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Authors: Joseph Campbell

Tags: #Ensayo, Referencia

El poder del mito (7 page)

Ahora bien, la tradición bíblica es una mitología orientada socialmente. En ella se condena a la naturaleza. En el siglo XIX, los estudiosos contemplaban la mitología y sus ritos como intentos de controlar la naturaleza. Pero eso es la magia, no la mitología o la religión. Las religiones de la naturaleza no son tentativas para controlarla, sino una ayuda para establecer un acuerdo con ella. Pero cuando a la naturaleza se la ve como algo malo, no te pones de acuerdo con ella: la dominas o tratas de dominarla, y de ahí viene la tensión, la ansiedad, la destrucción de los bosques, la aniquilación de los pueblos indígenas. Acentuar este aspecto nos separa de la naturaleza.

M
OYERS
: ¿Es por eso que dominamos o subyugamos tan fácilmente a la naturaleza? ¿Porque la despreciamos, porque vemos en ella sólo algo que nos sirve?

C
AMPBELL
: Sí. Nunca olvidaré la experiencia que tuve cuando estaba en el Japón, país que nunca oyó hablar de la Caída o el Jardín del Edén. Uno de los textos sintoístas dice que los procesos de la naturaleza no pueden ser malos. El impulso natural no debe ser corregido sino sublimado, perfeccionado. Hay un interés enorme por la belleza de la naturaleza, de modo que en algunos de esos jardines no sabes dónde termina el arte y empieza la naturaleza. Fue una experiencia tremenda.

M
OYERS
: Sin embargo, Joe, hoy día Tokio refuta ese ideal del modo más flagrante. Tokio es una ciudad donde la naturaleza virtualmente ha desaparecido, salvo la contenida en pequeños jardines que atesora alguna gente.

C
AMPBELL
: Existe un dicho en el Japón que dice así: «Muévete con las olas». Lo que en nuestra cultura quiere decir: «Asimila los golpes». Hace apenas unos ciento veinticinco años que Perry abrió el Japón. Y en ese lapso han asimilado una carga terrorífica de material mecánico. Pero lo que yo encontré en el Japón fue que estaban sosteniendo sus peculiaridades contra esto, y asimilando el mundo de la máquina. Cuando entras en los edificios, allí reaparece nuevamente Japón. Por fuera parece Nueva York.

M
OYERS
: Es una idea interesante: que aunque la ciudad crezca alrededor de ellos, en el alma, donde vive la persona interna, siguen, como tú dices, en un acuerdo con la naturaleza.

C
AMPBELL
: Pero en la Biblia la eternidad se retira, y la naturaleza es corrupta, la naturaleza ha caído. Según el pensamiento bíblico, vivimos exiliados.

M
OYERS
: Mientras estamos aquí sentados, charlando, se suceden las noticias sobre atentados en Beirut: de los musulmanes a los cristianos, de los cristianos a los musulmanes, y de los cristianos a los cristianos. Me parece que Marshall McLuhan tenía razón cuando dijo que la televisión ha hecho del mundo una aldea global… salvo que no sabía que la aldea global sería Beirut. ¿Qué te dice todo eso?

C
AMPBELL
: Me dice que no saben cómo aplicar sus ideas religiosas a la vida contemporánea y a los seres humanos en general, no ya a su propia comunidad. Es un ejemplo terrible del fracaso de la religión ante el mundo moderno. Estas tres mitologías están luchando a muerte. Con lo cual se han descalificado para el futuro.

M
OYERS
: ¿Qué clase de nuevo mito necesitamos?

C
AMPBELL
: Necesitamos mitos que identifiquen al individuo no con un grupo local sino con el planeta. Los Estados Unidos son un modelo de eso. Aquí existían trece pequeñas naciones coloniales diferentes, que decidieron actuar en su mutuo interés, sin olvidar los intereses individuales de cada una de ellas.

M
OYERS
: Hay algo sobre eso en el Gran Sello de los Estados Unidos.

C
AMPBELL
: Es el motivo central del Gran Sello. Llevo en el bolsillo una copia del Gran Sello, en la forma de un billete de un dólar. Aquí está la afirmación de los ideales que llevaron a la formación de los Estados Unidos. Mira este billete. Aquí está el Gran Sello de los Estados Unidos. Mira la pirámide de la izquierda. Una pirámide tiene cuatro lados. Son los cuatro puntos cardinales. Hay alguien en este punto, hay alguien en aquel punto, y hay alguien en este punto. Cuando estás en los niveles inferiores de la pirámide, estarás en un lado o en otro. Pero cuando llegas a la cima, los puntos se reúnen todos, y allí se abre el ojo de Dios.

M
OYERS
: Que para ellos era el dios de la razón.

C
AMPBELL
: Sí. La nuestra es la primera nación del mundo que se estableció sobre la base de la razón, y no por asuntos de guerra. Aquellos caballeros eran deístas del siglo XVIII. Aquí leemos
In God We Trust
, «En Dios confiamos». Pero no es el dios de la Biblia. Estos hombres no creían en la Caída. No creían que la mente del hombre estuviera separada de Dios. La mente del hombre, limpia de preocupaciones secundarias y meramente temporales, brilla como un espejo reflejando la mente racional de Dios. La razón te pone en contacto con Dios. En consecuencia, según aquellos hombres, no hay revelación especial en ninguna parte, y no se la necesita, porque la mente del hombre, despojada de sus falibilidades, es capaz del conocimiento de Dios. Y todos los hombres del mundo son capaces de ello porque todos son capaces de razonar.

Todos los hombres pueden razonar. Ese es el principio fundamental de la democracia. Ya que la mente de cualquiera es capaz de albergar el conocimiento verdadero, no necesitas tener una autoridad especial, ni necesitas una revelación especial que te diga cómo hacer las cosas.

M
OYERS
: Y aun así, estos símbolos proceden de la mitología.

C
AMPBELL
: Sí, pero de cierta cualidad mitológica. No se trata de la mitología de una revelación especial. Los hindúes, por ejemplo, no creen en una revelación especial. Hablan de un estado en que los oídos se han abierto al canto del universo. Aquí es el ojo el que se ha abierto al brillo de la mente de Dios. Y ésa es una idea deísta fundamental. Una vez que rechazas la idea de la Caída, el hombre ya no está segregado de su fuente.

Ahora volvamos al Gran Sello. Cuando cuentas la cantidad de pisos de esta pirámide, ves que son trece.

Y en el zócalo inferior hay una inscripción en números romanos. Es, por supuesto, 1776. Si sumas los dígitos, uno más siete más siete más seis, te da veintiuno, que es la edad de la razón, ¿no? Fue en 1776 cuando los trece Estados proclamaron la independencia. El número trece es el número de la transformación y del renacimiento. En la Ultima Cena había doce apóstoles y un Cristo, que pronto moriría para renacer. Trece es el número que resulta de salir de los límites del doce hacia la trascendencia. Tienes los doce signos del zodíaco y el sol. Aquellos hombres eran muy conscientes del número trece como número de la resurrección y el renacimiento y la nueva vida, y lo representaron claramente aquí.

M
OYERS
: Pero la realidad es que
eran
trece Estados.

C
AMPBELL
: Sí, pero ¿no era eso simbólico? No es una mera coincidencia. Los trece Estados ya eran un símbolo en sí mismos de lo que eran.

M
OYERS
: Eso explicaría la otra inscripción que hay aquí abajo:
Novus Ordo Seclorum
.

C
AMPBELL
: «Un nuevo orden del mundo». Este es un nuevo orden del mundo. Y la inscripción de arriba,
Annuit Coeptis
significa «Él ha sonreído con nuestros logros» o «nuestras actividades».

M
OYERS
: Él…

C
AMPBELL
: Él, el ojo, lo que es representado por el ojo. La razón. En latín no es necesario poner el pronombre, que podría ser masculino, femenino o neutro. Pero el poder divino ha sonreído sobre nuestros hechos. De modo que este nuevo mundo ha sido construido en el sentido de la creación original de Dios, y el reflejo de la creación original de Dios, por intermedio de la razón, ha producido todo esto.

Si miras más allá de la pirámide, verás un desierto. Si miras delante, verás plantas que crecen. El desierto, el tumulto de Europa, guerras, guerras y guerras, es algo de lo que nos hemos liberado creando un Estado en nombre de la razón, no en nombre del poder, y de esa voluntad viene el florecimiento de la nueva vida. Tal es el sentido de esa parte de la pirámide.

Ahora mira al otro lado del billete. Aquí está el águila, el pájaro de Zeus. El águila es la representación del dios en el mundo temporal. El ave es el principio encarnado de la deidad. Se trata del águila calva, la contrapartida americana del águila del rey de los dioses, Zeus.

Se manifiesta, desciende al mundo de los pares de opuestos, el campo de acción. Un modo de acción es la guerra, y otro es la paz. Por eso en una de sus patas el águila sostiene trece flechas: ése es el principio de la guerra. En la otra sostiene una rama de laurel con trece hojas: el principio de la conversación pacífica. El águila mira en la dirección del laurel. Es la dirección en que querrían que miráramos aquellos idealistas que fundaron nuestro país: las relaciones diplomáticas y todo eso. Pero gracias a Dios el águila tiene las flechas en la otra pata, por si acaso las necesita.

Ahora bien, ¿qué representa el águila? Representa lo que indica este signo radiante sobre su cabeza. Una vez yo estaba dando clases de mitología, sociología y política hindúes en el Instituto del Servicio Exterior en Washington. Hay un dicho en política hindú según el cual el gobernante debe tener en una mano el arma de guerra, el garrote, y en la otra el pacífico sonido del canto de la acción cooperativa. Y lo expliqué de pie, poniéndome con las dos manos así, y todos en el aula se rieron. Yo no entendía. Ellos me señalaban algo. Miré a mis espaldas, y allí estaba un cuadro del águila, en la pared, detrás de mi cabeza, justo en la misma postura en que estaba yo. Pero, al mirar, también noté este signo sobre su cabeza y que tiene nueve plumas en la cola. Nueve es el número del descenso del poder divino al mundo. Cuando suena el Angelus, suena nueve veces.

Pero sobre la cabeza del águila hay trece estrellas, dispuestas en la forma de una Estrella de David.

M
OYERS
: Que era el Sello de Salomón.

C
AMPBELL
: Sí. ¿Sabes por qué se lo llama Sello de Salomón?

M
OYERS
: No.

C
AMPBELL
: Salomón encerraba monstruos, gigantes y cosas así en ánforas y las sellaba. ¿Recuerdas en las
Mil y una noches
cuando abren la lámpara y sale el genio? Aquí noté la presencia del Sello de Salomón, compuesto de trece estrellas, y después vi que cada uno de los triángulos era una
tetrakys
pitagórica.

M
OYERS
: ¿Qué es la
tetrakys
?

C
AMPBELL
: Es un triángulo compuesto de diez puntos, un punto en el medio y cuatro a cada lado, hasta sumar nueve: uno, dos, tres, cuatro/cinco, seis, siete/ocho, nueve. Es el símbolo primordial de la filosofía pitagórica, susceptible de gran cantidad de interpretaciones mitológicas, cosmológicas, psicológicas y sociológicas interrelacionadas, una de las cuales admite que el punto en lo alto representa el centro creativo del que ha salido el universo y todas las cosas.

M
OYERS
: ¿El centro de energía?

C
AMPBELL
: Sí. El sonido inicial (un cristiano podría decir: la Palabra creativa) a partir del cual se precipitó todo el mundo, el
big bang
, el flujo de la energía trascendental que se expande sobre el tiempo. No bien entra en el tiempo, se rompe en pares de opuestos, el uno se convierte en dos. Ahora, cuando tienes dos, sólo hay tres modos en que pueden relacionarse entre sí: uno es que éste domine a aquél; otro es que aquél domine a éste; y un tercer modo es que los dos estén en un acuerdo equilibrado. De estas tres modalidades de relación se derivan, al fin, todas las cosas en los cuatro cuadrantes del espacio.

Hay un verso en el
Tao-te King
de Lao-Tsé que dice que del Tao, de lo trascendente, viene el Uno. Del Uno viene el Dos, y del Dos el Tres; y del Tres vienen todas las cosas.

Lo que comprendí súbitamente al reconocer que en el Gran Sello de los Estados Unidos había dos de estos triángulos simbólicos entrelazados, fue que teníamos trece puntos, para nuestros trece Estados originales, y que además ahora había nada menos que seis vértices, uno arriba, uno abajo, y cuatro, por así decirlo, en los cuatro cuadrantes. El sentido de esto, me pareció, podía ser que de arriba o de abajo, o de cualquier punto del cuadrante, podía oírse la Palabra de la creación, lo cual es la gran tesis de la democracia. La democracia supone que cualquiera, desde cualquier lado, puede hablar, y decir la verdad, porque su mente no está separada de la verdad. Todo lo que tiene que hacer es dominar sus pasiones y después hablar.

De modo que lo que tienes aquí en el billete de un dólar es el águila que representa esta imagen maravillosa de lo trascendente manifestándose en el mundo. Sobre esa imagen se fundaron los Estados Unidos. Si quieres gobernar bien, debes gobernar desde el vértice del triángulo, en el sentido del ojo del mundo situado en la cima.

Cuando yo era pequeño, nos hacían leer el discurso de despedida de George Washington y nos pedían que reconstruyéramos toda la argumentación, relacionando las frases entre sí. Lo recuerdo perfectamente. Washington decía: «Como resultado de nuestra revolución, nos hemos desprendido de los compromisos con el caos de Europa.» Su última palabra decía que no debíamos hacer alianzas externas, Bueno, le hicimos caso hasta la Primera Guerra Mundial. Y después cancelamos la Declaración de Independencia y nos unimos a la conquista inglesa del planeta. Y así es como ahora estamos a un lado de la pirámide. Hemos pasado de uno a dos. Ahora somos, política e históricamente, miembros de un bando en una discusión. Ya no representamos ese principio del ojo situado arriba. Y todas nuestras preocupaciones tienen que ver con la economía y la política y no con la voz y el sonido de la razón.

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