Read El camino del guerrero Online
Authors: Chris Bradford
Kazuki había mantenido su palabra: había dejado a Jack en paz. Todavía le dirigía miradas intimidatorias y se burlaba de él, llamándolo «Gaijin Jack» junto con el resto de sus comparsas, pero no le había puesto un dedo encima. ¡Excepto durante los entrenos de
taijutsu!
Eso era tierra de nadie.
En las sesiones de
kihon
y
randori
, el
sensei
Kyuzo a menudo hacía la vista gorda ante el uso excesivo de la fuerza por parte de Kazuki. En una ocasión, al practicar
ude-uke
, llaves por dentro del antebrazo, la potencia tras cada llave fue aumentando hasta que los dos muchachos acabaron golpeándose los brazos. Los cardenales tardaron en desaparecer más de una semana. Jack había intentado quejarse por la conducta de Kazuki, pero el
sensei
Kyuzo lo había hecho callar, gritándole:
—Es un buen entrenamiento para ti. Si no puedes soportar un poco de dolor, está claro que eres demasiado
gaijin
para ser samurái.
La voz de Akiko interrumpió sus pensamientos.
—Jack, ¿vas a venir?
Había aparecido en la puerta vestida con un quimono celeste decorado con mariposas. Jack parpadeó. ¿Sería ella la mariposa de su visión? Kiku asomó a su lado vestida con un quimono verde claro y una bolsa en la mano.
—¿Ir adonde? —preguntó Jack.
—
¡Hanami!
—canturreó ella, y se marchó seguida por Kiku.
—¿Qué es
hanami?
—le preguntó Jack siguiéndola por el pasillo.
—Una fiesta para ver flores —dijo Saburo, que había asomado la cabeza en la esquina. Yori esperaba en silencio al fondo.
—¿Una fiesta para ver flores? Parece absolutamente fascinante —dijo Jack, con entusiasmo forzado, pero dejó la jarra de agua y los siguió de todas formas. Al menos, pensó, sería un cambio con respecto a los entrenamientos.
—¡Esto sí que es un cambio! —dijo Jack, dejando escapar un suspiro de satisfacción. Estaba tendido sobre la hierba, en las riberas del río Kamagowa, bajo la sombra de los
sakura
, que literalmente se caían por el peso de sus flores.
Akiko, Kiku, Yori y Saburo estaban sentados a su lado, disfrutando igualmente de la tranquilidad del momento. Era la primera vez que permitían a los estudiantes salir del complejo de la escuela, y estaban saboreando la libertad.
—¿Así que te gusta nuestra fiesta
hanami?
—preguntó Akiko.
—¡Bueno, si se trata de comer, beber y relajarte bajo los cerezos, Akiko, ésta es la mejor fiesta
hanami
en la que he estado! —respondió Jack.
—¡Es mucho más que eso, Jack! —reprendió Akiko con una sonrisa benevolente.
—¡Empiezas a parecer el
sensei
Yamada y una de sus
koanl
—replicó Jack de buen humor, y todos se rieron.
—En serio, el
hanami
es muy importante para nosotros —dijo Akiko—. La floración de los cerezos marca el inicio de la estación de plantar el arroz y usamos las flores para adivinar el éxito de la cosecha. A juzgar por lo abundantes que son las flores, éste será un buen año.
—Las flores también indican un comienzo, una nueva etapa en la vida —añadió Kiku—, así que hacemos ofrendas a los dioses que viven dentro de los árboles. ¿Ves a esos samuráis de allí?
—Sí —dijo Jack, observando a los tres samuráis que había tendidos en torno a un cerezo. Se iban pasando una jarra de cerámica enorme los unos a los otros y lo cierto es que ya estaban bastante ebrios.
—Han hecho la tradicional ofrenda de sake al
sakura
y ahora comparten la ofrenda.
—¿Qué es el sake? —preguntó Jack.
—¡Vino de arroz! —dijo Saburo, muy contento—. ¿Quieres probarlo?
—De acuerdo —respondió Jack, vacilante.
Saburo corrió hacia los samuráis borrachos y regresó rápidamente con una copa cuadrada rebosante de líquido claro. Le ofreció un poco a Jack.
Jack tomó un sorbo. El sake sabía dulce y acuoso, pero cuando lo tragó se fue volviendo más fuerte y potente, y acabó quemándole el fondo de la garganta. Jack tosió.
—¿Qué te parece? —dijo Saburo, ansioso.
—Bueno, no es tan fuerte como el grog que tomábamos a bordo del barco, pero si no te importa, seguiré tomando agua.
Saburo se encogió de hombros, indiferente, y se terminó el resto de la copa de un solo trago. Fue a devolverles la copa a los samuráis, pero regresó con otra copa llena. Esta vez se la ofreció a las chicas.
—Saburo, sabes que no se te permite tomar sake —lo reprendió Kiku.
Saburo la ignoró y se tomó felizmente todo el contenido.
Pasaron el resto del día relajándose bajo el árbol, y metiendo de vez en cuando los pies en las frías aguas del Kamogawa.
Cuando el sol empezó a ponerse, encendieron linternas de papel y las colgaron de las ramas de los
sakura
: flotaban como si fueran frutas brillantes sobre los caminos. Con el ocaso, llegó la hora de regresar a la
Niten Ichi Ryû.
—Bueno, Jack —preguntó Akiko—. ¿Qué te parecen ahora las flores?
—Hermosas, pero con una vida breve —dijo Jack, repitiendo las palabras de Uekiya.
—¡No! ¡Fugaces como la belleza de una mujer! —farfulló Saburo, a quien el exceso de sake se le había subido a la cabeza. Sus piernas lo traicionaron y Kiku y Yori tuvieron que ayudarlo a levantarse.
—Sí, Jack. Como la vida —reconoció Akiko, ignorando la borrachera de Saburo—. Estás empezando a pensar como un japonés.
Caminaron por el sendero que avanzaba junto al río, donde las ramas de los
sakura
formaban un encantador emparrado de flores y lámparas. Jack y Akiko iban delante, mientras Kiku y Yori cargaban con el embriagado Saburo y avanzaban a paso lento y vacilante.
Bajo el suave brillo de las linternas, Akiko estaba más hermosa que nunca. Jack recordó el momento en que la había visto por primera vez, junto al templo, en la orilla, acompañada de su corcel blanco. Y había estado allí para él desde entonces: cuidándolo durante su fiebre, ayudándole a aprender el idioma, enseñándole sus costumbres, defendiéndolo de Kazuki. ¿Cómo podría pagárselo alguna vez?
Se dio la vuelta y empezó a hablar, pero las palabras se atascaron en su garganta y todo lo que pudo hacer fue mirarla.
Ella se detuvo, devolviéndole la mirada, sus ojos de ébano titilando en la penumbra.
—¡Eh, Gaijin Jack! —rugió una voz—. ¿Qué crees que estás haciendo?
Jack sintió que la sangre se le helaba en las venas.
El rostro de Kazuki lo miraba burlón.
—¿No me has oído,
gaijin? Te
he preguntado qué estás haciendo fuera de la escuela.
—Déjalo en paz, Kazuki. ¡Lo prometiste! —dijo Akiko.
—¡Oh, es la enamorada del
gaijin!
Sigue sin poder defenderse, ¿no? —repuso Kazuki en tono burlón—. ¿Necesitas a una chica para que luche por ti,
gaijin?
¿Habéis oído, muchachos? ¡El
gaijin
tiene que tener a una chica como guardaespaldas!
Con una mueca de diversión, Kazuki miró por encima de su hombro a los cuatro muchachos que lo acompañaban. Nobu se partía de risa y su gran barriga se sacudía arriba y abajo. Dos chicos, a quienes Jack no reconoció, se reían también, pero el cuarto miembro de la banda de Kazuki parecía claramente incómodo, y de repente pareció considerar muy interesante su
tabi.
Era Yamato.
—Bueno, Akiko te dio una paliza, ¿no? —dijo Jack, y uno de los chicos se calló al instante.
—¡Cállate! Estaba de espaldas a ella —replicó Kazuki—. Además, yo me preocuparía más por tu bienestar que por el mío,
gaijin.
Tenemos una deuda que zanjar.
—¡No! ¡No te atrevas! —dijo Akiko—. Te lo advertí: se lo diré a Masamoto.
—¿Decirle qué? ¿Que hace tres meses tuvimos una pequeña discusión en el Salón de Buda? No lo creo. Es demasiado tarde para eso.
Dio un paso hacia Jack, desafiándolo a hacer un movimiento.
—Te olvidas, Akiko, que mi promesa sólo se extendía a los muros de la escuela. Fuera, es presa fácil. Aquí no nos gobierna Masamoto.
—Entonces vamos —retó Jack—. Terminemos de una vez.
Jack estaba harto de burlas, de susurros a su espalda, de malos tratos en las clases de
taijutsu
, de la constante intimidación y las amenazas. Era como vivir bajo una sombra permanente. No podría librarse de ello, ser él mismo, ganar aceptación, hasta que el asunto entre Kazuki y él quedara zanjado de una vez por todas.
—Yo que tú,
gaijin
, me lo pensaría dos veces antes de empezar una pelea que no puedes ganar —dijo Kazuki—. Creo que no conoces a mis primos. Este de aquí es Raiden. Su nombre significa Dios del Trueno.
Uno de los muchachos dio un paso adelante y saludó inclinando la cabeza. Cuando se irguió, Jack se sorprendió ante su tamaño. Raiden le sacaba más de una cabeza. Sus brazos eran gruesos y carnosos, y por piernas tenía troncos de árbol. También era inusitadamente velludo para ser japonés. Sus cejas, oscuras y tupidas, sobresalían de una frente pronunciada y un buen mechón del vello que cubría su pecho intentaba escapar del interior de su quimono.
Jack se habría sentido intimidado por el formidable aspecto del muchacho, si los ojos de Raiden no hubieran estado un poco demasiado juntos. Le hacían parecer un mono grande, pero algo más estúpido.
—Y éste es su hermano gemelo, Toru. Te aseguro que no querrás saber lo que significa su nombre.
El segundo muchacho saludó. Como era de esperar, parecía idéntico a su hermano, sólo que más estúpido, pensó Jack.
—Son de Hokkaido, pero no sabrás dónde está eso, ¿verdad,
gaijin?
—dijo Kazuki, pinchando de nuevo a Jack—. Deja que te enseñe. Es la isla norte de Japón y estos chicos pertenecen al clan Seto, los samuráis más duros e implacables que conocerás jamás. Por eso estudian en la escuela
Yagyu
aquí en Kioto. Es cierto que no es tan refinada y reputada como la
Niten Ichi Ryû
, pero es famosa por haber creado algunos de los guerreros más terribles. ¡La patrocina nada más y nada menos que el gran
daimyo
Kamakura Katsuro!
—Esto es sólo entre tú y yo, Kazuki —interrumpió Jack, harto de los intentos de Jack por aterrorizarlo—. Envía a casa a tus monitos.
Raiden y Toru rugieron ante el insulto, y se abalanzaron hacia Jack con la clara intención de arrancarle los miembros.
—¿Eh? ¿Qué está pasando aquí? —farfulló Saburo, librándose de Kiku y Yori y plantándose entre Jack y los dos gigantes—. Dejad en paz a mi amigo Jack... Estamos en la fiesssta
ha... ha... hanami
y no habéis sido invitadosss.
Saburo se bamboleaba levemente como un muñeco Daruma. Entonces cayó hacia delante y su cabeza chocó contra el pecho de Raiden, quien lo apartó de un manotazo como si fuera una mosca.
—¡Auuu! —exclamó Saburo, retrocediendo, con la nariz ensangrentada—. ¡Gordinflón! ¡Eso ha dolido!
Kiku y Yori corrieron en su ayuda, pero Saburo se libró de ellos y se preparó para dar un golpe a su atacante. Raiden simplemente alzó su enorme puño y lo descargó contra la cara de Saburo.
—
¡OH!
¡Búscate a alguien de tu propio tamaño! —dijo Jack, soltando un
yoko-geri
, una patada lateral, y golpeando con el talón las costillas de Raiden.
Raiden gruñó y se tambaleó hacia un lado: tras pasar de largo ante el sorprendido rostro de Saboru, su puño fue a clavarse en el tronco de un
sakura
cercano. Raiden aulló de dolor, y entonces se volvió y atacó a Jack con varios puñetazos salvajes.
Jack retrocedió apresuradamente para evitar que le alcanzara en la cabeza.
—¡Cuidado! —gritó Akiko.
Pero era demasiado tarde. Toru había aparecido por detrás y agarró a Jack con un abrazo de oso, sujetándole los brazos a los costados.
—¿Qué vas a hacer ahora, Gaijin Jack? —dijo burlonamente Kazuki, que se estaba divirtiendo de lo lindo. Tras él, Yamato retrocedió hacia las sombras en un intento por distanciarse de la pelea.
Toru apretó su tenaza y Jack se quedó sin respiración. Creyó que iba a desmayarse, pero la presión de Toru remitió un poco cuando el grandullón dejó escapar un gemido de dolor.
Akiko había descargado una
ushiro-geri
, una patada atrás con giro, la patada más poderosa del
taijutsu.
Había golpeado a Toru en el costado. Cualquier persona normal se habría desplomado ante un golpe tan directo, pero Toru tan sólo aflojó un poco su presa y miró con mala cara a Akiko.
Así que ella continuó con una
mawashi-geri
, la patada circular. Listo esta vez para el ataque, Toru giró y colocó a Jack directamente en su camino. Akiko trató desesperadamente de detener su ataque, pero perdió el equilibrio en el proceso. Toru atrapó la pierna de Akiko con un brazo, mientras sujetaba a Jack con el otro.
Cuando los tuvo a ambos bajo control, deslizó el brazo derecho por el pecho de Jack y atenazó su garganta. Entonces empezó a estrangularlo.
—¡Basta! —gritó Kiku, alarmada, mientras Yori observaba con ojos como platos—. ¡Yamato, ayúdalos!
Pero Yamato hizo oídos sordos a sus súplicas y se retiró aún más de la pelea. Mientras tanto, Kazuki y Nobu disfrutaban del espectáculo, animando a los dos hermanos y burlándose de Jack.
—¿No has aprendido nada,
gaijin?
Cualquier samurái de verdad podría librarse de eso —se mofó Kazuki.
—¡Venga, Toru, pártelo en dos! —gritó Nobu.
Toru apretó aún con más fuerza la garganta de Jack, pero de pronto ésa se convirtió en la menor de las preocupaciones del muchacho inglés: Raiden se dirigía hacia él con ambos puños alzados.
Todavía sujeto por la tenaza de hierro de Toru, y comprendiendo que sólo tenía las piernas para defenderse, Jack clavó las manos en el brazo de Toru y tiró hacia abajo lo suficiente para poder respirar. Entonces, usando el brazo de Toru para apoyarse, se alzó del suelo, disparando simultáneamente una doble
mae-geri
, la patada frontal, con cada pierna. El movimiento fue totalmente inesperado y Raiden, que reaccionó una fracción de segundo demasiado tarde, recibió el golpe en la cara. La nariz empezó a sangrarle y el muchacho se llevó rápidamente las manos a la cara mientras retrocedía tambaleándose.
Saburo vio su oportunidad y extendió un pie, zancadilleando por detrás a Raiden, quien tropezó y chocó contra el
sakura.
El árbol se estremeció, y la fuerza del impacto desprendió una linterna de papel que cayó directamente sobre la cabeza de Toru.