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Authors: David Lynn Golemon

Tags: #Ciencia Ficción, Intriga

—Arrieros III y IV, objetivo avistado, posición determinada.

En tres diferentes localizaciones, distintas personas prestaban toda la atención posible a la conversación que mantenían los pilotos mientras se lanzaban al ataque de lo que debía de ser la avanzadilla de los animales que pretendían explorar el valle. El presidente abandonó un momento la imagen en vivo del desierto para fijar su atención en el monitor correspondiente al Centro Evento para averiguar así cuál era la impresión de Niles Compton. Pero Niles a su vez estaba inmerso en la retransmisión de imágenes y audio. El presidente miró entonces a los jefes del Estado Mayor y a continuación al otro monitor donde recibía la señal del lugar del accidente, que era donde se congregaba el mayor número de personas, la mayoría técnicos del Grupo Evento, reunidos escuchando las comunicaciones entre los cazabombarderos.

El F-15 Strike Eagle es un aparato increíble: es capaz de combatir con los mejores cazas y, pese a su apariencia, tiene una capacidad de bombardeo comparable al legendario B-17 de la segunda guerra mundial. Las bombas habían sido cuidadosamente elegidas para este vuelo en particular. Si los animales se desplazaban cerca de la superficie, los pilotos usarían bombas de racimo habituales. No tenían la carga hueca desarrollada o el peso de las destructoras de búnkeres que llevaban los F-16 Fighting Falcon a tres mil metros de altura, pero eran muy precisas, producían una gran onda expansiva, y para el tamaño que tenían, conseguían ser extremadamente letales. Antes de que los efectivos terrestres bajaran a combatir esas criaturas, los aviones habían recibido la orden de pasar a la acción. Ahora comprobarían de qué forma los efectivos aéreos podían ayudar a resolver la situación que tenían en el valle.

Los dos cazabombarderos descendieron hasta los cien metros, una altura no exenta de riesgo para unos cazas tan grandes, incluso en el terreno casi llano del desierto. Luego, cuando estaban a cinco kilómetros del objetivo, los cazabombarderos elevaron el morro y comenzaron a ascender; el vapor del agua salía de los extremos de las alas mientras los Eagles ganaban altitud. A los mil metros se estabilizaron, y el coronel Jessup vio cómo los Arriero III y IV soltaban su munición, uno al lado del otro. Esta táctica, que amplía la zona de impacto y ensancha lo más posible el área de ataque, tenía la intención de acabar con los animales que ejercieran de avanzadilla. El coronel observó que de cada una de las ocho bombas de dos metros de largo surgían unos pequeños frenos que retardaban la velocidad de caída y permitían así a los cazas tener el tiempo suficiente para alejarse de la zona antes de que impactaran. Cuando estaban a sesenta metros de altitud, un mecanismo que medía la presión activaba el despliegue de las carcasas de las ocho bombas, de forma que quedaron sueltas doscientas pequeñas bombas del tamaño de una pelota de béisbol que chocaron contra el suelo medio metro delante de las olas de tierra y arena que producían al menos dos de los animales: el resultado se parecía al que hubiera provocado un cohete de fuegos artificiales que se hubiese desviado y hubiera explotado en el suelo. Para los hombres y las mujeres que observaban todo desde el campamento fue como si alguien hubiese accionado doscientas granadas a la vez.

—Objetivo alcanzado —dijo Jessup, con tono muy serio, con la máscara de oxígeno puesta.

Los Arrieros III y IV se ladearon para dar una pasada de evaluación, pero no vieron que dos nuevas olas se aproximaban al lugar donde habían sido atacadas las dos primeras. Jessup vio cómo los dos surcos aceleraban y se ponían a la misma altura que los pilotos, que estaban demasiado ocupados con la operación como para darse cuenta. Jessup se horrorizó al comprobar que uno de los animales que debía haber sido destruido bajo la munición de racimo se alzaba y se sacudía el polvo y la arena que tenía por encima.

—Arrieros III y IV, elevaos, vuelta de reconocimiento cancelada. Enemigo aproximándose a la zona de impacto, uno de los objetivos ha salido a la superficie.

El aviso llegó tres segundos demasiado tarde. El coronel pudo ver, presa del espanto, cómo los animales que se acercaban al primero salieron disparados desde la arena del desierto. Tomando impulso con sus musculosas patas y usando sus poderosas colas como si fueran catapultas naturales, se elevaron en el aire a una velocidad asombrosa. El primero impactó contra la toma izquierda de aire de Arriero III, quedándose clavado en el fuselaje y siendo después aspirado por el motor, provocando la explosión del Pratt & Whitney, con lo que las explosiones se transmitieron a través del pesado caza hasta que este se partió en varios pedazos. El segundo animal rebotó sin hacerse daño contra los restos del caza que se estaba desintegrando y cayó sobre la superficie del desierto, junto con los pedazos del Arriero III que se fueron desperdigando a lo largo de un kilómetro y medio. Para sorpresa de todos los espectadores, el animal se levantó del suelo, tropezó, se cayó, y se levantó de nuevo. Agitó su enorme estructura, dio un salto y volvió a hundirse en la tierra. Arriero IV se ladeó y ascendió mientras accionaba el sistema de postcombustión en su intento por huir, poniendo a prueba el armazón de su aparato. La primera criatura observaba desde la superficie cómo el F-15 trataba de escapar. La bestia hizo un cálculo perfecto e inició el salto, en el momento preciso en que el avión empezaba el proceso de postcombustión. Justo antes de que los dos potentes motores pudieran impulsar hacia arriba a la pesada aeronave, el animal impactó contra ella. La bestia perforó el ala izquierda, de forma que los controles de superficie se soltaron y las riostras se doblaron hasta que el ala se replegó hacia la cabina con un sonido similar al de una explosión. Después, el ala golpeó contra la bóveda de cristal, acabando con la vida de los dos tripulantes unos segundos antes de que la nave chocara contra la superficie del desierto y desapareciera dejando tras de sí una inmensa bola de fuego. El talkhan que se Había incrustado en el ala del caza se despegó del resto del fuselaje. Se puso en pie y, envuelto en llamas, dio tres pasos antes de caer muerto sobre la arena.

—¡Dios mío! —gritó Jessup dentro de la máscara—. Arrieros III y IV derribados. Repito, Arrieros III y IV derribados, no hay paracaídas. Arriero jefe emprende el ataque.

Jessup se ladeó hacia la izquierda y agachó el morro de su aeronave. Su piloto de apoyo imitó su movimiento. El coronel preparó los cañones para atacar el cuerpo inmóvil del animal que había derribado a Arriero IV. Los seis cañones insertados en el lado izquierdo del avión, un poco más atrás de la cúpula del radar, emergieron haciendo un pequeño ruido. Las balas del potente cañón impactaron primero sobre los restos del invasor haciendo saltar las piezas del animal en todas direcciones, y luego sobre la carcasa del avión derribado, que saltó unos cuantos metros sobre la superficie del desierto. Después de que Jessup aumentara la potencia y estirara de la palanca de mando, y el cazabombardero volviera a recuperar una posición segura, el coronel comunicó:

—Arriero, subiendo a mil seiscientos metros, a la espera de nuevos objetivos.

El teniente coronel Jessup se quitó su máscara de oxígeno mientras emprendía la rápida ascensión y, sin desprenderse de los guantes, se secó el sudor de la boca. En todas las misiones en las que había participado en desiertos como el que tenía ahora bajo sus pies, en todo el tiempo que había pasado, tanto desde el aire como sobre el terreno, en Iraq y en Afganistán, nunca había sufrido ninguna baja, ni siquiera había perdido una aeronave: todas las tripulaciones habían vuelto a casa sanas y salvas. Ahora, cuatro hombres yacían destrozados y sin vida sobre suelo estadounidense. Muertos porque alguien había infravalorado la capacidad del enemigo al que se enfrentaban. A Jessup le había sucedido lo mismo que a muchos mandos en los primeros compases de una guerra. Había dado por hecho que contaba con superioridad en efectivos y en potencia de fuego, el mismo error que habían cometido muchos hombres en su país desde los tiempos de Washington, Lincoln, Custer y Westmoreland.

Una vez había alcanzado una altitud lo suficientemente segura, accionó el botón transmisor y se volvió a poner la máscara.


Base Arriero, Base Arriero
, aquí
Arriero jefe
. Informen a la autoridad del mando nacional: el enemigo supone una amenaza para los efectivos aéreos.

Montañas de la Superstición

9 de julio, 14.25 horas

Desde la estratégica posición en lo alto de la montaña todavía se podían apreciar las nubes de humo negro, resultado de los dos cazas de las Fuerzas Aéreas derribados junto con su tripulación. Todos habían escuchado y visto horrorizados cómo habían caído las naves y cómo los cuatro valientes habían perdido la vida, y eso hizo que su determinación aumentara todavía más mientras se dirigían a la reunión que había convocada en la tienda de campaña más grande.

Collins vio a la especialista Sarah McIntire hablando con un efectivo de los Delta que debía de ser uno de los miembros de su equipo de túneles. Esperó a que ella levantara la vista para establecer contacto visual. Había estado tentado de colocarla en su equipo: ellos iban a seguir uno de los agujeros que partía de la ciudad, pero necesitaban a alguien experto en túneles para seguir la pista de la madre, y Sarah era la indicada. Dado que se trataba de la persona más capacitada en cuestión de túneles, sería ella la que expondría algunas cuestiones acerca de la geología del valle durante la reunión.

—Atención todo el mundo, empezamos ya, vamos muy justos de tiempo —dijo el coronel Fielding dirigiéndose al centenar de personas que formaban los equipos de asalto de los túneles.

A su espalda, Fielding contaba con una ampliación tridimensional compuesta por ordenador de las montañas y de la superficie del desierto que había alrededor. Decenas de marcas indicaban las rutas que los equipos recorrerían. Los puntos más gruesos señalaban el agujero hecho por la madre, mientras que los más finos correspondían a las crías.

—Antes de comenzar, queremos que sepan a qué nos enfrentamos. Nunca han recibido entrenamiento para enfrentarse a algo así, pero se ha elegido a sus unidades por su capacidad para adaptarse a una situación como esta. Que nadie se equivoque, nuestro enemigo es astuto e implacable, tal y como acabamos de ver en el valle.

El silencio absoluto entre la tropa allí reunida hizo comprender al coronel que su mensaje había sido asimilado.

—Muy bien. —Se volvió hacia Collins—. Comandante Collins, cuando quiera.

Collins se puso en pie.

—Esto es lo que sabemos. Como ya han oído, son excavadores. Nuestro suelo no significa nada para ellos porque su cuerpo es mucho más denso que el nuestro. Se les puede matar, aunque tienen una coraza muy resistente. Disparen a la parte más débil, en la unión entre los blindajes, pero aun así no será sencillo matarlos. Como equipos de búsqueda, su trabajo consiste en localizar, destruir y contar. Debo insistir sobre esto último, es muy importante contarlos.

»Seguro que algunos de ustedes se preguntan por qué no bombardeamos el valle desde el aire. Necesitamos tenerlos confinados. Con que uno se salve, el ciclo volverá a comenzar y escapará a nuestro control. El fuego aéreo es poco fiable, especialmente después de los sucesos de esta tarde: las criaturas se han sacrificado a sí mismas por el bien del grupo, así que la solución no es hacer una campaña aérea. Los doctores y yo pensamos que provocaría que los animales se alejasen de la superficie. La tierra y la arena son la mejor protección que existe contra las bombas y las balas.

»Cuando se levante esta sesión informativa, tenemos un regalo que nos han conseguido el Ejército y un ingeniero muy especial de la sede de la Universidad de California en San Diego. Estamos recibiendo un gran número de favores hoy aquí. —Jack se alejó y extrajo algo que había guardado detrás de él. Cuando lo mostró, parecía una armadura normal y corriente, de las que cubren pecho y espalda y se ajustan con unas cremalleras, igual que las otras—. Esta es una armadura desarrollada por Keneth Vecchio, un ingeniero mecánico y aeroespacial. Ha desarrollado una nueva armadura hecha de concha de abulón. La concha ha superado el test de lo que han denominado «profundidad de penetración», y es capaz de resistir el impacto de una barra de hierro que vaya a tres mil kilómetros por hora. Para que nos entendamos, se trata de un protector contra las balas. Y eso significa que a ese animal le va a costar poder morderla o arañarla, tal y como pueden ver. —Dejó el chaleco y sacó la protección de las piernas, que parecían espinilleras como las que llevan los
catchers
en el béisbol, y los brazaletes—. Estas piezas están fabricadas con el mismo material. A cada uno de ustedes se le proporcionará un equipo completo al abandonar la tienda. —Cuando Jack se percató de las miradas poco convencidas, añadió—: Bienvenidos al mundo de la biométrica. Para sobrevivir, estamos imitando otras formas de vida de nuestro mundo. —Se quedó callado durante un instante—. En este caso la de un abulón. —Las últimas palabras provocaron unas risas que sirvieron para que los duros soldados liberaran un poco de tensión—. Ahora, escucharemos unas rápidas indicaciones de Sarah McIntire, nuestra especialista en geología. —Collins hizo un gesto a Sarah, que estaba sentada en la primera fila.

McIntire fue hasta la tribuna con un mapa virtual de la zona. Lo desenrolló y lo colocó en el caballete que había preparado el coronel Fielding.

—Como pueden ver, nuestra zona de operaciones está rodeada por montañas de granito. Esta será la zona exterior del asalto. Los túneles parten en todas direcciones, como si los animales buscaran la forma más rápida y más sencilla de salir de aquí, una vez los suministros de comida se han terminado. —Sarah se alejó un momento del mapa, cogió un aparato que tenía el tamaño de una pelota de béisbol y lo mostró—. Este es un dispositivo de detección a distancia que será soltado sobre el valle desde el aire. Será capaz de detectar las vibraciones que se produzcan bajo tierra igual que los dispositivos RDV que han sido proporcionados a cada uno de los equipos. Estas unidades sobre el terreno enviarán una señal a un satélite de posicionamiento global y a un avión de control y vigilancia aérea que nos transmitirán las coordenadas para que puedan servir de ayuda a nuestros equipos. Evidentemente, nunca antes han sido utilizados de esta manera, pero…

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