Read El camino del guerrero Online
Authors: Chris Bradford
De inmediato, Moriko se lanzó contra Akiko disparando una patada frontal, y luego una patada en redondo y después una patada hacia atrás. Akiko se retiró a la defensiva, intentando contrarrestar el chaparrón de ataques. Consiguió desviar la patada frontal, esquivó apenas la circular, pero la patada hacia atrás la alcanzó en la cadera. Cayó al suelo. Moriko dio un salto hacia delante para terminar con una
fumi-komi
, la patada con pisotón.
—¡YAME! —exclamó el oficial, deteniendo el sañudo ataque de Moriko—.
¡Waza-ari
para Moriko!
La escuela
Yagyu
aplaudió. Jack estaba pálido. Odiaba ver pelear a Akiko. Quiso correr y defenderla, como ella lo había defendido.
—
¡Rei!
—dijo el juez, y las chicas saludaron—.
¡Hajime!
Moriko atacó de nuevo a Akiko, pero esta vez Akiko estaba preparada. Se hizo a un lado, atrapó la pierna de Moriko con un brazo y la golpeó en el pecho con un golpe de canto, barriendo la pierna en la que se apoyaba Moriko al mismo tiempo. Un bloqueo y una respuesta simple, pero efectivos. La perfecta técnica de Akiko, sin embargo, pareció de lo más burdo cuando Moriko agarró a Akiko al caer.
—¡YAME! —exclamó el juez, deteniendo el forcejeo—.
¡Waza-ari
para Akiko!
Esta vez los estudiantes de la
Niten Ichi Ryû
se volvieron locos. Las dos muchachas estaban empatadas.
—
¡Rei!
—dijo el juez, y las chicas saludaron—.
¡Hajime!
Esta vez, Moriko mantuvo su distancia.
Caminaron en círculo; Moriko siseaba como un gato negro, mientras Akiko conservaba la calma. Cada una fingió acercarse a la otra, hasta que Moriko agarró rápidamente el brazo izquierdo de Akiko. Akiko contraatacó, pero entonces las dos forcejearon, cada una intentando conseguir ventaja para hacer una llave. Akiko fue la primera y rotó su cuerpo para una
o-goshi
, una llave de cadera. Moriko se agachó, bajando su centro de gravedad e impidiendo la acción de Akiko. Desde atrás, tiró con saña del pelo de Akiko.
Jack fue uno de los pocos en verlo. Tirar del pelo estaba prohibido, y Moriko ocultó su movimiento ilegal con su cuerpo, manteniéndose pegada a Akiko, que estaba atrapada. Moriko entonces barrió con la pierna desde atrás, sin dejar de tirarle del pelo.
—¡YAME! ¡Waza—
ari
para Moriko! —dijo el juez, que no había visto la infracción de Moriko—. ¡Primer combate para
Yagyu Ryû!
—¡No puedo creerlo! —dijo Jack, airado, mientras Akiko se sentaba a su lado—. ¿Cómo no ha visto eso el árbitro?
—No te preocupes por mi combate. Ya ha terminado —dijo Akiko con el rostro acalorado por los esfuerzos de la pelea—. Concéntrate en el tuyo. Tienes que vencer.
—Segundo combate. Raiden contra Jack.
¡Shugo!
El corazón de Jack se detuvo un segundo. Le tocaba enfrentarse a Raiden.
—Buena suerte, Jack —susurró Yori, que estaba de rodillas tras ellos con el resto de su clase.
—Sí, buena suerte, Jack —dijo Emi cálidamente.
Estaba coqueteando, pensó Akiko, dirigiéndole a Emi una mirada de desconfianza.
—Gracias —respondió Jack, consiguiendo de algún modo devolverles una sonrisa. «Bueno, es un principio», pensó. Emi se fijaba en él.
Entonces vio a Kazuki mirándolo desde el fondo de la fila y sus amistosos sentimientos se evaporaron. Kazuki se pasó un dedo por la garganta.
Su antiguo enemigo estaba resentido desde el
hanami
, pues Jack ya no era el
gaijin
de la escuela, sino el héroe. Y Kazuki había sido ignorado. Ahora saboreaba la inminente derrota de Jack. Era imposible que pudiera vencer y Kazuki sabía que a nadie le gustan los perdedores.
Jack se dirigió al centro del
butokuden.
El calor afectó inmediatamente a sus fuerzas. No soplaba ni una brizna de aire fresco y los intensos rayos de sol calentaban el suelo de madera.
El salón de repente le pareció a Jack más grande que nunca, y se sintió diminuto como una hormiga frente al gigantesco Raiden. Éste sonrió y ladeó la cabeza, aflojando las articulaciones de su cuello con un crujido terrible.
Jack iba a ser despedazado miembro a miembro.
Miró a sus amigos. Sus rostros reflejaban el miedo como un espejo.
Entonces vio al
sensei
Yamada, el
sensei
Kyuzo, y el
sensei
Hosokawa en el perímetro. El
sensei
Yamada inclinó ligeramente la cabeza, luego indicó con la mano abierta la diferencia de tamaño entre el
sensei
Kyuzo y el
sensei
Hosokawa. Jack comprendió inmediatamente: el tamaño nunca había sido un problema para el
sensei
Kyuzo a la hora de luchar. Y tampoco lo sería para él.
—
¡Rei!
—dijo el juez.
Jack y Raiden saludaron primero a Masamoto y Kamakura, y luego se saludaron fríamente el uno al otro. El juez esperó que encendieran otra barra de incienso y a continuación gritó:
—
¡Hajime!
Jack se había decidido por una estrategia de todo o nada y, cuando Raiden se abalanzó hacia él, lo golpeó con una patada frontal, y luego una circular. Pero Raiden simplemente desvió sus patadas de un manotazo antes de lanzarle un golpe con el antebrazo. Jack salió volando y acabó tendido en el suelo.
—¡YAME! —exclamó el juez—.¡Kokapara Raiden!
Jack se puso en pie tambaleándose, sacudido, pero ileso. Akiko y Saburo le dirigieron miradas de ánimo, pero su apoyo quedó minado por el rostro sonriente de Kazuki y el gesto de Nobu, que hacía la pantomima de colgarse de una horca.
—
¡Hajime!
Cuando Jack aún se estaba preparando, Raiden pisoteó su pierna adelantada. Jack dejó escapar un alarido y trató de retroceder, pero tenía el pie atrapado. Raiden lanzó un gran gancho de izquierda. Jack lo esquivó y sintió como le pasaba por encima de la cabeza. Pero, al levantarse, Raiden lanzó su puño derecho contra su cara.
Jack lo bloqueó con un sólido
age-uke
, bloqueo hacia arriba, pero supo que le quedaba poco tiempo si no se liberaba pronto.
Jack cayó de rodillas y, con todo su peso, golpeó el interior del muslo de Raiden, apuntando directamente al centro nervioso que le había enseñado el
sensei
Kyuzo. Raiden aulló de dolor y soltó el pie de Jack, pero al retroceder, tambaleándose, consiguió alcanzar a Jack con un torpe pero brutal revés en la cara.
Jack salió volando por segunda vez.
—¡YAME! —exclamó el juez—.
¡Koka
para Raiden!
—Vamos, Jack. Puedes derrotarlo —exclamó Akiko para animarlo, pero los gemidos del resto de la
Niten Ichi Ryû
eran una evaluación más sincera de sus posibilidades.
En el tercer ataque, Jack duró un poco más, hasta que el antebrazo de Raiden le cruzó la cara...
Jack se desplomó.
—¡YAME! —exclamó el juez—. ¡Kokapara Raiden!
Esta vez Jack se quedó en el suelo y el juez empezó a contar.
—Uno... dos...
El golpe del «cordel» de Raiden le había dejado sin sentido y permaneció allí tirado, deseando que todo terminara. La cabeza le resonaba de dolor, los vítores eran una oleada de sonido en sus oídos, y la idea de rendirse era ahora más incitadora que nunca. No tenía ninguna posibilidad en ese combate. Su única esperanza era terminar vivo y en una sola pieza.
—Tres...
Entonces oyó una voz por encima del murmullo de la multitud.
—¡Siete veces abajo, ocho veces arriba!
Jack sacudió la cabeza, tratando de despejarla. La sala volvió a aclararse y la voz ganó claridad.
—Cuatro...
—¡Siete veces abajo, ocho veces arriba!
Era Yori. Le estaba gritando a Jack.
—¡Siete veces abajo, ocho veces arriba!
—Cinco...
Yori le estaba diciendo a Jack que no se rindiera. Todo lo aprendido se fundió de repente en una sola cosa: Jack no podía aceptar la derrota.
—Seis...
Tenía que conquistar sus propias dudas y miedos. Las palabras del
sensei
Yamada resonaron en su cabeza.
—Para que te pisen, tienes que estar en el suelo.
—Siete...
—¡Siete veces abajo, ocho veces arriba!
Ahora oyó a Saburo y Akiko que se habían unido al cántico de Yori, junto con varios estudiantes más.
—Ocho...
Raiden no lo derrotaría sin luchar.
—Nueve...
Jack se obligó a ponerse en pie. La multitud rugió, ansiosa por ver al
gaijin
volar de nuevo. La cuenta se detuvo y Jack ocupó tambaleante su posición.
—
¡Hajime!
—dijo el juez, sin dar a Jack más oportunidades para recuperarse.
Raiden se abalanzó hacia delante.
Jack bloqueó su primer ataque.
Raiden pasó de largo, se dio la vuelta y volvió a atacar. Jack consiguió alcanzar con un golpe el costado de Raiden, pero éste le asestó en el pecho un terrible puñetazo y Jack salió despedido hacia atrás y aterrizó pesadamente cerca de Akiko.
—¡YAME! —exclamó el juez—.¡Kokapara Raiden!
Akiko parecía inquieta, pero Jack se levantó y lo intentó de nuevo.
—¡YAME! —exclamó el oficial, cuando Jack volvió a caer al suelo como un muñeco de trapo—.¡Kokapara Raiden!
Raiden se aprovechó del débil estado de Jack y ejecutó una
ura mawashi-geri
, una patada de gancho, que lastimó a Jack en las costillas.
—¡YAME! —exclamó el juez, con creciente preocupación en la voz—.
¡Yuko
para Raiden!
Jack se alegró de que el suelo fuera blando, aunque el impacto al aterrizar le dolió de todos modos. Se obligó a levantarse, tambaleándose como el muñeco Daruma. Jack empezó ahora a apreciar todas y cada una de las veces en que el
sensei
Kyuzo le había hecho
uke.
Akiko tenía razón, la experiencia lo había endurecido contra este tipo de palizas constantes.
—Queda media varita de incienso —anunció el juez—.
¡Hajime!
Raiden respiraba entrecortadamente por la longitud del combate. Quedaba claro que estaba acostumbrado a que sus oponentes se rindieran después de una sola ronda. Su rostro había adquirido un color rojo brillante y sudaba como un cerdo.
Jack advirtió también que se movía más despacio y consiguió bloquear con facilidad un
mawashi-zuki
de Raiden, un puñetazo circular. Entonces la comprensión lo alcanzó con un destello cegador. Raiden, sudoroso, colorado y cansado no era un cerdo. ¡Era un demonio, el demonio de la visión de Jack!
Demasiado cansado para intentar siquiera una técnica adecuada, Raiden agarró a Jack y, por pura fuerza bruta, lo arrojó al otro lado del
aojo.
Jack resbaló de espaldas por el suelo, y fue a detenerse a los pies del
sensei
Yamada.
—¡YAME! —exclamó el juez—.¡Kokapara Raiden!
La escuela
Yagyu
se volvió loca. En menos de una varita de tiempo, el combate sería suyo. Era imposible que Jack venciera.
Jack miró al
sensei
Yamada, que se inclinó expectante sobre él, como si rezara.
—
¡Sensei!
¡Raiden es el demonio de mi visión! —murmuró Jack—. ¿Qué significa?
El
sensei
Yamada simplemente abrió y cerró las manos como las alas de una mariposa. El mensaje estaba claro: Jack tenía que ser la mariposa.
Jack se incorporó y alisó su
gi
azul de combate. ¡Azul! Jack se rio ante lo clara que había sido su visión. No podía derrotar a Raiden por la fuerza, pero sí con habilidad y resistencia.
Jack cambió de táctica. Raiden tenía claramente mala técnica, y confiaba tan sólo en que su tamaño y su peso hicieran el trabajo por él. Si Jack era rápido y ágil como una mariposa, podría evitar los golpes. Evitarlos lo suficiente para que Raiden se agotara, igual que el demonio de su visión. Jack tan sólo esperaba tener tiempo suficiente para cansar al «demonio».
—
¡Hajime!
—anunció el juez.
La pelea continuó.
Sin embargo, mantenerse fuera del alcance de Raiden era más fácil de pensar que de hacer. Jack no podía correr simplemente alrededor del
dojo.
Tenía que mantenerse lo bastante cerca para que Raiden lo atacara, para obligarlo a agotarse, sin lanzarle, sin embargo, ningún golpe.
Jack alargó el combate, pasando de un punto a otro. Esquivó a su contrincante, se contorsionó y se zambulló, mientras el calor del sol del mediodía ya cercano cocía el
butokuden
y lo convertía en un horno.
Raiden se agitaba lleno de frustración, con movimientos cada vez más torpes, mientras Jack esquivaba un golpe tras otro. El sudor corría por la frente del muchacho y se le metía en los ojos, dificultando su visión. Al levantar la mano para secárselo, bajó ligeramente la guardia.
Ésta era la oportunidad que había estado esperando Jack.
Sabía que era imposible que una simple patada o un puñetazo pudieran derribar a Raiden. Necesitaría dejar atrás los brazos de simio de su oponente antes de poder descargar un golpe efectivo. Sólo le quedaba una opción, la
cho-geri
, la patada de mariposa. «Lo que tú creas será», le había dicho el
sensei
Yantada, y en ese momento Jack creyó que podía hacerlo.
Sin pensarlo, Jack se lanzó al aire. Una sesión de entrenamiento convergió en un solo momento.
Mientras se retorcía en el aire, haciendo girar los brazos como las alas de una mariposa para no perder el control, lanzó la pierna derecha, sin dejar de girar, y rebasó la debilitada guardia de Raiden, mientras su pierna izquierda golpeaba la mandíbula de su contrincante. La
cho-geri
salió bien y Raiden se desplomó bajo su fuerza.
Todo el
butokuden
quedó sumido en un silencio sepulcral.
Jack aterrizó limpiamente junto al cuerpo caído de su oponente justo cuando los últimos restos de ceniza caían al plato.
—¡YAME! —exclamó el sorprendido juez—.¡Ippon para Jack!
Contra todo pronóstico, Jack había conseguido ejecutar la
cho-geri.
No podía creerlo.
La
Niten Ichi Ryû
estalló en aplausos y Jack se dirigió tambaleándose a su esquina, dejando a Raiden caído en el suelo.
—¡Ha sido sorprendente! —exclamó Saburo, que había corrido a animarlo, entusiasmado.
—¿Dónde aprendiste a lanzar una patada así? —dijo una voz entre la multitud.
—¿Cómo se llama? —preguntó otro—. ¿El
gaijin
volador?