El trono de diamante (26 page)

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Authors: David Eddings

Tags: #Fantástico

—Eso es absurdo —bufó encolerizado Sparhawk.

—Lord Vanion comparte vuestra opinión. No obstante, el documento parecía en regla, y el duque Osten murió hace años, por lo que no hay modo de refutar la prueba. El conde de Lenda examinó atentamente el pergamino, pero no tuvo más remedio que votar en favor de la propuesta de Annias.

Sparhawk soltó una blasfemia.

—Conocí al duque Osten —indicó Kalten—. Era un soltero empedernido y no se hubiera casado por nada del mundo. Detestaba a las mujeres.

—¿Ha aparecido algún problema? —preguntó Dolmant tras acercarse a ellos seguido de Sephrenia, Kurik y Talen.

—El consejo real ha votado la legitimación de Lycheas —le informó Kalten—. Annias la argumentó con un documento donde se afirma que la princesa Arissa había contraído matrimonio.

—Qué extraño —comentó Dolmant.

—Y qué oportuno —añadió Sephrenia.

—¿Podría haber falsificado el testimonio? —inquirió Dolmant.

—Fácilmente, Su Ilustrísima —respondió Talen—. Conozco un hombre en Cimmura que podría aportar una prueba irrefutable de que el archiprelado cuenta con nueve esposas incluidos una hembra troll y una ogresa.

—Bien, ya lo ha conseguido —determinó Sparhawk—. Me temo que Lycheas ha avanzado un gran paso en su carrera hacia el trono.

—¿Cuándo ocurrió, Berit? —preguntó Kurik al novicio.

—Ayer por la noche.

—La princesa Arissa está confinada en el convento de Demos —apuntó Kurik mientras se mesaba la barba—. Si Annias tramó esta estratagema recientemente, tal vez no se haya enterado de su condición de casada.

—Viuda —lo corrigió Berit.

—Bueno, viuda entonces. Arissa siempre se ha enorgullecido de haberse acostado con casi todos los varones de Cimmura, con perdón de Su Ilustrísima, y de haberlo hecho siguiendo su propia voluntad, sin haber pasado siquiera por el altar. Si alguien le pidiera de improviso que atestiguara con su firma que nunca accedió al matrimonio, no creo que resultara difícil convencerla. ¿No se lograría así enturbiar un tanto las aguas?

—¿De dónde sacaste a este hombre? —preguntó Kalten con admiración—. Es un auténtico tesoro.

Sparhawk cavilaba a toda prisa.

—La legitimidad, o la ilegitimidad, entra en el ámbito de lo civil —observó—, puesto que está relacionada con los derechos de herencia y cuestiones similares, pero la ceremonia de la boda es siempre religiosa, ¿no es cierto, Su Ilustrísima?

—Sí —convino Dolmant.

—Si vos y yo consiguiéramos de Arissa el tipo de declaración al que ha aludido Kurik, ¿podría emitir la Iglesia un veredicto que sentenciara que está soltera?

Dolmant reflexionó un momento.

—Lo considero improbable —opinó dubitativo.

—Pero ¿es posible?

—Supongo que sí.

—En ese caso, la Iglesia podría ordenar a Annias que retirara el falso documento.

—Por supuesto.

—¿Quién heredó las tierras y títulos del duque Osten? —preguntó Sparhawk a Kalten.

—Su sobrino, un estúpido sin remedio. Su ducado le ha impresionado fuertemente, y gasta el dinero a mayor velocidad de la que lo gana.

—¿Cómo reaccionaría si tuviera que transferir de pronto sus pertenencias y su rango a Lycheas?

—Sus gritos se oirían hasta en Thalesia.

Una lenta sonrisa iluminó la cara de Sparhawk.

—Conozco a un honesto magistrado de Vardenais. El asunto caería bajo su jurisdicción. Si el duque actual decidiera someter a litigio la cuestión y presentara el veredicto de la Iglesia, el magistrado decidiría en su favor, ¿me equivoco?

—No le quedaría otra alternativa —respondió Kalten con una mueca de regocijo.

—Lo cual significaría la deslegitimación de Lycheas.

Dolmant sonreía también. Entonces adoptó un aire piadoso.

—Apresurémonos a llegar a Demos, amigos —sugirió—. Me siento súbitamente ansioso por escuchar la confesión de cierta pecadora.

—¿Queréis saber algo? —indicó Talen—. Siempre pensé que los ladrones éramos la gente más tortuosa del mundo, pero parecemos simples aficionados comparados con los nobles y los eclesiásticos.

—¿Cómo enfocaría el asunto Platime? —le preguntó Kalten mientras proseguían hacia su destino.

—Le clavaría un puñal a Lycheas —respondió Talen, a la vez que se encogía de hombros—. Los bastardos muertos no pueden heredar tronos, ¿verdad?

—Admito que posee cierto encanto ese modo de actuación tan directo —concedió Kalten riendo.

—Los problemas terrenales no pueden resolverse mediante asesinatos, Kalten —le reconvino Dolmant.

—Pero, Su Ilustrísima, yo no me refería a un crimen. Los caballeros de la Iglesia somos los soldados de Dios, y si el Altísimo nos ordena matar a alguien, constituye un acto de fe, no un asesinato. ¿Creéis que la Iglesia accedería a ordenarnos a Sparhawk y a mí que acabáramos con Lycheas y Annias, y, una vez entrados en materia, con Otha también?

—¡De ningún modo!

—Simplemente divagaba —se disculpó Kalten con un suspiro.

—¿Quién es Otha? —inquirió Talen, curioso.

—¿En qué país te has criado, muchacho? —le preguntó Berit.

—En las calles de Cimmura.

—Incluso inmerso en ellas has tenido que oír mencionar al emperador de Zemoch.

—¿Dónde está Zemoch?

—Si te hubieras quedado en la escuela que elegí para ti lo sabrías —refunfuñó Kurik.

—Las escuelas me aburren —respondió el chiquillo—. Transcurrieron meses mientras intentaban enseñarme las letras. Cuando llegué a escribir mi nombre, no me pareció necesario seguir con aquella educación.

—Por eso desconoces dónde se halla Zemoch, y también ignoras que Otha podría llegar a darte muerte.

—¿Por qué querría matarme alguien a quien no he visto jamás?

—Porque eres elenio.

—Todo el mundo es elenio, menos los estirios, claro.

—A este chaval le queda mucho que aprender —observó Kalten—. Alguien debería encargarse de su formación.

—Con vuestra venia, mis señores —intervino Berit. En opinión de Sparhawk seleccionó con excesivo cuidado las palabras a causa de la presencia del reverenciado patriarca—. Sé que todos debéis atender importantes asuntos. Yo nunca fui un alumno destacado en historia, pero me haré cargo de la instrucción de este pilluelo en los rudimentos de la materia.

—Me encanta escuchar cómo habla este joven —observó Kalten—. Tanta formalidad casi me adormece a causa del deleite que me produce.

—¿Pilluelo? —objetó Talen en voz alta.

Sin mudar de expresión, Berit derribó a Talen del caballo de un manotazo.

—Lo primero que has de aprender, jovencito, es a adoptar una actitud de respeto frente a tu profesor —afirmó—. No debes cuestionar jamás sus palabras.

Talen se levantó farfullando; esgrimía una pequeña daga en la mano. Berit se arrellanó en la silla y le propinó un fuerte puntapié en el pecho que lo dejó casi sin aliento.

—¿No te entusiasma el inicio de este pupilaje? —preguntó Kalten a Sparhawk.

—Ahora vuelve a montar —ordenó con firmeza Berit— y mantente alerta, porque te formularé preguntas de tanto en tanto y te conviene responderlas correctamente.

—¿Vais a permitirle que me trate así? —apeló Talen a su padre.

Kurik le respondió con una sonrisa.

—No es justo —se quejó el muchacho mientras, con la nariz sangrante, se sentaba de nuevo sobre su montura—. ¿Veis lo que me habéis hecho? —enseñó acusadoramente a Berit.

—Apriétate con los dedos el labio superior —sugirió Berit—, y no hables sin permiso.

—¿Cómo habéis dicho? —preguntó Talen incrédulo.

Berit le mostró el puño.

—De acuerdo. De acuerdo —convino Talen, a la vez que se alejaba del eventual puñetazo—. Continuad. Os escucho.

—Me complace comprobar la sed de conocimientos demostrada por los jóvenes —observó Dolmant condescendiente.

De este modo dio comienzo la educación de Talen durante el viaje a Demos. Al principio adoptó un aire sombrío; sin embargo, al cabo de unas horas de escuchar a Berit la historia le sedujo.

—¿Puedo preguntar algo? —pidió finalmente—. ¿Habéis afirmado que en aquellos tiempos no había ningún reino, sino simplemente un montón de ducados y cosas así?

Berit asintió con la cabeza.

—Entonces, ¿cómo consiguió ese Abrech de Deira dominar todo el país en el siglo quince? ¿No se opusieron a él los otros nobles?

—Abrech controlaba las minas de hierro del centro de Deira. Sus guerreros llevaban armas y armaduras de acero, mientras que la gente que se le enfrentaba se protegía sólo con bronce; incluso algunos utilizaban hachas de sílex.

—Supongo que la diferencia era importante.

—Tras haber consolidado su poder en Deira, avanzó hacia el sur en dirección a la actual Elenia. No tardó mucho tiempo en conquistar la región, y luego continuó hasta Arcium y repitió allí el mismo proceso. Después, cabalgó hacia Eosia central, Cammoria, Lamorkand y Kelosia.

—¿Conquistó toda Eosia?

—No. Por aquel entonces se produjo la herejía eshandista en Rendor, y la Iglesia convenció a Abrech de que debía consagrarse a su supresión.

—He oído hablar de los eshandistas —aseguró Talen, pero nunca logré esclarecer cuáles eran sus creencias.

—Eshand era anticlerical.

—¿Qué significa eso?

—La jerarquía está compuesta por altos mandatarios de la Iglesia: primados, patriarcas y el archiprelado. Eshand pensaba que los sacerdotes comunes debían decidir por sí mismos las cuestiones teológicas que debían impartir a sus feligreses y que había que disgregar la Iglesia.

—Ya entiendo por qué sus ideas disgustaban tanto a los religiosos.

—Abrech reunió un poderoso ejército entre la población de Eosia central y occidental para atacar Rendor. Tenía las miras puestas en el cielo, y cuando los condes y duques de las tierras que había conquistado solicitaron armas de acero para combatir mejor a los herejes, dio su consentimiento sin considerar las consecuencias. Fueron precisas pocas batallas para desintegrar el imperio de Abrech. Como ya habían accedido a los avanzados medios que los deiranos habían mantenido anteriormente en secreto, los aristócratas no se veían obligados a rendir homenaje a Abrech. Elenia y Arcium declararon su independencia, y Cammoria, Lamorkand y Kelosia se aglutinaron en poderosos reinos. Abrech cayó muerto en un enfrentamiento contra los eshandistas en el sur de Cammoria.

—¿Que relación tiene esa historia con Zemoch?

—Ya llegaremos a ese punto a su debido tiempo.

—¿Sabéis? —dijo Talen en dirección a Kurik—, éste es un buen relato. ¿Por qué no me lo explicaron así en ese colegio al que me llevasteis?

—Seguramente porque no te quedaste el tiempo suficiente para darles ocasión de hacerlo.

—A lo mejor tenéis razón.

—¿Cuánto queda hasta Demos? —preguntó Kalten mientras escrutaba el sol de la tarde para determinar la hora.

—Unas doce lenguas —repuso Kurik.

—No podremos llegar antes del anochecer. ¿Existe alguna posada o taberna por estos contornos?

—No muy lejos hay un pueblo con una posada.

—¿Qué opinas, Sparhawk? —inquirió Kalten.

—Creo que es aconsejable —concedió su amigo—. A los caballos les perjudicaría caminar toda la noche con este frío.

El sol se ponía en el horizonte cuando ascendieron una colina coronada por unos edificios cuyas sombras se proyectaban más allá de la población. El pequeño pueblo se componía de casas de piedra y techados de paja que se arracimaban a ambos lados de la carretera. La posada era una especie de cervecería provista de un dormitorio en el segundo piso. Sin embargo la cena que les ofrecieron resultó más sabrosa que la de la noche anterior.

—¿Iremos a la casa principal al llegar a Demos? —preguntó Kalten a Sparhawk tras saciar su estómago.

—Es probable que hayan puesto vigilancia —repuso Sparhawk después de reflexionar—. La escolta del patriarca de regreso a Chyrellos nos proporciona una excusa para pasar por Demos, pero preferiría que nadie nos viera a Su Ilustrísima y a mí entrar en el convento para encontrarnos con Arissa. Si Annias sospecha cuáles son nuestros planes, hallará la manera de frustrar nuestro objetivo. Kurik, ¿tienes alguna habitación para huéspedes en tu casa?

—Hay un ático y un pajar.

—Bien. Vamos a hacerte una visita.

—Aslade estará encantada —declaró Kurik, al tiempo que la preocupación se reflejaba en su cara—. ¿Puedo hablar con vos un momento?

Sparhawk hizo retroceder su taburete y siguió al escudero hasta un extremo de la sala.

—No hablaríais en serio cuando considerasteis la posibilidad de dejar a Talen con Aslade, ¿verdad? —preguntó Kurik en voz baja.

—No —respondió Sparhawk—, posiblemente no. Creo que estabas en lo cierto al conjeturar que se llevaría un gran disgusto si se enterase de tu indiscreción, y Talen no se conduce de forma timorata. Podría irse de la lengua.

—Entonces, ¿qué vamos a hacer con él?

—Aún no lo he decidido. Berit se ocupará de él y evitará que ocasione problemas.

—Creo que por primera vez en su vida —dijo Kurik con una sonrisa—, Talen se ha topado con alguien que no tolera su insolencia. Esta lección podría beneficiarle más que toda la historia que tratan de enseñarle.

—Comparto tu opinión —convino Sparhawk mientras miraba al novicio, que conversaba respetuosamente con Sephrenia—. Tengo la impresión de que Berit se convertirá en un excelente pandion —observó—. Posee carácter e inteligencia; además, demostró su habilidad para la lucha en la batalla de Arcium.

—Se debatía a pie —señaló Kurik—. Podremos emitir un veredicto de más peso cuando veamos cómo maneja la lanza.

—Kurik, en verdad, tu alma recuerda la de un sargento de instrucción.

—Alguien debe comportarse como tal, Sparhawk.

El día siguiente nuevamente amaneció frío, y el aliento de los caballos se helaba en contacto con la gelidez del aire cuando emprendieron camino. Tras haber recorrido aproximadamente una milla, Berit volvió a asumir sus funciones de maestro.

—Veamos —se dirigió a Talen—, explícame lo que aprendiste ayer.

Talen tiritaba envuelto en una vieja capa gris remendada que había pertenecido en otro tiempo a Kurik. No obstante, recitó con soltura cuanto le había relatado Berit la jornada anterior. Según el juicio de Sparhawk, el chiquillo repetía literalmente las palabras de Berit.

—Tienes muy buena memoria —lo felicitó Berit.

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