Excesión (10 page)

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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

Fecha: n4.28.803, según la cronología que el Elenco todavía compartía con la Cultura. El sumario del diario de servicio del dron afirmaba que había sido construido por
La paz trae plenitud
junto con otro ejemplar idéntico en n4.13, poco después de que la construcción de la propia nave se hubiera concluido. Anotación más reciente: '28.725.500, la nave abandonaba el hábitat de Grada para llevar a cabo una exploración estándar de las regiones exteriores del Remolino Foliar Superior. El cuaderno de servicio detallado había desaparecido. El último suceso señalado que el dron pudo encontrar en su memoria databa del '28.802: la actualización del archivo de las actividades cotidianas. De modo que, o lo que fuera había ocurrido ayer o algo le pasaba a su reloj.

Examinó los informes de daños y registró sus memorias. El perfil de daños era idéntico al causado por fuego de plasma y –a juzgar por la falta de un patrón discernible– había sido causado por un evento de plasma de enorme magnitud y muy lejano o un fuego de plasma –posiblemente por un arma de plasma– mucho más cercano pero amortiguado por algo. Una implosión de plasma cercana era el ejemplo más plausible. No era algo que pudiera hacerse a sí mismo. Pero la nave sí que habría podido.

Había disparado recientemente sus rayos láser-X y sus proyectores de campo-escudo habían absorbido ciertos daños. Todo concordaba con lo que habría ocurrido si algo como él lo hubiera atacado...
Hmm...
Otro ejemplar idéntico.

Pensó. Buscó. No logró encontrar más menciones relativas a su gemelo.

Estaba flotando a unos dos-ochenta kilómetros por segundo, alejándose en línea casi recta del sistema Esperi. Delante de él –enfocó lo que quedaba de su dañada capacidad sensorial para escudriñar el espacio– no había nada. No parecía estar dirigiéndose
hacia
nada.

Dos-ochenta kilómetros por segundo. Estaba muy cerca del límite teórico por encima del cual parte de su masa empezaría a dejar un rastro relativístico en la superficie del espacio-tiempo, un rastro que podía captarse con los instrumentos adecuados. Ahora bien, ¿era una coincidencia o no? Si no lo era, podía haber sido arrojado de la nave por alguna razón. Puede que hubiera sido Desplazado. Enfocó sus sentidos hacia atrás. No encontró ningún punto de origen evidente y nada venía tras él. Sin embargo, sí que captó atisbos de algo.

El dron maldijo la irreparable degradación de sus sentidos y volvió a enfocarlos. Tras él encontró... gas, plasma, carbón. Amplió el cono de su enfoque.

Lo que descubrió fue una cáscara de restos en expansión que flotaba tras él a la décima parte de su velocidad. Llevó a cabo una intrapolación de la expansión de los restos. Se originaba en un punto situado cuarenta kilómetros más allá de la posición en la que había despertado, mil ochocientos cincuenta y tres milisegundos antes.

Lo que implicaba que había pasado casi medio segundo flotando en un estado de total inconsciencia.

Espeluznante.

Escudriñó la lejana cáscara de partículas en expansión. Habían estado a gran temperatura. Un destrozo. Los restos de una batalla, posiblemente. Puede que el carbón y los iones hubieran formado parte de él en origen, o de la nave, o incluso de un ser humano. Unas pocas moléculas de nitrógeno y dióxido de carbono. Nada de oxígeno.

Pero solo se movían al 10% de su velocidad. Eso sí que era extraño. Como si, de alguna manera, él hubiera recibido prioridad en una repentina aparición de materia. O también, quizá, como si hubiera sido Desplazado.

El dron dirigió parte de su atención hacia su interior, a los núcleos sellados del sustrato de su mente, con sus advertencias.

Supongo que no puedo seguir demorándolo
–pensó.

Interrogó a los dos núcleos.
PASADO,
estaba etiquetado el primero de ellos. El otro se llamaba simplemente 2/2.

Uh-huh
–pensó.

Abrió el primer núcleo y encontró sus recuerdos.

II

Genar-Hofoen flotaba dentro del baño, azotado desde todos lados por los chorros de agua. Aquella mañana, el ruido que hacían los ventiladores de desagüe del cubículo era espantoso. Parte de su cerebro le dijo que estaba quedándose sin oxígeno. Tendría que salir de la ducha o buscar a tientas el tubo del aire, que probablemente se encontrara en el último lugar en el que fuera a buscarlo. Pero si no lo hacía, tendría que abrir los ojos. Y no tenía ganas de molestarse. Se encontraba demasiado a gusto.

Esperó a ver quién se rendía primero.

Fue la indiferencia de su cerebro ante el hecho de que estaba asfixiándose. De repente se encontró completamente despierto y empezó a sacudir los brazos como un humano-básico a punto de ahogarse, desesperadamente necesitado de aire pero temiendo respirar en la constelación de glóbulos de agua en la que flotaba. Tenía los ojos abiertos como platos. Vio el tubo del aire y lo asió. Aspiró.
Mierda, cuánta luz
. Sus ojos ajustaron la visión.
Mucho mejor
.

Ya se había duchado bastante. Musitó "apaga, apaga" en el tubo del aire varias veces pero el agua no dejó de salir. Entonces recordó que el módulo no le hablaba porque la pasada noche le había dicho al traje que no aceptara más comunicaciones. Evidentemente, el módulo tenía que castigar una irresponsabilidad como esa comportándose como un crío. Suspiró.

Por fortuna, la ducha tenía un botón de apagado. Los chorros de agua se cortaron. La gravedad regresó poco a poco al cubículo y bajó flotando con lentitud entre una nube de globos de agua. Un campo de reversión se activó y Genar-Hofoen se miró mientras la ducha terminaba de drenar toda el agua. Escondió la tripa y levantó la barbilla mientras volvía el rostro hacia el lado que más lo favorecía y domaba unos pocos rizos rebeldes de su rubio cabello.

–Bueno, puede que me sienta fatal pero sigo teniendo un aspecto magnífico –anunció, aunque a nadie en concreto. Por una vez, es posible que ni el módulo estuviera escuchando.

–Siento tener que meterte prisa –dijo la representación de su tío Tishlin.

–No 'asa nada –dijo con la boca llena de filete
de feyl.
Lo engulló con la ayuda de una infusión recalentada que, según le aseguraba siempre el módulo, era muy beneficiosa cuando no habías dormido suficiente. Tenía un sabor tan desagradable que podía ser tanto genuinamente beneficiosa como otro de los chistecillos del módulo.

–¿Has dormido bien? –le preguntó la imagen de su tío. Aparentaba estar sentado frente a Genar-Hofoen, al otro lado de la mesa del comedor del módulo, una agradable y espaciosa habitación llena de porcelana y flores y que ofrecía en tres de sus paredes una imagen en tiempo real del amanecer sobre un valle montañoso que en realidad se encontraba a media galaxia de distancia. Un pequeño dron de servicio flotaba cerca de la pared, detrás del hombre.

–Dos horas largas –dijo Genar-Hofoen. Suponía que podía haber permanecido despierto la noche anterior, cuando se había encontrado al holograma de su tío esperándolo. Podía haber segregado algo que lo mantuviera lúcido, despierto y receptivo para resolver el asunto en aquel momento pero sabía que habría acabado por pagarlo y, además, quería demostrarles que solo porque se hubieran tomado la molestia de persuadir a su tío favorito para que grabara un estado-mental-abstracto-de-señal-semántica o como quiera que lo hubiese llamado el módulo, no iba a ponerse a saltar cuando ellos lo dijeran. La única concesión que había hecho a tanta urgencia había sido el esfuerzo deliberado de no soñar. En aquel momento tenía a su disposición una colección espléndida de escenarios de acceso onírico, algunos de los cuales incorporaban una dosis de sexo poderosamente buena y satisfactoria y renunciar a cualquiera de ellos era un verdadero sacrificio.

Así que se había ido a la cama y había disfrutado de un agradable aunque no suficientemente prolongado sueño y el mensaje del tío Tishlin se había sentado a juguetear con su semántica abstracta en el núcleo de la IA del módulo mientras esperaba a que despertara.

Hasta el momento habían intercambiado algunos saludos y frases de compromiso y habían hablado un poco de los viejos tiempos. En parte, por supuesto, para que Genar-Hofoen pudiera asegurarse de que aquella aparición había sido enviada genuinamente por su tío y Circunstancias Especiales le había hecho el inmenso cumplido de enviar, no uno, sino dos estados de personalidad para convencerlo de que hiciera lo que querían que hiciera. (Si el holograma hubiera sido una ingeniosa falsificación creada por CE, el cumplido habría sido todavía mayor... pero aquel era el camino de la paranoia.)

–Creo que pasaste una buena velada –dijo la simulación de Tishlin.

–Enormemente divertida.

Tishlin puso cara de perplejidad. Genar-Hofoen vio cómo se formaba la expresión en el rostro de su tío y se preguntó lo exhaustiva que sería la duplicación de la personalidad, codificada ahora en el núcleo de IA del módulo –o alojada en él, si lo preferís así–. ¿De verdad
sentía
lo que quiera que hubiera en su interior, enviado allí con el cometido específico de persuadirlo para que cooperara con Circunstancias Especiales? ¿O solo lo aparentaba?

Mierda, debo de encontrarme mal
–pensó Genar-Hofoen–.
Estas chorradas no me habían preocupado desde la universidad.

–¿Cómo se puede pasar una velada enormemente divertida con... alienígenas? –preguntó el holograma enarcando las cejas.

–Es cuestión de actitud –respondió Genar-Hofoen, críptico, mientras cortaba una nueva tajada de carne.

–Pero no puedes beber con ellos, comer con ellos, ni tocarlos y es imposible que quieras las mismas cosas... –dijo Tishlin, con el ceño todavía fruncido.

Genar-Hofoen se encogió de hombros.

–Es una especie de traducción –dijo–. Te acabas acostumbrando a ella. –Masticó un rato, mientras el programa de su tío, o lo que quiera que fuese, digería esta afirmación. Señaló la imagen con el cuchillo–.
Eso
sí que es algo que querría, en el improbable caso de que accediera a hacer lo que quieren de mí.

–¿El qué? –Tishlin se reclinó en su asiento, con los brazos cruzados, mientras lo decía.

–Quiero convertirme en un Afrentador.

Las cejas de Tishlin se levantaron.

–¿Que quieres
qué,
muchacho? –dijo.

–Bueno, durante algún tiempo –dijo Genar-Hofoen mientras volvía ligeramente la cabeza hacia el dron. La máquina se adelantó con rapidez y volvió a llenarle el vaso de infusión–. O sea, lo único que quiero es un cuerpo de Afrentador, un cuerpo en el que pueda introducirme o algo así y... bueno, solo
ser
un Afrentador. Ya sabes, relacionarme socialmente con ellos. En realidad, no sé cuál es el problema. De hecho, no dejo de pensar que sería algo estupendo para las relaciones Cultura-Afrenta. Podría comunicarme de verdad con ellos. Podría ser uno de ellos. Demonios, ¿no se supone que es de eso de lo que va toda esa mierda diplomática? –Eructó–. Estoy seguro de que es posible. El módulo dice que sí, pero que no debemos hacerlo y dice que hay que pedirlo en otra parte, y ya me conozco todas las objeciones habituales pero sigo pensando que sería una gran idea. Joder, estoy seguro de que lo disfrutaría. Siempre podría volver a mi propio cuerpo cuando me diese la gana... Te estoy escandalizando, ¿verdad, tío?

La imagen sacudió la cabeza.

–Siempre fuiste el niño más raro de todos, Byr. Supongo que debía saber lo que cabía esperar. En realidad, cualquiera que decida ir a vivir con la Afrenta tiene que ser un poco raro.

Genar-Hofoen abrió los brazos.

–¡Pero si estoy haciendo lo mismo que tú! –protestó.

–Yo solo quería
conocer
alienígenas extraños, Byr. Nunca quise convertirme en uno de ellos.

–Vaya, y yo que pensaba que ibas a estar orgulloso de mí...

–Estoy orgulloso pero también preocupado. Byr, ¿estás diciendo en serio que convertirte en un Afrentador sería parte del pago por hacer lo que quiere Circunstancias Especiales?

–En efecto –dijo Genar-Hofoen y levantó una mirada entornada hacia las vigas del techo–. Recuerdo vagamente que anoche pedí una nave y la
Muerte y gravedad
me dijo que sí... –Sacudió la cabeza y se echó a reír–. Debo de haberlo imaginado. –Se terminó lo que quedaba de carne.

–Me han dicho lo que están preparados para ofrecerte, Byr –dijo Tishlin–. Y no te haces una idea.

Genar-Hofoen levantó la mirada.

–¿De veras? –preguntó.

–De veras –dijo Tishlin.

Genar-Hofoen asintió lentamente.

–¿Y cómo te han convencido de que actuaras como intermediario, tío? –preguntó.

–No tuvieron más que pedírmelo, Byr. Puede que ya no esté en Contacto, pero cuando tienen un problema me gusta echar una mano si puedo.

–Esto no es Contacto, tío, es Circunstancias Especiales –dijo Byr en voz baja–. Suelen regirse por reglas ligeramente diferentes.

La expresión de Tishlin se tornó seria. La imagen dijo, casi en tono de disculpa:

–Eso ya lo sé, muchacho. Antes de acceder a hacerlo hablé con algunos de mis contactos. Todo cuadra, todo parece... fiable. Obviamente, te sugiero que hagas lo mismo, pero por lo que he averiguado, lo que me han contado es la verdad.

Genar-Hofoen guardó silencio un momento.

–Muy bien. ¿Y qué es lo que te han contado, tío? –preguntó tras apurar la infusión. Frunció el ceño, se limpió los labios e inspeccionó la servilleta. Miró el sedimento que había quedado en el fondo del vaso y a continuación se volvió hacia el dron con expresión de enfado. Este se balanceó en el equivalente cibernético de un encogimiento de hombros y cogió el vaso de su mano.

La representación de Tishlin se inclinó hacia él y apoyó los brazos en la mesa.

–Permíteme que te cuente una historia, Byr.

–Por supuesto –dijo Genar-Hofoen mientras se quitaba algo de los labios y lo dejaba en la servilleta. El dron de servicio empezó a recoger el desayuno.

–Hace mucho tiempo, muy lejos de aquí –dijo Tishlin– en un etéreo zarcillo de estrellas situado más allá del plano galáctico, más cerca de la Agrupación de Asatiel que de ninguna otra cosa, pero lejos incluso de esta, la
Niño problemático,
una de las primeras Unidades Generales de Contacto, de Clase Trovador, topó por casualidad con el rescoldo de una estrella muy antigua. La UGC empezó a investigar. Y no encontró una, sino dos cosas extrañas.

Genar-Hofoen se arrebujó en su toga y se reclinó en el asiento con una pequeña sonrisa en los labios. Al tío Tishlin siempre le había gustado contar historias. Algunos de los recuerdos más antiguos que conservaba tenían por escenario la alargada y luminosa cocina de la casa de Ois, en el Orbital de Seddun. Su madre, los demás adultos de la casa y todos sus primos reunidos allí, charlando y riendo mientras él, sentado en las rodillas de su tío, escuchaba sus historias. Algunas de ellas eran cuentos de niños –que ya le habían contado antes, muchas veces, pero que siempre sonaban mejor cuando era el tío Tishlin quien los contaba– y otras eran las propias historias de su tío, de la época en que trabajaba en Contacto, viajando por la galaxia en muchas naves diferentes, explorando mundos extraños y nuevos, conociendo toda clase de gente rara y descubriendo un sinfín de cosas insólitas y maravillosas entre las estrellas.

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