Evento (59 page)

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Authors: David Lynn Golemon

Tags: #Ciencia Ficción, Intriga

No se molestó en explicarle nada al comandante ni al resto del equipo, volvió a trepar por la cuerda y miró por el agujero del suelo de la cocina llena de humo. Al principio solo pudo ver entre los remolinos los daños causados por la granada en la cocina de la señorita Dawes. Luego percibió algún movimiento. La criatura, aunque herida, seguía con vida. La metralla había encontrado puntos débiles en su coraza, pero Carl no sabía cuál sería la magnitud de las heridas. Volvió a enfundar la pistola que llevaba en el hombro para tener las manos libres y acabar de ascender por la cuerda y alcanzar el piso de la cocina. Con el mayor sigilo posible sacó otra vez su arma automática. Pero antes de que pudiese abrir fuego, un rabioso grito llenó la estancia y un enfurecido hombre descendió desde las vigas del techo con un enorme cuchillo de cocina y se lanzó contra el animal herido. La bestia dio un alarido y trató de ponerse en pie, pero su contrincante clavó una y otra vez el cuchillo debajo de la coraza del cuello, hasta que las heridas provocadas por la metralla y por las incisiones del cuchillo doblegaron al talkhan.

Everett se quedó impresionado al escuchar los fuertes gimoteos del hombre cubierto de grasa y sangre y al ver cómo se dejaba luego caer sobre el destrozado suelo con los brazos y las piernas extendidas. Carl enfundó la 9 mm y se arrodilló junto a aquel tipo, observándolo con curiosidad. El barbudo grandullón llevaba una camiseta con el lema «Kirk está por encima de Picard y a Janeway la tengo justo debajo».

—Me gusta tu camiseta —dijo Everett, echando un vistazo rápido a las heridas del hombre.

El animal gruñó y se quedó completamente inmóvil en el rincón. Everett se incorporó, se acercó hasta donde estaba y le dio una patada para cerciorarse de que había muerto. A continuación, echó un vistazo a lo que quedaba del cámara de Canal 7 e hizo una mueca de asco. Luego barrió toda la zona apuntando con su arma por si había algo más que se moviera. Una vez hubo comprobado que todo estaba en orden, comunicó por su micrófono que el terreno estaba despejado y ayudó a Hal Whikam a ponerse en pie.

—¿Qué ha pasado ahí? —preguntó Collins desde el piso de abajo.

—Será mejor que la señora Dawes y el chico no vean lo que hay aquí. No es muy agradable que digamos, parece que el cámara de Canal 7 no ha sabido correr tan rápido como su compañero el periodista.

Uno por uno, Everett ayudó a todos a acceder a la cocina del Cactus Roto. Julie fue la primera en subir y descubrir al hombre que seguía tratando de recuperar el aliento apoyado sobre el horno. Estaba cubierto de sangre y lleno de heridas.

—¡Hal! —gritó, y se fue corriendo hacia él—. ¡Billy, Hal está vivo! —gritó luego a su espalda—. Hal, ay, Hal… Dios mío, ¿qué te ha pasado?

Hal abrió los ojos y se quedó mirando a Julie. Le sonrió y después sonrió también a Billy, que apareció a su espalda.

—Era un pedazo de hijo de puta, Jules, eso te lo digo ya —dijo Hal con voz débil—. Estuvimos luchando por esos túneles durante las cuatro horas más largas de toda mi puta vida. Luego conseguí volver a subir aquí y el cabrón me acorraló. Por suerte para mí, ese periodista de Phoenix, ese tal Kashihara… —Hal hizo un gesto de dolor al intentar levantar la cabeza—. Entró en el local gritando que lo habían dejado atrás. —Hal se quedó un momento en blanco, luego miró a Julie y recuperó el hilo—. En realidad, se podría decir que me salvó la vida. Ese bicho se fue a por él y el muy mierda empujó a su cámara y salió corriendo. Pero se llevó su merecido: cuando intentaba huir lo cogió otra de esas cosas asquerosas. Yo tuve tiempo para trepar hasta las vigas del techo, luego apareció el Capitán Maravilla y tiró la granada esta que casi me hace picadillo.

Julie abrazó a Hal, y junto con Billy lo ayudaron a ponerse de pie y salieron caminando lentamente de la cocina.

—Pero al final me cargué a ese cabrón —dijo Hal con los brazos alrededor de Julie y de Billy. Hal echó un último vistazo al monstruo y movió la cabeza hacia los lados con gesto de admiración—. Ese hijo de puta era duro de pelar —murmuró.

Collins hizo pasar a todo el mundo de inmediato hasta el salón comedor y llamó desde allí al campamento base mientras los demás tomaban asiento. Bajo la atenta mirada del comandante, Julie pasó al otro lado de la barra y sirvió unos vasos llenos de agua con hielo. Cuando empezó a escuchar el informe desde el campamento, Jack se alegró de que sus hombres, junto a los guantes, los cascos y las nuevas armaduras, que a muchos les habían salvado la vida, también se hubiesen quitado los auriculares. Collins se dio la vuelta y miró hacia otro lado mientras la voz desde el otro extremo de la línea le explicaba los detalles de cómo se habían producido las bajas, tanto entre los equipos bajo tierra como en el campamento. Collins movió la cabeza hacia los lados cuando escuchó las cifras, le costaba creer aquello. Cuando terminó el informe, se dio la vuelta y caminó despacio hasta Everett, que estaba junto al ventanal, con la vista fija en el exterior. El comandante suspiró al ver que el corpulento seal seguía con el auricular puesto y la radio encendida. Agotado, Jack se quitó el casco y los guantes, y los metió dentro.

—No sabemos con certeza si ella se encuentra entre las bajas, Carl —dijo con suavidad. Al principio, tuvo la impresión de que Everett no iba a decir nada.

Carl, por su parte, estaba sorprendido de que Jack hubiera descubierto tan rápidamente lo que él y Lisa se traían entre manos, pero ¿qué más daba eso ahora?

—No has tenido la posibilidad de conocerla, Jack. Por su aspecto físico mucha gente podía pensar que era otra rubia idiota o alguna tontería parecida. Pero era una persona muy inteligente. —Carl escupió un poco de tierra que tenía en la boca. Bajó el tono de voz y volvió a mirar otra vez por el ventanal—. Y valiente. Nunca he conocido a una mujer más valiente que ella. Si la progenitora ha atacado el campamento base, ella habrá cumplido con su deber —dijo mientras dirigía la mirada hacia Jack.

Collins le dio una palmada en el hombro y se volvió hacia los demás.

—Están enviando un Pave Low para recogernos. ¿Al tejado se sube desde aquí, señora Dawes? La otra vez subí por la escalera que hay fuera, pero no tengo ninguna gana de volver a hacerlo.

—Sí, se sube por la cocina —dijo Julie con voz cansada, haciendo después una mueca de dolor mientras Ryan le aplicaba una pomada sobre el brutal arañazo que le recorría la espalda de un lado a otro.

—No prepare nada de comer —dijo Everett desde el ventanal—; comandante, tenemos compañía.

Collins fue corriendo hasta donde estaba Everett. Para no alarmar a Julie y a Billy, Jack no exteriorizó ninguna reacción ante lo que vio: cuatro o cinco olas que venían directas hacia el Cactus Roto, destruyendo a su paso el cemento y el asfalto. Dos de ellas fueron en zigzag hasta el otro lado de la calle principal, lanzando por el aire pedazos de calzada de gran tamaño; luego giraron bruscamente y volvieron al grupo.

—Escenario Uno, Escenario Uno, tenemos compañía. Nos dirigimos al tejado, repito, nos dirigimos al tejado —informó Collins por el micro, con toda la calma de la que fue capaz. Luego, se volvió a poner los guantes—. Muy bien, muchachos, vamos para arriba. Ryan, ve tú delante, llévate a los civiles… ¿Dónde está el otro?

Todos se pusieron a mirar hacia todos lados, pero Tony había desaparecido.

—No tenemos tiempo, confiemos en que sepa lo que está haciendo —dijo Collins mientras colocaba el último cargador en su XM8.

El piloto de la Marina condujo, pese a las protestas, a Julie, a Billy y al malherido Hal hasta las escaleras; los tres no dejaban de gritar que no podían abandonar a Tony. A muy poca distancia los seguían los cinco delta y ranger que aún seguían con vida. Collins llamó a Everett, que continuaba mirando por el ventanal del comedor. Carl observó en silencio cómo los animales se acercaban y metió un nuevo cargador en su rifle de asalto; a continuación se dio la vuelta y se tiró al suelo mientras el lugar sobre el que estaba de pie saltaba por los aires. Rodó sobre sí mismo y se incorporó, disparando al animal que surgía de entre la pared y el suelo. Los disparos impactaron contra el animal, pero solo unos pocos causaron algún tipo de daño perceptible.

La bestia arremetió contra ellos y lanzó con las garras el XM8 de Jack contra la pared. Luego se giró y golpeó a Everett a la altura del chaleco. El material hecho de nailon se partió con facilidad, pero las aceradas garras rebotaron después contra la cubierta hecha de concha de abulón. Pese a eso, Carl fue lanzado hacia el otro lado de la habitación mientras las balas de calibre 5.56 mm de su rifle trazaban un dibujo, que atravesó el techo de madera e impactó en el piso de arriba contra la cabecera de la cama de Billy.

El talkhan centró toda su atención en Jack, quien rápidamente sacó su cuchillo de combate de la funda y se enfrentó con la monstruosa forma que tenía delante. La bestia dio un alarido que hizo temblar los platos y las sartenes que quedaban en la cocina. Jack echó una mirada rápida hacia donde estaba Everett, que todavía se estaba recuperando tras el impacto contra la pared.

La criatura se quedó mirando a Jack con las cejas arqueadas, de manera que sus ojos amarillentos se podían ver aún mejor, y cargó contra él con la cabeza erguida y las garras extendidas. Al principio, Jack no se movió. A alguien profano en la materia le habría dado la impresión de que Collins se había quedado paralizado por el miedo, pero Jack siempre actuaba anticipando los tres próximos movimientos. Jack la esquivó en el último momento, evitando por muy poco la embestida de la criatura y sus mortales garras. Mientras se agachaba, extendió el afilado cuchillo de acero inoxidable y cortó uno de los tendones que la criatura había dejado al descubierto al flexionar los músculos de las piernas. El talkhan aulló de dolor cuando el cuchillo rasgó el tendón de su rodilla derecha. Antes de que la bestia pudiera darse la vuelta, Collins le saltó encima y encontró un punto vulnerable en medio de la enorme coraza que tenía sobre los hombros. Hundió la cuchilla tres veces con un rápido movimiento, hiriendo al animal hasta hacerlo delirar del dolor y de rabia.

Everett volvió en sí y buscó su rifle de asalto, que se encontraba a tan solo un metro de distancia.

A Jack le sorprendió lo poco que tardó el animal en recuperarse y retomar la iniciativa. En vez de intentar darse la vuelta, la criatura golpeó a Jack con la cola. El aguijón impactó en la parte delantera de su peto, haciéndolo caer contra el suelo de linóleo manchado de sangre.

—¡No te muevas, Jack! —gritó Everett.

Collins se cubrió la cabeza mientras el XM8 abría fuego.

Aprovechando que toda la atención del animal estaba puesta en los disparos de Carl, Jack rodó por el suelo esquivando dos rápidas arremetidas del aguijón de la criatura y recuperó su arma. El comandante abrió fuego también, uniendo su potencia de fuego a la de Everett. El animal se escabulló en medio de la tormenta de balas y de humo y volvió a meterse en el agujero por el que había entrado. Jack dejó de disparar y el seal hizo lo mismo tras agotar la munición de su arma.

—¿Vamos a que nos dé un poco el aire o qué? —propuso Jack, mirando a Everett.

—Vamos —dijo, se giró y corrió en dirección a la cocina y al tejado, posiblemente el único lugar seguro.

Tras dejar atrás la escalera y salir a la luz del final de la tarde, vieron a los otros miembros del equipo disparando desde la falsa fachada del edificio. Julie tenía a Billy en su regazo mientras sujetaba con un brazo a Hal: los tres estaban acurrucados a los pies de Ryan mientras el piloto disparaba con su pistola de 9 mm.

Collins y Everett corrieron hasta donde estaba Ryan y observaron desde allí el pequeño pueblo. Las criaturas estaban por todas partes y no paraban de entrar y salir a la superficie.

Los soldados disparaban una y otra vez, sin poderse creer que las balas acabaran siempre impactando contra el suelo o contra alguna pared tras rebotar en las corazas de las criaturas.

—Mierda —dijo Collins por lo bajo.

Dos potentes explosiones causadas por sendas granadas lanzadas por los ranger hicieron que el edificio se balanceara. Un tirador delta abatió a una de las criaturas tras acertarle entre los ojos. El animal dio unos cuantos pasos y cayó justo al lado del edificio. Un ranger se asomó y lanzó otra granada que hizo que la bestia saltara por el aire y cayera a unos metros de la pared. Varios animales se abalanzaron sobre el cuerpo aún en llamas, arrancando grandes pedazos de carne y devorando a su propia hermana.

Entonces, el ataque se detuvo tan rápido como había comenzado. Los animales se quedaron completamente quietos. Apenas se balanceaban un poco, como si estuviesen escuchando una música que solo ellos pudiesen oír.

Lo más extraño es que de pronto los soldados comenzaron a escuchar una melodía que provenía de la máquina de discos que había en el bar. Las embestidas de los animales contra el edificio debían de haber producido alguna sacudida en el aparato. Collins movió la cabeza hacia los lados con gesto de incredulidad al ver el extraño comportamiento de las bestias y escuchar a Guns N'Roses cantando
Knockin' on Heaven's Door
.

—Joder, esto se está poniendo muy surrealista —susurró Jack.

Los demás también escucharon la música y vieron cómo las criaturas se balanceaban ligeramente hacia atrás y hacia delante. Los soldados que seguían con vida se miraron después entre ellos. Estaban completamente rodeados por la masa de animales: que volvieran a atacar solo era cuestión de tiempo.

Es posible que los supervivientes que había en los tejados pensaran que las criaturas estaban meciéndose al ritmo de la canción, pero lo que había atrapado su atención eran las diminutas vibraciones que provenían del desértico valle. También percibían algo en el viento que los humanos eran incapaces de apreciar. Se trataba del inconfundible olor a comida, a mucha comida. Además, una onda invisible los estaba llamando. El macho había salido a la superficie y les estaba enviando esa señal desde el centro del valle.

Todos los animales, excepto uno, volvieron a meterse en la tierra y se alejaron del pueblo ante la mirada de los soldados que había en el tejado. Collins pudo contar alrededor de noventa. La única criatura que no se había movido había dejado de balancearse y tenía la vista fija en el tejado. De su boca salió una lengua de color negro y se agachó pegando el cuerpo al suelo.

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