Deja en paz al diablo (27 page)

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Authors: John Verdon

Tags: #Intriga

El hombre extrajo del bolsillo un pequeño dispositivo de grabación semejante a un iPod y lo estudió como si estuviera más interesado en eso que en el comentario de Kyle.

Gurney sonrió.

—No es de extrañar. En los incendios, los propietarios suelen ser los principales sospechosos.

—No siempre —dijo Kramden con voz suave.

—¿Ha conseguido una buena muestra del suelo? —preguntó Gurney.

—¿Por qué lo dice?

—¿Por qué? Porque alguien prendió fuego a mi granero anoche y me gustaría saber si las dos horas que ha pasado ahí abajo han sido productivas.

—Diría que sí. —Hizo una pausa—. Lo que hemos de hacer ahora mismo es completar estas entrevistas.

—¿En qué orden?

Kramden parpadeó.

—Usted primero.

—Supongo que el resto podemos ir al estudio —dijo Madeleine con frialdad— y esperar allí nuestro turno.

—Si no les importa.

Cuando Kyle y Kim estaban saliendo de la habitación, Madeleine se volvió, ya en el umbral.

—Supongo, investigador Kramden, que en algún momento compartirá con nosotros lo que ha descubierto sobre nuestro granero.

—Compartiremos lo que podamos.

Era una respuesta tan ambigua que Gurney casi se rio ruidosamente. Él mismo había respondido lo mismo incontables veces a lo largo de los años.

—Me alegro mucho de oír eso —contestó Madeleine, sin disimular un ápice que se sentía un poco molesta. Luego siguió a Kim y Kyle por el pasillo hasta el estudio.

Gurney se acercó a la mesa del desayuno, se sentó en una de las sillas y le señaló a Kramden otra situada enfrente.

El hombre dejó la grabadora en la mesa, pulsó un botón, se sentó y empezó a hablar con voz plana y burocrática.

—Investigador Everett Kramden, comisaría regional de Albany, DIC… Entrevista grabada iniciada a las diez horas y diecisiete minutos del veinticinco de marzo de dos mil diez… El sujeto de la entrevista es David Gurney… La entrevista se desarrolla en la casa del sujeto en Walnut Crossing. El propósito de la entrevista es recopilar información relacionada con un fuego sospechoso en una estructura secundaria de la propiedad de Gurney que cumplía la función de granero y que está situada aproximadamente a doscientos metros al sureste de la casa principal. Habrá transcripción y declaraciones juradas.

Lanzó a Gurney una mirada tan incolora como su tono.

—¿A qué hora fue consciente del fuego?

—No miré el reloj. Supongo que entre las 20.20 y las 20.40.

—¿Quién fue la primera persona que lo vio?

—La señorita Corazon.

—¿Qué atrajo su atención?

—No lo sé. Miró por esa puerta cristalera por alguna razón y vio las llamas.

—¿Sabe por qué miró?

—No.

—¿Qué hizo cuando vio las llamas?

—Gritó algo.

—¿Qué gritó?

—Creo que «Dios mío, ¿qué es eso?», o algo parecido.

—¿Qué hizo usted?

—Me acerqué desde la mesa del comedor, vi el fuego, corrí al teléfono y llamé a Emergencias.

—¿Hizo alguna llamada más?

—No.

—¿Alguien de la casa hizo más llamadas?

—No, que yo sepa.

—¿Qué hizo a continuación?

—Me puse los zapatos y corrí al granero.

—¿En la oscuridad?

—Sí.

—¿Solo?

—Con mi hijo. Estaba justo detrás de mí.

—¿El que se llama Kyle, el que estaba aquí?

—Sí, mi… único hijo.

—¿De qué color era el fuego?

—Predominantemente naranja. Ardía rápido, muy caliente, ruidoso.

—¿Ardía sobre todo en un lugar o en más de uno?

—Ardía en casi todas partes.

—¿Se fijó en si las ventanas del granero estaban abiertas o cerradas?

—Abiertas.

—¿Todas?

—Eso creo.

—¿Fue así como las dejó?

—No.

—¿Está seguro?

—Sí.

—¿Algún olor fuera de lo común?

—A un destilado de petróleo. Casi con toda seguridad gasolina.

—¿Tiene experiencia personal con acelerantes?

—Antes de mi asignación a Homicidios del Departamento de Policía de Nueva York, me entrené por un breve espacio de tiempo con una unidad de incendios del departamento de bomberos.

La expresión de Kramden dejó entrever que cruzaban por su mente una rápida sucesión de pensamientos.

—Supongo —continuó Gurney— que usted y su perro olfateador han encontrado pruebas de acelerante en la base de las paredes, así como en su muestra del suelo.

—Hemos hecho un examen concienzudo del sitio.

Gurney sonrió ante la no respuesta.

—Y está examinando su muestra de suelo mediante el cromatógrafo portátil de su furgoneta ahora mismo. ¿Me equivoco?

La única reacción de Kramden fue un fugaz abultamiento en el músculo de su mandíbula, seguido por una breve pausa antes de lanzar su siguiente pregunta.

—¿Hizo algún intento de apagar el fuego o de entrar en el edificio antes de la llegada de los bomberos?

—No.

—¿No hizo ningún intento por sacar nada de valor del edificio?

—No. El fuego era demasiado intenso.

—¿Qué habría sacado si hubiera podido?

—Herramientas…, un cortador de leña eléctrico…, nuestros kayaks…, la bicicleta de mi mujer…, algunos muebles viejos.

—¿Sacaron algo de valor del edificio durante el mes anterior al fuego?

—No.

—¿Los bienes del edificio estaban asegurados?

—Sí.

—¿Qué clase de póliza?

—De hogar.

—Necesitaré un inventario de los contenidos del edificio, además de su número de póliza, nombre del agente y nombre de la compañía aseguradora. ¿Hubo algún incremento reciente de la póliza?

—No…, a menos que haya algún ajuste inflacionario que desconozca.

—¿Se lo notificarían si lo hubiera?

—No lo sé.

—¿Tiene más de una póliza que cubra los daños por fuego?

—No.

—¿Ha tenido alguna pérdida asegurada de alguna clase?

Gurney pensó un momento.

—Cobré de un seguro de robo. Hace veinticinco años, en la ciudad, me robaron una moto.

—¿Nada más?

—Nada más.

—¿Han tenido algún problema relacionado con vecinos, parientes, negocios, lo que sea?

—Parece que tenemos un problema del que no éramos conscientes con el pirómano que arrancó todos los carteles de «prohibido cazar».

—¿Cuándo los pusieron?

—Mi mujer los puso hace un par de años, poco después de que nos trasladáramos aquí.

—¿Algún problema más?

Gurney pensó en el escalón serrado bajo sus pies y en la frase que alguien le había susurrado en el sótano. Por otro lado, no estaba seguro de que él fuera el objetivo prioritario de aquellos dos incidentes. Se aclaró la garganta.

—Nada más, que yo sepa.

—¿Abandonó en algún momento la casa durante las dos horas anteriores al descubrimiento del fuego?

—Sí. Después de cenar, fui hasta el banco que hay junto al estanque y estuve allí sentado un rato.

—¿Cuándo fue eso?

—Justo después de que anocheciera, así que… hacia las ocho, diría.

—¿Por qué fue allí?

—Para sentarme en el banco, como he dicho. Para relajarme.

—¿En la oscuridad?

—Sí.

—¿Estaba inquieto?

—Cansado, impaciente.

—¿Sobre qué?

—Una cuestión privada.

—¿Relacionada con el dinero?

—No.

Kramden se recostó en su silla, con la mirada fija en un pequeño punto de la mesa. Lo tocó curiosamente con el dedo.

—Y mientras estuvo sentado en la oscuridad, relajándose, ¿oyó algo?

—Oí un par de ruidos entre los árboles de detrás del granero.

—¿Qué clase de ruidos?

—Tal vez de ramas al romperse. No estoy seguro.

—¿Alguien más salió de la casa durante las dos horas anteriores al fuego?

—Mi hijo vino a sentarse un rato en el banco. Y la señorita Corazon también salió un rato, pero no sé cuánto.

—¿Adónde fue?

—No lo sé.

Kramden alzó una ceja.

—¿No se lo preguntó?

—No.

—¿Y su hijo? ¿Sabe si fue a algún otro sitio?

—Solo al banco y de vuelta a la casa.

—¿Cómo puede estar seguro?

—Tenía una linterna en la mano.

—¿Y su mujer?

—¿Qué pasa con ella?

—¿Salió de la casa?

—No, que yo sepa.

—Pero ¿no está seguro?

—No estoy del todo seguro.

Kramden asintió lentamente, como si estos hechos formaran parte de alguna clase de patrón coherente. Pasó la uña por la minúscula imperfección negra de la mesa.

—¿Encendió usted el fuego? —preguntó, todavía mirando al mismo punto.

Gurney sabía que era una de las preguntas estándar de una investigación por incendio que tenían que plantearse.

—No.

—¿Pidió a alguien que lo hiciera?

—No.

—¿Sabe quién lo hizo?

—No.

—¿Tiene alguna otra información que pudiera ayudar en la investigación?

—Ahora mismo no.

Kramden lo miró.

—¿Qué significa eso?

—Significa que ahora mismo no tengo ninguna otra información que pueda ayudar en la investigación.

Hubo un levísimo destello de rabia en los suspicaces ojos del investigador.

—¿Significa que planea tener alguna información relevante en el futuro?

—Oh, sí, Everett, definitivamente tendré información relevante en el futuro. Cuente con ello.

24. Suben las apuestas

Kramden dedicó solo veinte minutos a cada una de las entrevistas con Madeleine y Kyle, pero luego pasó más de una hora con Kim.

En ese momento ya era casi mediodía. Madeleine le preguntó si quería comer algo, pero él declinó la oferta con una mirada que era más avinagrada que cortés. Sin dar explicaciones, salió de la casa, bajó la pendiente del prado y se metió en su furgoneta, que estaba aparcada a medio camino entre el estanque y las ruinas del granero.

La niebla matinal se había disipado. El día se había vuelto un poco más luminoso bajo las nubes altas. Gurney y Kim estaban sentados a la mesa, mientras que Madeleine estaba picando setas para hacer tortillas. Kyle miraba por la ventana de la cocina.

—¿Qué demonios trama ahora?

—Probablemente está verificando el progreso de la cromatografía —dijo Gurney.

—O comiéndose el sándwich que se ha traído de casa —dijo Madeleine con una pizca de resentimiento.

—Una vez que preparas una cromatografía de líquidos y gases —continuó Gurney—, hace falta una hora para completar los análisis.

—¿Qué puede averiguar con eso?

—Mucho. La cromatografía puede determinar los componentes de cualquier acelerante, las cantidades precisas de cada uno de ellos, lo que básicamente produce una huella dactilar del tipo de producto químico. En ocasiones incluso puede averiguarse la marca, si tiene una fórmula característica. Puede ser muy específico.

—Lástima que no sea tan específico sobre el hijo de perra que encendió el fuego —dijo Madeleine, cortando una cebolla en la tabla, clavando con fuerza el cuchillo.

—Bueno —dijo Kyle—, puede que el investigador Kramden tenga una máquina lista, pero él es un capullo. No ha dejado de preguntarme por mi linterna, por qué camino tomé exactamente desde la casa y cuánto tiempo estuve en el estanque con papá. Parecía estar sugiriendo que mentía al decirle que no sabía quién causó el fuego. Capullo. —Miró a Kim—. A ti te ha tenido más rato que a nadie. ¿Qué quería?

—Al parecer quería saberlo todo de
Los huérfanos del crimen
.

—¿Tu programa de tele? ¿Por qué quería saber de eso?

Se encogió de hombros.

—¿A lo mejor piensa que las dos cosas están relacionadas?

—¿Ya sabía lo de
Los huérfanos
? —preguntó Gurney—. ¿Le has hablado de ello?

—Le he hablado de ello cuando me ha preguntado de qué te conocía y por qué estaba aquí.

—¿Qué le has contado acerca de mi papel en el proyecto?

—Le he dicho que eras un asesor técnico en cuestiones relacionadas con el caso del Buen Pastor.

—¿Nada más?

—Nada más.

—¿Le has hablado de Robby Meese?

—Sí, me ha preguntado sobre eso.

—¿Sobre qué?

—Sobre si había tenido problemas con alguien.

—Así que le has contado las… cosas peculiares que han estado ocurriendo.

—Era muy persistente.

—¿Le has dicho algo sobre la escalera? ¿Y sobre el murmullo?

—Sobre la escalera, sí. Acerca del murmullo, no. Yo no lo oí, así que pensé que era cosa tuya contarlo.

—¿Qué más?

—Nada más. Ah, quería saber exactamente dónde estaba cuando salí de la casa anoche. Si oí algo, si vi algo, si vi a Kyle, si vi a alguien más, esa clase de cosas.

Gurney se sintió inquieto. En todo interrogatorio en una escena del crimen había un amplio espectro de datos que podían divulgarse o no. Por un lado, se situaban los detalles personales irrelevantes que ningún agente con dos dedos de frente esperaría que alguien contara de forma voluntaria. Por otro lado, estaban los hechos cruciales para la comprensión del crimen, hechos cuyo ocultamiento constituiría una obstrucción a la justicia.

En medio había una gran zona gris sujeta a debate.

La cuestión relevante era si el conflicto personal en la vida de Kim podía ser visto, por el incidente del sótano, como algo que afectara directamente a la vida de Gurney. Si ella había informado de una posible conexión entre el escalón y el incendio en el granero, ¿no debería haber informado de eso también él?

Más concretamente, ¿por qué no lo había hecho? ¿Era porque como buen policía tendía a querer controlarlo todo manejando él solo toda la información?

¿O era por algo más sencillo, algo que se negaba a creer? Por su demasiado lenta recuperación. Tal vez temía que sus capacidades hubieran disminuido, que no fuera tan fuerte, tan agudo y tan rápido como había sido. ¿Le atormentaba la idea de que en otro momento no se habría caído de bruces y no habría dejado escapar al tipo del susurro?

—Lo averiguarás —dijo Madeleine, deslizando una tabla llena de champiñones picados y cebolla en una gran sartén al fuego.

Se dio cuenta de que ella lo estaba observando. Una vez más demostraba que era capaz de leerle la mente, de averiguar por su mirada qué estaba pensando, qué sentía. Le resultaba tan fácil como si lo hubiera expresado en voz alta. En un primer momento, esa cualidad le había resultado casi aterradora, pero con el tiempo había llegado a considerarla como una de las cosas más benignas y felices de su vida en común.

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