El hombre sombra (35 page)

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Authors: Cody McFadyen

Tags: #Intriga, #Policíaco, #Thriller

Murió con los ojos abiertos. Tiene las piernas separadas. La dejaron en esa postura adrede, estoy convencida de ello. Para ufanarse ante nosotros. «Yo la he poseído —dicen—, no es nadie. Una puta barata. Ha sido NUESTRA.»

Veo las bolsas junto a la cama. Aunque el cadáver de la joven constituye una escena de violencia, caos y depravación, las bolsas presentan un aspecto diametralmente opuesto. Parecen haber sido dispuestas una junto a otra en una línea casi recta. Ordenada y pulcramente. Los asesinos también se ufanan de eso ante nosotros: «Mirad lo ordenados y hábiles que somos», dicen. O quizá se expresan en una lengua que sólo ellos comprenden, escribiendo por medio de unas cruentas pictografías que no alcanzamos a descifrar.

La escena indica claramente un ritual. Esto es lo que habría hecho Jack el Destripador, piensan los asesinos, y es lo que hacen ellos. También me intriga la fijación de los asesinos. Sólo les interesaba la joven. No han tocado ni dañado ningún objeto en la habitación. Su necesidad de apoderarse de la mujer no se extiende a su entorno. Les bastaba con apoderarse de ella.

Entro en la habitación y miro a mi alrededor. Hay muchos libros, manoseados y dispuestos de forma aleatoria. No sirven tan sólo para llenar un espacio, sino que demuestran que la joven era aficionada a la lectura. Me acerco para mirar los títulos al tiempo que me invade una mezcla de pena, ironía y sentido del humor amargo. Veo unas novelas de misterio basadas en casos reales, muchas de ellas sobre asesinos en serie.

—Qué desbarajuste —murmuro.

Me vuelvo hacia la cama. Achico los ojos al observar la ropa de la joven en una pila en el suelo. Me acerco y me agacho para examinarla sin tocar nada. La tira del sujetador está rota, al igual que sus bragas. La muchacha no se quitó ella misma la ropa. La desnudaron a la fuerza.

Me incorporo y contemplo su rostro exánime, que expresa un grito eterno.

—¿Te resististe a ellos, Charlotte? —le pregunto—. Cuando te ordenaron que te desnudaras, ¿les dijiste que se fueran a tomar por saco?

Charlotte está de pie junto a su cama, vestida sólo con la ropa interior, temblando debido al torrente de adrenalina provocado por el temor.

Uno de los asesinos la apunta con la pistola.

—Quítatelo todo —dice—. ¡Ahora mismo!

Charlotte le mira, y luego mira al otro. A diferencia de Annie, lo comprende todo antes de que la aten a la cama.

Esos ojos vacíos.

Sabe lo que le espera.

—¡Que os den por culo! —grita abalanzándose sobre él, agitando los brazos y dando patadas—. ¡Socorro! ¡Socorro!

Contemplo de nuevo su cadáver. Veo unos moratones en su rostro y alrededor de los ojos. ¿Causados después de que la ataran a la cama o antes? Nunca lo sabré con certeza. Pienso que fue antes. En realidad no tiene importancia. Pero prefiero pensar que fue antes.

Jack Jr. está furioso porque esa puta se ha atrevido a ponerle las manos encima. Y durante unos instantes siente miedo. Es preciso que deje de gritar. Asesta a Charlotte un puñetazo en el estómago, dejándola sin aliento y haciendo que se doble hacia delante.

—Sujétale los brazos por detrás —dice Jack al otro con tono tenso y enfurecido.

Charlotte boquea y jadea mientras el ayudante de Jack le sujeta los brazos por los codos, inmovilizándolos.

—Necesitas una lección, so puta —dice el que empuña la pistola. Alza la mano, abierta, y le propina un bofetón en la mejilla. Una vez. Dos. Tres. La abofetea con tal furia que hace que Charlotte vuelva la cara de un lado a otro. Luego le arranca el sujetador con una fuerza bruta que sólo poseen los desequilibrados. Acto seguido también le arranca las bragas. Ella trata de volver a gritar, pero el asesino le asesta un puñetazo en el plexo solar y vuelve a abofetearla. Charlotte está desnuda, aturdida, los ojos le lagrimean, siente un zumbido en los oídos y está mareada. Sus rodillas ceden cuando trata de conservar el equilibrio.

Esta víctima también es fácil de controlar.

Esto calma al asesino.

Deduzco que Jack amordazaría luego a Charlotte. Observo sus manos y sus pies, esposados a la cama. Me fijo en su mano izquierda. Me acerco a la cabecera de la cama y la examino atentamente. Charlotte llevaba uñas postizas. Pero la uña del índice derecho se ha desprendido. Echo un vistazo a los otros dedos. Todos lucen uñas postizas. Me muerdo el labio mientras reflexiono.

De pronto se me ocurre una idea y salgo de nuevo al porche delantero.

—¿Tienes una linterna? —pregunto a Barry.

—Sí —responde él entregándome una pequeña Maglite.

La tomo y regreso al dormitorio de Charlotte. Me arrodillo junto a la cama e ilumino el suelo debajo de ésta con la linterna.

Al cabo de unos instantes la veo.

Una uña, sobre la moqueta cerca de la cabecera de la cama. Achico los ojos y veo una manchita de sangre en la punta.

Me incorporo y contemplo a Charlotte con profunda tristeza. Me invade un intenso sentimiento de pesar. Todo debido a esa uña. Un último desafío, un último acto de rebeldía desde la tumba.

Otros dirían que fue un accidente, pero yo prefiero creer que no. Pienso en los libros sobre asesinos en serie que solía leer Charlotte, su fascinación por lo misterioso, la ciencia forense y el asesinato. Y veo a una joven que era una luchadora y sabía que iba a morir.

—Sujeta a esa puta a la cama —dice el que empuña la pistola.

El otro coloca las esposas a Charlotte, que está aturdida, asiéndola por las muñecas y…

—¡Ay! ¡Puta asquerosa! —grita el tipo—. ¡Esta guarra me ha arañado!

El tipo le propina otro puñetazo en el estómago y le esposa una muñeca a la cama. Luego la otra.

Quizá lo hizo Charlotte mientras el asesino le sujetaba las piernas a la cama. O quizás al cabo de un rato, quizá pensó en ello mientras la torturaban y violaban. Trato de imaginarlo.

Todo es dolor, temor y aturdimiento. Van a matarla. Charlotte lo sabe. Ha leído sobre estas cosas. Pero precisamente porque las ha leído, sabe lo del ADN. Sabe que lo tiene debajo de la uña.

Charlotte levanta la uña con el pulgar, con fuerza, un poco más, rogando que los asesinos no se percaten, hasta que…

La uña se desprende, de forma indolora. Charlotte no la oye caer sobre la moqueta. Pero una parte de su ser se lamenta de haberla perdido. En cierto modo, la uña sobrevivirá. Ella no.

Charlotte mira al tipo que empuña la pistola y sonríe.

Cierra los ojos, rompiendo a llorar y pensando en la uña.

Sabe que no volverá a verla jamás.

Me enderezo, sintiendo como si un viento gélido hubiera soplado sobre mí. Miro a Charlotte.

—La he encontrado —murmuro—. Donde la dejaste para que yo la encontrara.

—Las mismas salvajadas de siempre —masculla Barry—. No consigo acostumbrarme.

—Probablemente sea mejor así —digo volviéndome hacia él.

Él me mira y esboza una pequeña sonrisa.

—Sí.

Callie y Gene están preparados para entrar. Les he contado a todos lo de la uña.

—No tardarán, de modo que di a tus hombres de la Unidad del Escenario del Crimen que vengan, Barry. Mételes prisa y consígueme ese informe. Te devolveré el favor. Estoy segura de que esos tipos son de aquí. Procuraré que estés presente cuando los atrapemos.

Barry niega con la cabeza.

—Te lo agradezco, Smoky, pero no te preocupes. Este caso es de los que no te importa quién los atrape, sino que los atrapen cuanto antes.

—¿Qué te parece si nos comprometemos a mantenernos mutuamente informados y lo dejamos así?

—Me parece bien.

—¿Qué es exactamente lo que quieres que hagamos aquí?

El rostro de Gene muestra una mezcla de impaciencia, euforia y enojo. Está eufórico porque por primera vez en mucho tiempo está realizando una labor de campo, pero le enoja que este escenario del crimen no le pertenezca por completo. No puede reivindicar su pertenencia.

—Quiero cualquier cosa que contribuya a atrapar a esos tipos. La Unidad del Escenario del Crimen de la policía de Los Ángeles es muy competente. Ellos se encargarán de la parte más engorrosa. Quiero que vosotros echéis una ojeada en busca de algo que pueda ayudarnos.

—¿Quieres que recojamos la uña? —pregunta Callie.

Dudo unos instantes.

—¿Obtendremos los resultados del ADN más rápidamente de esa forma?

—Sí.

—Entonces recogedla. Pero tendréis que quedaros aquí hasta que lleguen los de la Unidad del Escenario del Crimen y lo anoten en el informe. No vayamos a fastidiarla e impedir que condenen a esos tipos por haber cometido un error en la cadena de pruebas.

—¿Qué prefieres, utilizar la cámara o la luz UVA? —pregunta Gene a Callie

—Prefiero la cámara.

Callie fotografiará el escenario del crimen, especialmente todo lo que toquen o retiren, antes de hacerlo. Gene utilizará un pequeño emisor de rayos UVA. Es una versión más reducida del telescopio de rayos UVA que Callie empleó en el apartamento de Annie, que contribuirá a mostrar restos de sangre, semen, pelo y otros fluidos.

—Andando.

Ambos entran en la casa y yo les sigo. Se mueven en una especie de danza que me recuerda a James y a mí, ignorando mi presencia.

—¿Qué opinas, cielo? —pregunta Callie olfateando el aire—. ¿Lleva unos tres días muerta?

—Aproximadamente.

Callie toma fotografías del cadáver, incluyendo las bolsas que contienen los órganos.

Gene se acerca a las bolsas y pasa la vara de rayos UVA por encima y alrededor de ellas.

—No hay rastro de huellas dactilares —dice mirándome—. Aunque es un examen somero, no definitivo.

Ambos se acercan al cadáver. Callie toma más fotografías. Gene se inclina para inspeccionar la mano derecha de Charlotte.

—¿Ves la zona de la que se desprendió la uña? —pregunta a Callie.

Ella responde tomando varias fotografías.

—La uña está sobre la moqueta, entre la cama y la pared —les informo.

Callie se agacha y toma unas fotografías de la uña.

—Parece que tiene adheridos restos de sangre y tejidos, Gene —dice tomando más fotografías.

Él se arrodilla y pasa la vara por debajo de la cama.

—Aquí hay muchas partículas de material —dice—. No quiero tocar nada aparte de la uña… —Gene entrega a Callie la vara de rayos UVA y saca del bolsillo unas pinzas y una pequeña bolsa para depositar pruebas. Le observo estirarse, procurando tocar la moqueta lo menos posible mientras recoge la uña. Al cabo de unos momentos se incorpora, sosteniendo en alto la bolsa de pruebas—. Esto podría contener una muestra de ADN.

—¿Cuánto tardarás en analizarlo? —pregunto.

Se encoge de hombros.

—Veinticuatro horas. —Cuando abro la boca para protestar, Gene alza la mano para impedírmelo—. Eso es superrápido, Smoky. Veinticuatro horas.

—De acuerdo —contesto emitiendo un suspiro de resignación.

Gene toma de nuevo la vara de rayos UVA de manos de Callie y la pasa sobre Charlotte, empezando por la cabeza y deslizándola sobre el cuello, la cavidad torácica abierta y las piernas.

—No veo ningún resto de semen en el cuerpo. Aunque está lleno de sangre, lógicamente. Es imposible sacar ninguna conclusión al respecto a simple vista.

Callie sigue tomando fotografías.

—Creo que nuestra pista más inmediata y fiable es la muestra de ADN en la uña —dice Gene volviéndose hacia mí—. Y como parece que se produjo un forcejeo, diré a los de la Unidad del Escenario del Crimen de la policía de Los Ángeles que vayan con cuidado al recoger cualquier tipo de pruebas, especialmente con el sujetador y las bragas.

—¿Eso es todo?

—De momento, cielo —responde Callie—. Pero la uña promete, ¿no crees?

—Sí. —Miro mi reloj. Son casi las once de la noche—. Debo irme, Callie. He quedado con el especialista en seguridad en mi casa. Vosotros quedaros para esperar a los de la Unidad del Escenario del Crimen. Por favor, Gene, ponte enseguida con lo del ADN.

—Tan pronto como pueda.

Gene mira a Charlotte, que ha soltado una carcajada.

39


¿C
ÓMO está? —pregunto. Mi voz suena cansada, hasta yo me percato de ello.

—Perfectamente. Se despertó por la tarde y miramos la televisión un rato. Me ayudó a preparar la cena. Lo normal. Ahora está dormida.

—Elaina… —pero no termino la frase.

—La niña puede quedarse aquí esta noche, Smoky. Pensaba decírtelo. Además, pareces rendida y no vale la pena despertarla.

La empatía es una de las virtudes de Elaina. Me siento culpable, pero no lo suficiente para rechazar su oferta.

—Gracias. Estoy molida. Pero te prometo no convertirlo en una costumbre. Te llamaré por la mañana.

—Procura dormir, Smoky.

¿Habría dejado a Alexa con Elaina si se hubieran dado las mismas circunstancias?, me pregunto mientras me dirijo en coche a mi casa. Aparto ese pensamiento de mi mente. Lo guardo en un armario, cierro la puerta y vendo la casa que contiene el armario.

Llego a casa poco después de las once. ¡Dios, ha sido una jornada maratoniana!

Tommy ya ha llegado. Su puntualidad no me sorprende. La puntualidad no es un rasgo adquirido en él, forma parte de su personalidad.

Se apea del coche cuando me detengo y se acerca indicándome que baje la ventanilla. Yo obedezco.

—Entra en el garaje —dice Tommy—. Podrían estar espiándote. Una vez dentro, no digas nada hasta que me haya cerciorado de que no hay micrófonos ocultos.

—De acuerdo.

Abro la puerta del garaje con el mando a distancia y entro con el coche. Tommy me sigue al cabo de unos momentos, portando una mochila. Paro el motor y bajo del vehículo.

Observo en silencio mientras Tommy comprueba si hay micrófonos ocultos, utilizando un costoso aparato capaz de captar todas las frecuencias hasta cuatro gigahercios. Lo hace de forma pausada, metódica, a fondo. Eso le lleva casi diez minutos. Cuando termina, emprende una inspección física. No basta con tratar de detectar la presencia de micrófonos ocultos, hay que buscarlos.

Me reclino en el asiento y le observo trabajar al tiempo que le doy un buen repaso. Hace años que no veo a Tommy. Tiene un aspecto estupendo, como siempre. Es de origen suramericano y muy apuesto. El pelo negro y ondulado. Unos ojos oscuros y profundos. Tiene un leve defecto, una pequeña cicatriz en la sien izquierda, la cual le hace aún más atractivo. No es un tipo duro ni guapo en un sentido afeminado. Es una mezcla de ambas cosas, que en él resulta muy atrayente. Tommy es una versión masculina de Callie. Aunque no tiene su impetuosidad; prefiere la quietud y el silencio. Cuando te escucha, no se pone a tamborilear con los dedos, a juguetear con algo o a dar golpecitos en el suelo con los pies. No es que sea un tipo envarado. Por el contrario, siempre está relajado, distendido. No tiene necesidad de moverse continuamente. Todo movimiento está en sus ojos, atentos, curiosos, alerta. Supongo que proviene de sus tiempos como agente del Servicio Secreto. La calma y la observación van de la mano en esa profesión.

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