El milagro más grande del mundo (13 page)

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Authors: Og Mandino

Tags: #Autoayuda

Sólo tu perseveraste dentro del amoroso calor del cuerpo de tu madre, buscando tu otra mitad, una sola célula de tu madre, tan pequeña que se necesitarían más de dos millones de estas para llenar una bellota. Sin embargo, a pesar de las imposibilidades, y el vasto océano de oscuridad y desastre, Perseveraste, encontraste la célula infinitesimal, te uniste a ella y empezó una nueva vida. Tu vida.

Llegaste, trayendo contigo, como lo hacen todos los niños, el mensaje que dice que no me he desilusionado del hombre. Dos células, ahora unidas en un milagro. Dos células, cada una con veintitrés cromosomas y en cada cromosoma cientos de genes que regirán cada característica tuya, desde el color de tus ojos hasta el encanto de tus modales y el tamaño de tu cerebro.

Con todas las combinaciones bajo mi gobierno, empezando por ese espermatozoide solitario de entre cuatrocientos millones, de tu padre, hasta los cientos de genes en cada uno de los cromosomas de tus padres podría haber creado trescientos billones de seres, siendo cada uno diferente.

¿Pero, a quién cree?

¡A ti! Único en su clase. Único entre los únicos. Un premio sin precio, poseedor de cualidades en mente, habla, movimiento, apariencia y acciones que nunca tuvo otro ser que haya vivido, viva o viviere.

¿Por qué te has valorado en centavos cuando tu valor es comparable a la riqueza de un rey?

¿Por qué escuchaste a quienes te menospreciaron?… y, peor aun, ¿por qué les creíste?

Recuerda. No sigas escondiendo tu individualidad en la oscuridad. Sácala. Muéstrala al mundo. Esfuérzate por no caminar como tu hermano, ni a hablar como habla tu dirigente, ni a trabajar como trabaja el mediocre. Nunca hagas lo que otro. Nunca imites a nadie. Como ya sabes, no debes imitar al malo, pues el que lo imita, siempre lo supera, mientras que quien imita al bueno siempre se queda corto… No imites a nadie. Sé tú mismo. Muestra al mundo tu individualidad y él te bañará en oro. Ésta es, pues, la segunda ley.

Proclama tu individualidad.

Y ahora has recibido dos leyes.

¡Cuenta tus dones! ¡Proclama tu individualidad!

No tienes trabas. No eres mediocre.

Haces una señal afirmativa. Fuerzas una sonrisa. Admites tu propia decepción.

¿Y tu próxima queja? ¿La oportunidad nunca te busca?

Acepta el consejo, y esto pasará, ya que ahora te doy la ley del éxito en todo. Hace muchos siglos se dio esta ley a tus antepasados desde la cima de una montaña. Algunos siguieron la ley y se salvaron; sus vidas estaban llenas con el fruto de la felicidad, el cumplimiento, el oro y la paz mental. La mayoría no escuchó, ya que buscaba medios mágicos, rutas tortuosas, o esperó a que el demonio llamado suerte le mandara las riquezas de la vida. Esperó en vano… igual que tú esperaste, y después lloró, del mismo modo que tú, culpándome por su falta de suerte.

Esta ley es sencilla. joven o viejo, mendigo o rey, blanco o negro, hombre o mujer… todos pueden utilizar el secreto en provecho propio, ya que de todas las normas, pláticas y escritos sobre el éxito y cómo lograrlo, solamente un método nunca ha fallado… si alguien te pide que le acompañes a caminar un kilómetro… acompáñalo dos.

Entonces, esta es la tercera ley… el secreto que producirá riquezas y te proyectará más allá de tus sueños. ¡Sigue adelante otro kilómetro!

El único medio cierto de triunfar es rendir más y mejor de lo que se espera de ti, sin importar de que se trate. Éste es un hábito seguido por todas las personas de éxito desde el principio de los tiempos. Por lo tanto, te digo que el camino más seguro para condenarte a la mediocridad es realizar solamente el trabajo por el que se te paga.

No pienses que te están engañando si rindes más de lo que se te paga, ya que hay un péndulo para toda la vida y lo que trabajes, si no te es recompensado ahora, lo será mañana multiplicado por diez. El mediocre nunca camina otro kilómetro, ya que piensa que no vale la pena seguir adelante. Pero tú no eres mediocre. Caminar otro kilómetro es un privilegio del que debes apropiarte por iniciativa propia. No puedes, no debes evitarlo. El descuido de sólo hacer lo que hacen los demás, y la responsabilidad de tu fracaso son únicamente tuyos.

Ya no puedes servir recibiendo solamente la compensación que en principio será entregada, sin sufrir la pérdida de la recompensa. La causa y el efecto, medios y fines, semilla y fruto, no pueden estar separados. El efecto es la causa, el fin preexiste en los medios y el fruto está siempre en la semilla.

Camina otro kilómetro.

No te preocupes por ti mismo, ya que así servirías a un amo desagradecido. Sírvelo más.

Y en lugar de él, deja que sea yo el que está endeudado, y así sabrás que cada minuto, cada servicio extra, será remunerado. Mientras mayor sea el pago retenido, mejor será para ti… y el interés compuesto en el interés compuesto es el beneficio más grande de la ley.

No puedes ordenar el éxito, sólo puedes merecerlo… y ahora conoces el gran secreto necesario para merecer su extraña recompensa.

¡Camina otro kilómetro!

¿En dónde se encuentra el campo desde el cual gritaste que no existía una oportunidad? ¡Observa! Mira a tu alrededor. Ve que, en donde sólo ayer te revolcabas en la autocompasión, ahora caminas erguido sobre una alfombra de oro. Nada ha cambiado… excepto tú, pero tú lo eres todo.

Eres mi milagro más grande.

Eres el milagro más grande del mundo.

Y ahora las leyes de la felicidad y el éxito son tres.

¡Cuenta tus dones! ¡Proclama tu individualidad! ¡Camina otro kilómetro!

Sé paciente con tu progreso. Para contar tus dones con gratitud, para proclamar tu individualidad con orgullo, para caminar un kilómetro más y después otro, estos actos no pueden hacerse en un abrir y cerrar de ojos. Pues lo que obtienes con mayor dificultad, lo retienes durante más tiempo; como aquellos que ganan una fortuna son más cuidadosos con ella que aquellos que la heredan.

Y no temas entrar a tu nueva vida. Toda adquisición noble se obtiene con sus riesgos. Quien teme encontrar algo, no debe esperar obtener lo otro. Ahora sabes que eres un milagro. Y no existe el temor en un milagro.

Sé orgulloso. No eres un capricho momentáneo de un creador descuidado que hace experimentos en el laboratorio de la vida. No eres un esclavo de fuerzas que no puedes comprender. Eres una manifestación libre de mí ser, de mi amor. Fuiste creado con un propósito.

Siente mi mano. Escucha mis palabras.

Me necesitas… y yo te necesito.

Tenemos un mundo que reconstruir… y si se necesita de un milagro, ¿qué es eso para nosotros? Ambos somos milagros y ahora nos tenemos el uno al otro.

Jamás he perdido la fe en ti desde aquel día en que por primera vez te salvé de la ola gigantesca y te arrojé desamparado sobre la playa. De la forma en que mides el tiempo, esto tuvo lugar hace más de quinientos millones de años. Hubo muchos modelos, muchos cortes, muchas tallas antes de que alcanzara la perfección en ti, hace más de treinta mil años. No he hecho un esfuerzo posterior para mejorarte a últimas fechas.

¿Pues cómo voy a mejorar un milagro? Eras una maravilla que contemplar y me sentía satisfecho. Te di este mundo y el dominio sobre el. Después, para que fueras capaz de alcanzar el máximo de tu potencial, posé mi mano sobre ti, una vez más, y te doté de poderes desconocidos para todas las demás criaturas, del universo, aun hasta hoy.

Te di el poder de pensar.

Te di el poder de amar.

Te di el poder de determinar.

Te di el poder de reír.

Te di el poder de imaginar.

Te di el poder de crear.

Te di el poder de planear.

Te di el poder de hablar.

Te di el poder de rezar.

Mi orgullo es que no conocías ataduras. Eras mi creación última, mi mayor milagro. Un ser vivo completo. Uno que puede adaptarse a cualquier clima, a cualquier trabajo pesado, a cualquier desafío. Uno que puede crear su propio destino sin ninguna interferencia por mi parte. Uno que puede traducir cualquier sensación, o percepción, no por el instinto, sino mediante el pensamiento y el análisis en cualquier acción que sea mejor para él y para toda la humanidad.

Así pues, llegamos a la cuarta ley del éxito y la felicidad… ya que te di un poder más, un poder tan grande que ni los ángeles lo poseen.

Te di… el poder de elección.

Con este regalo te situé por encima de mis ángeles… ya que los ángeles no son libres para escoger el pecado. Te di dominio total sobre tu propio destino. Te dije que determinaras por ti mismo tu propia naturaleza de acuerdo, con tu propia voluntad. No siendo ni divino ni terrestre por naturaleza fuiste libre de modelarte en la forma en que prefirieras. Poseías el poder de elección para degenerar en la forma más baja de vida, pero también tenías el poder, fuera del juicio de tu alma, de renacer en la forma más elevada, que es divina.

Nunca te he quitado tu gran poder, o sea, el de elección.

¿Qué has hecho con esta tremenda fuerza? Mírate. Piensa en las elecciones que has hecho en tu vida y recuerda, ahora, aquellos amargos momentos en los que caerías de rodillas si tan sólo tuvieras la oportunidad de elegir nuevamente.

Lo pasado, pasado esta… y ahora conoces la cuarta gran ley para la felicidad y el éxito… Usa sabiamente tu poder de elección.

Elige amar… en lugar de odiar.

Elige reír… en lugar de llorar.

Elige crear… en lugar de destruir.

Elige perseverar… en lugar de renunciar.

Elige alabar… en lugar de criticar.

Elige curar… en lugar de herir.

Elige dar… en lugar de robar.

Elige actuar… en lugar de aplazar.

Elige crecer… en lugar de consumirte.

Elige bendecir… en lugar de blasfemar.

Elige vivir… en lugar de morir.

Ahora sabes que tus desventuras no eran mi voluntad, ya que todos los poderes empleados sobre ti, y el monto de acciones y pensamientos que te situaron en el rechazo de la humanidad eran lo que tú hacías, no yo. Mis regalos de poder eran demasiado grandes para tu pequeña naturaleza. Ahora te has vuelto grande y sabio, y los frutos de la tierra serán para ti.

Eres algo más que un ser humano, eres un ser humano digno.

Eres capaz de realizar maravillas. Tu potencialidad es ilimitada. ¿Cuál otra de mis criaturas ha dominado al fuego? ¿Cuál otra de mis criaturas ha conquistado la gravedad; ha caminado por los cielos; ha dominado la enfermedad, la peste y la sequía?

¡Nunca menosprecies nuevamente a tu persona!

¡No te rebajes por las cosas insignificantes de la vida! ¡Nunca ocultes tus talentos, de ahora en adelante!

Recuerda al niño que dijo: «Cuando sea un niño grande». ¿Pero qué es eso? Los niños grandes dicen: «Cuando crezca». Y los adultos dicen: «Cuando me case». Pero, ¿después de todo, que es estar casado? El pensamiento entonces cambia a: «Cuando me jubile». Y entonces, llega la jubilación y observa el panorama de lo hecho; un viento helado pasa sobre eso y de alguna forma lo ha perdido y se ha ido.

Disfruta este día, hoy… y mañana disfruta mañana.

Has realizado el milagro más grande del mundo.

Has regresado de la muerte viviente.

Nunca más sentirás autocompasión y cada nuevo día será un desafío y una alegría.

Has nacido nuevamente… pero igual que antes puedes elegir entre el fracaso y la desesperación o el éxito y la felicidad. La elección es tuya. La elección es exclusivamente tuya. Yo solamente puedo observarte, como antes… orgulloso… o apenado.

Recuerda entonces las cuatro leyes de la felicidad y el éxito.

Anota tus dones.

Proclama tu individualidad.

Camina otro kilómetro.

Usa sabiamente tu poder de elección.

Y algo más, para complementar las otras cuatro leyes.

Haz todo con amor… amor por ti, amor por otros y amor por mí.

Seca tus lágrimas. Sal, toma mi mano y mantente erguido.

Permíteme quitarte las mortajas que te atan.

Este día ha sido notificado.

Tú eres el milagro más grande del mundo.

CAPÍTULO 10

¡Todas las fiestas navideñas de las oficinas deberían ser abolidas! No existe forma de prevenir que por lo menos una pobre alma trate de enterrar sus represiones o melancolía por las fiestas mediante la bebida que termina o con una escena de la cual se arrepentirá más tarde o con una pelea sobre el derecho de introducirse en un automóvil y matarse o matar a un inocente. Ya sé. He actuado de esa misma forma estúpida un par de veces… hace algún tiempo.

Más aún, el «tinto espumoso» deja huellas permanentes en las alfombras de la oficina que son imposibles de limpiar por completo.

Cada año, tomo la decisión, generalmente el primer día de trabajo después de Navidad, de que al año siguiente no habrá fiesta en nuestra oficina. En su lugar daremos ese dinero gastado tontamente, a algún fondo para familias necesitadas. Y cada año, cuando se empiezan a formar comités para planear «la fiesta» me debilito, pido que «no se discuta» y permito que vuelva a suceder.

Así pues… tomé un par de copas y traté de sonreír durante el tonto intercambio de regalos mientras que, un tocadiscos emitía una versión aburrida y monótona de Blanca Navidad. Después caminé por la oficina, dando palmadas en los hombros y besando mejillas, sintiéndome como un detective casero, asegurándome constantemente de que todos deberían irse directamente hasta sus casas sin paradas en los moteles o violaciones de tránsito.

Finalmente se terminó el vino y la oficina se vació rápidamente, dejando a su paso una colección de desperdicios que sólo sería limpiada si dejaba un billete de veinte dólares para el encargado de la limpieza. Esta suma ya se encontraba junto con una tarjeta de navidad sobre el escritorio de Pat con el fin de que no pasara desapercibido.

Llevé a mi oficina mi última copa de vino y caí fatigado sobre un sillón, depositando mi copa sobre un cenicero. Me encontré a mí mismo observándolo, prácticamente hipnotizado. Simon. Todas esas copas de jerez que llenamos y vaciamos juntos. Simon. Simon. ¿En dónde está?

Repentinamente tome una decisión y me dirigí hacia mi escritorio. Presioné la letra F de mi agenda telefónica y encontré el número de teléfono de Fred Fell. Marqué el teléfono. Reconoció mi voz cuando dije:

—Felicidades.

—No sabe el gusto que me da escucharlo, Og. ¿Como esta el tiempo en Chicago?

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