—Divino —contestó Charles entre dos sorbos.
—Por esta misma razón nunca he querido que me llamaran mamá, y ahora, con un poco de distancia, pienso que fue muy difícil para ellos... Quizá no tanto para Sam, pero sí para las niñas... Sobre todo en el colegio... En el recreo... Pero yo no soy vuestra mamá, les repetía, vuestra mamá era mucho mejor que yo. Les hablaba mucho de ella... y también de Pierre... Aunque no lo conocí mucho... Hasta que un buen día comprendí que ya no me escuchaban. Creía ayudarlos pero no era más que... morbosa. Era a mí a quien quería ayudar... Por ello había siempre como una sombra por encima de esa palabra, «mamá», como si fuera una palabrota. Que es ya el colmo, si uno lo piensa... Sin embargo, no consigo sentirme culpable por ello, porque... adoraba a mi hermana...
»Incluso ahora, no pasa un día sin que hable con ella... Me parece que actuaba así para... no sé... para rendirle homenaje... Vaya —dijo entonces Kate, levantando la cabeza—, cómo se lo pasan ésos...
Desde el valle nos llegaba el eco de risas y chapuzones.
—Me parece que eso de bañarse a medianoche les encanta... Para volver a lo de antes, fue Yacine, el sabio Yacine, el que nos relajó a todos. Había llegado el día anterior, no decía nada, escuchaba todas nuestras conversaciones, y entonces, cuando estábamos en la mesa cenando, se dio una palmada en la frente y dijo: «Aaaaah, ya estáaaaa... ya lo tengoooooo... ¡Kate significa mamá en inglés!» Y todos lo miramos sonriendo: lo había entendido todo...
—Pero el hombre que me asignó a la caseta de puntería, por ejemplo... Dijo «su hijo» al hablar de Samuel...
—Pues sí... ¿Cómo podía saber él que «su hijo» significa
your nephew
en el idioma de Les Vesperies...? ¿Vamos a ver qué hacen?
Como de costumbre, los acompañaron unos cuantos chuchos rescatados de la perrera.
Kate, que estaba descalza, caminaba con cuidado. Charles le ofreció el brazo.
Olvidó sus heridas y sus dolores, y se irguió muy orgulloso.
Se sentía como si escoltara a una reina en plena noche.
—¿No les parecerá que los molestamos? —preguntó preocupado.
—Qué va... Les encantará vernos...
Los mayores hacían el ganso a la orilla del río, y los pequeños se divertían fundiendo gominolas al fuego.
Charles aceptó un cocodrilito medio deshecho que se parecía un poco al blasón que llevaba en el pecho.
El sabor era infame.
—Mmm... delicioso.
—¿Quieres otro?
—No, no, gracias, no te molestes.
—¿Vienes a bañarte?
—Pues...
Las chicas hablaban en un rincón, y Nedra apoyaba la cabeza sobre el hombro de Alice.
Esa niña sólo le hablaba al fuego...
Kate exigió una serenata. El músico de guardia obedeció encantado.
Estaban todos sentados con las piernas cruzadas, y Charles se sintió de nuevo como si tuviera quince años.
Pero con una buena mata de pelo...
Pensaba en Mathilde... Si hubiera estado allí, le habría enseñado canciones algo más interesantes que esos acordes tan estudiados. Pensaba en Anouk, tan sola en su cementerio asqueroso, a cientos de kilómetros de sus nietos. En Alexis, que había dejado su alma en la consigna y tenía que «cumplir con sus objetivos» vendiendo cámaras frigoríficas a las cantinas de la región. En el rostro de Sylvie, en la dulzura y la generosidad con las que le había contado toda una vida en la que precisamente esas dos virtudes habían brillado por su ausencia... En Anouk de nuevo, a la que había seguido hasta allí y que habría disfrutado tanto haciendo el ganso con los hijos de Ellen... Que se habría zampado kilos y kilos de gominolas repugnantes y se habría lanzado a hacer un numerito de gitana bailando y dando palmas alrededor de la hoguera.
Que a estas alturas seguramente ya estaría bañándose...
—Necesito apoyarme contra un árbol —reconoció Charles con una mueca, llevándose la mano al pecho.
—Claro... Vámonos allá... —Kate cogió la linterna de camino—. Le duele, ¿verdad?
—Nunca había estado tan bien, Kate...
—Pero... ¿qué le ha pasado exactamente?
—Ayer por la mañana me atropello un coche. No es nada grave.
Kate le indicó un par de sillones club de piel de corteza y clavó el candelabro bajo las estrellas. —¿Por qué? —Por qué ¿qué? —¿Por qué lo atropello un coche?
—Porque... Es una historia bastante larga... Primero preferiría escuchar el final de la suya. La mía se la contaré la próxima vez.
—No habrá próxima vez, lo sabe perfectamente...
Charles se volvió hacia ella y...
—Bueno, volvamos donde nos habíamos quedado —prefirió decir, en lugar de una especie de declaración de poca monta.
La oyó suspirar.
—Se la contaré —le dijo Charles— porque soy... soy exactamente igual que usted. Yo...
Joder, lo que venía después era... ya se le estaba pegando en el paladar.
Al fin y al cabo no podía declararle que ya no la esperaba. Ella había dicho eso como una broma, con lo del gallinero, los conquistadores y todo eso, mientras que él, lo suyo... era...
Lo pensaba en serio...
—Usted ¿qué?
—Nada. Se lo diré cuando me toque.
Silencio.
—Kate...
—¿Sí?
—Me alegro mucho de haberla conocido... Pero mucho, mucho, mucho...
—...
—Y ahora cuénteme lo que ocurrió entre los gritos de su madre histérica y la fiesta de hoy...
—¡Eh, Yacine! ¡Ven un momento, tesoro! Ve a buscarnos la botella y las dos copas que nos hemos dejado sobre la mesa, anda, haz el favor. —Y, dirigiéndose a Charles, añadió—: Sobre todo no vaya a imaginarse otra cosa, porque el caso es que le hice caso.
—¿A quién?
—A Manouk. Ya no bebo sola. Pero es que necesito mi Port Ellen para conducirlo a usted hasta aquí... ¿Por qué me mira de esa manera?
—Por nada... Debe de ser la única persona del mundo en haberle hecho caso...
Yacine, jadeante, les tendió la botella y las copas y volvió a sus comistrajos a la brasa.
—
So... Back to hell...
Mis padres llegaron al día siguiente. Si los niños aún no se habían dado cuenta de que su vida se había convertido en un campo de minas, las caras de espanto de su
Granny
desde luego les dieron más de una pista... A través de una amiga de Ellen encontré a una joven
au pair
para que les echara una mano y me volví a mi campus en Ithaca.
—¿Todavía era usted estudiante?
—No, soy... bueno, era ingeniera agrónoma. En parte lo llevaba en la sangre —bromeó—, mi madre me había enseñado la jardinería, pero ¡yo quería salvar a la humanidad! No quería ganar ninguna medalla en el Chelsea Flower Show, ¡quería resolver de una vez por todas el problema del hambre en el mundo! Jajá —añadió sin reír—, encantador, ¿verdad? Trabajé muchísimo sobre un montón de enfermedades y... le contaré todo eso más tarde... Por aquella época acababan de concederme una beca para estudiar las manchas negras de la papaya.
—¿En serio? —preguntó Charles divertido.
—En serio.
Ring Spot Virus...
Pero bueno... ese problema lo resolvieron sin mí. Aunque... no se lo he enseñado antes pero tengo un pequeño laboratorio por ahí...
—Anda ya, ¿de verdad?
—Pues sí... Ahora ya no salvo al mundo, fabrico plantas para ayudar a los ricos a vivir mejor y más tiempo... Digamos que lo mío es la farmacopea del confort, vamos... En este momento estoy desarrollando investigaciones punteras en torno al tejo... ¿Ha oído hablar alguna vez del terpeno que se extrae del tejo, que tiene propiedades contra el cáncer? ¿No?
Well...
ésa es otra historia... En la que nos ocupa, estoy en mi pequeño apartamento, con mi novio, y éste me pregunta si voy a preparar una ensalada de pasta para la barbacoa en casa de los Miller.
»
The situation was totally insane
. ¿Qué demonios se me había perdido a mí en casa de los Miller cuando tenía dos urnas metidas en un armario, tres huérfanos a mi cargo y unos padres a los que consolar? La noche siguiente fue muy larga. Comprendía, escuchaba los argumentos de mi novio, pero era ya demasiado tarde... Yo era quien había convencido a Ellen de que se marchara a divertirse un poco y me parecía que tenía... ¿cómo decirlo?... mi parte de... responsabilidad en ese asunto...
Sorbo de turba para ayudar a digerir esa palabra.
—Lo peor es que Matthew y yo nos queríamos... Incluso creo que habíamos pensado casarnos... Bueno, total, que hay noches en las que desaparecen vidas en unas horas... Y yo sabía del tema... A la mañana siguiente, me recorrí la administración entera y, cuidadosamente, procedí a...
to delete me
. Me anulé, me taché, me suprimí de todos los papeles que me tendían mis colegas con cara de enfado como si fuera una niña egoísta que rompe sus juguetes y no cumple sus promesas.
»Había currado como una loca para llegar hasta ahí, y ahora me iba con el rabo entre las patas, creo incluso que me sentía culpable... Hasta debí de pedirles perdón... En pocas horas abandoné todo lo que tenía: el hombre al que amaba, mis diez años de estudios, mis amigos, mi país adoptivo, mis cepas débiles, mis ADN, mis papayas e incluso a mi gato...
»Matt me acompañó al aeropuerto. Fue horroroso. Le dije: "¿Sabes?, seguro que hay un montón de proyectos apasionantes en Europa..." Trabajábamos los dos en lo mismo... Él asintió y me dijo algo a lo que di mil vueltas en la cabeza durante mucho tiempo: "Sólo piensas en ti."
»Subí al avión llorando. Yo que tanto había viajado por las plantaciones del mundo entero, a partir de aquel día no volví a coger un avión...
»Todavía pienso en él alguna vez... Cuando estoy aquí, perdida en este agujero, con mis botas, medio congelada, y miro a Sam entrenando con su burro, con mis dichosos perros, el viejo Rene y su dialecto incomprensible, y todos los chavales del pueblo subidos a las vallas jaleándome hasta que termine de hacerse el bizcocho de turno, pienso en él, en lo que me dijo, y un fantástico
Fuck you!
me reconforta y me calienta el corazón mucho más que la gorda de Aga...
—¿Quién es Aga?
—La cocinera... Lo primero que compré al venirme aquí... Y era una locura, de hecho... Me dejé todos mis ahorros... Pero mi abuela tenía una en su casa en Inglaterra, y yo sabía que no podría salir adelante sin una como ésa... En su lengua tienen la misma palabra para el aparato y para la señora que cocina, y esa vaguedad léxica siempre me ha parecido de lo más pertinente. Para mí, para todos nosotros, es una persona de verdad. Una especie de abuela buena, cálida, amable y presente, y nunca nos separamos de sus faldas. El horno que hay abajo a la izquierda, por ejemplo, es muy útil...
»Cuando ya se han acostado los niños, y yo no puedo más, me siendo delante y meto los pies dentro. Es...
lovely...
¡Menos mal que nunca viene nadie en ese momento! La mujer del lobo con los pies dentro del horno, ¡tendrían miga para cotillear sobre mí varios años seguidos! Sí, por aquel entonces teníamos una birria de coche, pero una Aga azul Wedgwood que me había costado lo mismo que un Jaguar...
»Bueno... volvamos a nuestra historia, esta historia de grandes sacrificios. Mis padres se marcharon, y la joven
au pair
me dio a entender que la más difícil de tratar había sido mi madre, y... y ¿qué?
»Y fue muy duro...
»Samuel volvió a mojar la cama, Alice tenía pesadillas y seguía preguntándome todos los días cuándo no estaría ya muerta mamá.
Los llevé a un psicólogo pedagogo que me dijo: hágales preguntas, constantemente, oblíguelos a verbalizar su tristeza y, sobre todo, sobre todo, no permita nunca que duerman con usted. Le contesté que sí a todo, y lo mandé a la porra al cabo de tres sesiones.
»No les hice nunca preguntas, pero me convertí en la mayor experta en Playmobil, en Lego y en pegatinas del mundo entero. Cerré la puerta de la habitación de Pierre y de Ellen, y dormimos todos juntos en la de Sam. Los tres colchones en el suelo... Parece ser que es lo peor que se puede hacer, pero a mí me pareció tremendamente eficaz. Se acabaron las pesadillas y el mojar la cama, y les contaba un montón de cuentos para que se durmieran... Sabía que Ellen les hablaba en francés, pero les leía Enid Blyton, Beatrix Potter y todos los libros de nuestra niñez en inglés, así que tomé su relevo.
»No los obligaba a "verbalizar su tristeza", pero Samuel me corregía a menudo para explicarme cómo les leía su madre tal o cual párrafo y para decirme que imitaba la voz enfadada del señor Mac-Gregor o la de Winnie the Pooh mucho mejor que yo... Y hoy, incluso con Yacine y con Nedra, estamos leyendo
Oliver Twist
en versión original. ¡Lo que no les impide sacar unas notas malísimas en el colegio, créame!
»Y entonces llegó el primer Día de la Madre desde la muerte de Ellen... El primero de una larga serie que todavía nos afecta un poco... Y fui a ver a las maestras para pedirles que dejaran ya esa maldita historia de la hora de las mamas... Me lo contó Alice una noche... Que eso le daba ganas de llorar todo el tiempo... "Y ahora, niños, poneos los abrigos, ¡porque llega la hora de las mamas!" Les pregunté si podían añadir "y de las tías", pero nunca cuajó...
»¡Ah! El cuerpo docente... Son los molinos a los que me enfrento yo... ¿Se puede creer que Yacine es el último de su clase? ¿Él, se lo puede usted creer? ¿El niño más brillante, más curioso que he conocido en mi vida? Y todo porque no sabe sostener un lápiz como es debido. Me imagino que nunca le han enseñado a escribir... Yo lo he intentado, pero no ha servido de nada, por mucho que se esfuerce, no hay quien entienda lo que escribe. Hace unos meses tuvo que hacer un trabajo sobre Pompeya. Se tiró un montón de tiempo y le salió un trabajo magnífico. Alice había hecho todas las ilustraciones, y los demás llegamos incluso a hacer algunas reproducciones a partir de moldes en la mesa de la cocina. Todo el mundo participó en ese trabajo... Pues bien, sólo sacó 10 sobre 20 porque la profesora había precisado que los textos debían ser manuscritos. Fui a verla para asegurarle que lo había escrito él todo al ordenador, pero me contestó que claro, "de cara a los demás" tenía que comportarse así...