Despertar

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Authors: L. J. Smith

Tags: #Fantástico, infantil y juvenil, romántico

 

Stefan Salvatore, el nuevo alumno de Fell’s Church, arrastra con él un misterioso pasado y también a alguien que sólo desea venganza, su hermano Damon: su odio excede las barreras del tiempo… Ahora tratan de reproducir un mortífero triángulo amoroso que tiene en su centro a Elena, la chica más popular del instituto.

Crónicas Vampíricas es la historia de dos hermanos vampiros y de la hermosa muchacha que deberá elegir entre ellos. Elena es la chicas más popular de institulo Fel's Church. Al conocer a los hermanos Salvatore se debatirá entre su amor por el apuesto Stephan o por los sentimientos que le provoca el malvado Damon.

The Vampire Diaries (The vampire diaries o Diarios de vampiros en Hispanoamérica y Crónicas vampíricas en España) es una serie de novelas estadounidense de vampiros, escritas por L. J. Smith. La historia se centra en torno a Elena Gilbert, una chica y su amor por dos hermanos vampiros. La serie fue originalmente una trilogía (Despertar, Conflicto y Furia) publicada en 1991, pero la presión de los lectores, llevó a Smith a escribir un cuarto libro, Dark Reunion (Invocación), que fue lanzado al año siguiente. Luego de una ausencia de varios años escribiendo, L. J. Smith, anunció en 1998 un nuevo spin-off de la trilogía; titulada The Vampire Diaries: The Return, continuando la saga, con Damon como protagonista principal. La primera entrega, The Return: Nightfall (Damon: El retorno) fue lanzado el 10 de febrero de 2009. The Return: Shadow Souls (Damon: Almas oscuras), fue puesto en libertad el 16 de mayo de 2010. El último libro de la serie llamado, The Return: Midnight (Damon: Medianoche) salió a la venta el 15 de marzo de 2011. La saga principal se puso a la venta en España en 2008, y debido al éxito se ha continuado publicando hasta el último libro en 2011.

La editorial americana ha decidido publicar tres nuevos libros de la saga Crónicas vampíricas. La saga se publicará bajo el título Vampire diaries. The Hunters pero los libros no serán escritos por L. J. Smith. En un inicio, Smith eligió como títulos para esta saga: Phantom, Moonsong y Eternity. Tras romper el contrato con Alloy Entertainment, L. J. Smith dejó escrito el primero de los libros, Phantom, pero quiso mantener el título de Eternity para poder escribir su propia saga. L. J. Smith escribirá un libro llamado Eternity: A Vampire Love Story.

The Vampire Diaries ha sido adaptado a una serie de televisión que se estrenó el 10 de septiembre de 2009, por el canal juvenil The CW, en Estados Unidos y TNT, en España. Los llamados Diarios de Stephan (Origins, Bloodlust y The Carving), son libros inspirados en la serie de televisión, que se pueden considerar como una precuela de la saga original, comienzan a aparecer en España.

Crónicas Vampíricas:

Despertar

Conflicto

Furia

Invocación

Damon: El retorno

Damon: Almas oscuras

Damon: Medianoche

Próximanente en España:

The Hunters: Phantom

The Hunters: Moonsong

The Hunters: Eternity?

The Vampire Diaries serie:

Origins (Diarios de Stephan)

Próximamente:

Bloodlust

The Carving

L. J. Smith

Despertar

Crónicas Vampíricas 1

ePUB v1.0

lenore
04.01.12

A mi querida amiga y hermana Judy.

Con un agradecimiento especial a Anne Smith, Peggy Bokulic, Anne Marie Smith y Laura Penny por la información sobre Virginia, y a Jack y Sue Check por toda su sabiduría popular.

Capítulo 1

4 de septiembre

Querido diario:

Algo horrible va a suceder hoy.

No sé por qué escribí eso. Es de locos. No hay ningún motivo para que me sienta inquieta y todos para que sea feliz, pero...

Pero aquí estoy a las 5.30 de la mañana, despierta y asustada. No hago más que decirme que simplemente sucede que estoy hecha un lío debido a la diferencia horaria entre Francia y aquí. Pero eso no explica por qué me siento tan asustada. Tan perdida.

Anteayer, mientras tía Judith, Margaret y yo volvíamos del aeropuerto en coche, tuve una sensación muy extraña. Cuando giramos en nuestra calle, pensé de repente: «Mamá y papá nos están esperando en casa. Apuesto a que estarán en el porche delantero o en la sala de estar mirando por la ventana. Deben de haberme echado mucho de menos».

Lo sé. Es de locos.

Pero incluso cuando vi la casa y el porche delantero vacío seguí sintiendo lo mismo. Subí corriendo los escalones y llamé con la aldaba. Y cuando tía Judith abrió con la llave me precipité adentro y simplemente me quedé en el vestíbulo escuchando, esperado oír a mamá bajar por la escalera o a papá llamando desde el estudio.

Justo entonces, tía Judith soltó ruidosamente una maleta en el suelo detrás de mí, lanzó un enorme suspiro y dijo: «Estamos en casa». Margaret rió. Y me invadió la sensación más horrible que he tenido jamás. Nunca me he sentido tan total y completamente perdida.

Casa. Estoy en casa. ¿Por qué suena eso como una mentira?

Nací aquí, en Fell's Church. Siempre he vivido en esta casa, siempre. Esta es mi misma vieja habitación, con la leve marca de quemadura en las tablas del suelo donde Caroline y yo intentamos esconder cigarrillos en quinto grado y estuvimos a punto de asfixiarnos. Puedo mirar por la ventana y ver el enorme membrillo al que Matt y los chicos treparon para colarse en la fiesta de pijamas de mi cumpleaños hace dos años. Ésta es mi cama, mi silla, mi tocador.

Pero en estos momentos todo me parece extraño, como si yo no perteneciera aquí. Soy yo la que está fuera de lugar. Y lo peor es que siento que hay algún lugar al que pertenezco, sólo que no logro encontrarlo.

Ayer estaba demasiado cansada para ir a Orientación. Meredith recogió mi programa por mí, pero yo no tuve ganas de hablar con ella por teléfono. Tía Judith dijo a todos los que llamaban que tenía jet lag y dormía, pero me observó durante la cena con una curiosa expresión en el rostro.

Tengo que ver a la pandilla hoy, no obstante. Se supone que debemos encontrarnos en el aparcamiento antes del instituto. ¿Estoy asustada por eso? ¿Les tengo miedo?

Elena Gilbert dejó de escribir. Contempló fijamente la última línea que había escrito y luego meneó la cabeza, con la pluma cerniéndose sobre el pequeño libro con tapa de terciopelo azul. Luego, con un gesto repentino, alzó la cabeza, y arrojó pluma y libro a la gran ventana mirador, donde rebotaron inofensivamente y aterrizaron sobre el tapizado asiento interior que había al pie de la ventana.

Todo era tan totalmente ridículo...

¿Desde cuándo ella, Elena Gilbert, había tenido miedo de reunirse con gente? ¿Desde cuándo la había asustado nada? Se puso en pie y, llena de enfado, introdujo los brazos en un quimono de seda roja. Ni siquiera echó una ojeada al trabajado espejo Victoriano sobre el tocador de madera de cerezo; sabía lo que vería. Elena Gilbert, rubia, esbelta y fantástica, la que marcaba tendencias, la alumna de último curso de secundaría, la chica que todos los chicos deseaban y que todas las chicas querían ser. La chica que justo en aquellos momentos mostraba una cara de pocos amigos y tenía los labios apretados.

«Un baño caliente y un poco de café y me tranquilizaré», pensó. El ritual matutino de darse un baño y vestirse resultó relajante y se lo tomó con parsimonia, revisando los nuevos conjuntos traídos de París. Finalmente eligió una combinación de un top rojo y unos shorts blancos de lino que le daban un aspecto muy atractivo. «Bastante apetitosa», pensó, y el espejo mostró una muchacha con una sonrisa inescrutable. Sus anteriores temores se habían desvanecido, olvidados.

—¿Elena? ¿Dónde estás? ¡Llegarás tarde al instituto! —La voz ascendió débilmente desde abajo.

Elena volvió a pasar el cepillo por su melena sedosa y la sujetó atrás con una cinta de un rojo intenso. Luego cogió su mochila y descendió la escalera.

En la cocina, Margaret, de cuatro años, comía cereales sentada a la mesa, y tía Judith cocinaba algo en los fogones. Tía Judith era la clase de mujer que siempre parecía vagamente aturallada; tenía un rostro delgado y afable y un cabello claro y lacio echado hacia atrás descuidadamente. Elena le dio un beso en la mejilla.

—¡Buenos días a todo el mundo! Lamento no tener tiempo para desayunar.

—Pero, Elena, no puedes salir así sin comer. Necesitas tus proteínas...

—Comeré una rosquilla antes del instituto —respondió ella con vivacidad.

Depositó un beso en la rubia cabeza de Margaret y dio la vuelta para marcharse.

—Pero, Elena...

—Y probablemente iré a casa de Bonnie o Meredith después de clase, de modo que no me esperéis para cenar. ¡Adiós!

—Elena...

Elena estaba ya en la puerta principal. La cerró tras ella, cortando las distantes protestas de tía Judith, y salió al porche delantero.

Y se detuvo.

Todas las malas sensaciones de la mañana volvieron a abalanzarse sobre ella. La ansiedad, el miedo. Y la certeza de que algo terrible estaba a punto de ocurrir.

La calle Maple estaba desierta. Las altas casas victorianas parecían extrañas y silenciosas, como si todas estuvieran vacías por dentro, como las casas de un plató abandonado. Parecían vacías de gente, pero llenas de extrañas cosas vigilantes.

Eso era: algo la vigilaba. El cielo sobre su cabeza no era azul, sino lechoso y opaco, como un cuenco gigante vuelto boca abajo. El aire era sofocante, y Elena tuvo la seguridad de que había ojos observándola.

Vio algo oscuro en las ramas del viejo membrillo que había frente a la casa.

Era un cuervo, tan inmóvil como las hojas teñidas de amarillo de su alrededor. Y era la cosa que la observaba.

Intentó decirse que era ridículo, pero en cierto modo lo sabía. Era el cuervo más grande que había visto nunca, gordo y brillante, con arcos iris centelleando en sus plumas negras. Podía ver cada detalle con claridad: las ávidas garras oscuras, el afilado pico, el individual y centelleante ojo negro.

Estaba tan quieto que podría haber sido un modelo en cera de un ave colocado allí. Pero mientras lo contemplaba fijamente, Elena se sintió enrojecer poco a poco, el calor ascendiendo en oleadas por la garganta y las mejillas. Porque... la miraba a ella. La miraba del modo con que los chicos la miraban cuando llevaba un bañador o una blusa muy fina. Como si la desvistiera con los ojos.

Antes de darse cuenta de lo que hacía, ya había soltado la mochila y cogido una piedra de la entrada.

—¡Fuera de aquí! —dijo, y oyó la temblorosa cólera de su propia voz—. ¡Vamos! ¡Vete! —Con la última palabra, arrojó la piedra.

Hubo una explosión de hojas, pero el cuervo remontó el vuelo indemne. Las alas eran enormes y hacían tanto ruido como toda una bandada de cuervos. Elena se acuclilló, repentinamente presa del pánico, cuando el ave aleteó justo por encima de su cabeza, alborotando sus cabellos rubios con el viento producido por las alas.

Pero volvió a alzarse abruptamente y describió un círculo, una silueta negra recortada en el cielo blanco como el papel. Luego, con un graznido ronco, giró y se marchó en dirección al bosque.

Elena se irguió despacio, luego miró en derredor, cohibida. No podía creer lo que acababa de hacer. Pero ahora que el pájaro se había ido, el cielo volvía a parecer normal. Un leve viento agitó las hojas, y Elena aspiró profundamente. Calle abajo, una puerta se abrió y varios niños salieron en tropel, riendo.

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