¿Eh? —Iván habló despacio, como si albergara profundas sospechas.

—Las cosas se están… complicando un poco.

—Vaya, como si antes fueran normales.

—Quiero decir que ahora se están complicando de verdad; son cosas que sobrepasan el rango de asuntos de mera seguridad… Se han convertido en conflictos diplomáticos de extrema importancia y delicadeza. Tal vez demasiado delicados como para someterlos a la clase de paranoicos con botas que terminan dirigiendo las oficinas locales de SegImp. Ésa es una decisión que deberé tomar… yo mismo. Cuando esté seguro de que estoy listo. Pero esto ya no es un juego, Iván, y no puedo seguir sin apoyo. —
Necesito ayuda, que Dios me ayude… necesito ayuda
.

—Eso ya lo sabíamos ayer.

—Ah, sí… cierto. Pero el asunto es todavía más complejo de lo que sospechaba ayer.

—¿Complejo? ¿Hasta qué punto?

Miles dudó, y sonrió con amargura.

—No lo sé, Iván.

Solo en el baño de su suite, Miles se quitó lentamente el uniforme negro de la Casa Vorkosigan, que ahora necesitaba desesperadamente la atención de la lavandería de la embajada. Echó una mirada de reojo a su propio cuerpo en el espejo, después desvió la vista definitivamente. Pensó en el problema mientras estaba de pie en la ducha. Para los haut, cualquier humano normal era algo así como una forma de vida inferior. Desde la estrecha perspectiva de la haut Rian Degtiar, tal vez había poca diferencia entre él y, digamos, Iván.

Y, de vez en cuando, los ghemlores ganaban esposas haut por grandes hazañas. Los Vor y los ghemlores se parecían en muchas cosas. Hasta Maz lo había dicho.

¿Hasta qué punto tenía que ser grande la hazaña?
Muy grande
. Bueno… él siempre había querido salvar al imperio. Claro que no había pensado nunca en salvar al imperio
cetagandano
, pero la vida era así, siempre tirando pelotas inesperadas, con mucho efecto…

Estás loco, y lo sabes. Esperar, pensar siquiera en

Si él conseguía desbaratar el complot de la Emperatriz, ¿el emperador cetagandano le entregaría… la mano de Rian? Si conseguía mantener el complot de la emperatriz viuda, ¿tal vez la haut Rian Degtiar se sentiría lo suficientemente agradecida como para… darle su amor? Hacer las dos cosas al mismo tiempo sería una hazaña táctica de proporciones y habilidad sobrenaturales.

Los intereses de Barrayar, cosa rara, estaban directamente relacionados con los del emperador. Obviamente, como oficial de SegImp su deber era salvar al villano y acabar con la chica.

Correcto. Me duele la cabeza
.

A medida que se diluía el efecto de la haut Rian, la razón volvía poco a poco a sus cauces. ¿O no? Ella no había tratado de sobornarlo. Y sabía que aunque Rian hubiera sido tan fea como la bruja Baba Yaga, habría tenido que seguir adelante con eso. Hasta cierto punto. Necesitaba probar que Barrayar no había robado la Gran Llave y la única forma de conseguirlo era encontrar al ladrón. Se preguntó si habría resacas por exceso de pasión. Porque si existían, él estaba empezando la resaca antes de terminar la borrachera, lo cual no le parecía justo.

Ocho gobernadores sátrapas habían cometido traición a instancias de la emperatriz muerta. Era bastante optimista pensar que sólo uno de ellos era un asesino. Pero sólo uno tenía la Gran Llave.

¿Lord X? Siete posibilidades de equivocarse, contra una de acertar. Las cifras no estaban a su favor.

Ya… ya se me ocurrirá algo
.

7

Iván tardaba mucho en volver de la enfermería. Miles se puso el uniforme de fajina negro y, descalzo, encendió la comuconsola para averiguar algo de los ocho gobernadores haut de las ocho satrapías planetarias.

Los gobernadores de las satrapías se elegían dentro de un grupo de hombres que tenían parientes imperiales cercanos: hermanastros, tíos o tíos abuelos de las líneas maternas y paternas. Dos de los que ocupaban el cargo en ese momento eran de la constelación Degtiar. Cada uno de ellos regía su satrapía durante un período fijo de sólo cinco años y luego lo trasladaban, a veces a un retiro permanente en la capital de Eta Ceta, a veces a otra satrapía. Un par de los hombres mayores y más experimentados habían recorrido todo el imperio. El propósito de la limitación temporal era impedir que cualquiera que albergara pretensiones imperiales instaurara una base de poder local. Hasta ahí, todo resultaba muy sensato.

Y… ¿a quién había tentado en su hubris personal la emperatriz viuda? ¿A quién había tentado Ba Lura? ¿Cómo había conseguido relacionarse con los gobernadores, cómo había establecido el primer contacto? Si había desarrollado el plan durante veinte años, no le había faltado tiempo, mucho tiempo… y sin embargo, ¿cómo había podido predecir qué hombres serían gobernadores de satrapías en la desconocida fecha de su muerte? Los gobernadores tenían que haber entrado en el complot hacía relativamente poco… cualquier otra suposición era imposible.

Miles miró con los ojos entornados la lista de sus ocho sospechosos.
Tengo que reducir la lista de alguna forma. De muchas formas
. Si se basaba en la idea de que lord X había matado a Ba Lura personalmente, podría eliminar a los ancianos más frágiles… pero ésa era una conclusión precipitada. Cualquiera de los ghemlores podía tener un ghemguardia leal y capaz para encargarle la tarea, mientras él se quedaba en el centro de la ceremonia de entrega de regalos y establecía una coartada frente a docenas de testigos.

No había ninguna deslealtad para con Barrayar en el asunto pero lo cierto era que Miles hubiera querido pertenecer a Seguridad cetagandana… concretamente, hubiera deseado ser el hombre que se encargara de la investigación sobre el supuesto suicidio de Ba Lura, fuera cual fuese la operación que estuvieran llevando a cabo en ese momento. Pero no había forma de introducirse en ese flujo de datos sin llamar la atención. Y no estaba seguro de que Rian tuviera la mente puesta en el asunto, por no mencionar la necesidad urgente de mantener la atención de Seguridad cetagandana lo más lejos posible de Rian. Miles suspiró, frustrado.

Resolver el asesinato de Ba Lura no era asunto suyo. Su misión consistía en localizar la Gran Llave. Bueno, tenía una idea general de dónde estaba: en órbita, a bordo de una de las naves insignia de las satrapías. ¿Cómo lograría descubrir en cuál de ellas?

En ese momento, alguien llamó a la puerta e interrumpió sus furiosas meditaciones. Miles apagó rápidamente la comuconsola y dijo:

—Adelante.

Un Iván de aspecto bastante dispéptico entró trotando por la puerta.

—¿Y? —preguntó Miles, invitándolo a sentarse con un gesto. Iván arrastró un sillón pesado y cómodo hasta la comuconsola y se dejó caer en él de costado, con una mueca. Todavía llevaba el uniforme verde.

—Tenías razón. Es alguna sustancia que ingerí por vía oral y que se metaboliza rápido. No tan rápido como para que los médicos no pudieran conseguir una muestra, claro. —Iván se frotó el brazo—. Dicen que mañana ya no hubieran podido rastrearlo.

—Entonces, no habrá daño permanente.

—Excepto para mi reputación. Tu coronel Vorreedi acaba de entrar con bombo y platillo, te lo digo por si te interesa. Por lo menos, él me tomó en serio. Charlamos mucho rato sobre lord Yenaro. A propósito, Vorreedi no me pareció un paranoico con botas. —Iván dejó colgando en el aire las palabras.
¿Por qué no vas a verlo?
Miles hizo caso omiso.

—Me alegro. Creo. ¿Y no le mencionaste…?

—Todavía no. Pero si no empiezas a vomitar alguna explicación plausible, pienso soltarlo todo ahora mismo.

—De acuerdo. Me parece justo. —Miles suspiró y se preparó. Con la brevedad que permitían las complicaciones del caso, resumió su conversación con la haut Rian Degtiar, y sólo omitió la descripción de la increíble belleza de la mujer y su propia reacción frente a ella. Eso no era asunto de Iván.
Sobre todo
, no de Iván—. Me temo que la única forma en que podemos probar que Barrayar no tuvo nada que ver con esto es descubrir cuál de los gobernadores tiene la Gran Llave. —Y señaló hacia la órbita.

Iván tenía los ojos muy abiertos, la boca torcida en una mueca de desesperación total.

—¿Qué? ¿Quiénes van a descubrir al gobernador? ¿Nosotros?
¿Nosotros?
Miles, hace sólo dos días y medio que estamos aquí, ¿cómo es posible que el futuro del imperio cetagandano esté en nuestras manos? ¿No te parece asunto de Seguridad de Cetaganda?

—¿Y tú confiarías en ellos para limpiar nuestro nombre? —Miles se encogió de hombros y atacó por este lado—. Sólo nos quedan nueve días. Ya he pensado en tres caminos que pueden llevarnos hacia el hombre. Yenaro es uno de ellos. Unas pocas palabras tuyas a nuestro oficial de protocolo podrían poner la maquinaria de SegImp local a rastrear las conexiones de Yenaro sin sacar a relucir el asunto de la Gran Llave. Todavía. Otro camino tiene que ver con la muerte de Ba Lura, y no sé cómo puedo ponerlo en marcha en nuestro beneficio. Todavía. El tercero es el análisis político, y eso es algo que sí puedo hacer. Mira.

Miles pidió a su comuconsola un mapa tridimensional esquemático del imperio cetagandano donde también aparecían las rutas de agujero de gusano y los reinos vecinos.

—Ba Lura podría haber dejado la llave falsa en la nave de cualquier delegación galáctica. Pero eligió Barrayar. El sátrapa que compró a Ba Lura eligió Barrayar. ¿Por qué?

—Tal vez éramos los únicos disponibles en ese momento —sugirió Iván.

—Mmm. Estoy tratando de reducir el factor casualidad… por favor. Si el que apoya a Yenaro es nuestro hombre, nos eligieron de antemano como presas para las trampas. Ahora bien… —Hizo un gesto hacia el mapa—. Imagínate una situación en la que el imperio cetagandano se divide y cada planeta empieza a expandirse por separado. ¿Quién se beneficiaría de un enfrentamiento con Barrayar?

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