Diario de un Hada

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Authors: Clara Tahoces

Tags: #Fantástico, Infantil y Juvenil

 

Sólo viven si crees en ellas.

El nombre de un hada es secreto, nadie debe conocerlo. De lo contrario, podría ocurrir algo impredecible.

Éste es el diario de uno de esos minúsculos y delicados seres alados que comparten los bosques con elfos, ninfas, gnomos, trolls y otros caprichosos seres de leyenda.

A través de sus páginas visitaremos un mundo fabuloso, nos enseñarán sus sorprendentes poderes curativos y las hierbas que utilizan para sus filtros, sus manjares preferidos, la labor que desempeñan en nuestras vidas, descubriremos cómo algunos seres humanos se pueden transformar en hadas, víctimas de oscuros encantamientos, y seremos testigos de los prodigiosos acontecimientos que les suceden.

Diario de un hada es una porción de ilusión que pretende contribuir a que el mundo de la fantasía siga vivo, un libro que encierra un pequeño enigma que el lector avezado podrá descubrir con un poco de paciencia: busque entre sus páginas y descubra el nombre escondido del hada.

«Cada vez que un niño dice que no cree en las hadas, cae muerta una de ellas, por eso van quedando tan pocas.»

Clara Tahoces

Diario de un Hada

ePUB v1.0

juanmramos
 
27.06.12

Título original:
Diario de un Hada

Clara Tahoces, 1999.

Ilustraciones: El nombre del ilustrador

Diseño/retoque portada: juanmramos

Editor original: juanmramos

ePub base v2.0

Prólogo

«... Cuando un niño dice que no cree en las hadas, cae muerta una de

ellas, por eso van quedando tan pocas...»

JAMES BARRIE

«Con gran asombro por mi parte, he sabido que hay personas que no han visto jamás a un gnomo. No puedo por menos que compadecerlas. Estoy seguro de que no están bien de la vista.»

AXEL MUNTHE

H
ace unos meses me vi envuelta en una circunstancia un tanto insólita... Me notificaron que mi tía Clarissa había fallecido y se me instaba a que me presentase ante el notario para escuchar la lectura del testamento... El hecho en sí no debería extrañar. Todos los días mueren y nacen personas, es el ciclo de la vida. Sin embargo, mi tía Clarissa no era una persona común. De entrada, no supe qué pensar puesto que (muy a mi pesar) apenas la había visto en tres o cuatro ocasiones —en compromisos familiares—, aunque sí sabía de sus andanzas, pues era el «gato verde» de la familia, y eso ya es difícil, créanme. Para rendir un pequeño homenaje a su figura, diré que vivía completamente sola, en una casona apartada, lejos del mundanal ruido, del humo de los coches y del estrés que a todos nos va envolviendo poco a poco, y del que apenas sí podemos desligarnos. ¡No tenía un pelo de tonta tía Clarissa! Vivía de manera holgada gracias a una herencia, y aparentemente no se dedicaba a nada en concreto, más que a sus plantas, flores y animales (tenía siete perros y seis gatos, amén de numerosos reptiles), que tras su fallecimiento fueron repartidos en distintos lugares...

Uno de esos gatos (negro para más señas) vive ahora conmigo. Era una eremita moderna. Aunque esta semblanza pudiera hacernos pensar que se trataba de una persona muy mayor, no lo era... Es más, siempre sospeché que hacía «pactos» con «entidades», vaya usted a saber de qué clase, porque no aparentaba la edad que se suponía debería tener... En realidad, posteriormente a su muerte, traté de indagar los años exactos y nadie de la familia supo darme razón...; ¡está claro que era una desconocida para todos nosotros! Pero lo más curioso es que los documentos en los que debería constar este dato (partida de nacimiento, DNI, etc.) no aparecieron parte alguna, ni siquiera en los registros correspondientes.

De esta última investigación me encargué personalmente, y acostumbrada como estoy a tratar de llegar hasta el fondo de las cosas, en esta ocasión —como en otras tantas— debo reconocer mi derrota. Es como si alguien se hubiese tomado la molestia de hacerlos desaparecer, o como si los mencionados documentos no hubiesen existido jamás...

Tampoco pude averiguar nada sobre su vida...; para la familia era, como ya he expresado hace unas líneas, una completa y misteriosa extraña. No se le conocían amigos ni amigas (a su entierro y funeral no acudieron más que algunos familiares por no dejarla sola). Entre ellos, me encontraba yo, pero más que por cumplir me acerqué por curiosidad —es justo reconocerlo—, aunque también es conveniente especificar que si los misterios siempre me han atrapado, tía Clarissa desde luego era uno de ellos, ¡y yo me daba cuenta ahora, tras su muerte! Además, yo llevaba mi nombre como derivación del suyo, y por alguna curiosa casualidad estaba incluida en la lista de las personas que debían acudir a la lectura del testamento. ¡Algo inexplicable!

Lo más sorprendente de todo es que el dinero que poseía, así como sus bienes terrenales, lo donó para obras de beneficencia, excepto unos viejos papeles que aparecían citados en el testamento, y que ella deseaba que yo tuviese en mi poder..., ¿por qué? Lo ignoro.

Aquellos manuscritos no se me entregaron de inmediato por una simple razón: no fueron hallados hasta varias semanas después, una vez que empezaron a desmantelar la casona. La tía Clarissa —celosa de su intimidad hasta con ella misma— los había escondido debajo de una tabla que cubría el suelo de su habitación. Alguien pisó mal, la tabla saltó y quedó al descubierto una caja en la que aquellos papeles —que para ella debían ser sumamente valiosos— se encontraban perfectamente ordenados y envueltos en una capa de hojas secas... Olían a tierra, como si hubiesen estado enterrados o metidos en alguna oquedad por un tiempo. La intriga me corroía, así que apenas los tuve en mi poder me faltó tiempo para encerrarme en mi habitual lugar de trabajo a fin de escudriñar tan insólita herencia. ¿Qué contenían aquellos manuscritos?, se preguntará el lector... Esa misma cuestión me la formulaba yo.

Cuando comencé a leerlos me quedé estupefacta y saqué dos conclusiones: o tía Clarissa estaba como una regadera —tal vez por el aislamiento en el que había vivido constantemente— y elucubró una singular historia que se desarrollaba en un mundo tan irreal como imaginario, o el raro relato que allí se narraba podía ser ¿auténtico?

No seré yo quien dé respuesta a esta pregunta, porque a estas alturas confieso que ya no sé qué pensar... Son demasiados los datos que cuadran... Es preferible que sea usted, que en estos momentos tiene los papeles en sus manos, el que extraiga sus propias conclusiones... Pero no destriparé la historia, que tiene su propia protagonista, y que habla por sí misma mejor de lo que yo podría hacerlo...

Tal como a mí me llegó, así se ha reproducido. Por supuesto, los originales obran en mi poder. No he cambiado nada, únicamente encontrarán algunas notas a pie de página que sí son mías. El motivo de estas anotaciones se explica porque una vez que conocí el contenido de los papeles de tía Clarissa quise saber más sobre el tema, deseé comprender mejor el mundo
feérico
(completamente diferente al mundo de los humanos). Para ello tuve que documentarme, y he considerado que muchas de las cosas que se describen, que en un principio no entendí, sería interesante compartirlas con el lector. Espero que sepan perdonar y comprender estas pequeñas intromisiones...

No me pregunten cómo llegó este diario a manos de mi tía porque tengo la misma idea que ustedes: ¡ninguna! Tal vez, tía Clarissa tenía más amigos de los que sospechamos...

En el tiempo del búho

Q
uisiera que fuese mi intención —ya que me he propuesto escribir este diario— poder hacerlo como los humanos, es decir, añadiendo fechas, días y hasta horas, aunque eso no va a ser posible, puesto que desde que pasé a convertirme en un ser elemental, una de las cosas que he aprendido es que nuestra memoria no es muy buena
[1]
, además de que la concepción del tiempo en el mundo
feérico
es absolutamente distinta... Aquí éste no se mide con relojes, ni con prisas, ni con reuniones, ni con nada que altere nuestro devenir. Con nada, excepto días muy señalados como la noche de San Juan... Y observad bien esta fecha, pues es crucial para las hadas, especialmente para aquellas denominadas por los humanos «encantadas».

Y es que yo no fui siempre de esta manera... Antes, hace mucho tiempo (no recuerdo cuánto), era humana, y aún echo de menos mi antigua condición. Pero la vida es así, y ahora me encuentro atrapada entre dos mundos contradictorios y paralelos.

Supongo la cara que ya debe de tener un humano si este diario ha caído en sus manos y lee lo que acabo de escribir, pero en cierto modo la motivación que me ha impulsado a describir el mundo feérico
[2]
(cosa nada sencilla) tiene ese fin... Si supieses tú, amigo/a (¿puedo llamarte así?..., ¡gracias!), el trabajo que me cuesta hilvanar las ideas, no te estarías riendo tanto a mi costa... Pero no creas que no te entiendo, puesto que a mí me hubiese pasado igual. Nuestros mundos están tan cerca y tan lejos al mismo tiempo, que seguramente habrás podido ver alguna prueba física de nuestra existencia, y aun siendo así, ni te has dado cuenta, o en el caso de los más enterados, dichas evidencias han sido confundidas con otras entidades, como extraterrestres, que bajo ningún concepto tienen que ver con nuestro mundo.

Pero no digas que no crees en mí...; por favor, ¡no quiero que una de nosotras caiga muerta! Seguramente, lo que aquí voy a narrar pueda serte de utilidad, si es que algún día decides localizarnos (si me oyeran las otras hadas
[3]
recibiría una reprimenda), porque os tememos casi tanto como os huimos
[4]
. A fin de cuentas, estáis destruyendo a pasos cada vez más agigantados nuestro hábitat; no parece que demostréis mucho respeto por nuestro entorno, que también es el vuestro, ¡no lo olvidéis nunca! De seguir destruyendo el planeta, desapareceremos para siempre y vosotros tardaréis algo más, pero también terminaréis por sucumbir...

¡Y pensar que yo antes era como vosotros!, que no reparaba en estas cuestiones tan importantes para nuestra supervivencia... Cómo cambia la concepción de las cosas.

En el día de la oruga

C
reí que había muerto. Pero no. Ni seleccionas el momento en el que has de morir ni en el que has de nacer. Lo que me impactó sobremanera y más claramente recuerdo de aquella noche fue la visión de una luz intensa y brillante, como no he vuelto a verla jamás (parcialmente roja, blanca, medio verde, muy rara), que se apoderó del vehículo y que, haciendo ostentación de vida propia, me arrastró con fuerza hacia el exterior del coche. Después todo se sumió en un profundo silencio, impenetrable y aterrador..., y me dejé llevar por él hasta quedarme dormida. Al menos, la sensación fue de sueño... No me resulta fácil hablar de ello porque no sé exactamente qué pasó... ¿Qué fue real y qué producto de mis distorsionados recuerdos?

La confusión fue en aumento al despertar... porque, a pesar de encontrarme en el mismo sitio del accidente, mi coche y el contrario no estaban allí. No había nadie por la zona. Me parecía incomprensible que hubiesen llegado las ambulancias y las grúas y que me hubiesen dejado tirada, como un trapo.

Pero lo peor no fue eso... ¡Estaba desnuda y llena de cardenales! No daba crédito, ¿sería posible que hubiese alguien tan malvado para robar las ropas a una persona accidentada? O peor, ¡quizás me hubiesen violado impunemente!

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