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Authors: Aurora Seldon e Isla Marín

Tags: #Erótico

Descubrimiento (13 page)

Su rostro se iluminó con esa idea y se volvió a mirar a Tommy, encontrando su mirada interrogante, pues él no entendía qué le pasaba. Sasha normalmente era muy poco dado a exteriorizar emociones, pero en esa ocasión casi había saltado en su asiento y miraba la pantalla como si fuera la respuesta a todos sus problemas. Tommy iba a preguntarle qué tanto le gustaba Mel Gibson cuando la pantalla terminó de abrirse y el cine quedó sumido en total negrura. Comenzaba
Dune
.

Sasha volvió a sujetar la mano de Tommy. Habían leído juntos el primer libro de la saga, discutiendo apasionadamente la alegoría que había en toda la trama. La imaginación de ambos había volado al imaginar el desértico paisaje de Dune, sus enormes gusanos, los yacimientos de especia… Ahora tendrían la oportunidad de ver todo eso recreado en la película.

Cuando apareció la Reverenda Madre Gaius Helen Mohiam visitando al joven Paul, Sasha sintió la repulsión que siempre le había causado ese personaje, en contraste con la belleza de Francesca Annis en el papel de Lady Jessica.

Tommy estaba fascinado por el joven Paul Atreides. No conocía al actor. Ni siquiera era capaz de pronunciar bien su apellido aunque fuera escocés, pero estaba segurísimo de que si pudiera, lo metería en su cama y se lo follaría de todas las maneras imaginables. De sólo verlo vestido con su destiltraje, sentía que su miembro despertaba. Miró alrededor, pero por suerte no había personas en los asientos cercanos. Con discreción, llevó una de sus manos bajo el bote de palomitas y comenzó a sobarse sobre el pantalón.

Sasha se había olvidado de las palomitas, la coca-cola y de Tommy. No perdía detalle de la película, relacionándola con el libro. En ocasiones, murmuraba un emocionado «Sí», a veces, sacudía la cabeza. Pero cuando Sting apareció vestido únicamente con un minúsculo tanga, su respiración se agitó y se volvió a ver a Tommy, que ondulaba de forma sospechosa en el asiento.

—No está nada mal, eh —comentó en voz baja.

—No lo está, aunque me gusta más Paul. Hum… todo esto podría estar mejor —añadió, como quien no quiere la cosa, y su mano libre reptó por todo el reposabrazos hasta la pierna de Sasha, que se tensó por un instante. Comenzó a subirla y el ruso lo miró con insistencia, pero Tommy no dejaba de mirar la pantalla como si no pasara nada, mientras su mano seguía avanzando hasta que llegó donde quería llegar: al paquete de Sasha, y se encontró con que ya se estaba levantando para recibirlo.

El primer impulso de Sasha fue retirar la traviesa mano de su compañero. Miró a ambos lados, pero nadie los veía, ocupados bien en la película o en sus propias parejas. Imaginó lo que haría con Tommy en ese mundo sin agua donde su amigo se le antojaba uno de los Caballeros de la Arena, un salvaje fremen luchando por obtener su agua y dársela a la tribu. Lentamente, colocó su suéter sobre la mano de Tommy, ocultándola de la vista y continuó mirando, recostándose levemente junto a él.

—El agua de la vida —susurró mirando el ritual de Lady Jessica, con la voz llena de segundas intenciones.

El bote de palomitas amenazaba por caerse de un momento a otro. Tommy decidió imitar a Sasha y lo dejó en el asiento de al lado, tapándose con su propia chaqueta. Ahora que todo estaba más oculto y más fácil, decidió aventurarse un poco más. Rápidamente bajó su propia cremallera y en cuestión de segundos su mano rodeaba totalmente su erección.

Con el pantalón de Sasha tuvo más complicaciones, pero también logró abrirlo y su mano pronto estuvo en contacto con la caliente piel del ruso. Cuando ya estuvo listo, comenzó a masturbarse y masturbarlo al mismo ritmo.

—Tommy… no… —protestó débilmente Sasha. Una cosa eran unos cuantos toqueteos en la oscuridad del cine; otra muy distinta era consumar el acto allí mismo. Un jadeo se le escapó cuando Tommy presionó su erección con la experiencia que le daba una larga práctica—. Luego habrá tiempo… mejor no…

Alguien les chistó, haciéndolos callar y el ruso miró sin ver el momento en que Muad’dib bebía el agua de la vida y adquiría la presciencia. Realidades alternas, cálculos infinitos de futuros y pasados, combinaciones matemáticas… Y la mano de Tommy sobre su erección.

Se preguntó qué habría pasado si Tommy y él no se hubiesen conocido, si hubiera permanecido en la URSS, si hubiera entrado a la KGB. La respiración entrecortada de Tommy, unida a su experta mano, lo hicieron gemir bajito. ¿Quién necesitaba la especia? Tommy era su droga y supo que de cualquier modo, hubiesen terminado conociéndose.

—Tócame —suplicó Tommy en un bajísimo susurro, en medio de un silencioso jadeo. No estaba seguro si Sasha lo habría oído, pero esperaba que sí. Quería que lo tocara, también quería besarlo y sentirlo dentro pero sabía que era imposible en el lugar que estaban. De momento se conformaría con que lo tocara.

El Kwisach Haderach, el que puede estar en varios lugares al mismo tiempo…

Como la mano de Tommy.

La mano de Sasha abandonó la seguridad del suéter que oprimía con fuerza y se deslizó por debajo de la chaqueta de Tommy, buscando su entrepierna.

No poseía la presciencia, pero sabía que su lugar estaba junto a Tommy. Amigos, amantes… no importaba cómo. No quería ni podía separarse de él.

Oprimió la erección del joven en el instante mismo en que Muad’dib entraba sobre un gigantesco gusano que engullía al barón Harkonnen. Lo masturbó furiosamente en los momentos en que Paul combatía con Feyd-Rautha.

La mano de Tommy también lo masturbaba, los movimientos de ambos estaban sincronizados, como si sus mentes fueran una sola.

Tommy se mordió con fuerza el labio inferior, tratando de silenciar los gemidos que querían escapar de su boca. En momentos así maldecía ser tan jodidamente sonoro cuando follaba. Movía su mano con fuerza tratando de seguir el ritmo que imponía Sasha en su propia erección, con su mano libre se agarraba con fuerza al reposabrazos clavando los dedos, todo ello sin apartar los ojos de la pantalla donde Paul y a Feyd-Rautha rodaban por el suelo.

Sasha contuvo la respiración unos momentos… La aguja con el veneno alzándose desde la cadera de Feyd-Rautha, que la movía agitándose en vano intento por clavársela le hizo pensar en el acto sexual. Su mano masturbando a Tommy se paralizó por unos instantes, para volver a su ritmo frenético cuando los ojos sin vida de Feyd miraron al cielo y una grieta se abrió bajo su cuerpo. Volteó hacia su compañero y atrapó sus labios en un furioso beso, transmitiéndole todas las emociones que sentía. Un traidor más había sido derrotado… se había hecho justicia, al menos en ficción.

Se sentía desbordado. El instante final del libro había sido recreado magníficamente y él se encontraba allí con la mejor de las compañías, siendo poco a poco transportado a un universo mágico en el cual permanecerían ellos dos mientras durase el orgasmo. En ese momento, olvidó
Dune
y sólo se concentró en lo que le hacía su compañero.

Tommy le devolvió el beso con igual furia, acallando en los labios de Sasha los gemidos que querían salir de su garganta. El orgasmo lo envolvió entre las manos de su amante y se olvidó de todo, salvo del hombre que lo seguía besando. En ese instante él era su todo, su mundo. No existía nada más.

—Asquerosos.

—Oye, marica, mejor llévatelo a un hotel.

Sasha rompió suavemente el beso. Los créditos de la película se mostraban en la pantalla. Un hombre y su novia querían pasar y las piernas de Tommy, extendidas en el estrecho pasadizo, se lo impedían. Apretó los labios con rabia y se hizo a un lado. No era el momento de buscarse problemas. Las luces comenzaron a encenderse mientras se arreglaba el pantalón, mirando de reojo a su compañero.

—¿Qué pasa? ¿Envidia por que nosotros tenemos una vida sexual activa? —replicó Tommy mientras apartaba lentamente las piernas—. Es más que obvio que la mojigata de tu novia no se deja meter mano. —Miró a la chica que parecía recién salida de un convento. Su expresión era entre amargada y escandalizada.

Sasha quiso reír. Por un momento se había dejado llevar, sintiendo que él y Tommy eran invencibles, que podían hacer lo que se les antojase. La chica enrojeció violentamente, pero ni por eso la perdonó por haberlos llamado asquerosos. Quiso decirle que no había nada de asqueroso en amar, pero entonces la cordura volvió y los dejó pasar, con el rostro vuelto nuevamente una imperturbable máscara. Sabía que llegaría el día en que no tuviera que ocultarse… Podía esperar.

Miró a Tommy, que se acomodaba su ropa y susurró despacio:

—¿Estás bien?

—Maravillosamente. —Una sonrisa le iluminó el rostro—. La peli ha estado genial pero creo que tendremos que volver a verla. Se me han escapado algunos detalles.

Cuando finalmente se encendieron las luces, Tommy se puso rápidamente las gafas de sol. Toda esa luz de repente le hacía daño.

—Sí. La veremos de nuevo. —Sasha hizo una mueca hacia la mancha blanca que había en su suéter e intentó quitarla con un pañuelo—. Mira lo que has hecho —dijo con fingido reproche—. Sabía que me traerías problemas.

—Tendrás quejas —se burló Tommy—, con lo bien que te trato. Además mi chaqueta ha quedado igual de arruinada. —La mancha estaba en una manga así que se la puso y se remangó hasta taparla. Encima llevaría el abrigo y tampoco se notaría.

—Vamos, tenemos que coger el último autobús para el colegio —dijo Sasha consultando su reloj y los dos jóvenes se perdieron en medio de la neblina londinense, camino al paradero.

4

El primer fin de semana después de las vacaciones navideñas, Tommy recibió una llamada que lo emocionó totalmente. Alex iba a ir al colegio. Su primera idea fue presentarle a Sasha en cuanto llegara, pero el ruso lo convenció de que no era adecuado. Eran demasiado distintos y tal vez Alex no aprobara su amistad. Tommy aceptó la idea a regañadientes.

De todas formas, Sasha tenía que trabajar ese sábado y no habrían podido estar juntos, así que fue solo a la sala de visitas a esperar a su hasta hacía poco mejor amigo. Mientras lo esperaba estuvo pensando en ello. Antes de su llegada a Saint Michael no creía que pudiera tener un mejor amigo que Alex, pero había conocido a Sasha. Y no quería menos a Alex; más bien quería muchísimo más a Sasha.

Cuando Alex apareció con un elegante traje y una radiante sonrisa, Tommy no pudo evitar salir corriendo y tirarse a sus brazos.

—¡Alex, te he echado muchísimo de menos! —exclamó, sin soltarlo—. Ven, vamos a los jardines. Hace frío, pero es un día precioso.

Buscaron un banco al sol y se sentaron. A lo lejos se escuchaba el bullicio de miles de conversaciones interrumpidas ocasionalmente por risas alegres.

—No me dijiste que habías pasado la Navidad aquí —reprochó Alex—. Podrías haberme avisado para llevarte a Averbury con mis padres.

—Me apetecía quedarme aquí, algo tranquilo. Además quería habituarme al colegio en soledad y estar un poco suelto, sin padres… No sé si me explico —dijo con una sonrisa pícara—. Me apetecía estar por una vez a mi aire sin que nadie me controlara.

—Entiendo, pero la Navidad es una fecha especial. Nos habría encantado tenerte en casa. No me gusta que te hayas quedado solo aquí.

—No he estado solo, se quedaron algunos alumnos y profesores. Estuvo bien.

Alex no dijo nada pero se le hizo un tanto extraño tanto apego al colegio. Durante un rato estuvieron en silencio. Tommy se veía feliz y relajado, como si siempre hubiera pertenecido a ese lugar. Sus largas piernas colgaban descuidadas mientras miraba al cielo. Alex lo observó, pensativo. Unos días antes de empezar el colegio había estado muy deprimido y ahora se veía radiante.

—Pareces absolutamente feliz. ¿Qué ha pasado?

—Soy feliz —confesó Tommy con una amplia sonrisa. Luego frunció el ceño durante un instante: había prometido a Sasha no decirle nada a Alex, pero no podía callárselo—. He conocido a alguien. Es mi mejor amigo, nos gustan las mismas cosas y lo paso fenomenal con él. Me hace muy feliz haberlo conocido.

Alex se lo quedó mirando con fijeza, intentando decidir si hablaba en serio. Sin poder evitarlo, le vino a la mente la conversación que sostuviera con Tommy cuando éste huyó de casa por besar a su primo, y frunció levemente el ceño. Las amistades demasiado cercanas entre jóvenes del mismo sexo eran algo común en los internados. Romances platónicos en los que cada amigo sentía absoluta adoración por el otro. Alex lo había sentido años atrás por un condiscípulo, pero eso había quedado olvidado con la llegada del amor y supuso que a Tommy le ocurría algo parecido.

—Imagino que por eso te quedaste en el colegio, ¿verdad? —Tommy asintió—. Me alegro de que hayas encontrado a alguien especial, pero tómatelo con calma. No olvides que lo que puede parecerte una gran amistad puede ser malinterpretado por otros.

—Vale, me calmo. Pero es maravilloso y estoy deseando que lo conozcas, aunque tendrá que ser otro día. Es extranjero… Está aquí con una beca y trabaja muy duro para costearse los gastos. —El rostro se le ensombreció—. No me deja ayudarlo, es tan orgulloso…

—Tampoco es malo querer ganarse las cosas uno mismo —reflexionó Alex. Le había gustado que el otro muchacho no quisiera aprovecharse de su joven amigo tan necesitado de cariño—. Angel también es así. —Sonrió—. Quiere trabajar conmigo en el laboratorio, pero ha querido hacer todos los exámenes y pruebas para ingresar. No desea que nadie diga que entró por enchufe. —Tras unos momentos de silencio, añadió—. Voy a casarme con ella. —Tommy lo miró, interesado—. Todos están en contra. Mi hermano Ebenezer se sube por las paredes, dice que Angel no tiene posición y que nos perjudicará socialmente. Cree que está conmigo por nuestro dinero. Y mis padres lo creen también. Pero no es cierto…

—Entonces, ¿incluso así vas a casarte con ella? ¿Aunque tus padres no lo aprueben? —Tommy puso la mano en el antebrazo de Alex, dándole apoyo.

—Mi padre va a aprobarlo, es la condición que he puesto. —Tommy lo miró sin entender—. Es que voy a comenzar a dirigir el laboratorio apenas termine mis estudios. No es lo que yo quería; ya sabes que tenía planeado dedicarme a la investigación, pero mi padre está enfermo y no quiere dejar la dirección en manos de Ebenezer. Ha descubierto que tiene muchas deudas y hace poco vendió parte de sus acciones a su socio McAllister, poniéndolo en una posición ventajosa. Mi padre quiere que los Andrew sigan siendo los accionistas mayoritarios y me va a dejar la presidencia. Le he puesto como condición que apruebe mi matrimonio con Angel… Me ha pedido tiempo, quiere conocerla antes. —Sonrió levemente—. Eso es un buen paso. Cuando la conozca, se dará cuenta de lo maravillosa que es.

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