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Authors: Aurora Seldon e Isla Marín

Tags: #Erótico

Confirmación (19 page)

Sasha rió, meneando la cabeza, y se las arregló para preparar un desayuno decente. Con la bandeja en la mano, volvió a la habitación, y por un momento vislumbró lo que podría ser su hogar junto a Tommy.

Si así fueran todas sus mañanas de domingo, le encantaría la monogamia.

Capítulo 10
1

Con el comienzo del curso en la Universidad de Kingston, Tommy estuvo bastante ocupado adaptándose al nuevo ritmo de estudios.

Su clase de Literatura Victoriana le parecía interesante, quizá a causa del profesor Ethan Rice, especialista en la obra de Wilde.

Tommy no era muy aficionado a los dramas. Prefería novelas de aventura o de fantasía donde sabía que, a pesar de las penalidades de los protagonistas, habría un final feliz. A veces imaginaba su historia con Sasha, llena de altibajos, y prefería soñar, sin atreverse a confesarlo, con un final digno de una novela romántica.

Rice les había hecho leer
Cumbres Borrascosas
y disertaba apasionadamente sobre el trasfondo de la historia.

—Es una historia de emociones fuertes. Amor, odio, venganza, locura, vida y muerte —explicaba con ardor—. Los protagonistas tienen una relación de mutua dependencia durante toda su vida e incluso en la muerte. ¿Entendéis la profundidad de los sentimientos?

—Yo creo que habrían sufrido menos si hubieran follado más —susurró Tommy demasiado fuerte.

—Ah, ¿sí? ¿Eso crees? Explícate, Stoker —lo invitó el profesor mirándolo con una ceja levantada.

—Pues… A ver, si Heathcliff y Catherine lo hubieran hecho con frecuencia no se habrían agobiado tanto. Si hubieran pasado de todos y hubieran luchado por estar juntos el drama no habría sido tal. Y como éste en casi todos los grandes dramas de la historia. Romeo y Julieta, Rhett y Scarlett, don Juan y doña Inés, Marco Antonio y Cleopatra… y muchas más. Si hubieran follado más y pasado de la sociedad habrían sido más felices.

Un murmullo se alzó en el aula y Rice lo silenció con un gesto. Caminó hacia Tommy, mirándolo fijamente.

—Stoker, es indudablemente una teoría muy singular. De modo que, según tú, los problemas del mundo se arreglan en la cama.

—Pues todo no. Afirmar eso sería una estupidez de mi parte. Pero muchos de los dramas normales se arreglarían con un buen polvo. Sí, lo creo. —Notó varias miradas de admiración y sonrió, confiado.

Rice lo miró con severidad. Tommy le había robado el protagonismo de la clase. Nada de lo que dijera de allí en adelante sobre
Cumbres Borrascosas
significaría lo mismo. Era obvio que su juvenil audiencia sólo pensaba en el sexo.

—De acuerdo, Stoker. La próxima clase traerás un ensayo de diez páginas analizando lo que dices y lo disertarás para todos.

—Será un placer, profesor.

Cuando la clase terminó, su compañera de asiento, Alison Grady, le sonrió.

—Estuviste increíble. ¿De verdad crees en eso o lo dijiste para fastidiar a Rice?

—Por supuesto que lo creo. Firmemente. Creo que muchas discusiones, dramas y problemas de la vida se solucionarían follando más y pensando menos —le dijo manteniendo aún la sonrisa que había dirigido al profesor.

Un grupo se formó a su alrededor y Tommy expuso en voz alta sus ideas, lleno de una confianza que no se había esperado tener.

Ese fue el inicio de su amistad con varios jóvenes de su curso. Al cabo de un mes, habían fundado entre risas una sociedad secreta. La llamaron «La Sociedad de las Lenguas Vivas» y solían reunirse en la habitación del anfitrión de turno, para leer dramas victorianos y encontrarles la solución mediante el sexo.

Tommy nunca se imaginó que eso despertaría en él una inusitada pasión por la literatura. Pasión que Sasha, tan pragmático, no comprendería jamás.

Sus nuevos amigos lo admiraban por sus ideas liberales y su visión del sexo, tan audaz y rayana en la inmoralidad. Y, de hecho, tuvo sexo con tres de ellos y lo denominó «expresión literaria».

2

Sasha postuló a un postgrado en Gestión Empresarial en Oxford en octubre y pasó con éxito la selección inicial. Sin que lo supiera, Alex había influido muy sutilmente a través de lady Miranda, que se había encariñado con el joven.

—Te admitirán, ya verás —había dicho Tommy lleno de confianza. Sabía que Sasha deseaba ir a Oxford con toda su alma y aunque le apenaría tenerlo lejos, también le deseaba éxito.

—Eso espero. —Sasha también comenzaba a sentir la amenaza de la separación, y aunque ya no veía a Tommy tan seguido, estaban cerca y no tenía presión del estudio. En Oxford todo cambiaría.

Pero ya habría tiempo de pensar en ello. Tenía una fecha que celebrar: pasó su cumpleaños con los Andrew y Tommy, cenando en el Bimendum, lujoso restaurante de Kensington, y disfrutó la sensación de ser el homenajeado. Alex le había obsequiado un moderno equipo de música y Tommy varias cintas de sus artistas favoritos.

Al ver a sus amigos interactuar en ese exclusivo ambiente ya no lo sintió ajeno. Era parte de eso, el trabajo en el laboratorio lo había ayudado a relacionarse y sabía que su lugar estaba allí.

Sólo mantenía una discreta reserva sobre sus preferencias sexuales. No se ocultaba, pero tampoco era tan abierto como le habría gustado y de hecho, no se lo había dicho a los Andrew.

El aspecto laboral estaba lleno de satisfacciones. Alex lo había comenzado a llevar a algunas cenas de negocios, y así pudo adentrarse en los manejos de la industria farmacéutica desde una perspectiva global que le chocó al inicio.

—¿Financias el British Medical Journal? —preguntó en una ocasión, luego de cenar con Sean Abercrombie, su director, y con un médico norteamericano que experimentaba con biotecnología.

—Sí. Es necesario; financiamos también ciertas investigaciones en universidades, como la de Newport en los Estados Unidos y su hospital universitario. Sus publicaciones nos facilitan los trámites y controles para aprobar los medicamentos, como ese artículo que comentábamos, sobre las investigaciones de Barbara Elion para la Hepatitis B. Es candidata al premio Nobel, y si lo obtiene, el Angerix-B saldrá sin dificultades al mercado el año que viene.

—Entiendo. Una línea muy fina separa tu negocio de la ética.

—Vamos… así funciona. Mientras más rápido obtengamos los permisos, más dinero se puede destinar a la investigación de enfermedades como el SIDA. Además, nadie ha hablado de soborno. Thot Labs siempre ha financiado este tipo de cosas.

Sasha asintió. Era simplemente una jugada sutil. Había estudiado con atención la historia de Thot Labs y de otros laboratorios.

«Es sólo cuestión de estrategia —se dijo—. Pero además de dinero, hay vidas en juego.»

Pensó brevemente en Freddie Mercury y en los reportajes sobre el SIDA que Richie los había obligado a ver. No conocía de cerca de nadie que hubiera tenido la enfermedad pero por un momento imaginó que fuera Tommy. Thot Labs comercializaba el Retroviral para el tratamiento del SIDA, pero era solamente un paliativo. Sí, valía la pena hacer cualquier esfuerzo para poder detener esa terrible enfermedad.

En otra ocasión, asistió a una reunión con un empresario latinoamericano que les trajo un producto que Alex hubiera descartado sin pensar mucho, pero Sasha le habló en privado en medio de la cena y le pidió intentar fabricar las cápsulas de Uña de Gato
[8]
y proyectar un estudio de mercado. Alex jamás olvidaría su mirada cuando le dijo: «La medicina naturista es un nicho de mercado que no ha sido explotado aquí. Creo que tiene futuro». Y así ocurriría años después, pudiéndose posicionar Thot Labs con el 70% de participación gracias a esa temprana decisión.

3

Pero no todo era trabajo. Sasha salía invariablemente todos los fines de semana, con Tommy o sin él y últimamente era sin él.

Richie era el compañero de la mayoría de juergas y escuchaba pacientemente las quejas de Sasha cuando Tommy no salía con ellos.

—Lo he visto en
Glamour
[9]
posando con su auto en la puerta de Camden Palace, junto a sus nuevos amigos. Estoy seguro de que lo hace para fastidiar a su padre. ¡Qué inconsciente!

—Si lo hiciera para fastidiar a su padre posaría en la puerta del Heaven con nosotros y no en una discoteca normal.

—No sé. Vamos, esta noche quiero hacer algo diferente.

Ese «algo diferente» terminó en un local sadomasoquista del East End, que había conocido por un anuncio en una revista.

La sesión que presenciaron no acabó de gustarles y abandonaron el lugar sin más, pero Sasha le había encontrado el atractivo a los juegos de dominación y a ciertos accesorios.

Días después de esa sesión, a mediados de octubre, se decidió por fin a poner en práctica algo que deseaba hacer. Con la complicidad de Richie, compró en Sextasis un juego de muñequeras y tobilleras de cuero, cadenas y ropa interior de cuero, así como una mordaza y un collar. Como el paquete hacía mucho bulto, fueron al apartamento de Richie para guardarlo antes de salir al Heaven, pero una vez allí, Sasha no pudo resistir la tentación de probarse el slip de cuero con una abertura delante. Se sentía muy sexy y se colocó también el arnés de cuero para admirarse, pensando en lo que diría Tommy si lo viera.

Richie lo sorprendió haciendo posturitas delante del espejo y se echó a reír.

—Si sigues haciendo eso, no llegarás a estrenarlas con Tommy —declaró.

—¿No? ¿Te piensas adelantar? —Sasha movió las caderas, insinuante, mientras lo atrapaba por el cuello de la camisa.

—Si me sigues provocando, quién sabe… —Richie rió y Sasha tiró de sus brazos hacia atrás, inmovilizándolo frente al espejo.

—¿En serio lo harías? —La voz del ruso se hizo más insinuante y su boca le atrapó el lóbulo de la oreja—. ¿Te gustaría que te follase vestido así?

El pelirrojo no pudo evitar sentirse excitado, pero pensó en lo emocionado que estaba Sasha con el traje de cuero, pensando en la reacción de Tommy.

—Me gustaría —confesó—, pero tú querías estrenarlo con Tommy, así que puedo esperar.

Sasha pensó en su amigo, a quien extrañaba horrores. Era cierto que había pensado sólo en él mientras elegía el traje y también cuando se lo probaba, pero también era cierto que tenía que dejar de hacerlo. Siempre tendía a pensar en Tommy en exclusiva, como si fuera su pareja. Y eso no podía ser… Los hechos le daban la razón, Tommy había encajado perfectamente con su grupo de la universidad y parecía no necesitarlo.

—Yo no puedo esperar —dijo al oído del pelirrojo—. Y así seremos dos quienes le enseñemos a Tommy.

Richie frunció el ceño, pero las manos del ruso sobre su cuerpo le hicieron olvidar su reserva. Después de todo, él había enseñado a sus muchachos a disfrutar el sexo sin inhibiciones ni ataduras, en algo que llamaba
entrega total
y que siempre le traía satisfacciones.

—¿Seguro? —murmuró y ante la afirmación de su compañero, se entregó a un beso que aumentó su excitación, hasta que Sasha lo soltó.

—Desnúdate —ordenó.

Richie lo hizo, mientras Sasha ponía sobre la cama las muñequeras y tobilleras de cuero.

—Tiéndete boca abajo.

Richie obedeció, excitado ante su tono autoritario. En el sexo Sasha siempre tendía a ser el dominante y él disfrutaba sometiéndose.

Las muñequeras y tobilleras fueron puestas con destreza y Sasha tomó las cadenas y lo ató firmemente a la cama, dejando la cadena de los tobillos un poco más larga para darle movilidad.

—Eres mi esclavo —dijo—. Y harás todo lo que yo diga. ¿Cierto? —Richie asintió—. ¡Debes decir «sí, amo»! —tronó la voz de Sasha y le dio una suave palmada.

—Sí, amo —dijo dócilmente Richie, con un ligerísimo temor en la boca del estómago. Lo que habían visto en la sesión sado era tortura en toda regla y sabía que a Sasha no le había gustado, pero no estaba seguro de los límites que se habría impuesto y eso le hacía sentir un cosquilleo de anticipación.

—Quiero verte excitado —dijo Sasha—. Excítate para mí, muévete… di mi nombre.

Richie obedeció, aunque tener las manos atadas no ayudaba. Miró hacia un lado y el fuego en los ojos del ruso hizo que sus caderas se elevasen, ansiosas. Era increíble lo que un par de cadenas y una voz autoritaria podían hacer. Comenzó a mover las caderas frotándose contra el cubrecama, único modo que tenía de procurarse placer. Su miembro comenzó a endurecerse, pero Sasha tiró de una de las cadenas y lo hizo detenerse.

—Di mi nombre, esclavo —ordenó, dándole otra suave nalgada. Richie levantó la cabeza—. ¡Y no me mires! Un sucio esclavo como tú no debe mirar los ojos de su amo. Vamos, muévete… dime qué quieres que te haga…

—Sí, amo —dijo Richie, disfrutando el jueguito. La palmada de Sasha había sido suave, buscando excitar y a la vez diciéndole que la cosa no pasaría a mayores—. Sasha… mi amo… fóllame por favor… —El movimiento de caderas se intensificó—. Deseo tenerte en mí, sentir tu dureza traspasarme… amo, por favor…

—Mucho mejor —aprobó el ruso—. Sigue, dime más… ¿cómo quieres que te folle?

—Fuerte, amo —gimió el pelirrojo—. Quiero que me hagas gritar de placer, que me folles hasta que no pueda moverme, que en mi mente sólo haya lugar para ti…

Sasha sintió crecer su excitación. Era maravilloso ver a uno de sus mejores amigos sometido así, excitado, esperando con ansias que lo follase. El juego le fascinaba, la tortura de los sentidos combinada a una muy ligera tortura física eran suficiente para él. Quería una entrega sin reservas y Richie se la daría.

Se adelantó hacia la cama y subió en ella, besando la espalda de Richie, que seguía suplicando. Se detuvo entre las piernas del pelirrojo y comenzó a lamer su entrada, al tiempo que ordenaba:

—No quiero que hagas un sólo sonido, ni que te muevas, hasta que yo lo ordene.

—¡Hey!

—Nada. —Un apretón ligero en su erección le demostró a Richie que no bromeaba—. He dicho que ningún sonido.

El pelirrojo apretó los labios, decidido a obedecer, y puso la mente en blanco, pero cuando la lengua de Sasha comenzó a tentar su abertura, se estremeció y alzó las caderas.

De pronto, la caricia cesó.

Richie esperó, pero nada ocurría. Intrigado, se animó a alzar la cabeza y buscar a su amigo, pero no había nadie en la habitación.

—¿Sasha? —llamó despacio, pero nadie le respondió—. ¿Sasha? ¡Sasha!

No hubo respuesta y Richie se debatió, impotente, y lo siguió llamando hasta que se dio cuenta que no volvería. ¡Condenado jueguito de dominación! Estaba excitado, enfadado, y en el fondo temía que Sasha lo dejara realmente así, encadenado, por un tiempo prolongado.

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