El arte de la prudencia (5 page)

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Authors: Baltasar Gracián

Tags: #Ensayo, Filosofía

68. Ayuda dando tus conocimientos.
Es de más importancia enseñarle a otro lo que no sabe que recordarle lo que sabe. Unas veces has de recordarle cosas y en otras enseñarle. Muchos no hacen obras excelentes porque no saben cómo, pero con tu ayuda y cuidado amistoso puedes ayudarle a encontrar el modo de hacerlas. Una de las mayores ventajas de una mente con sabiduría es ocurrírsele la solución oportuna. La falta de esto impide muchas veces alcanzar grandes metas. Dé luz el que la tenga y pídala el que la necesite. Quien busque solución que preste atención. Es importante que tengan esta habilidad lo que quieran ser ayudados. Conviene a quien necesita conocimiento mostrar disposición a pedirlo, y si necesita más, que pida más; si le dijeron que no, emplee su destreza para que le digan que sí. La mayoría de las veces, lo que no se consigue es por no intentarlo.

69. No te dejes llevar por el mal humor.
Grande es el hombre que nunca cae en falaces impresiones. Es de alto valor que reflexiones sobre tu conducta. Es importante que estés consciente de tu estado de ánimo en cada momento, y tomar las prevenciones de lugar, e incluso hurgar en lo más hondo de de tu mente para hallar la forma de controlarte, con claridad de juicio. Para corregirse es indispensable conocerse, para no pecar de impertinente. Algunos cambian mucho su estado de ánimo, y varían su comportamiento por efecto de ello, y son arrastrados eternamente por esta conducta antisocial, y con frecuencia se contradicen. Son excesos que no sólo debilitan su voluntad sino que dañan sus juicios y se confunden en lo que piensan y desean.

70. Debes saber decir que no.
No todo lo que te piden has de concederlo, ni a todos. No conceder es tan importante como saber conceder, y en los que gobiernan, es urgente dominar esto. El secreto está en el modo en que lo hagas: más se estima el “no” del sabio que el “sí” del burdo, pues un “no” endulzado satisface más que un “sí” a secas. Hay gente que primero dice siempre “no”, y aunque después diga “sí”, ya no se le valora, porque pesa mucho la primera desazón que mostraron. Nunca niegues las cosas de golpe; deja que se desengañen poco a poco. Tampoco niegues las cosas por completo, pues si lo haces, la persona dejará de depender de ti. Déjale todo el tiempo una pequeña esperanza que compense lo amargo de haberle negado lo pedido. Que tu cortesía llene el vacío del favor negado y suplan tus buenas palabras la obra no realizada. Recuerda que el “no” y el “sí” deben ser breves de decir y largos de pensar.

71. No varíes frecuentemente de opinión.
El hombre cuidadoso mantiene a la perfección sus mismos juicios, y por eso gana el crédito de sabio. Si algún cambio tiene es basado en sólidas causas y grandes méritos. En materia de cordura, la vacilación es desagradable. Hay algunos que a cada momento son otros, son irregulares en sus razonamientos, y varían mucho más sin saber lo que quieren ni lo que los favorece. Ayer prefería lo blanco y hoy lo negro, desmintiendo siempre sus propias convicciones para favorecer la ajena, y viceversa.

72. Sé hombre resuelto en tus decisiones.
Menos dañina es la mala ejecución que la falta de decisión. Es mejor que el río corra poco a que se estanque. Hay hombres indecisos que necesitan que otro los impulsen en todo. Y a veces no se debe a que sean torpes, pues muchos de ellos son inteligentes, sino a la inseguridad personal. Desagradables suelen ser las grandes dificultades, pero más duro es no hallar salida a pequeños inconvenientes. En cambio, hay otros hombres que nunca tropiezan, son muy decididos y determinados. Tienen vocación para enfrentar grandes tareas, y además su clara comprensión les facilita el acierto y decisión. Todo se lo encuentran tan fácil que en un momentito hacen un mundo, y les queda tiempo para hacer otro. Y si están seguros en su felicidad, actúan con más seguridad.

73. Aprende a salir de un desliz.
Es habilidad de inteligentes. Con galantería y donaire puedes salir del más difícil aprieto. De ese modo puedes sacarle el cuerpo, con triunfante sonrisa, al más grande desliz que hayas cometido. En esto fundaba el más grande de los capitanes su valor. Fina forma de librarse del error, cambiando la conversación y no darse por enterado.

74. No te pongas intratable con quienes fuiste agradable.
Entre los humanos se hallan las fieras más fieras. Ser intratable es vicio del que no se conoce a sí mismo, y cambia su trato cuando consigue sitiales de honor. El enfado no es el mejor medio de ganar la estimación de los demás. ¿Qué tiene de bueno ese monstruo intratable siempre a punto del enfurecimiento? Los que están bajo su mando, le hablan sintiendo gran desdicha, como si fuesen a lidiar con un tigre. Van tan armados de celo como de recelo. Estos intratables, cuando aspiraban a subir al puesto que tienen, agradaban a todos, y ahora se enfadan con todos. El mejor castigo para ellos: serles indiferentes.

75. Apúrate por llegar a la meta, más que por competir.
Trabaja por tu propio éxito, más que imitar el ajeno. Hay ejemplos de grandeza que han sido animados principalmente por alcanzar el reconocimiento. Procura ser de los primeros en tu profesión. Aspira más a avanzar hacia lo excelso, que a competir con otros. Alejandro no luchó por compararse con la gloria de Aquiles, que ya era pasada. Luchó por superarse a sí mismo, por superar su propia gloria, no bien la había alcanzado. No hay cosa que incite más las vanas ambiciones que el resonar de la fama ajena. En vez de envidiar al que triunfa, lucha por alcanzar tus propias metas.

76. No estés siempre de chiste.
Por su prudencia se conoce al hombre serio, que es más prestigioso que el de ingeniosos chistes. Quien siempre está de burlas nunca es hombre de veras. Es igualado al mentiroso, por no dársele crédito a lo que dice: unos por la posibilidad de que sea falso lo que refiere, y otros por temer que esa no sea su verdadera opinión. Nunca se sabe cuándo habla seriamente, por lo que no se le tiene confianza. No hay peor desaire que el continuo donaire. Hay quienes ganan fama de conversadores y pierden la fama de juiciosos. Por un rato puedes ser jovial, pero generalmente debes estar serio.

77. Aprende a llevarte bien con todos.
Sé docto con el docto, y con el santo, santo. Es el secreto para ganártelos a todos, porque la identificación con el otro concita benevolencia. Observa los caracteres y acomódate a cada uno. Al serio y al jovial, seguirles la corriente, empleando la política de transformarte para agradarles. Es ésta una fórmula de urgente aplicación por el que está bajo la dirección de otro. Para hacer esto, es necesario tener gran caudal de habilidades. Es menos dificultoso de realizar para el varón de universal conocimiento y genialidad en el buen gusto.

78. Ten cuidado al atreverte.
Las necedades siempre sorprenden a todos, pues el necio es audaz en atrevimiento. Su torpeza le impide advertir que desentonará con su conducta, y eso mismo le quita la vergüenza de hacer el ridículo. En cambio, el hombre de cordura entra con gran cuidado. Su escudo es la advertencia y el recato, y va observando y descubriendo lo que hay en el ambiente, para actuar con el mínimo de riesgo. Todo atrevimiento que carezca de reflexión está condenado al despeño, aunque tal vez lo salve el azar venturoso. Conviene nadar con cuidado en aguas que se temen hondas: ve probando poco a poco con sagacidad y ganando terreno con prudencia. Hay grandes confusiones hoy en el trato humano: conviene ir siempre tirando sondas que vayan orientándote.

79. Bueno es que seas gracioso, pero con inteligencia.
Y si también tienes templanza, serás un virtuoso. Un poco de buen humor, todo lo mejora. Los grandes hombres saben jugar con donaire, que muestra el don de la gracia, pero llevando siempre los aires de la cordura y rindiendo culto al decoro. Hay muchos que jugando a ser graciosos, quedan mal con los que hablan, quienes interpretan sus frases como una burla, y en ocasiones realmente lo es. Sin embargo, una gracia inteligente conquista corazones.

80. Cuídate al interpretar lo que te cuentan.
Dependemos mucho de lo que nos cuentan. Es muy poco lo que podemos ver directamente, y hay por ello que oír lo que nos dicen. El oído es la segunda puerta de la verdad y primera de la mentira. La realidad que se ha visto con frecuencia se exagera al ser oída. Rara vez te traen la verdad pura, y menos cuando viene de lejos. Siempre llega con alguna mezcla: del sentimiento de quien la lleva, de la pasión de las personas que la tocan, ya odiosa, ya favorable. Tiende siempre a impresionar. Unos la alaban y otros la vituperan. Sumo cuidado has de tener en este punto, para descubrir la intención del que te la dice, y saber de antemano hacia dónde éste se inclina. Usa bien tu reflexión para saber qué le falta, para saber dónde es falsa.

81. Renueva tu fama cada día.
Es privilegio del Ave Fénix renacer constantemente. Pues todo suele envejecerse, hasta lo más excelso, y con ello se pierde la fama. La costumbre de verte igual disminuye la admiración hacia ti. Un hombre de mediano talento puede, con novedades, vencer a un hombre inteligente que se ha mantenido estático, sin renovarse. Es bueno que renazcas cada día en el valor, en el saber, en la dicha, en todo. Si te dedicas con tesón a renovarte, tendrás muchos amaneceres, como el sol. Exhíbete en distintos escenarios, para que en uno te soliciten por haberte ausentado y en el otro te aplaudan por haber llegado nuevo, concitando en éste el deseo y en aquél el aplauso.

82. Nunca llegues al extremo, ni en el mal ni en el bien.
“Moderación en todo” dijo un sabio para resumir la sabiduría toda. Algo extremadamente derecho, se tuerce, y la naranja que mucho se exprime llega a saber amarga. Ni siquiera en los deleites debes ser exagerado. La misma inteligencia se agota si la presionan demasiado, y sacarás sangre por leche si ordeñaras al extremo.

83. Puedes permitirte algún venial desliz.
Ocasiones hay en que un descuido puede ser recomendable. Un poquito de envidia, por ejemplo, no hay por qué castigártela. Pues se nota en lo muy perfecto que peca de no pecar, y por ser perfecto en todo, todo lo ha de condenar. Hay gente que es experta en buscar falta a lo muy bueno, para consolarse ante sus propios defectos. La censura hiere como el rayo hasta a las más empinadas virtudes. Pero duerme tranquilo, pues tal vez hasta el mismo Homero haya cometido algún desliz, ya en la inteligencia, ya en valentía, pero nunca tendrá el desliz de falta de cordura. El único desliz que no debes permitirte es en el de la rabia que mata la cordura.

84. Aprende a usar a tu favor a los enemigos.
Debes interpretar los hechos no por a quién ofendan sino a quién defiendan, y esto mucho más en la lucha. El sabio se aprovecha más de sus enemigos que el necio de sus amigos. Un acto de agresión puede advertirte de muchas dificultades que jamás podría aclararte un acto a tu favor. Los enemigos te permiten descubrir tus virtudes y defectos, y así fabrican tu grandeza. Más peligrosa es la lisonja que el odio, pues éste nos permite descubrir y remediar las debilidades que aquélla disimula. Sé siempre esquivo, pues de esta forma podrás ver más claramente tus debilidades, y enmendarlas. Es grande el cuidado que uno debe tener cuando vive enfrentado a la lucha y a los enemigos.

85. No exhibas demasiado tus aciertos.
Un defecto de lo excelente es que si se usa demasiado se convierte en abuso. Quien codicia todo enfadará a todos. Gran infelicidad es no tener nada. Peor infelicidad es querer tenerlo todo. Terminan perdiéndose los que demasiado quieren ganar, pues serán tan aborrecidos como antes fueron queridos. Estos hombres tienen en ocasiones muchas virtudes, pero al perder la estimación de la gente, suelen ser despreciados por vulgares. El único remedio para no llegar a estos extremos es guardar discreción en el lucimiento. Lo que debe sobrar es perfección, y ha de haber comedimiento en la ostentación. Cuanto más brilla una antorcha, más pronto se consume. Con menos ostentación ganas más estimación.

86. Cuídate de los chismosos.
Hay mucha gente vulgar cuyas cabeza, ojos y lengua están al servicio de la malicia y el descrédito. Son voces que manchan el prestigio y la reputación. Cuando lleguen a ti, dales el puntapié del indiferente desaire. Ridiculizar los defectos es de los temas preferidos de estos habladores. Sin embargo, el chisme puede hacerte descubrir defectos propios o hacer fracasar a un enemigo tuyo, pues hay bocas tan efectivas en su malicia que arruinan en un instante una gran fama con un descarado chiste. Es fácil caer en la mala fama, pues lo malo es muy creíble y difícil de olvidar. Por eso es bueno que tengas cuidado de no desairar al chismoso, pues tal vez sea mejor que lo sorprendas, al tú ponerle atención a su burda insolencia, que es mejor prevenir que remediar.

87. Luce siempre tu cultura y pulcritud.
Nace bárbaro el hombre, pero cultivándose se eleva sobre la bestia. La cultura te hace mejor persona. Por ser tan culta, pudo Grecia llamar bárbaras a todas las naciones. La gente ignorante es tosca. No hay cosa que cultive el espíritu tanto como el conocimiento. Pero incluso la misma sabiduría luce grosera si está desaliñada. No sólo debe estar limpio el entendimiento, también el amor y más la conversación. Hay hombres que por naturaleza son pulcros, con gala interior y exterior, en ideas y palabras, y en su forma de vestir. Son como la corteza del fruto, cuya belleza indica su buen sabor. Hay otros, al contrario, tan groseros que todas sus cosas, incluyendo la inteligencia, las deslucen con una intolerable y bárbara carencia de higiene.

88. Da el buen trato en abundancia.
Y procura hacerlo con un alto espíritu. El gran hombre no debe ser pequeño en sus acciones. Nunca averigües demasiado las cosas, y menos las de poca importancia. Es mejor observar y notarlas como al descuido, en vez de mostrar interés en saberlo todo. Debes proceder generalmente con noble generosidad, que es parte de la caballerosidad. En gran medida, el arte de gobernar reside en disimular. Hay que dejarles pasar la mayoría de las cosas a los familiares, a los amigos, y mucho más a los enemigos. Cualquier pequeñez puede hacerse enfadosa y pesada. Debes entender que el ir y venir de un disgusto a otro es una costumbre común de la gente, y cada uno se comporta según fuere la capacidad de dar que lleve en su corazón.

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