El primer equipo que se topó con el enemigo había sido borrado del mapa en cuestión de un par de minutos.
Ryan se apretó todo lo que pudo el auricular contra el oído, pero la electricidad estática seguía siendo excesiva. Se quitó el casco Kevlar e iluminó con la luz el pecho de Collins, procurando no impactar con ella sobre las gafas de visión nocturna. Se secó el sudor de las cejas y movió la cabeza hacia los lados con gesto de cansancio.
—Sigo sin poder, comandante. Puede que fuera Escenario Uno, o alguno de los equipos de túneles, no lo puedo asegurar. —Cogió su mascarilla de oxígeno e inhaló una bocanada de aire puro.
Llevaban bajo tierra casi una hora y cuarenta minutos y no habían encontrado ni siquiera una ardilla. Collins enfocó con su linterna más allá de donde estaban los miembros de su equipo y vio que, un poco más adelante, el túnel se bifurcaba. Los hombres estaban en cuclillas inhalando un poco de las reservas de oxígeno que llevaban. Había un grado de humedad extremo y el calor resultaba casi insoportable. Hubieran dado lo que fuese por dejarse puesta la mascarilla de oxígeno y no tener que oler el asqueroso hedor que impregnaba las paredes de los túneles, pero eran conscientes de que quizá tuviesen que pasar varias horas allí abajo y de que tenían que reservar todo el que les fuera posible.
—Bajo tierra las intercomunicaciones son siempre un desastre. ¿Dónde calcula que estamos, sargento?
—Creo que el centro del pueblo está por allí —contestó Mendenhall señalando a la derecha—. A unos trescientos metros o así. Debido a la profundidad, la señal del GPS casi no funciona y cuando lo hace es de forma muy débil, pero mi última lectura era bastante exacta, así que no debemos de estar lejos.
Collins había elegido este agujero en particular porque parecía ser el rastro más fresco y reciente. Daba la impresión de que correspondía a dos animales que habían avanzado en paralelo uno al lado del otro, ya que era lo suficientemente amplio como para que los hombres pudiesen maniobrar sin demasiada dificultad. Observó al resto de los miembros de su equipo. La armadura de concha de abulón les estaba haciendo pasar mucho calor y estaban bebiendo demasiada agua.
Apoyó la mano sobre la pared y a través del guante sintió su inquietante suavidad. Tenía la apariencia y el brillo propios de una materia cristalina. Volvió a mirar a los otros quince hombres que integraban su equipo. Los de la Fuerza Delta iban delante, luego estaba él, Ryan, Mendenhall y Everett, y después los cinco ranger, que les guardaban las espaldas.
—Vale, si el pueblo está por allí, vamos a tomar la bifurcación de la izquierda, la que se aleja de la población, ¿de acuerdo? —preguntó Collins, no solo a los oficiales, sino también al resto de los hombres del grupo.
Todos asintieron en silencio.
De pronto el RDV de Mendenhall empezó a parpadear. Algo se dirigía hacia ellos y lo hacía a gran velocidad. El indicador comenzó a apagarse y a encenderse más rápidamente y la aguja del sensor de movimiento marcó el nivel amarillo. Mendenhall sacó la pequeña sonda de acero inoxidable que llevaba el RDV en uno de los lados y la clavó en la pared del túnel. El parpadeo aumentó en intensidad y frecuencia. El indicador alcanzaba ya los niveles máximos, los correspondientes a un movimiento de carácter extremo. El sargento extrajo la sonda y la introdujo en la pared que había a su derecha: las luces perdieron intensidad. A continuación la clavó en la otra pared, pero esta vez más a la izquierda, luego la quitó y la situó más a la derecha. El parpadeo volvió a ganar intensidad y se volvió de un rojo más oscuro. El indicador direccional mostraba que la vibración se dirigía directamente hacia ellos, y el sensor de movimiento marcaba todo el tiempo el color rojo.
—Parece que algo se apresura por este lado a hacernos compañía, comandante.
—¿De qué dirección viene? —preguntó Collins, empuñando el rifle XM8, listo para disparar.
—Joder, vienen de todas las direcciones. —Mendenhall levantó la vista del RDV y empuñó su arma. Una vez estaba preparado para defenderse, volvió a mirar al señalizador—. Mierda, la aguja señala primero hacia el sur, luego al este y luego al oeste. —Mendenhall continuó mirando el aparato—. El único lugar por el que no vienen es por nuestra espalda.
—Soldados, en formación de a cuatro. Quiero fuego cubierto en todas las direcciones. Mantengan la disciplina de fuego, a partir de ahora tienen permiso para disparar.
El equipo se dividió en grupos de cuatro, tal y como habían entrenado antes descender bajo tierra. Jack y Sarah habían diseñado esta táctica para Ofenderse de los ataques que se produjeran de manera repentina.
El aparato había dejado de producir señales intermitentes para pasar a emitir un pitido continuo. La luz roja estaba fija, sin la menor señal de parpadeo, y lanzaba sobre los presentes un resplandor de lo más inquietante.
—Apaga eso, que todo el mundo use iluminación normal, nada de visión nocturna, si no los disparos no os dejarán ver nada.
De pronto, el muro saltó por los aires a la altura de Mendenhall y se derrumbó sobre él, arrojándolo al suelo. Las luces enfocaron inmediatamente al animal mientras este se quitaba de encima la tierra que llevaba pegada al cuerpo extendiendo los apéndices blindados de alrededor del cuello. Las piezas de su armadura se clavaron en los muros del túnel abriendo agujeros entre la roca y el polvo. La bestia bramó y saltó encima de Mendenhall, quien gritó y dio vueltas por el suelo mientras la criatura lo atacaba con sus garras. Collins y Everett abrieron fuego al mismo tiempo que el grupo que había quedado a la espalda de Mendenhall. Un centenar de balas perforantes impactaron simultáneamente contra el animal. La mayoría rebotaron en su armadura de color púrpura y se quedaron clavadas en las paredes. Los impactos recibidos hicieron que la criatura diera un paso hacia delante para luego volver a saltar sobre el sargento. En ese momento, otro animal apareció en el túnel, sobre la trayectoria de Collins. El comandante escuchó las detonaciones de las armas automáticas y los gritos de dolor y de angustia, y vio los fogonazos producidos por los disparos de los delta y los ranger.
Everett usó el cañón corto de su XM8 para levantar una de las placas blindadas que el talkhan tenía justo debajo del cráneo y disparó una ráfaga de veinte balas de calibre 5.56 mm en la parte de atrás de la cabeza del animal. Este dio un alarido mientras agitaba la cabeza antes de derrumbarse pesadamente encima del sargento, dejándolo inmovilizado contra el suelo. Los gritos de Mendenhall desde debajo del pesado cadáver casi no se escuchaban en medio de los aullidos y las detonaciones que tenían lugar en el túnel. Collins y Everett se agacharon y lo sacaron de debajo del animal.
—Maldita sea, señores —dijo sin aliento el sargento—, la próxima vez, un poco más rápido. —Mendenhall comprobó que se encontraba bien. La nueva armadura había resultado vital para el sargento; al girarse, los oficiales vieron tres grandes zarpazos que habían estado a punto de atravesar la parte de atrás de la protección de concha de abulón. Uno de los dientes de animal seguía alojado en el cuello de la nueva protección.
No tuvieron tiempo de contestar a Mendenhall o de comentarle nada acerca de la armadura, ya que volvieron a escucharse más disparos a lo largo del túnel, mientras las armas emitían brillantes miríadas de color sobre las paredes cristalinas. Se oían gritos y chillidos junto con las expresiones de horror y angustia. De pronto, el tiroteo se detuvo. Luego se reanudó cuando otro animal atravesó la pared. Se escucharon los gritos de Ryan mientras disparaba hacia el túnel. Collins cogió una bengala, la abrió y la lanzó en medio de la oscuridad. Al encenderse, reveló una escena propia de una pesadilla: el grupo Delta, situado en vanguardia, peleaba por su vida contra tres animales. Uno de los bichos golpeó con su cola contra la garganta de un delta, atravesándolo y lanzándolo lejos de sus compañeros, a las garras de las otras criaturas.
De pronto, otra mano en forma de garra surgió de la pared justo delante de uno de los hombres y la enorme criatura a la que pertenecía irrumpió un momento después en el túnel; sus garras se clavaron entre el cuello y el hombro de un especialista de los Delta y lo partieron casi por la mitad. La bestia había cortado a destajo, atravesando carne, huesos y cartílagos con la misma facilidad que corta el papel una navaja. Uno de los cabos estaba demasiado cerca como para usar su XM8, así que sacó el cuchillo de combate de la funda y aprovechó la situación para saltar sobre la espalda de la criatura. Hundió tres veces el cuchillo por en medio de los apéndices blindados y en el cuello, antes de que la bestia echara las garras atrás y atrapara al soldado. La criatura también lo atacó con el aguijón, pero las garras ya estaban provocando el daño necesario. El soldado dio varios gritos agónicos mientras las afiladas puntas lo atravesaban y la bestia se lo acercaba hasta la cara y daba un alarido de rabia y de dolor.
—¡Sí! —gritó el ranger ante las fauces abiertas repletas de dientes—. ¡Que te jodan! —Luego hundió el puñal en el ojo izquierdo del animal. El talkhan emitió un bramido de dolor, golpeando al soldado una y otra vez contra la pared del túnel. Siguió aporreando el cuerpo sin vida hasta que este se fue deshaciendo.
—¡Adelante! —El grito de Collins resonó por el túnel mientras algunos otros avanzaban por detrás de la bestia herida y encabritada.
Collins, Everett y Ryan abrieron fuego al mismo tiempo, obligando al animal a caer, primero de rodillas y luego de costado. Los disparos no cesaron mientras el animal yacía en el suelo encharcado de sangre, agitando la cola y el aguijón. De repente, el animal lanzó un alarido y consiguió ponerse en pie. Se giró sobre sí mismo, intentando atrapar algo con las garras. Collins sacó rápidamente una granada y tiró de la anilla. Esperó a que la bestia intentara alcanzarlo, después y aprovechando que abría la boca para aullar, Jack le metió la granada en las enormes fauces, llevándose varios rasguños en el brazo y la mano. Luego se lanzó a los pies de la criatura mientras la granada estallaba sin hacer mucho ruido y la cabeza del animal explotaba y los rociaba a él, a Everett y a Mendenhall de sangre y vísceras.
Un inquietante silencio se apoderó del túnel repleto de humo mientras la bengala daba los últimos chisporroteos y se apagaba dejándolos completamente a oscuras. Siete hombres quedaban en pie. Dos habían sufrido ligeras heridas y arañazos o cortes provocados por las afiladas garras. Siete hombres habían perdido la vida durante los dos minutos de breve encuentro con los cuatro talkhan.
—Muy bien, tenemos que recuperar el aliento y ponernos en marcha. No me gusta nada esto de quedarnos aquí quietos como patos en un estanque. ¿Registra algo el RDV, sargento? —preguntó Collins mientras cogía su mascarilla de oxígeno.
Mendenhall todavía estaba temblando. Apartó los restos de sangre del animal que había sobre la verdosa pantalla del pequeño aparato y examinó el indicador.
—No… no, señor, las agujas permanecen quietas.
Collins encendió otra bengala y examinó lo que quedaba de su equipo. Los despedazados cuerpos de los compañeros muertos estaban tirados en el suelo.
—Poned a estos hombres contra la pared. Si podemos, vendremos a llevarnos los cuerpos. —Jack se fijó en un ranger, que no tendría más de diecinueve años.
Cuando reanudaron la marcha, el primer delta que entró en la bifurcación del túnel usó la radio para llamar a los que tenía tras él.
—Comandante, será mejor que eche un vistazo a esto.
Collins se abrió camino entre los otros y se puso de rodillas junto al veterano comando de Fort Bragg.
—¿Qué es lo que ha encontrado? —preguntó Collins.
—Parece que no somos los únicos en venir por aquí. —El delta iluminó con la linterna unas huellas claramente recientes que había sobre el suelo del túnel.
—Parece uno de nuestros equipos, el número encaja. De catorce a dieciocho personas, dos arriba, dos abajo —informó Jack.
—Normalmente le diría que está usted en lo cierto, pero fíjese en estas de aquí. —La linterna señaló unas huellas que eran demasiado pequeñas para ser las de un soldado, y que estaban claramente hechas por unas zapatillas de deporte—. Y estas no son de botas militares, parecen hechas por botas de vaquero. —Luego la linterna avanzó medio metro e iluminó otras—. Estas son más pequeñas y parecen hechas con unos zuecos, como si fueran de enfermera, o quizá de camarera; mi mujer lleva unos muy parecidos.
Collins se puso de pie e iluminó el túnel con la linterna. El resplandor pareció perderse en la nada mientras trataba de abrirse paso entre la oscuridad y el humo.
—Sea cual sea esa unidad, llevan consigo al menos a tres civiles. Un hombre, un niño y seguramente una mujer, comandante.
Mientras a Collins empezaba a preocuparle la posible presencia de civiles en los túneles, Carl Hastings, uno de los ingenieros de túneles de la Escuela de Minas de Colorado con más experiencia dentro del Grupo Evento, trataba de escapar a toda costa del agujero en el que su equipo se había metido. Los de la Fuerza Delta encabezaban la marcha mientras que los de los Ranger intentaban proteger la retaguardia y rescatar a los heridos de las garras de los agresivos animales. Su equipo estaba ahora formado por siete hombres, sin contar los cuatro heridos. A Bobby Jenks, un amigo de Sarah, una de las bestias lo había cogido por sorpresa y lo había arrastrado al interior de un agujero.
El alto número de criaturas los había cogido desprevenidos. Pensaban que quizá habían matado al menos a una de ellas, pero no podían contar nada más. Los Delta que iban delante se habían llevado la peor parte; el resto de compañeros había intentado ayudarlos, pero había resultado imposible. En el momento de producirse los ataques, los Delta habían empleado sus pistolas de 9 mm a muy poca distancia. Algunos incluso habían tenido que usar los cuchillos en espacios cerrados. Los animales habían derribado fácilmente a varios hombres, haciendo que las paredes de tierra y arena se derrumbaran sobre ellos, y aprovechando su posición de inferioridad para atacarlos. Ahora lo único que rogaban era por poder llegar a la superficie y no morir en aquel infierno bajo tierra, sino hacerlo peleando a plena luz del día.
Hastings se ajustó el auricular.
—Hay una brecha en el techo del túnel, se ve la luz del sol. Venga, saquemos a los heridos de aquí. —Y, en voz alta, Hastings añadió—: Gracias, Dios mío, gracias.