Evento (52 page)

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Authors: David Lynn Golemon

Tags: #Ciencia Ficción, Intriga

—Gracias, especialista —dijo Collins, interrumpiéndola a propósito. No era necesario que los hombres supiesen qué pasaba si todo este material técnico fallaba.

McIntire se quedó mirando al comandante, captó la indirecta relacionada con la moral de la tropa y se sentó, dejando expuesto el mapa virtual. Las montañas eran el rasgo más significativo. Rodeaban el valle como si fueran carromatos dispuestos para defenderse de un ataque de los indios, solo que en esta ocasión los indios estaban también dentro del círculo.

—Muy bien, reúnanse con sus equipos de asalto asignados y buena caza —les deseó el coronel Fielding.

Los hombres y mujeres que formaban los equipos de asalto en los túneles abandonaron la tienda sin decir nada más. Jack los vio marcharse con varias dudas rondándole la cabeza. Necesitarían más tiempo para planear esta operación. No conocían el verdadero potencial de esos animales, quizá estaba conduciendo a sus hombres a una masacre.

Cuando el capitán Everett y Lisa Willing entraron, la tienda estaba prácticamente vacía.

—Jack, ¿querías ver a la encargada de comunicaciones Willing?

—Sí, así es —dijo Jack.

Lisa tragó saliva. No sabía qué podía ser; Carl le había dicho que no sabía de qué se trataba.

Sarah estaba allí recogiendo el mapa virtual y el resto de su equipo, preparándose para reunirse con su equipo de túneles.

—Especialista, ¿puede venir un momento, por favor? —le pidió Collins.

Sarah miró al comandante y luego a Lisa, que le hizo un sutil gesto con la boca dándole a entender que no tenía ni idea de qué estaba pasando. Sarah dejó su equipo y se acercó al reducido grupo.

Collins asintió mirando al coronel Fielding, que rápidamente abrió la portezuela de la tienda de campaña y dejó pasar a un hombre larguirucho y desgarbado. Llevaba algo en brazos que iba cubierto por una sábana blanca. Se acercó deprisa hasta la mesa de reuniones y dejó encima su pequeña carga, sin quitarle de encima sus viejas manos llenas de cicatrices. Con una de las dos manos, se quitó el sombrero de fieltro que llevaba puesto y saludó cortésmente a las señoras que había en la tienda. Luego se quedó mirando al comandante Collins.

Jack sonrió ligeramente y miró a Sarah y a Lisa.

—McIntire, Willing, tenemos algo que mostrarles. El coronel Fielding me hizo ver que en caso de que algo le sucediese a aquellos que tienen conocimiento de lo que están a punto de saber, no tendríamos a nadie más en la misión que pudiese proteger al efectivo más importante con el que contamos para el combate que nos espera. Así que las elegí a ustedes dos, por si acaso nos sucede algo a los que estamos al tanto de esto. Su misión en ese caso será asegurarse de que este elemento llega sano y salvo hasta el complejo. Si es necesario, deberán dar la vida para alcanzar ese fin. Willing, si ninguno de nosotros regresa de la operación de asalto en los túneles, deberá abandonar inmediatamente el Escenario Uno, regresar a Nevada con este paquete y entregárselo personalmente al director. Si sale con vida de los túneles, McIntire, usted formará también parte de la cadena. Otras personas tienen las mismas órdenes; ustedes serán solo las últimas fichas del dominó. ¿Me explico con claridad?

Las dos dijeron que sí con la cabeza.

—Muy bien. Este es el señor Gus Tilly, gracias a él tenemos algunas posibilidades en todo este lío. Gus, esta es Lisa Willing, Marina de los Estados Unidos, y Sarah McIntire, Ejército de los Estados Unidos.

Gus volvió a sonreír y a saludar con la cabeza.

—El Ejército ha cambiado un poco desde que yo estuve, y parece que para mejor.

—Gus, ¿haces tú las presentaciones?

Gus respiró hondo y quitó la sábana que había encima de su amigo. Lisa y Sarah se quedaron anonadadas mirando al pequeño ser que apareció sobre la mesa, y que parpadeaba ahora para acostumbrarse a la potente luz. Palillo miró alrededor algo nervioso hasta que vio los rostros amigos de Gus, Jack y el coronel.

—Señoras, les presento a Palillo. Es lo que se podría considerar un marciano.

Lisa dejó que su boca hiciera lo que le estaba pidiendo: abrirse. Sarah se rió y dio una palmada. Luego esbozó una sonrisa de oreja a oreja y se acercó al alienígena. Después se quedó mirando a Jack, quien tan solo moviendo los labios, le dijo: «Adelante». Muy lentamente, levantó la mano y se la tendió a Palillo.

—Bueno, no dejes a la chica así, muchacho, dale la mano —dijo Gus.

Palilo miró a Gus primero y luego a la mujer que tenía delante. A continuación, levantó lentamente su pequeña mano. Los largos dedos la rozaron suavemente y luego se cerraron en torno a los de ella.

Sarah se volvió hacia Lisa y la cogió de la mano.

—Esto justifica todo lo que estamos haciendo aquí, ¿no?

Lisa siguió con la mirada fija en Palillo; luego, poco a poco fue cerrando la boca y sonrió.

Jack tiró de Sarah y la llevó con él fuera.

—Oye, he estado pensando en una cosa. ¿Tienes aquí ese mapa de la formación geológica de las montañas que nos rodean?

—Sí, lo tengo aquí —dijo ella.

—¿Lo puedo ver? Se me ha ocurrido una idea.

Julie, Billy y Tony fueron conducidos al interior del mismo agujero que Julie había estado mirando antes desde la cocina. Le había rogado al francés de pelo rubio que dejaran allí a Tony y a su hijo. Pero el francés había insistido, con buenas maneras, con unas maneras demasiado educadas, según la opinión de Julie, así que continuarían todos juntos.

Los primeros en descender en rápel por el agujero fueron tres miembros del comando del francés. A solo cuatro metros de profundidad, contando desde el suelo de la cocina, el túnel giraba en dirección sur. El pulido y redondo túnel tenía alrededor de dos metros de diámetro. El olor que se respiraba tenía ese toque metálico que recordaba al de los mataderos. Mientras bajaba centímetro a centímetro por la cuerda, Julie se dio cuenta de que toda la suave y brillante superficie del túnel estaba embadurnada de sangre. En silencio rogó por que no fuera la sangre de Hal.

Julie esperó a que Farbeaux llegara a la superficie del túnel y se le acercó, zafándose de uno de sus hombres.

—¿Qué es lo que espera que hagamos? —preguntó.

—¿Que hagáis? Nada. Quizá nos sirváis a mí y a mis hombres para ganar algo de tiempo, si es que nos encontramos con nuestros huéspedes de aquí abajo. —Farbeaux sonrió y la apartó sin demasiadas contemplaciones para seguir su camino hacia el interior del oscuro túnel. El francés sabía que por una pequeña muestra del ADN de ese animal conseguiría una suma incalculable, y que tener la vida de tres rehenes estadounidenses podría venirles bien a la hora de salir de aquel pueblo.

Base de la Fuerza Aérea de Nellis, Grupo Evento

9 de julio, 14.35 horas

Niles se encontraba en medio de una videoconferencia con Virginia Pollock comentando las autopsias de los animales que habían recogido. Alice estaba escuchando.

—Si nace la tercera generación, las cosas se van a complicar mucho. Serán demasiados para poder contenerlos. Y ya has visto el enfrentamiento con los cazas de las Fuerzas Aéreas. Se han adaptado a la ligereza de nuestra atmósfera, aunque no estamos seguros de si la progenitora tiene esa misma capacidad porque aún no la hemos visto. En cualquier caso, estaban tratando de buscar los límites del valle y seguramente esos especímenes que fueron atacados por nuestros aviones eran exploradores que habían sido enviados en busca de nuevos y verdes pastos.

Niles se frotó los cansados ojos y miró un momento a Alice; luego, volvió a mirar a cámara.

—¿Por qué piensas que no han salido del valle todavía? Podrían estar camino de Phoenix o de Alburquerque.

—La autopsia de los restos de uno de los animales que fueron bombardeados indica que su estómago estaba completamente vado. Por eso se alejaron del grupo principal: fueron a explorar los alrededores porque tenían hambre. Al evacuar a los civiles hemos retirado su fuente de alimentación, así que suponemos que antes de partir intentarán buscar alimento —contestó Virginia.

Niles la miró con gesto preocupado.

—El único alimento posible que hay en la zona consiste en los equipos que hay sobre el terreno.

—Sí, esa es la conclusión obvia.

De pronto, Jack apareció en el monitor acompañado de Sarah.

—Niles, se me ha ocurrido algo. Quizá sea el plan B que necesitamos. —Jack le hizo un gesto a Sarah y esta se quitó el casco.

—Señor Compton, ¿tiene usted ahí el mapa de realidad virtual 00787? —preguntó ella.

Sin perder un instante, Niles pulsó las teclas pertinentes en su teclado. Enseguida, una colorida perspectiva del valle apareció en el monitor. Niles la examinó y comprobó que la numeración era la correcta.

—Ya lo tengo —le dijo, mientras Alice se colocaba a su lado frente a la gran pantalla.

—¿Ve usted la parte oriental del valle? —preguntó Sarah.

—Sí —dijo Niles.

—El comandante se ha dado cuenta de un detalle que a mí se me había pasado por alto. El estrato rocoso desciende en algunos puntos hasta más de seiscientos metros de profundidad, pero en la parte este se estrecha muchísimo; en el extremo oriental hay un hueco en el círculo montañoso. El estrato rocoso es prácticamente inexistente.

—No le sigo, ¿qué es lo que quiere decir? —dijo Niles.

—Niles, los animales intentarán salir del valle por el punto que sea menos resistente. Es posible que elijan el flanco oriental, porque en esa zona el estrato montañoso es muy poco profundo. Es un embudo, Niles, un embudo —dijo Collins.

Compton por fin lo entendió.

—¿Quieres decir que se puede tender una trampa?

—Exacto, necesitamos una compañía de ingenieros en el punto en que las montañas desaparecen, donde no hay más estrato rocoso. Necesitamos que accedan allí y que coloquen uno de los paquetes de MacDill a unos trescientos metros de profundidad —dijo Collins.

—Sí, te entiendo, Jack, pero ¿cómo vamos a conseguir que no accedan a ese punto antes de que estemos listos? —preguntó Niles.

Alice lo comprendió todo y cogió a Niles del brazo.

—Los equipos de los túneles tendrán que mantenerlos ocupados un rato, Niles, eso es todo.

El director se puso en pie y miró a Jack y a Sarah.

—La única forma de conseguirlo es convertiros vosotros en objetivos, Jack. Tenéis que intentar sacarlos, pero estáis en su terreno, maldita sea.

—Niles, ¿puedes conseguir que los ingenieros estén ahí cuanto antes? —preguntó Jack.

—Allí estarán, comandante —se oyó decir a una voz desde el umbral, que cogió a todos por sorpresa.

Alice y Niles se dieron la vuelta y vieron al senador Lee en la puerta, apoyado en su bastón, mirándolos fijamente, vestido con un batín de color rojo y unas zapatillas de andar por casa. Alice y Niles se pusieron inmediatamente de pie, sorprendidos de verlo allí.

—¿Pensabais que os ibais a librar de mí tan fácilmente? —bromeó mientras miraba a Alice—. Vais a tener que hacer algo más que esconderme los pantalones, tanto tú, mujer, como tú… usurpador.

Alice volvió en sí y arrojó el cuaderno de notas sobre la mesa. Niles no sabía cómo reaccionar, así que volvió a hacer algo que estaba convirtiéndose en algo muy habitual últimamente, se dejó caer en la silla y movió la cabeza hacia los lados con gesto de incredulidad.

—Tiene que volver a la clínica —dijo Alice, acompañando a Lee hasta llegar al sofá.

—¿Puede alguien contarme cómo está yendo la guerra? ¿O tengo que esperar a ver la maldita película?

Niles le explicó el plan de Jack al senador, quien escuchó sentado, cerrando el único ojo que conservaba.

—Jack, sé exactamente lo que necesita, y quizá pueda conseguirle un cebo que hará que los animales contribuyan con toda seguridad en su propia destrucción. Ustedes dos prosigan con la misión, nosotros nos encargaremos de todo desde aquí.

—Sí, señor, me alegro de verle tan decidido a trabajar hoy —manifestó Jack sonriendo a la cámara; luego, puso la mano encima del hombro de Sarah y salió del plano.

—Muy bien, chico listo, ¿qué podemos hacer para aprovecharnos de que sabemos por dónde intentarán huir si los equipos los persiguen?

—Bueno —dijo Niles mientras observaba a Lee—, tal y como ha dicho Jack, podemos mandar a algunos ingenieros a ese hueco en medio de las montañas, agujerear hasta donde se pueda y poner una bomba. Una bomba de neutrones bastará, una que no emita radiación. Eso debería acabar con todos, a menos que se escondan debajo de algún estrato de roca a más profundidad y pasen por debajo de las montañas por algún punto.

—Quizá estemos esperando demasiado de esos animales —dijo Lee—. ¿Son capaces de razonar o son simples bestias salvajes? Eso no lo sabemos, y la única opción que tenemos es tratarlos como animales. Es posible que, tal y como ha dicho el comandante, elijan el camino más fácil, por donde tengan que excavar menos. Debemos confiar en que sea su metabolismo el que los guíe, y no su cerebro. Así que, ahora mismo necesitamos que su ruta sea segura y muy tentadora. Que reúnan a todas las cabezas de ganado del valle y las metan en ese hueco.

Niles no hizo ningún comentario, pero asintió con la cabeza y marcó el punto en medio de las montañas con el dedo, marcando una línea en el mapa conforme su yema recorría la pantalla.

—Muy bien, ya está marcada la línea, ¿eh, Niles? Ahora coge el teléfono y cuéntale al presidente el plan de Jack —dijo Lee—. Si los equipos de túneles no cumplen su cometido, el comandante Collins va a tener que hacer algo inimaginable.

Niles se quedó mirando a Lee y movió la cabeza con gesto taciturno, confiando en que no tendrían que llegar a ese extremo.

—Cuando todo esté arreglado, tenemos que hablar de un correo electrónico que me acaba de enviar un traidor que trabaja para nuestros enemigos. Parece que cuando termine todo esto, tendremos que ir a visitar a un viejo amigo que vive en Nueva York.

Alice y el senador se quedaron sentados en el sofá charlando un poco. Daba la impresión de que ese correo electrónico que Lee había recibido le había servido de tonificante y de acicate para recuperarse y emprender una nueva misión.

Niles se puso en contacto con el presidente.

—Señor, el comandante Collins ha diseñado un plan bastante arriesgado. ¿Está preparado para escucharlo?

Collins fue detrás de Sarah y la alcanzó justo cuando ella llegaba junto a Everett y Lisa.

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