El Secreto de Adán (10 page)

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Authors: Guillermo Ferrara

Tags: #Aventuras, Histórico, Intriga

Otros científicos alternativos afirmaron que existían pruebas de que tanto el dios
Quetzalcóatl
en México, como
Osiris
en Egipto y Viracocha en Bolivia habían traído la siembra de una nueva civilización después de un cataclismo e inundaciones que figuraban en varias leyendas de todo el mundo.

Los científicos —ya seamos paleontólogos, arqueólogos, historiadores o geólogos —que nos preguntamos e investigamos sobre un origen distinto al conocido sobre los primeros habitantes de la Tierra somos censurados.

—¡Lo que le está pasando a él ahora! ¡Está claro que estaba en la lista negra! —exclamó Alexia con un dejo de tristeza y desesperación.

12

El cardenal Tous estaba muerto de calor.

—Encienda el aire acondicionado, por favor.

El capitán Sopenski se mostraba torpe a la hora de conducir el BMW.

—No sé muy bien cómo van estos botones.

El Mago se vio obligado a bajar la ventanilla. A más de cien kilómetros por hora el viento que entró le dejó su cuidada cabellera plateada como si recién se levantara de la cama. Al cabo de unos minutos decidió elegir el calor a perder su coquetería.

—¿Falta mucho?

—Estaremos en diez minutos.

—¿Tiene la grabación?

—Está protegida, señor, quédese tranquilo.

Del capitán Sopenski podían decirse muchas cosas, pero había algo seguro, era un fiel perro de presa. Descuidado con su aspecto personal, carne de cañón del Gobierno Secreto, lo buscaban por ser eficaz y letal en su trabajo. Bien lo dejaba ver su apodo de El Cuervo, justamente por ser constante, carroñero y no dejar nada al azar. En aquel momento Sopenski estaba nervioso por la aparición del Mago. Sabía que era un pez gordo dentro de la organización.

En menos de diez minutos detuvo el coche de alquiler frente a la plaza Kotzia, cerca de la calle Hermou, una arteria comercial dedicada a Hermes, el mensajero de los dioses que, curiosamente, también era el dios de los ladrones. Parecía como si el destino ofreciera una coincidencia para simbolizar el doble significado de Hermes con lo que allí estaba pasando: un arqueólogo con un mensaje de un aparente descubrimiento divino, censurado por una trilogía de ladrones y profanadores de la verdad.

Una calle más abajo estaba situada la oscura habitación donde los secuestradores tenían maniatado al arqueólogo. A sólo seis manzanas del laboratorio de Aquiles, el pulcro cardenal Raúl Tous entraba en la húmeda habitación para ver personalmente al arqueólogo.

El hedor de aquella oscura sala le impactó. Le dio una náusea, pero la soportó cogiendo con discreción un pequeño pañuelo perfumado con esencia de violetas que llevaba en el bolsillo derecho de su pantalón.

—¿Vaya, qué tenemos aquí? —su tono estaba cargado de ironía.

A pesar de sentir la seguridad de saberse en superioridad de condiciones, el cardenal no pudo disimular un dejo de compasión, ya que la imagen que el arqueólogo mostraba era de total abatimiento. Lo recordaba enérgico, extrovertido y contestatario. Inhaló con cierta dificultad.

—¡Pero si es el gran arqueólogo Aquiles Vangelis! —exclamó despectivamente—. Supongo que no estará muy cómodo, profesor; de mi parte le ofrezco disculpas —mintió.

El Mago susurró al oído del capitán Sopenski para que pusiera el foco de luz directamente sobre los ojos del arqueólogo. No quería ser reconocido.

—Me alegro de que podamos haber encontrado el "talón" de nuestro querido profesor Aquiles. Usted ha demostrado también, como el Aquiles mítico, que todo hombre fuerte tiene su punto débil —dijo el cardenal, ahogando una risa sarcástica.

—No tienen otra fórmula más que amenazar la vida de mi hija —la voz del arqueólogo mostraba fatiga.

—Créame que de todas formas hubiéramos encontrado alguna otra manera, profesor. Nuestros hombres son muy eficaces.

El cardenal les dirigió una mirada a sus ayudantes. Sopenski y Villamitrè observaban desde una esquina. El cardenal Tous, a espaldas del arqueólogo, parecía un poderoso espectro fantasmal, ya que su sombra se proyectaba en la pared. La escena cautivó el morbo de Villamitrè, mientras Viktor Sopenski se servía un poco de vodka.

—Si estoy aquí —dijo el cardenal Tous— no es para hablar de nuestros métodos para imponer orden, profesor, estoy aquí para algo más importante.

Aquiles tosió, le picaba la garganta, llevaba horas en aquella posición y no había bebido nada. El calor lo deshidrataba.

—He escuchado la confesión —dijo Tous—. Muy hábil, profesor, muy hábil.

Aquiles había logrado hacerle creer al capitán Sopenski y a Villamitrè que había confesado, sin embargo no era lo que el cardenal Tous esperaba escuchar.

—Supongo que sabrá que no queda mucho tiempo —el tono del Mago adquirió un sello amenazante y evidenciaba impaciencia—. Mi interés no sólo es evitar que la gente muy curiosa quiera entrometerse en negocios que no le incumben, sino evitar que ciertas cosas salgan a la luz —esta última palabra se la dijo acercándose casi al oído.

El cardenal buscó ser claro y directo. Le iba a apretar donde más le dolía.

—Otro de mis informantes me ha dicho que usted tiene un valioso, digamos… "instrumento de poder" que a mí me interesa mucho.

Aquiles tragó saliva, El Mago continuó acorralándolo.

—He tenido forma de saber que hay un ridículo rumor —enfatizó estas últimas palabras con desprecio— sobre una profecía que estaría a punto de cumplirse en breve —el cardenal hizo un gesto peculiar con la boca hacia abajo.

Para Tous toda la información era indispensable. Tanto en las reuniones íntimas del Gobierno Secreto como en los cónclaves con los demás cardenales y el Papa dentro del Vaticano, se trataba todo tipo de cuestiones referentes al Nuevo Orden Mundial y el control global. Una de ellas era la que estudiaba una minoría dentro de la iglesia, la que se ocupaba de temas esotéricos.

Él sabía que si la conciencia colectiva se expandiera, las religiones podrían desaparecer. Su deber era preservarlas. La amenaza de cambio de la séptima profecía maya resonaba en su mente y era una de las principales causas por las que El Mago estaba allí, pero también buscaba algo más, que supuestamente había conseguido Aquiles, algo que muchas personas e investigadores habían buscado durante siglos.

En el Vaticano estaban inquietos debido a los anuncios sagrados del calendario maya y el
Chilam Balam
, se encontraban al tanto de lo que predecían para la humanidad. Desde los tiempos de Nostradamus, la iglesia había tratado por todos los medios de que el grueso de la gente no tomara en cuenta las profecías de personas con capacidades paranormales; de esa forma sus sólidas estructuras y creencias no podrían derrumbarse.

En la gran biblioteca del Vaticano y en el fondo bibliográfico secreto del Papa existían documentos y libros antiguos de todas las tradiciones: egipcias, judías, hindúes, sumerias y mayas, ya que la jerarquía eclesiástica sabía desde un inicio que para tener el poder tendría que tener el conocimiento total. Por ello, había cerrado el libre flujo del profundo conocimiento esotérico a la humanidad.

Con el fin de lograrlo inventaron su propia historia, mutilando grandes conocimientos y documentos de gran valor a manos de Diego de Landa y el séquito de misioneros cuando los españoles invadieron tierras mexicanas. Habían cometido muchas atrocidades, como la quema de la biblioteca de Alejandría, por los seguidores del patriarca Cirilo, con el objetivo de hacer de la Biblia el único libro sagrado a ojos de "su dios". Incluso la propia iglesia había alterado importantes textos durante el primer concilio de Nicea, en el año 325, cuando Constantino I el Grande y más de trescientos obispos, más dos representantes papales, cambiaron deliberadamente algunos conceptos de los textos sagrados y quitaron otros importantes términos —como reencarnación por resurrección— en la teología griega original.

A partir de allí impusieron la nueva religión por la fuerza y amenazaron a todo aquel que no creyera en aquellos preceptos. Los desobedientes serían excomulgados y desterrados; los que corrieron peor suerte fueron ahorcados o murieron en hogueras por ser tildados de hijos del demonio. Tous se giró frente a Aquiles.

—Si quiere volver a ver la luz del Sol, profesor, deberá colaborar —lo amenazó.

El cardenal sabía que no podría volver a dejar libre al arqueólogo, lo conocía y no era un hombre de los que se acobardan. Si lo dejaba libre, hablaría al mundo entero. Debía ponerlo entre la espada y la pared.

En un atisbo de lucidez Aquiles Vangelis buscó claridad dentro de sí mismo. Sabía que, para esas horas, su hija habría entendido la situación. Como ella estaba al tanto de sus investigaciones, le había dejado una copia de seguridad con sus hallazgos.

"Debo ganar tiempo", pensó, "ella no tardará en encontrar a Adán. Ellos sabrán qué hacer. Debí haberle dejado la información más a la mano. Tendré que aguantar la tormenta".

—Mire, profesor Vangelis —dijo El Mago manteniendo su tono de voz suave—, su confesión anterior no me alcanza, es usted muy astuto. Tendrá que decirme dónde está su descubrimiento o nos quedaremos con la vida de su hija. Evalúe la situación. No he hecho este viaje para irme con las manos vacías. Usted nos da su hallazgo y nosotros no tocamos a su hija. ¿Qué te parece?

Silencio.

Villamitrè estaba impaciente por actuar. La espalda del profesor estaba completamente agujereada y ensangrentada por los picazos que le había dado.

—Es un tipo duro —dijo Villamitrè.

El cardenal le dirigió una fuerte mirada de desaprobación que pareció cortar el poco aire que había allí dentro. Tous tenía una personalidad dominante y controladora. No le gustaba que metieran las narices cuando él estaba actuando.

—Sé que no tiene miedo, sé que es muy estoico al resistir el castigo de mis ayudantes, pero sabe muy bien que a una orden mía iremos por su hija. Parece que eso es lo que quiere, ver cómo la traemos para obligarlo a confesar —su voz ahora sonó como un trueno—. ¿Quiere verla sufrir?

—Mi hija sabe cuidarse sola. No la encontrarán.

—¿Me desafía? ¿Aún atado y a punto de morir tiene el coraje de desafiarme? Podemos encontrar a cualquier persona en cualquier lugar del mundo, no hay escondrijo suficiente para ocultarse.

Desde el primer momento, Aquiles sospechaba que el Gobierno Secreto era el responsable del secuestro, pero al escuchar eso, lo confirmó. En aquellos momentos no podía hacer nada más que confiar que la divinidad inspirara a su hija y a Adán para hallar la clave que faltaba.

13

¿Qué querría Aquiles de mí? ¿Por qué me dijo que yo le era muy útil en su descubrimiento?", se cuestionaba Adán. No lograba ver ningún puente de conexión entre el enigmático hallazgo del arqueólogo y su profesión como sexólogo.

—No recuerdo un calor así en Atenas —dijo Adán.

—¿Quieres otra botella de agua? —preguntó Alexia.

—Sí, gracias. ¿Algo nuevo?

—Lo mismo que ves tú, información y más información. —La mujer guardó silencio mientras se agachaba debajo del escritorio.

—Estoy buscando su computadora portátil y su agenda, no sé dónde está entre tantos papeles, no puedo hallarla. Veré si está en su habitación.

Mientras ella comenzó a buscarla, Adán seguía rastreando algún atisbo de comprensión. Entre otras carpetas encontró un par de hojas manuscritas que parecían de puño y letra de Aquiles. Decía: "Discurso para Naciones Unidas. Invitación para el 28 de octubre de 2012".

"¿Qué es esto? ¿Aquiles pensaba leerlo dentro de tres meses?", se preguntó. Se acomodó sobre el sofá y leyó para sí mismo. Estamos entrando en una frontera de nuevos conocimientos. Los tiempos se acortan. Por eso todo se acelera y se intensifica. El caos y la confusión están impregnados en la sociedad mundial, donde prevalece un reinado de dolor y de maldad sobre el ser humano. El tiempo se termina. Necesitamos mutar. La mayoría de la gente está llena de miedos y hemos llegado a un límite de egoísmo, conflicto y separatismo. No hay respeto por la vida, ni por el planeta ni por los demás. Los movimientos son por intereses económicos. Ha prevalecido el lado negativo y consumista. En las civilizaciones antiguas vivían de acuerdo con las leyes divinas, desde la Atlántida a la antigua Grecia, Egipto, México, Australia e India. ¿Qué nos ha pasado? ¿Por qué hemos olvidado la sabiduría? Tengo hoy, aquí, pruebas para revelar al mundo que el trabajo de mi amigo y colega Nikos Roussos, en torno a las profecías mayas, así como mis recientes descubrimientos, aportan la verdad de nuestro origen y nos dan una clave posible para que cambien el individuo y el mundo. Ahora todo se vuelve más rápido. ¿Es que no podemos cambiar nosotros? Hemos demostrado que no podemos hacerlo solos. Desde la antigüedad, el ser humano se ha enfrentado en batallas y guerras; ha generado peste y pandemias; y ciertamente ha podido correr el riesgo de extinguirse. Pero, nunca como ahora, la humanidad ha tenido almacenadas armas atómicas en proporción suficiente para convertir la Tierra en polvo; no sólo una vez sino cincuenta veces seguidas. Nunca como ahora el hombre ha vivido de forma extrema la amenaza del cambio climático y del aniquilamiento de la vida. Por otra parte, el fenómeno de la comunicación ha facilitado la globalización y nunca como ahora el ser humano ha dejado de tener protagonismo en la medida en que el monstruo que ha creado puede devorarlo o aniquilarlo. Nunca como ahora, con la globalización, la libertad individual ha sido limitada y censurada. Nadie se puede salir del sistema porque el propio sistema con sus leyes de aparente libertad te aniquila, te califica de sectario, loco o antisocial. Hemos olvidado el culto a la vida, el respeto por las civilizaciones antiguas; los jóvenes están más cerca de un icono de la moda que de la divinidad. Hemos olvidado nuestro origen, sobre todo por las capas y los filtros impuestos en la conciencia de cada individuo. Los que hemos llegado a los sesenta años, hace tiempo que pudimos comprobar que nuestra ansiedad de transformar las cosas desde la juventud no ha cambiado nada o muy poco, ni del mundo ni de nosotros mismos. Muchos científicos fueron censurados y callados. Hoy yo no lo seré. Estoy en Naciones Unidas para revelar lo que he descubierto.

No podemos resignarnos, pues la batalla suprema, el cambio de la humanidad, hace tiempo que no está en nuestras manos, sino en las manos de otras fuerzas que nos superan.

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