Evento (53 page)

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Authors: David Lynn Golemon

Tags: #Ciencia Ficción, Intriga

—Id con mucho cuidado, y nada de hacerse el héroe. —Se quedó parado, la miró a los ojos y luego miró a Lisa—. Los héroes quedan muy bien en las películas, pero eso es todo. —Luego sonrió a Sarah, se dio la vuelta y se marchó.

Sarah sonrió con gesto triste a Lisa y a Everett, y se dirigió a la fila para recoger su armadura, dejando a Lisa y a Everett a solas.

—He tomado una decisión —dijo Lisa mientras veía alejarse a su amiga.

—¿Y cuál es? —preguntó Everett, sin importarle que los vieran hablando. Llegados a este punto, se podían meter la normativa del Congreso por alguno de esos agujeros de mierda.

—Voy a abandonar el Ejército.

—No, ahora que Jack es el responsable, la seguridad del Grupo está en las mejores manos posibles. Soy yo el que lo va a abandonar.

Lisa se quedó muda.

—Y eso significa que en cuanto se acabe todo esto nos vamos a Houston a ver a tus padres y nos casamos. Es una orden.

Ella sonrió y le dio un puñetazo en el hombro.

—¡Ay! —Eso fue todo lo que el seal llegó a decir.

Séptima parte

No tendré ningún miedo

EL hombre siempre ha sentido recelo ante la oscuridad y ha seguido el luminoso sendero marcado por la luna; así que yo robaré el brillo de la luna y oscureceré la noche… y le mostraré el porqué de su miedo a la oscuridad

Antiguo texto hebreo

Capítulo 30

Debajo de Chato's Crawl, Arizona

15.20 horas

Sarah se dio la vuelta y vio cómo Jack y su equipo se alejaban hacia Chato's Crawl a bordo de uno de los helicópteros. Le pareció que el comandante la estaba mirando, así que le mandó un saludo algo indeciso mientras el helicóptero se elevaba en el aire. Luego se giró y contó a las personas que integraban su equipo; después miró hacia la tienda de mando. Lisa estaba allí con los brazos cruzados sobre el pecho. La encargada de comunicaciones la saludó con la mano y Sarah sonrió mientras dejaba caer la cuerda de nailon en el interior del oscuro agujero. A continuación cayeron treinta cuerdas más, y de dos en dos el equipo empezó a descender hacia la oscuridad.

Sintió calor y humedad mientras la luz de su linterna buscaba la zona donde el agujero pasaba a convertirse en túnel. Paró un momento y, junto con el compañero que iba por el lado opuesto al suyo, examinó con la luz que llevaba adherida al casco el espacio que se extendía alrededor. Luego la apagó, se colocó las gafas de visión nocturna y todo adquirió un tono verdoso. Hizo un gesto a su compañero y recorrieron los escasos metros que les faltaban hasta alcanzar suavemente el suelo y sacar las cuerdas de las anillas. Los dos permanecieron en cuclillas en posición de asalto mientras examinaban el espacio vado del túnel que se abría ante sus ojos. Sarah se quitó las gafas y encendió y apagó la luz dos veces, señalando así a la pareja siguiente que el espacio era seguro para bajar. Luego se acercó a la boca del túnel mientras el resto del equipo descendía en parejas. Sarah alzó su XM8 y se sumergió en la oscuridad.

Recorrió unos siete metros antes de levantar la mano haciendo un gesto para que se detuvieran. Mientras el resto del equipo acababa de bajar, Sarah se quitó uno de los guantes y palpó la pared. Estaba pegajosa, no hasta el extremo de que los dedos se quedaran pegados, pero sí húmeda y pringosa. El túnel olía a almizcle, como algunos túneles que albergan a grandes poblaciones de murciélagos. También olía a amoníaco, pero lo peor de todo sin duda era la humedad. Sarah volvió a colocarse el guante y reemprendió el descenso.

Su equipo habría recorrido unos setenta metros del cada vez más estrecho túnel cuando de pronto, un ranger, un joven sargento, empezó a hablar a voz en grito y a mover la cabeza hacia los lados. Se derrumbó sobre una de las relucientes paredes, se tapó la cara con las dos manos y dejó caer tanto su arma como las gafas de visión nocturna.

Sarah se dio la vuelta y retrocedió hasta donde estaba el soldado, que había empezado a chillar.

—¿Qué es lo que pasa, maldita sea? —preguntó mientras se arrodillaba frente al joven soldado.

—¡Tengo que salir de aquí, las paredes se están cerrando, no puedo soportarlo más! —gritó.

Sarah lo cogió del brazo derecho y lo zarandeó.

—Tranquilo, tranquilo —dijo mientras cogía el tanque de oxígeno y le ponía la mascarilla de plástico sobre la boca—. Respira, soldado, poco a poco.

El sargento comenzó a respirar lentamente, cerró los ojos y lentamente empezó a tranquilizarse.

—¿A alguien más le pasa lo mismo? —dijo ella en voz alta—. Venga, si os venís abajo luego va a ser peor, ¿alguien más tiene claustrofobia? —dijo mirando a su alrededor.

El sargento se quitó la mascarilla y miró a Sarah con gesto suplicante.

—Lo siento, lo siento, necesito que alguien me ayude a regresar —dijo mientras se ponía la mascarilla de oxígeno.

—Yo soy la que lo siento, sargento, pero no voy a prescindir de un hombre para que lo acompañe. Va a tener que salir usted solo. Los demás, en marcha.

El sargento abrió los ojos de par en par mientras Sarah se daba la vuelta y volvía a encabezar su equipo. El resto de ranger y los dos delta que los acompañaban no miraron atrás y siguieron a su jefe de grupo. El joven sargento se puso de pie como pudo y emprendió el regreso hacia el comienzo del túnel.

Sarah movió la cabeza hacia los lados con gesto duro mientras reanudaba la marcha hacia el interior del húmedo y oscuro túnel. La verdad era que lo que más deseaba en ese momento era acompañar a ese chico y salir de allí.

Una oleada de calor golpeó a Collins cuando llegó a la parte inferior del agujero. Everett aterrizó suavemente en el lado opuesto. Este túnel era mucho más pequeño que el de Sarah. Debía de ser de una de las crías. Tenían que doblar un poco las rodillas para que sus cabezas no chocaran con el redondeado techo. Jack se puso las gafas de visión nocturna y vio la tierra y la arena que formaban las paredes. Estas eran suaves y cálidas al tacto. Everett miró hacia él y movió la cabeza con gesto incrédulo.

—Joder, Jack, esto está más oscuro que el culo de un pocero —dijo mientras sacaba el XM8 y pensaba para sí que por muchas balas perforantes que llevara aquel arma era demasiado ligera.

Collins vio cómo el túnel descendía hacia la nada. Se quedó mirando el suelo y descubrió marcas de gran tamaño. Al agacharse observó que las había producido el animal al pasar. Eran huellas de sus garras. Movió la cabeza hacia los lados con gesto de sorpresa y avanzó para dejar espacio para que Mendenhall, Ryan y el resto de su equipo pudieran entrar. Luego, Everett se apartó hacia un lado y dejó que un sargento de los Delta encabezara el grupo. El sargento se adelantó, alzó la mano y luego la bajó lentamente, realizando señales para que continuaran.

Al cabo de un rato, el equipo se detuvo y Jack pasó delante. Collins le hizo un gesto a Everett para que lo siguiera. El miembro de los Delta estaba agachado examinando algo que había en el suelo del túnel. Jack bajó la vista e inmediatamente se dio cuenta de que lo que estaba mirando era un brazo. Había sido seccionado por la mitad del antebrazo y llevaba un reloj que seguía funcionando. Cuando volvió a levantar la vista hacia el túnel, vislumbró un resplandor verde de mayor intensidad: ahora podrían seguir el rastro de sangre que dejaba aquel animal y la víctima a la que perteneciese ese brazo.

Jack hizo un gesto al resto del equipo para reanudar la marcha. Conforme avanzaban, el olor metálico de la sangre era cada vez más evidente, pero el hallazgo del brazo lo hacía ahora todavía más penetrante. Jack se quedó un momento atrás con Mendenhall y le indicó que tomara una lectura con el RDV. El sargento se echó el arma al hombro, se levantó la careta, sacó la sonda de acero de su funda y lentamente introdujo en la pared el instrumento en forma de lanza. Luego apartó la mano y se quedó mirando el indicador, que ahora estaba encendido. Una de las agujas señalaba hacia el oeste, hacia el centro del pueblo, mientras que la otra registraba vibraciones diminutas procedentes del subsuelo que solo podían estar producidas por el animal mientras iba excavando —Parece que vamos en la buena dirección, comandante —dijo Mendenhall.

—No lo apagues y sigue mirándolo cada veinte o veinticinco metros, así estaremos más tranquilos —dijo Jack mientras le daba unas palmaditas en el hombro.

Mendenhall extrajo la sonda del muro y decidió llevarlo colgando para poder así manipularlo más fácilmente. Luego se dio la vuelta y echó a correr tras el comandante mientras decidía también que el que llevara el RDV debía ir justo en el medio del grupo.

Steve Hanson, geólogo perteneciente al Grupo Evento y amigo de Sarah, iba al frente de un equipo de quince hombres en uno de los pequeños agujeros. Desde que habían llegado a ese infierno subterráneo no habían encontrado nada relevante. Steve había ordenado que se detuvieran en un punto en el que el pequeño túnel desembocaba en uno mucho mayor. A diferencia de las intersecciones anteriores, en esta el olor a almizcle había cambiado significativamente. El hedor era mucho más intenso y Steve no podía soportarlo. Se puso la mascarilla de oxígeno, inhaló profundamente tres veces y se dirigió hacia donde estaban sus hombres. Jackie Sánchez, una sargento del Grupo Evento, le preguntó si se encontraba bien.

—Aquí hay algo distinto, ¿nota ese olor?

—Noto lo mismo que antes, que apesta —dijo la sargento.

—Ese túnel es distinto a lo que hemos visto hasta ahora. ¿Ha habido suerte con la radio?

—No, solo llega una señal intermitente. Creo que son otros equipos que tratan de llegar al Escenario Uno.

—Doctor, creo que estoy detectando algo —dijo un especialista de quinto rango de los Ranger, con la sonda RDV metida en la pared que había a su izquierda—. No es muy fuerte, pero es constante y parece que esté cerca, aunque no estoy del todo seguro.

El resto del equipo de Hanson comenzó a mirar alrededor. Aparte del agujero de mayor tamaño que Hanson había examinado, había otros tres túneles, sin contar en el que se encontraban, y otro más que parecía demasiado pequeño para esos animales. El ranger retiró la sonda y fue hasta el agujero de menor tamaño, que estaba justo en medio del equipo. Clavó el artefacto en la tierra suelta que había sido llevada al túnel mayor. El indicador se movió de manera casi imperceptible y se mantuvo estable. Por primera vez, la luz roja del indicador se encendió y ya no volvió a apagarse.

—Está claro que está detectando alguna cosa —dijo, recogiendo la sonda.

—Vaya hasta el final y asegúrese de que no tenemos nada que venga detrás de nosotros —dijo Hanson mientras sacaba el XM8 y apuntaba al agujero más grande que tenía frente a él.

El ranger pasó como pudo entre sus compañeros y llegó hasta la retaguardia del equipo. Un único miembro de los Delta les cubría las espaldas.

—Disculpe, sargento —dijo al colocar la sonda en la pared. Mientras miraba el resultado, se dio cuenta de que la luz roja de su RDV brillaba con más intensidad. Le dio un golpecito al aparato mientras empezaba a dudar de la capacidad de aquella máquina cuando sintió que algo se movía a su izquierda. Miró en dirección al túnel y no vio nada más que una oscuridad total procedente de la zona que ya habían recorrido. Se giró y miró al sargento de los Delta, que estaba echando un trago de la cantimplora. Se colocó las gafas de luz ambiente y volvió otra vez la vista a su espalda. En un primer momento no la vio, porque se encontraba tan cerca que era irreconocible. La criatura estaba allí mismo, mirándolo fijamente. Los ojos brillaban con un tono entre verdoso y amarillo, y la cabeza permanecía ladeada mientras lo observaba. El soldado empuñó el arma y apretó el gatillo, pero nada sucedió. Había puesto el seguro antes, mientras operaba junto a sus compañeros, y se le había olvidado quitarlo.

La ráfaga del sargento delta lo deslumbró. Las balas perforantes le pasaron junto a la cabeza e impactaron en el pecho del animal. Tres ranger más acompañaron al delta en sus disparos. Las balas saltaban rebotadas del cuerpo de la criatura mientras esta chillaba. El ranger seguía sin ver nada cuando las mortíferas garras del enfurecido animal lo apresaron. Notó que el aire se le escapaba de los pulmones, y aunque no pudo sentirlas, tres balas perforantes atravesaron la armadura de abulón a la altura de las caderas y luego su cuerpo para finalmente impactar contra el animal. Pudo apreciar que una de las balas acertaba contra la parte no cubierta por el exoesqueleto de la bestia; el dolor que provocó hizo que el animal lo apretara todavía con más fuerza entre las garras. Aun así, los disparos que penetraban en su cuerpo no harían que la criatura diera muestras de debilidad.

El sargento delta dejó su arma y, junto con otros dos ranger, intentó en vano liberar a su compañero de las garras de la monstruosidad que tenían delante. Hanson se unió también a los que disparaban tratando de encontrar algún punto débil en la criatura. De pronto, el muro explotó contra Hanson y los que intentaban el rescate de su compañero. La criatura que los atacaba ahora era más grande que el túnel y hacía que el techo de este se derrumbara mientras avanzaba hacia los aterrorizados soldados. Hanson sintió cómo un poderoso brazo le pasaba junto al rostro y agarraba a alguien que había a su derecha. Después escuchó un grito de dolor mientras uno de sus compañeros era arrastrado por el suelo. Hanson no podía respirar, tenía la boca llena de tierra. Intentó tirar de alguien a quien se había agarrado cuando el techo se derrumbó sobre él, y se dio cuenta de que estaba tirando del arma de alguno de sus compañeros. Luego cayó de un lado fuera de la cueva en la que se había visto rodeado. Escupió tierra y notó que la sangre le manaba de la cabeza. Alrededor se oían disparos en todas direcciones y se dio cuenta de que en cualquier momento alguna bala iba a alcanzarlo por la espalda. Los gritos llegaban a sus oídos mientras se acabó de ajustar sus gafas de visión nocturna. La bestia emitió un alarido y de un golpe lo lanzó contra una de las paredes. Sintió que los sentidos lo abandonaban y se quedaban entumecidos al tiempo que notó que su espalda y sus piernas se partían en varios pedazos. La bestia volvió a gritar y lo lanzó contra el suelo, donde se quedó desplomado junto al muro. Aún con vida, presenció cómo al menos cinco animales más pequeños atacaban a lo que quedaba de su equipo.

La última cosa que vio Hanson fue a la más grande de las criaturas mientras agachaba la cabeza hacia él y parpadeaba y lo olisqueaba, como si examinara algo que no había visto nunca antes. No sintió la aspereza de la lengua de color negro cuando surgió de entre las mandíbulas y procedió a chuparle el rostro con toda delicadeza. El olor era el mismo que había sentido antes en el túnel. Los sentidos de Hanson lo abandonaron para siempre y la bestia comenzó a ingerir su alimento.

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