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Authors: Brandon Sanderson

Tags: #Fantástico

El Aliento de los Dioses (48 page)

Ella hizo una mueca.

—Ya pensaba que no. Además, ninguno de nosotros vota en este tema. Así que pasemos el tiempo sabiamente. ¡Nunca se sabe cuándo se acabará!

—¿El tiempo? —preguntó Siri—. ¡Pero si eres inmortal!

—El tiempo, no —dijo Sondeluz, alzando su plato—. Las uvas. Odio escuchar historias sin uvas.

Ella resopló, pero continuó comiendo uvas. El narrador esperó pacientemente. Al mirarlo con más atención, Siri advirtió que no era tan viejo como parecía a primera vista. La barba debía de ser un rasgo de su profesión, y aunque no parecía falsa, sospechó que estaba teñida de blanco. Era mucho más joven de lo que parecía.

Con todo, dudaba que Sondeluz hubiera llamado a alguien que no fuera el mejor. Se acomodó en su asiento, advirtiendo que había sido creado para alguien de su tamaño. «Debo tener cuidado con mis preguntas —pensó—. No puedo preguntarle directamente por las muertes de los reyes-dioses: eso sería demasiado obvio.»

—Maestro narrador —dijo—, ¿qué sabes de la historia de Hallandren?

—Mucho, mi reina —contestó inclinando la cabeza.

—Háblame de los días anteriores a la división entre Idris y Hallandren.

—Ah —dijo el hombre, rebuscando en un bolsillo. Sacó un puñado de arena y empezó a frotarla entre sus dedos, dejándola caer en un suave chorro al suelo, mientras algunos granos volaban al viento—. Su Majestad desea una de las historias profundas, de hace mucho tiempo. ¿Una historia de antes de que empezara el tiempo?

—Deseo conocer los orígenes de los reyes-dioses de Hallandren.

—Entonces comenzaremos en la lejana neblina —dijo el narrador, alzando la otra mano y dejando que la arena cayera, mezclándola con la que ya había caído de la primera mano.

Mientras Siri miraba, la oscura negra se volvió blanca, así que ladeó la cabeza, sonriendo ante la exhibición.

—El primer rey-dios de Hallandren es antiguo —empezó Hoid—. Antiguo, sí. Más viejo que reinos y ciudades, más viejo que monarcas y religiones. No más viejo que las montañas, pues éstas ya estaban allí. Como los nudillos de los gigantes dormidos de abajo, formaban este valle, donde las panteras y las flores tienen su hogar.

»Entonces lo llamábamos sólo de "el valle", un lugar antes de que tuviera nombre. El pueblo de Chedesh aún dominaba el mundo. Navegaban por el mar Interior, venidos del este, y fueron quienes primero descubrieron esta extraña tierra. Sus escritos son escasos, su imperio hace mucho que fue borrado por el polvo, pero queda el recuerdo. ¿Tal vez puedes imaginar su sorpresa al llegar aquí? ¿Un lugar con playas de fina y suave arena, con abundancia de frutos y extraños bosques?

Hoid rebuscó en su túnica y sacó un puñado de hojas de helecho y las dejó caer ante él.

—Paraíso, lo llamaron —continuó—. Un paraíso oculto entre las montañas, una tierra con agradables lluvias que nunca eran frías, una tierra donde la comida crecía de manera espontánea y abundante.

Arrojó al aire el puñado de hojas, y en el centro de ellas estalló una vaharada de polvo de colores, como un diminuto fuego artificial sin llama. Rojos y azules se mezclaron en el aire, revoloteando a su alrededor.

—Una tierra de color. Gracias a las Lágrimas de Edgli, las sorprendentes hojas tan brillantes podían producir tintes que prendían en cualquier ropa.

Siri nunca había pensado en qué impresión se habría llevado de Hallandren la gente que cruzó el mar Interior. Había oído historias de los mercaderes que venían a Idris y hablaban de lugares lejanos. En otras tierras se encontraban praderas y estepas, montañas y desiertos, pero no junglas. Hallandren era única.

—El Primer Retornado nació durante esa época —dijo Hoid, lanzando al aire un puñado de plata brillante—. En un barco que recorría la costa. Los retornados pueden encontrarse ahora en todas las partes del mundo, pero el primero, el hombre a quien llamáis Vo, pero nosotros sólo por su título, nació aquí, en las aguas de esta misma bahía. Él declaró las Cinco Visiones. Murió una semana más tarde.

»Los hombres de su barco fundaron un reino en estas playas, entonces llamado Hanald. Antes de su llegada, todo lo que existía en estas junglas era el pueblo de Pahn Kahl, más una simple colección de aldeas pescadoras que un auténtico reino.

El brillo de plata se apagó y Hoid empezó a espolvorear tierra marrón con la otra mano, tras sacarla del bolsillo.

—Puede que te preguntes por qué nos remontamos tan atrás. ¿No debería hablar de la Multiguerra, de la ruptura de los reinos, de los Cinco Sabios, de Kalad el Usurpador y su ejército fantasma, que algunos dicen que aún se oculta en estas junglas, esperando?

»Ésos son los hechos en que nos centramos, los que los hombres conocen mejor. Sin embargo, hablar sólo de ellos es ignorar la historia de los trescientos años que los preceden. ¿Habría habido una Multiguerra sin conocimiento de los retornados? Fue un retornado, después de todo, quien predijo la guerra e instó a Amadisputas a atacar los reinos del otro lado de las montañas.

—¿Amadisputas? —interrumpió Siri.

—Sí, majestad —respondió Hoid, y pasó a echar un polvo negro—. Amadisputas. Otro nombre para Kalad el Usurpador.

—Parece el nombre de un retornado.

Hoid asintió.

—En efecto. Kalad era un retornado, igual que Dalapaz, el hombre que lo derrocó y fundó Hallandren. No hemos llegado a esa parte todavía. Todavía nos encontramos en Hanald, la avanzadilla comercial convertida en reino que fundaron los hombres de la tripulación del Primer Retornado. Fueron ellos quienes eligieron a la esposa del Primer Retornado como reina, y luego usaron las Lágrimas de Edgli para crear fantásticos tintes que se vendieron por incalculables riquezas a lo largo y ancho del mundo. Este lugar pronto se convirtió en un bullicioso centro de comercio.

Sacó un puñado de pétalos de flor y empezó a dejarlos caer ante él.

—Las Lágrimas de Edgli. La fuente de la riqueza de Hallandren. Tan pequeñas, tan fáciles de cultivar aquí. Además, éste es el único suelo donde crecen. En otras partes del mundo, los tintes son muy difíciles de producir. Caros. Algunos sabios dicen que la Multiguerra se libró por estos pétalos, que los reinos de Kuth y Huth fueron destruidos por pequeñas gotitas de color.

El resto de pétalos cayó al suelo.

—Pero ¿sólo lo dicen algunos sabios, maestro? —preguntó Sondeluz. Siri se volvió, pues casi había olvidado que estaba presente—. ¿Qué dice el resto? ¿Por qué se libró la Multiguerra en su opinión?

El narrador guardó silencio durante un instante. Y entonces sacó dos puñados y empezó a soltar polvo de media docena de colores.

—Aliento, divina gracia. La mayoría está de acuerdo en que la Multiguerra no fue sólo para exprimir los pétalos, sino por un precio mucho más grande. Para exprimir a la gente.

»La familia real se interesaba cada vez más en el proceso por el que podía utilizarse el aliento para dar vida a los objetos. Despertar, lo llamaron entonces por primera vez. Era un arte nuevo y poco comprendido. Lo sigue siendo en muchos aspectos. El funcionamiento de las almas de los hombres, su poder para animar objetos ordinarios y dar vida a lo muerto, es algo que se descubrió hace apenas cuatro siglos. Poco tiempo, para el cómputo de los dioses.

—No como los actos de la corte —murmuró Sondeluz, mirando a los sacerdotes que todavía hablaban de los servicios sanitarios—. Estos parecen durar al menos una eternidad, según advierte este dios.

El hombre no perdió su ritmo con la interrupción.

—Aliento —dijo—. Los años que condujeron a la Multiguerra fueron los días de los Cinco Sabios y el descubrimiento de nuevas órdenes. Para algunos fue una época de gran iluminación y aprendizaje. Otros los consideran los días más tenebrosos de la humanidad, pues fue entonces cuando aprendimos mejor a explotarnos unos a otros.

Empezó a dejar caer dos puñados de polvo, uno amarillo brillante, el otro negro. Siri observaba, divertida. Parecía que el narrador procuraba no herir sus sensibilidades idrianas. ¿Qué sabía ella realmente del aliento? Rara vez había visto a algún despertador en la corte. Incluso cuando los había, no le importaba. Los monjes predicaban contra esos seres, y ella les prestó tanta atención a ellos como a sus tutores, o sea, casi ninguna.

—Uno de los Cinco Sabios hizo un descubrimiento —continuó Hoid, dejando caer un puñado de trocitos blancos, pedacitos de papel con algo escrito—. Órdenes. Métodos. Los medios por lo que podía crearse un sinvida a partir de un solo aliento.

»Esto, tal vez, te parezca poca cosa. Pero debes mirar al pasado de este reino y su fundación. Hallandren empezó con los sirvientes de un retornado y se desarrolló con un esfuerzo mercantil expansivo. Controló una región lucrativa única, que, a través del descubrimiento y el mantenimiento de los pasos del norte, combinado con las habilidades marinas cada vez mayores, se convirtió en una joya codiciada por el resto del mundo.

Alzó una mano dejando caer trocitos de metal, que cayeron sobre el suelo de piedra con un sonido no muy distinto al de la lluvia.

—Y así llegó la guerra —prosiguió—. Los Cinco Sabios se dividieron, uniéndose a bandos distintos. Algunos reinos ganaron el uso de los sinvida mientras que otros no lo hicieron. Algunos reinos tenían armas que los otros sólo podían envidiar.

»Para responder a la cuestión del dios, mi historia dice que hubo sólo otro motivo para la Multiguerra: la habilidad de crear sinvidas tan fácilmente. Antes del descubrimiento de la orden de un solo aliento, los sinvida requerían cincuenta alientos. Los soldados, incluso los sinvida, son un uso limitado si sólo puedes ganar uno por cada cincuenta hombres que tienes. No obstante, poder crear un sinvida con un solo aliento… uno por uno… eso duplicará tus tropas. Y la mitad de ellos no necesitará comer.

El metal dejó de caer.

—Los sinvida no son más fuertes que los hombres —continuó Hoid—. Son igual. No son más hábiles que los hombres. Son igual. Sin embargo, ¿no tener que comer como los hombres corrientes? Esa ventaja era enorme. Mezcla eso con su habilidad para ignorar el dolor y no sentir nunca miedo… y de repente tienes un ejército prácticamente invencible. Kalad llevó esto aún más lejos, pues se dice que creó un nuevo tipo más poderoso de sinvida, ganando una ventaja aún más aterradora.

—¿Qué clase de nuevo sinvida? —preguntó Siri, curiosa.

—Nadie lo recuerda, majestad. Los registros de esos tiempos se han perdido. Algunos dicen que fueron quemados intencionadamente. Fuera cual fuese la auténtica naturaleza de los fantasmas de Kalad, eran terribles… tanto que aunque los detalles se han perdido en el tiempo, los fantasmas viven aún en nuestras historias. Y en nuestras maldiciones.

—¿Existen todavía? —preguntó Siri, temblando levemente mientas miraba hacia las junglas que no podía ver—. ¿Qué dicen las historias? ¿Un ejército invisible, esperando a que Kalad regrese para ponerse al frente otra vez?

—Ay, yo sólo puedo contar historias —respondió Hoid—. Como decía, hemos perdido muchas cosas de aquella época.

—Pero sabemos de la familia real —dijo la reina—. Se dispersaron porque no estaban de acuerdo con lo que hacía Kalad, ¿no? ¿Vieron problemas morales en el uso de los sinvida?

El narrador vaciló.

—Bueno, sí —contestó por fin, sonriendo—. Sí que lo hicieron, majestad.

Ella alzó una ceja.

—Psst —apuntó Sondeluz, inclinándose—. Te está mintiendo.

—Divina gracia —dijo el maestro, haciendo una profunda reverencia—. Te pido perdón. ¡Hay explicaciones encontradas! Yo sólo soy un narrador de historias… de todas las historias.

—¿Y qué dicen las otras historias? —preguntó Siri.

—Ninguna de ellas está de acuerdo, majestad. Tu pueblo habla de indignación religiosa y de traición por parte de Kalad el Usurpador. El pueblo de Pahn Kahl dice que la familia real hizo todo tipo de esfuerzos para conseguir poderosos sinvidas y despertadores, y que luego se sorprendieron cuando volvieron sus armas contra ellos. En Hallandren, dicen que la familia real se alineó con Kalad, lo nombró su general e ignoró la voluntad del pueblo porque buscaba la guerra y el derramamiento de sangre.

Alzó la cabeza, y entonces empezó a dejar caer dos puñados de negro carbón.

—Pero el tiempo lo quema todo tras nosotros, dejando sólo ceniza y memoria. Esa memoria pasa de mente en mente, y luego llega finalmente a mis labios. Cuando todo es verdad y todo es ficción, ¿importa que algunos digan que la familia real quería crear sinvidas? Cree lo que quieras.

—Sea como sea, los retornados se hicieron con el control de Hallandren —dijo ella.

—Sí. Y le dieron un nuevo nombre, una variación del antiguo. Sin embargo, algunos hablan todavía con pesar de la realeza que partió, llevándose la sangre del Primer Retornado a sus Tierras Altas.

Siri frunció el ceño.

—¿La sangre del Primer Retornado?

—Sí, naturalmente —dijo Hoid—. Fue su esposa, embarazada de su hijo, la primera en convertirse en reina de esta tierra. Tú eres su descendiente.

Ella se echó hacia atrás en el asiento. Sondeluz se volvió, curioso.

—¿No lo sabías? —preguntó sin su habitual tono burlón.

Ella negó con la cabeza.

—Si mi pueblo conoce este hecho, nunca se habla de ello.

Sondeluz pareció encontrarlo interesante. Abajo, los sacerdotes pasaban a un tema diferente, algo sobre la seguridad en la ciudad y el aumento de las patrullas en los suburbios.

Siri sonrió, advirtiendo que había una manera sutil de hacer las preguntas que realmente quería formular.

—Eso quiere decir que los reyes-dioses de Hallandren continuaron sin la sangre del Primer Retornado.

—Sí, majestad —confirmó Hoid.

—¿Y cuántos reyes-dioses ha habido?

—Cinco, majestad. Incluyendo a Su Inmortal Majestad Lord Susebron, pero excluyendo a Dalapaz.

—¿Cinco reyes en quinientos años?

—Así es, majestad —dijo Hoid, sacando un puñado de polvo dorado y dejándolo caer ante él—. La dinastía de Hallandren se fundó al término de la Multiguerra, la primera obtuvo su vida y su aliento del propio Dalapaz, que fue adorado por vencer a los fantasmas de Kalad y poner un final pacífico a la Multiguerra. Desde ese día, cada rey-dios ha engendrado un hijo nacido muerto que luego retorna y toma su lugar.

Siri se inclinó hacia delante.

—Espera. ¿Cómo creó Dalapaz a un nuevo rey-dios?

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