El bokor (47 page)

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Authors: Caesar Alazai

Tags: #Terror, #Drama, #Religión

—He inspeccionado el área circundante, buscaba huellas de zapatos, algo que nos permitiera relacionar a Keneddy, pero este sitio debe contener las huellas de cientos de sujetos.

—Y ni un solo testigo, ni siquiera los borrachos que vienen a dormir a las bancas que están a cincuenta metros.

—¿Crees que lo mató aquí?

—Por supuesto, el tipo es pesado, aunque esté deteriorado por la droga, cargarlo desde cualquier otro sitio habría sido muy evidente.

—Entonces conocía al fulano que se lo cargó.

—Es posible, quizá alguno de los que escapó con él.

—Sabes que el único con posibilidades es Kennedy. Los demás eran prisioneros habituales y ninguno de ellos asesino, al menos no condenado, todos estaban allí por delitos menores o para ser interrogados como el caso del sacerdote.

—¿Seguirá estando en trance?

—Ese tipo me tiene sorprendido. ¿Cómo puede dormir como un niño luego de un jaleo como el que se debe haber armado?

—Ya oiste lo que dijo el uniformado, estaba orando y entiendo que estos hombres pueden salirse completamente de la realidad cuando lo hacen.

—Es un sacerdote, no un maldito monje tibetano.

—Creo que Kennedy es mucho más que un simple sacerdote.

—Puede ser. ¿Qué quieres que haga ahora? El sueño ya no llegará más por esta noche.

—Estamos durmiendo poco.

—¿Tu esposa ya te ha reñido?

—Creo que aun no se acostumbra a esta vida.

—Al menos yo no tengo ese problema, cuando me levanto, la de turno le dará gracias a Dios por tener más espacio en la cama.

—Eres un caradura.

—Es mi naturaleza.

—Volviendo al caso. ¿Qué haremos?

—Hablar con Kennedy, presionar a Bonticue y a McIntire. Creo que ha llegado la hora de golpear un poco la maleza.

—A la espera de que las serpientes se espanten.

—Al menos a que se muestren. Fuera de Kennedy no tenemos a nadie más.

—¿Qué hay del tipo del edificio de Kennedy?

—¿El sujeto misterioso?

—Ese mismo.

—Bien. Vuelve al apartamento de Kennedy y trata de dar con ese sujeto y no te entretengas con la chica.

—No todo ha de ser trabajo.

—Yo entre tanto iré a sacar a Kennedy de ese estado de narcolepsia en que se encuentra.

—Johnson recorrió el corto camino hasta el edificio donde habitaba Kennedy, si no había suerte en unas horas el sacerdote quedaría libre y podría regresar a él y ocultar cualquier evidencia. Estaba convencido de que Kennedy no les decía toda la verdad.

Al llegar al edificio, el administrador lo miró despectivo:

—¿Otra vez usted por aquí?

—Parece molestarle.

—En realidad no. Hace mucho dejé de preocuparme por los policías.

—¿Tiene algo para mi?

—El tipo haitiano no ha regresado, no le he visto desde que me dejó usted los veinte dólares, puede incluso que no regrese.

—¿Por qué cree eso?

—Me ha pasado otras veces, he tenido que abrir las habitaciones a la espera de no encontrarme un cadáver o algo así, muchos tipos van y vienen y algunos hasta han dejado sus pertenencias. Nada de valor como podrá adivinar. Esos tipos no tienen ni donde caer muertos. Quizá el único que no es regular y que ha pagado una semana por adelantado es ese sujeto al que usted busca.

—¿Qué hay de Natasha?

—Ella es una regular, paga un mes por adelantado y no me da problemas. ¿Qué interés tiene usted en ella?

—Es un asunto policial.

El tipo rompió a reir irritando a Johnson.

—Lo siento detective, pero es que esa chica…

—No tiene ni que decirlo. Le he preguntado ¿está ella en el edificio?

—No. Aun no regresa. Aunque puede hacerlo en cualquier momento.

—Entonces solo están los ancianos.

—Así es.

—¿Puedo echar una ojeada?

—Puede usted hacer lo que quiera. No me pienso mover de aquí.

Johnson subió por las escaleras que chirriaron a cada paso que daba, llegó hasta el apartamento de Kennedy que tenía una cinta policial para evitar el ingreso. Sacó su navaja del pantalón y la cortó. Entró al sitio que olia aun peor que la vez anterior. Repasó cada mueble a la espera de ver algo que se hubiese escapado. Sin duda los objetos traídos de Haití eran lo que más llamaban la atención. Abrió la puerta del mueble y tomó entre sus manos el muñeco con el enorme falo, lo escrutó cuidadosamente. No parecía un souvenir, no tenía marca de fábrica y ciertamente era algo artesanal, el tallado de la madera parecía haberse hecho a mano. Repasó la habitación y vio la luz del teléfono parpadeando, en indicación de que había un mensaje sin leer.

Caminó despacio hasta el teléfono y escuchó el mensaje, era la voz de Francis Bonticue:

Padre Kennedy, soy Francis Bonticue, todo ha sucedido como Jeremy esperaba, ha vuelto y ha asesinado a ese par de hombres. Cuando Jeremy me dijo lo que pensaba hacer me habló de otras personas con las que debía ajustar cuentas, entre ellas Alexander McIntire. Ese hombre tiene los días contados. Por favor, devuélvame la llamada, la policía me busca porque quiere información de Jeremy, no les he dicho nada y ahora estoy en fuga, pero puede localizarme en el sitio que ya usted sabe.

—Interesante —dijo Johnson. —Asi es que Francis cree que McIntire puede ser la siguiente víctima y de seguro piensa que Jeremy volvió de la tumba para cobrar venganza o quizá solo quería despistarnos al llamar a Kennedy, los chicos de hoy en día ven demasiada televisión.

Dándose prisa llamó a la comisaría y pidió protección para Alexander McIntire, luego, volvió a accionar la contestadora.

Así que Kennedy puede saber dónde se encuentra en este momento Francis. Volvió a tomar el teléfono y marcó el número de Bronson.

—Dime —sonó la voz cansada del detective.

—Estoy en la pocilga de Kennedy, adivina… hay un mensaje del chico Bonticue, le dice que Jeremy ha vuelto de la tumba y que está cobrando venganza. Además, dice que McIntire será el próximo en la lista.

—Entonces Francis está convencido de que Jeremy es el asesino y no Kennedy.

—Sin embargo lo llamó para alertarlo.

—Tal vez crea que también será una víctima.

—O es parte del teatro que han montado.

—Hablaré con Kennedy y te llamo luego.

Johnson colgó con una sonrisa.

—Debe haber hecho algo muy malo para que sonría de esa forma.

—Natasha —dijo levantando la mirada— veo que viene usted de trabajar.

La chica se acomodó la ropa con un falso pudor.

—Vamos, no me dirá que la incomoda que le digan algo como eso.

—La verdad, usted me incomoda. Desde que lo conocí no ha dejado de fustigarme.

—Tiene la piel muy delgada, señorita.

—Y la mecha muy corta.

—Entonces andaré con cuidado.

—Tiene usted personas más peligrosas de las que cuidarse para que se preocupe por mí.

—Es parte del oficio de detective.

—¿Ya encontró al tipo que busca?

—Si se refiere al asesino…

—Me refiero al tipo con pinta de haitiano que buscaba.

—Es un edificio pequeño según veo.

—Es un barrio pequeño, nadie hace más que hablar de los asesinatos en la iglesia y cómo ustedes hacen responsable al padre Kennedy.

—Entonces creo que ya sabrá que hay un muerto más.

—El sacerdote claro, pero ese murió de un infarto…

—Me refería a un nuevo crimen —dijo acercándose a la chica.

—¿De nuevo en la iglesia?

—No. Aunque si en la misma posición.

—Siento escalofríos.

—Una chica como usted debería cuidarse. Dígame, ¿qué sabe del tipo misterioso?

—Poca cosa, solo que se dice que usted lo busca y eso posiblemente lo alejará de aquí.

—¿Podría usted describirlo?

—Es un tipo grueso, con muy mala pinta.

—¿Joven?

—No, claro que no. Más bien yo diría que de mediana edad, aunque soy muy mala adivinando las edades, al menos en los hombres.

—¿Lo definiría como un tipo peligroso?

—Todos lo son cuando una se dedica a estas cosas.

—Natasha, es usted una chica joven, ¿Por qué se dedica a estas cosas?

—Hay que ganarse la vida.

—Si, pero prostituta…

—No soy tal cosa.

—¿Ah no?

—Soy dama de compañía.

Johnson rió con descaro.

—Piense lo que quiera, no voy a darle explicaciones a un patán como usted.

—No se moleste de nuevo conmigo, hábleme de ese hombre.

—No tengo nada más que decirle, el tipo es un haitiano, habla el creole y es mayorcito.

—¿Lo ha escuchado hablando el creole?

—Hace un par de noches, creo que el dia que llegó, lo escuché hablando por teléfono, hizo un par de llamadas una en español y otra en creole.

—¿Recuerda lo que dijo en español?

—Apenas tomé el final de la conversación, me llamó la atención porque prevenía a alguien, dijo algo así como «quisiera prevenirlo, está usted en peligro, no se meta donde no lo llaman».

Johnson recordó de inmediato el mensaje en la grabadora de Kennedy.

—¿Está segura que lo escuchó en la habitación de este tipo y no la del padre Kennedy?

—Por supuesto, reconocería la voz de Kennedy en cualquier sitio.

—¿Recuerda si la voz que escuchó era natural?

—¿A qué se refiere con natural? Era una voz, todas las voces son naturales…

—Me refiero a si tenía alguna característica por la que pudiera reconocerla.

—Tenía acento y además…

—¿Además qué?

—Me pareció que arrastraba las eses, usted sabe algo como essssssstá usssssssted en peligro. No soy buena imitando voces.

—Lo ha hecho usted muy bien.

—Tenga cuidado detective, comienza usted a parecer un tipo simpático y eso está fuera de su naturaleza.

Johnson sonrió y Natasha le devolvió la sonrisa mientras seguía su camino hacia abajo.

—Natasha.

—Dígame.

—¿Subió usted solo para hablar conmigo?

—No he venido a verle el trasero si es lo que supone, solo quería curiosear.

—Pensé que ya todo se sabía en este barrio.

Natasha solo hizo un guiño y siguió su camino.

***

—Padre Kennedy —dijo Bronson tomando al sacerdote por un hombro mientras este seguía en posición fetal y en aparente estado hipnótico— padre Kennedy despierte.

Kennedy se revolvió un poco y abrió los ojos.

—¿Es usted detective? Debo haberme quedado dormido mientras rezaba.

—Padre, tenemos que hablar.

—Bien, pensé que me habían traido solo para vacacionar un poco —dijo incorporándose con dificultad.

—Dígame padre, ¿En verdad no recuerda nada?

—Eso depende de lo que quiera que recuerde.

—De lo que ha pasado hoy aquí.

—Bueno, luego de que se fue no ha pasado gran cosa, lo de siempre, unos tipos que ingresan, otros que se marchan.

—¿Recuerda a un tipo haitiano?

—Si claro —dijo pensando un poco— el sujeto de Puerto Príncipe.

—¿Sabe usted algo más respecto a él?

—¿Algo cómo qué? Temo no entenderle.

—¿Lo había visto antes?

—No que yo recuerde. ¿Debería recordarlo?

—Padre, no sé si está jugando conmigo.

—Detective, estar en prisión no es un juego, se lo puedo asegurar, las horas más amargas de mi vida transcurrieron entre celdas y juré que nunca más me privarían de mi libertad. Usted ni siquiera ha considerado lo que esto significa para mí.

—Siento que le traiga malos recuerdos.

—¿Malos recuerdos? No. Malos recuerdos deja que te saquen una muela o que te despidan del trabajo, lo que yo viví fue un infierno. Usted no sabe y espero que nunca lo llegue a saber, lo que es vivir encerrado, atormentado por los recuerdos. Esos hombres, la Mano de los Muertos y Baby Doc me robaron una parte muy importante de la vida y yo por mi parte le quité la suya…

—¿Entonces admite usted que mató a esa mujer?

—No directamente, pero eso no me hace inocente tampoco, su alma estaba en juego y… ¿Qué sería capaz usted de hacer por salvar el alma de la mujer que ama?

—¿Amaba usted a esa mujer?

Kennedy se quedó recordando, sus ojos parecían guardar una profunda tristeza al evocar aquellos días en Haití. Después de llegar a aquella isla no volvió a ser el mismo, en aquel horno caribeño se cocinaba una mezcla de maldad y desesperanza que azotaba a los más necesitados, su llegada debió haber sido una forma de liberación de aquel pueblo y no la condena que llevó a quienes lo querían. La Mano de los Muertos no era el único responsable de lo que había sucedido. El mismo no debió haberlo desafiado, no debió enfrentarse a Baby Doc y sus apuestas a lo oscuro, a lo siniestro, aquel día que se presentó en la Mansión de los Duvalier había bajado al averno y al hacerlo dejó abierta la puerta por la que los demonios escaparon de las profundidades y acabaron con los seres que él también quería.

—Se llamaba Amanda Strout y aún no sé si se trataba de una mujer. Las cosas no son tan simples como usted las ve, detective. ¿Ama usted a su mujer?

—Por supuesto que la amo.

—Hace bien. Ahora espera un nuevo niño, ¿no es así?

—Tiene siete meses de embarazo.

—Lo sé y será un varón, vendrá a reponer el que perdieron.

—¿Me ha estado usted investigando?

—No es preciso, todo está en su mente, cada gesto y no cada palabra me habla de su vida. Amanda decía que el lenguaje no verbal es más sincero y expresivo que las palabras y en este momento sé que está preocupado y no es el caso que me tiene preso sin razón lo que lo atormenta.

—¿Qué sería entonces?

—Su bebé está bien, no será como el caso anterior.

—¿Qué sabe exactamente usted de mi hijo?

—Sé que murió muy niño, victima de la hidrocefalia, él está bien, ahora descansa.

Bronson se hallaba confundido, no quería dar paso a sus emociones en aquel caso y sin embargo aquel hombre le parecía extraordinariamente sugestivo, desearía haber podido tratarlo en otro tipo de circunstancias.

—Padre, necesito que me hable de lo que sucedió en ese exorcismo.

—¿Está usted seguro de que desea abrir esa puerta?

—Padre, no sé si es usted un asesino o solo una especie de lunático, pero creo que todo esto que está sucediendo está muy relacionado con usted y con ese exorcismo por el que fue a prisión en Haití, así que le agradeceré que sea amplio en su explicación.

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