M
OYERS
: La voz de la razón… ¿es ése el camino filosófico sugerido por estos símbolos de carácter mitológico?
C
AMPBELL
: Sí, así es. Fíjate en la importante transición que tuvo lugar alrededor del año 500 a.C. Es la época de Buda, de Pitágoras, Confucio y Lao-Tsé, si es que existió Lao-Tsé. Es el despertar de la razón del hombre. Deja de estar informado y gobernado por los poderes animales. Ya no lo guía la analogía del planeta tierra, ni el curso de los planetas… sino la razón.
M
OYERS
: El camino de…
C
AMPBELL
: …el camino del hombre. Y por supuesto, lo que destruye la razón es la pasión. En política, la pasión principal no es otra que la codicia. Eso es lo que te traiciona. Por eso estamos de este lado y no en la cima de la pirámide.
M
OYERS
: Por esa razón nuestros fundadores se oponían a la intolerancia religiosa.
C
AMPBELL
: Era algo impensable para ellos. Por eso también rechazaron la idea de la Caída. Todos los hombres pueden llegar a conocer la mente de Dios. No existe ninguna revelación especial para ningún pueblo en especial.
M
OYERS
: Entiendo que tú, con tus años de estudio y tu profunda compenetración con los símbolos mitológicos, interpretes como lo haces el Gran Sello. Pero ¿no les habría sorprendido a la mayoría de aquellos hombres, que eran deístas, como tú dices, descubrir estas connotaciones mitológicas alrededor de sus esfuerzos por construir un nuevo país?
C
AMPBELL
: Bueno, ¿y por qué los usaron?
M
OYERS
: ¿No son masones muchos de estos símbolos?
C
AMPBELL
: Son signos propios de la Masonería, y desde hace siglos se conoce el sentido de la
tetrakys
pitagórica. La información debía de estar en la biblioteca de Thomas Jefferson. Eran hombres muy instruidos. La Ilustración del XVIII fue un mundo de caballeros instruidos. No hemos tenido muchos hombres de esa talla en política. Es una enorme fortuna para nuestra nación que ese grupo de caballeros tuviera poder y se hallara en posición de influir sobre los hechos de su tiempo.
M
OYERS
: ¿Cómo se explica la relación entre estos símbolos y los masones, y el hecho de que tantos de nuestros padres fundadores pertenecieran a la orden de la masonería? ¿Esta orden expresa de alguna manera un pensamiento mitológico?
C
AMPBELL
: Sí, pienso que sí. Se trata de un intento erudito por reconstruir una orden de iniciación como resultado de una revelación espiritual. Estos padres fundadores, que eran masones, estudiaron cuanto pudieron del saber egipcio. En Egipto, la pirámide representa la colina primordial. Cuando la creciente anual del Nilo empieza a bajar, la primera colina que asoma es un símbolo del mundo renacido. Es lo que representa este sello.
M
OYERS
: A veces me confundes con la aparente contradicción que habita en el centro mismo de tu sistema de creencias. Por una parte elogias a estos hombres, que fueron creadores e hijos de la Edad de la Razón, y por otra aplaudes a Luke Skywalker, de
La guerra de las galaxias
, por ese momento en que dice: «Apaga la computadora y confía en tus sentimientos». ¿Cómo reconcilias el papel de la ciencia, que es razón, con el papel de la fe, que es religión?
C
AMPBELL
: No, no, tienes que distinguir entre razón y pensamiento.
M
OYERS
: ¿Distinguir entre razón y pensamiento? ¿Acaso no estoy razonando cuando pienso?
C
AMPBELL
: Sí, tu
razón
es una forma de pensamiento. Pero pensar las cosas no implica necesariamente razonar en ese sentido. Pensar cómo puedes echar abajo una pared no es razonar. El ratón que toca con la punta del hocico y se da cuenta de que puede salir por aquí, está pensando del modo en que solemos pensar nosotros. Pero eso no es la razón. La razón tiene que ver con hallar el fundamento del ser y la estructuración fundamental del orden del universo.
M
OYERS
: Entonces, cuando estos hombres decían que el ojo de Dios era la razón, ¿querían decir que el fundamento de nuestro ser como sociedad, como cultura, como pueblo, deriva del carácter fundamental del universo?
C
AMPBELL
: Eso es lo que dice esta primera pirámide. Es la pirámide del mundo, y es la pirámide de nuestra sociedad, y ambas son del mismo orden. Ésta es la creación de Dios, y ésta es nuestra sociedad.
M
OYERS
: Tenemos una mitología para los poderes animales. Tenemos una mitología para la tierra cultivada: la fertilidad, la creación, la diosa madre. Y tenemos una mitología para las luces celestes, para los cielos. Pero en los tiempos modernos hemos ido más allá de los animales, de la naturaleza y la tierra cultivada, y los astros ya no nos interesan salvo como curiosidades exóticas y terreno para los viajes espaciales. ¿En qué punto estamos ahora en la creación de una mitología?
C
AMPBELL
: No tendremos una mitología hasta dentro de mucho, mucho tiempo. Las cosas cambian demasiado rápido para que se las pueda mitologizar.
M
OYERS
: ¿Y cómo nos las arreglamos para vivir sin mitos?
C
AMPBELL
: El individuo ha de encontrar un aspecto del mito que se relacione con su propia vida. Básicamente el mito sirve para establecer cuatro funciones. La primera es la función mística: de ésa es de la que he estado hablando, la que nos hace advertir cuán maravilloso es el universo, y qué maravilla eres tú, y te hace experimentar un pavor reverencial ante este misterio. El mito abre el mundo a la dimensión del misterio, a la comprensión del misterio que subyace en todas las formas. Si pierdes eso, ya no tienes una mitología. Si el misterio se manifiesta en todas las cosas, el universo se transforma, como lo era antes, en una imagen sagrada. Siempre estás frente al misterio trascendental a partir de las condiciones de tu mundo real.
La segunda es una dimensión cosmológica, la dimensión relacionada con la ciencia: mostrarte cuál es la forma del universo, pero mostrártela de tal modo que el misterio se haga patente. Hoy, tendemos a pensar que los científicos tienen todas las respuestas. Pero los grandes científicos nos dicen: «No, no tenemos todas las respuestas. Les estamos diciendo cómo funciona… pero no sabemos qué es». Enciendes una cerilla, ¿qué es el fuego? Puedes hablarme sobre la oxidación, pero eso no me dice nada.
La tercera función es la sociológica: fundamentar y validar un cierto orden social. Y aquí es donde los mitos varían enormemente de un lugar a otro. Puedes tener toda una mitología para la poligamia, toda una mitología para la monogamia. Cualquiera de las dos puede estar bien. Depende de dónde estés tú. Es esta función sociológica del mito la que se ha impuesto en nuestro mundo… y ya está anticuada.
M
OYERS
: ¿Qué quieres decir?
C
AMPBELL
: Leyes éticas. Las leyes de la vida tal como debería ser en una buena sociedad. Todas las páginas y páginas y páginas de Yahvé sobre qué clase de ropa usar, cómo comportarse con el prójimo y todo lo demás, en el primer milenio antes de Cristo.
Pero hay una cuarta función del mito, y es ésta la que creo que hoy debería interesarnos a todos: la función pedagógica, la enseñanza de cómo vivir una vida humana bajo cualquier circunstancia. Los mitos pueden enseñártelo.
M
OYERS
: ¿De modo que la vieja historia, sabida y transmitida durante tanto tiempo de generación en generación, ya no funciona, y todavía no hemos aprendido una nueva?
C
AMPBELL
: La historia que tenemos en Occidente, en la medida en que está basada en la Biblia, está basada en una visión del universo que pertenece al primer milenio a.C. No coincide con nuestro concepto ni del universo ni de la dignidad del hombre. Pertenece por completo a otra parte.
Hoy debemos aprender a ponernos nuevamente de acuerdo con la sabiduría de la naturaleza y volver a entender nuestra hermandad con los animales y con el agua y el mar. Decir que la divinidad da vida al mundo y a todas las cosas es algo condenado como panteísta. Pero pan
teísmo
es una palabra que puede confundir. Sugiere la existencia de un dios personal que habita el mundo, pero no se trata de eso en absoluto. La idea es transteológica. Trata de un misterio indefinible, inconcebible, pensado como un poder, que es la fuente, fin y fundamento de toda vida y ser.
M
OYERS
: ¿No piensas que los norteamericanos modernos hemos rechazado la antigua idea de la naturaleza como divinidad porque eso nos habría impedido lograr nuestro dominio sobre la naturaleza? ¿Cómo podrías cortar árboles y excavar la tierra y secar los ríos sin matar a Dios?
C
AMPBELL
: Sí, pero ésa no es sólo una característica de los norteamericanos modernos; es la condena bíblica a la naturaleza que ellos heredaron de su religión y trajeron consigo, sobre todo de Inglaterra. Dios está separado de la naturaleza, y la naturaleza está condenada por Dios. Está en el Génesis: nacimos para ser los amos del mundo.
Pero si piensas en nosotros como provenientes de la tierra, ya no como seres arrojados aquí desde otra parte, verás que somos la tierra, somos la conciencia de la tierra. Estos ojos son los ojos de la tierra. Y ésta es la voz de la tierra.
M
OYERS
: Los científicos empiezan a hablar abiertamente sobre el principio de Gaia.
C
AMPBELL
: Ahí tienes, el planeta entero como un organismo.
M
OYERS
: La Madre Tierra. ¿De esta imagen brotarán nuevos mitos?
C
AMPBELL
: Bueno, algo podría salir. No puedes predecir lo que será un mito, como no puedes predecir lo que soñarás esta noche. Mitos y sueños vienen del mismo lugar. Vienen de un tipo de comprensión que debe hallar expresión en forma simbólica. Y el único mito en el que valdrá la pena pensar en el futuro inmediato será uno que hable sobre el planeta, no sobre la ciudad, no sobre esta gente, sino sobre el planeta y todo lo que hay en él. Eso es lo que creo que será el mito del futuro.
Y tratará exactamente de lo que tratan todos los mitos: la maduración del individuo, desde la dependencia hasta la edad adulta, la madurez, y después la muerte; y cómo vincularse con esta sociedad y cómo vincular esta sociedad al mundo de la naturaleza y el cosmos. De eso han hablado todos los mitos, y de eso hablará éste. Pero la sociedad de la que hablará es la sociedad del planeta. Y hasta que esa sociedad exista, no habrá nada.
M
OYERS
: ¿Dices entonces que de aquí nace el nuevo mito de nuestro tiempo?
C
AMPBELL
: Sí, ésta es la base de la que saldrá el mito. Ya está aquí: el ojo de la razón, no de mi nacionalidad; el ojo de la razón, no de mi comunidad religiosa; el ojo de la razón, no de mi comunidad lingüística. ¿Entiendes? Y ésta será la filosofía para el planeta, no para este grupo, aquél o aquel otro.
Cuando ves la Tierra desde la Luna, no ves ninguna división de naciones o Estados. Éste podría ser el símbolo, realmente, de la nueva mitología por venir. Éste es el país que celebraremos. Y ésos son los pueblos con los que nos confundimos.
M
OYERS
: Para mí, nadie encarna esa ética tan claramente, en las obras que tú has recopilado, como el Jefe Seattle.
C
AMPBELL
: El Jefe Seattle fue uno de los últimos portavoces del orden moral paleolítico. Alrededor de 1852, el gobierno de los Estados Unidos mostró interés en comprar tierras tribales para ciudadanos que querían asentarse, y el Jefe Seattle escribió una maravillosa carta en respuesta. Su carta expresa la moral de todo lo que hemos venido diciendo.
El Presidente en Washington dice que quiere comprar nuestra tierra. Pero ¿cómo se puede comprar o vender el cielo? ¿O la tierra? La idea nos resulta extraña. Si no somos los dueños de la frescura del aire o el brillo de las aguas, ¿cómo podríais comprarlos?
Para mi pueblo, cada parte de esta tierra es sagrada. Cada brillante aguja de pino, cada costa arenosa, cada niebla en el bosque oscuro, cada arroyo, cada insecto que zumba. Todos son sagrados en la memoria y la experiencia de mi pueblo.
Conocemos la savia que corre por los árboles como conocemos la sangre que corre por nuestras venas. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas. El oso, el venado, la gran águila, son nuestros hermanos. Las rocas, la hierba del prado, el calor en el cuerpo del caballo, y el hombre, todo pertenece a la misma familia.
El agua resplandeciente que corre en arroyos y ríos no es sólo agua, sino sangre de nuestros antepasados. Si os vendemos nuestra tierra, debéis recordar que es sagrada. Cada reflejo fantasmal en las aguas claras de los lagos habla de hechos y recuerdos en la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Los ríos son nuestros hermanos. Sacian nuestra sed. Transportan las canoas y alimentan a nuestros hijos. De modo que debéis dar a los ríos el cariño que le daríais a un hermano.
Si os vendemos nuestra tierra, recordad que el aire es precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con toda la vida que nutre. El viento que le dio su primer aliento a nuestro abuelo, también recibe su último suspiro. El viento les da a nuestros hijos el espíritu de la vida. De modo que si os vendemos nuestra tierra, debéis mantenerla aparte y consagrada, como un lugar donde el hombre puede ir a saborear el viento endulzado por las flores del prado.
¿Les enseñaréis a vuestros hijos lo que nosotros les enseñamos a los nuestros? ¿Que la tierra es nuestra madre? Lo que le sucede a la tierra les sucede a todos los hijos de la tierra.
Esto sabemos: la tierra no pertenece al hombre, el hombre pertenece a la tierra. Todas las cosas están conectadas como la sangre que nos une a todos. El hombre no tejió la trama de la vida, es apenas una hebra en ella. Todo lo que le haga a la trama, se lo hace a sí mismo.
Una cosa sabemos: nuestro dios es también el vuestro. La tierra es preciosa a sus ojos y dañar la tierra es despreciar a su creador.
Vuestro destino es un misterio para nosotros. ¿Qué pasará cuando todos los búfalos hayan sido exterminados? ¿Cuando estén domados todos los caballos salvajes? ¿Qué pasará cuando los rincones secretos de la selva estén cargados con el olor de muchos hombres y la visión de las colinas interrumpida por los cables que hablan? ¿Dónde estará el matorral? ¡Desaparecido! ¿Dónde estará el águila? ¡Desaparecida! ¿Y qué significa decirle adiós al caballo rápido y a la caza? El fin de la vida y el comienzo de la supervivencia.
Cuando el último Hombre Rojo se haya desvanecido junto con su territorio, y su recuerdo sea sólo la sombra de una nube pasando por la pradera, ¿seguirán aquí estas costas y bosques? ¿Quedará algo del espíritu de mi pueblo?
Amamos esta tierra como un recién nacido ama el latido del corazón de su madre. Entonces, si os vendemos nuestra tierra, amadla como nosotros la hemos amado. Cuidadla como nosotros la hemos cuidado. Guardad el recuerdo de la tierra tal como está cuando la recibís. Preservad la tierra para todos los niños, y amadla, como Dios nos ama a nosotros.
Como nosotros somos parte de la tierra, así vosotros sois parte de la tierra también. Esta tierra es preciosa para nosotros. Una cosa sabemos: sólo hay un Dios. Ningún hombre, sea Rojo o Blanco, puede apartarse, permanecer indiferente. Después de todo, somos hermanos.