Tras el clamoroso éxito internacional de
LAS HORMIGAS
, Bernard Werber lleva su apasionante temática hasta las últimas consecuencias. El día de las hormigas es una odisea moderna que nos transporta a un universo terrible regido por el comportamiento perverso de unas criaturas tan implacables como fascinantes…
En París se producen una serie de crímenes inexplicables y relacionados por dos circunstancias: las víctimas trabajaban en la fabricación de un insecticida y los cadáveres presentan una indescriptible mueca de horror. El inspector Miellès solicita la ayuda de la joven periodista Laetitia Wells. A partir de entonces, la investigación conduce al corazón del espeluznante mundo de las hormigas, criaturas que aparecieron en la Tierra cien millones de años antes que el hombre y que, ahora, están dispuestas a librar una guerra despiadada y definitiva contra los seres humanos…
Bernard Werber
El día de las hormigas
Las hormigas 2
ePUB v1.1
Dirdam04.05.12
Título en francés original:
«Le jour des fourmis»
Bernard Werber, 1992.
Traducción: Mauro Armiño, 1993
Editor original:
Dirdam (v1.0 a v1.1)
Corrección de erratas:
v1.1 Atramentum (13/5/12)
ePub base v2.0
A Catherine
Todo es
uno
(Abraham
)
Todo es
amor
(
Jesucristo)
Todo es
económico
(
Karl Marx)
Todo es
sexual
(
Sigmund Freud)
Todo es
relativo
(
Albert Einstein)
¿Y luego?…
Edmond Wells
Enciclopedia del saber relativo y absoluto.
Las dueñas del alba
Negro.
Ha pasado un año. En el cielo sin luna de la noche de agosto palpitan las estrellas. Y por fin las tinieblas se difuminan. Unas fajas de bruma se estiran sobre el bosque de Fontainebleau. Pronto las disipa un gran sol púrpura. Todo centellea ahora bajo el rocío. Las telas de araña se transforman en bárbaros manteles de perlas color naranja. Hará calor.
Unos pequeños seres tiemblan bajo los ramajes. Sobre las hierbas, entre los helechos. Por todas partes. Pertenecen a todas las especies y son innumerables. El rocío, licor puro, limpia esa tierra donde ha de ocurrir la más extraña de las av…
Adelante, deprisa.
La orden perfumada es terminante: no hay tiempo que perder en observaciones ociosas. Las tres siluetas oscuras se apresuran a lo largo del corredor secreto. La que camina por el techo arrastra indolentemente sus sentidos a la altura del suelo. Le ruegan que baje, pero ella asegura que está mejor así, con la cabeza hacia abajo. Le gusta percibir la realidad al revés.
Nadie insiste. Después de todo, ¿para qué? El trío se separa para adentrarse por un pasillo más estrecho. Tantean el más ínfimo recoveco antes de aventurar el menor paso. Por ahora, todo parece tan tranquilo que resulta inquietante.
Ya han llegado al corazón de la ciudad, en una zona a buen seguro muy vigilada. Sus pasos se hacen más cortos. Las paredes de la galería son cada vez más satinadas. Las sombras resbalan sobre jirones de hojas muertas. Una sorda aprensión inunda todos los vasos de sus caparazones rojizos.
Ya están en la sala.
Husmean los olores. El lugar huele a resina, a coriandro y a carbón. Esta pieza es una invención muy reciente. En todas las demás ciudades mirmeceanas, las celdillas sólo sirven para almacenar el alimento o las cresas. Pero el año anterior, justo antes de la hibernación, alguien emitió una sugerencia:
No
debemos perder nuestras ideas.
La inteligencia de la Manada se renueva demasiado deprisa.
Los pensamientos de nuestros antepasados deben aprovechar a nuestros hijos.
El concepto de almacenaje de los pensamientos era completamente nuevo entre las hormigas. Sin embargo, había entusiasmado a una gran mayoría de ciudadanas. Todas y cada una de ellas habían ido a verter las feromonas de su saber en los recipientes previstos a tal efecto. Luego los habían ordenado por temas.
Desde ese instante, todos sus conocimientos quedaban recogidos en aquella amplia celda: la «Biblioteca química».
Las tres visitantes, llenas de admiración a pesar de su nerviosismo, caminan. Los espasmos de sus antenas dejan traslucir su emoción.
A su alrededor se alinean unos ovoides fluorescentes en filas de seis, nimbados por vapores amoniacales que les dan un aspecto de huevos calientes. Pero esas conchas transparentes no esconden ninguna vida en gestación. Encastradas en su ganga de arena, están repletas de relatos olfativos sobre centenares de temas bien catalogados: historia de las reinas de la dinastía Ni, biología corriente, zoología (mucha zoología), química orgánica, geografía terrestre, geología de las capas de arena sub-terrestres, estrategia de los combates de masas más célebres, política territorial de los últimos diez mil años. Se encuentran incluso recetas de cocina o los planos de los escondrijos de peor fama de la ciudad.
Movimiento de antenas.
Deprisa, deprisa, démonos prisa, que si no…
Se limpian rápidamente sus apéndices sensoriales con el cepillo de cien pelos de su codo. Se disponen a inspeccionar las cápsulas donde se amontonan las feromonas de memoria. Rozan los huevos con la extremidad sensible del tallo de sus antenas para identificarlos bien.
De pronto, una de las tres hormigas se queda inmóvil. Le parece haber oído un ruido. ¿Un ruido? Todas piensan que esta vez van a ser descubiertas.
Esperan febriles. ¿Quién podrá ser?
—¡Vete a abrir, debe de ser la señorita Nogard!
Sébastien Salta desplegó su largo esqueleto y giró el picaporte de la puerta.
—Buenos días —dijo.
—Buenos días, ¿está listo?
—Sí. Está listo.
Los tres hermanos Salta fueron a coro en busca de una gran caja de poliestireno de la que sacaron una esfera de vidrio, abierta por su parte superior y llena de granulados pardos.
Todos se inclinaron sobre el recipiente y Caroline Nogard no pudo dejar de meter en él la mano derecha. Un poco de arena oscura fluyó entre sus dedos. Olisqueó los granos como lo hubiera hecho con un café de aroma precioso.
—¿Les ha costado mucho esfuerzo?
—Muchísimo —respondieron al unísono los tres hermanos Salta.
Y uno de ellos añadió:
—¡Pero merecía la pena!
Sébastien, Pierre y Antoine Salta eran unos colosos. Cada uno debía medir unos dos metros. Se arrodillaron para meter también sus largos dedos en el recipiente.
Tres velas hincadas en un alto candelabro iluminaban la extraña escena con luces de un amarillo anaranjado.
Caroline Nogard colocó la esfera en una maleta rodeándola cuidadosamente con numerosas capas de espuma de nailon. Contempló a los tres gigantes y sonrió. Luego se despidió en silencio.
Pierre Salta dejó escapar un suspiro de alivio.
—¡Esta vez creo que hemos logrado nuestro objetivo!
Falsa alarma. Sólo es una hoja seca que cruje. Las tres hormigas reanudan sus investigaciones.
Husmean uno por uno todos los recipientes atiborrados de informaciones líquidas. Por fin encuentran lo que buscan.
Por suerte, no les ha sido demasiado difícil descubrirlo. Cogen el precioso objeto, pasándolo de una pata a otra. Es un huevo lleno de feromonas y herméticamente cerrado mediante una gota de resina de pino. Lo descapsulan. Un primer aroma asalta sus once segmentos antenarios.
Desciframiento prohibido.
Perfecto. No hay mejor sello de calidad. Apoyan el huevo y meten en él, con avidez, la extremidad de las antenas.
El texto oloroso asciende por los meandros de sus cerebros.
Descodificación prohibida.
Feromona memoria nº
81
Tema:
Autobiografía
Mi nombre es Chli-pu-ni.
Soy la hija de Belo-kiu-kiuni.