Read Experimento maligno Online
Authors: Jude Watson
El líder se levantó.
—Su nombre es Ona Nobis. Bhu nos dirá adonde tenemos que ir.
Obi-Wan y Astri siguieron a Bhu y a Goq Cranna por las dunas. Mientras andaban, Astri le dijo en voz baja a Obi-Wan.
—¿Qué decías de que no iba a ser capaz de cocinar soluciones?
—He recibido mi merecido.
—Nosotros no hablamos de Ona Nobis —explicó Goq cuando se aproximaron a él. Hablaba con frases cortas como el resto de la tribu—. Hemos olvidado su nombre. Nos traicionó por dinero. Una vergüenza. El delegado del Gobierno nos habló de las maravillas de la presa. Nosotros no estábamos muy convencidos, pero ella nos dijo que 1e escucháramos. Nos convenció. Más tarde descubrimos que estaba compinchada con él. Sabían que la presa convertiría nuestras tierras en este árido lugar. El delegado poseía terrenos al otro lado de la montaña. Quería tierras fértiles. Así que él se quedó con el agua. Nosotros, con la arena.
—¿Y qué pasó con Ona Nobis? —preguntó Obi-Wan.
—Se fue antes de que nos diéramos cuenta de nuestro error. Sabemos cómo se gana la vida. Otra vergüenza.
—¿Adonde nos lleváis? —preguntó Astri.
—Mi hijo encontró este sitio —dijo Goq—. Ella tenía un escondite. Muy bien oculto.
Llegaron a otro desfiladero más pequeño. Bhu se detuvo cuando llegó a un muro levantado con piedras.
—Cuando doblemos esta esquina, el viento será muy fuerte —advirtió. Se levantó la capucha y les indicó que hicieran lo mismo.
—Es por el relieve del terreno —dijo Goq—. Crea una fuerte corriente de aire. Nadie viene por aquí.
Doblaron la esquina. Obi-Wan casi cayó al suelo. Astri se tambaleó, y él alargó una mano para ayudarla. Tiró de ella hacia delante. El viento era fortísimo. La arena les golpeaba la piel y los ojos. Se cubrieron la cara con las túnicas.
—¡Por aquí! —grito Goq—. ¡No os alejéis!
Obi-Wan seguía a Goq de cerca. Cuanto más se acercaban a las paredes del cañón, peor se ponía la tormenta de arena. Él ya no veía a Bhu, que estaba apenas a unos metros de distancia.
Cuando vio a Goq poniéndose de rodillas, hizo lo mismo. Le indicó a Astri que se pusiera delante de él para asegurarse de que no se perdiera.
Obi-Wan se puso a gatas y siguió a los otros. Vio a Astri desaparecer en una pequeña grieta de la pared rocosa. Él la siguió hacia el interior.
El viento se detuvo de repente. Obi-Wan se limpió la cara y se sacudió la arena del pelo y de los pliegues de la túnica. Bhu encendió una linterna.
—Seguidme —susurró—. En unos pocos metros, podremos ponernos de pie.
Obi-Wan se arrastró detrás de Astri. Ella se adentró por otra apertura, y él la siguió. De repente, las paredes se separaron. Tuvo la sensación de espacio abierto a su alrededor. Se levantó con cuidado.
Bhu alumbró con la linterna. Obi-Wan vio un suelo y unas paredes lisas, un colchón enrollado en una esquina y algo cubierto con una lona. Cogió rápidamente su linterna.
Alzó la lona y alumbró las cajas que había debajo.
—Suministros de medicamentos. Raciones de supervivencia.
—Votamos y decidimos dejar intactas las raciones de supervivencia —les dijo Goq—. No queríamos que ella supiera que habíamos encontrado este sitio —sonrió brevemente—. Estábamos cada vez más dispuestos a saquear la comida, hasta que llegasteis vosotros. Ahora ya no lo necesitamos.
—¿De modo que ella no sabe que habéis encontrado este sitio?—preguntó Obi-Wan. Bhu negó con la cabeza.
—Hemos sido muy cuidadosos. Creo que estuvo aquí hace poco. Falta una de las raciones de supervivencia,
—Nosotros nos vamos —dijo Goq—. Os esperaremos en el siguiente desfiladero. Si seguís la pared nos encontraréis.
Obi-Wan les dio las gracias, y Goq y Bhu se marcharon
—Aquí hay un datapad, Obi-Wan —exclamó Astri.
Obi-Wan se acercó. Accedió rápidamente al sistema de archivos. Por suerte no estaban codificados.
—Son archivos de casos —dijo él mirándolos por encima—. Clientes. Los trabajos que le han encargado.
—¿Alguna pista sobre su paradero actual? —preguntó Astri.
—Un momento. Voy a entrar en el último archivo —Obi-Wan pulsó algunas teclas. Leyó minuciosamente la información—. Aquí está —dijo nervioso.
Astri se agachó junto a él.
—¿El qué?
—El caso en el que está trabajando ahora —dijo Obi-Wan—. Creo que ya terminó su misión con Jenna Zan Arbor —señaló a la pantalla—. Está vigilando al gobernador de Cinnatar. Eso se encuentra en este sistema. A menos de un día de aquí.
—El gobernador debe ser su próximo objetivo —asintió Astri.
—Llamaré al Templo para que envíen un equipo Jedi —Obi-Wan cogió el intercomunicador pero el indicador de luz ya estaba activado. Tahl le estaba buscando.
Al cabo de un instante, la clara voz de Tahl se abrió paso por el intercomunicador.
—Por fin hemos descifrado el código de Zan Arbor. Los Jedi están muy preocupados. Sabemos que Zan Arbor está llevando a cabo experimentos con la Fuerza. Es probable que tenga cautivo a Qui-Gon para... para experimentar con él —Tahl se aclaró la garganta—. Su primer experimento fue con un sujeto cuyas iniciales eran RS.
—¿Ren S'orn? —adivinó Obi-Wan. Habían averiguado que el difunto hijo de la senadora S'orn estaba involucrado en el misterioso ataque a Didi. Pero no sabían por qué.
—Eso pensamos —confirmó Tahl—. Hay una nota de investigación que advierte que se llevarían a cabo más experimentos. Pero no fue así. La anotación data de unos días antes de que se encontrara el cadáver de Ren S'orn en Simpla-12.
Obi-Wan tragó saliva. El cuerpo de Ren S'orn estaba desangrado. Había sido el sujeto experimental de Jenna Zan Arbor. Pero Qui-Gon era tan fuerte, tan inteligente. No podía correr la misma suerte.
—Ya sabes lo que pensamos, Obi-Wan —dijo Tahl en voz baja.
—Sí.
—Tenía la esperanza de que supierais algo sobre la cazarrecompensas. Estamos pensando en el procedimiento a seguir.
—Creo que tenemos algo —dijo Obi-Wan—. Hemos averiguado el nombre real de la cazarrecompensas. Es Ona Nobis. Creo que su siguiente misión consiste en asesinar al gobernador de Cinnatar.
—Le alertaremos y mandaremos un equipo para reunirse con vosotros inmediatamente —dijo Tahl—. Dile a Astri que vuelva. Llámame cuando llegues a Cinnatar.
Tahl cortó la comunicación. Obi-Wan se quedó mirando el datapad de Ona Nobis.
—Vamos, Obi-Wan —le apremió Astri—. No hay tiempo que perder. Yo no voy a volver al Templo. Voy contigo.
—Espera —dijo Obi-Wan.
—No intentes discutir conmigo —dijo Astri con los ojos llameantes—. Voy contigo. Corre. No podemos perder el último transporte de vuelta a la ciudad. Sabía que tenían que darse prisa para llegar al transporte. Pero algo no iba bien. Algo en su interior le alertaba del peligro.
Escucha siempre tus propias dudas. Hasta en momentos de auténtico apremio, párate a escuchar. Y confía en lo que oigas.
Palabras de Qui-Gon. Obi-Wan dudó. Algo le decía que Cinnatar no era el sitio donde encontraría respuestas.
—¡Obi-Wan! —gritó Astri frustrada.
—Dime una cosa, Astri —dijo él—. La cazarrecompensas Ona Nobis es muy lista. No ha dejado de sorprendernos. Incluso engañó a Qui-Gon.
—Sí —dijo Astri impaciente.
—¿Y entonces por qué eligió un alias que nos llevaría directamente a su lugar de procedencia?
—Porque no sabía que lo adivinarías —dijo Astri.
—Parte de la inteligencia consiste en no subestimar la inteligencia de tu oponente —dijo Obi-Wan negando con la cabeza—. Ella conoce los recursos del Templo. ¿Por qué iba a arriesgarse así?
Astri se acercó unos pasos hasta Obi-Wan.
—¿Qué estás diciendo? ¿Que ella quería que la encontráramos?
—No. Quería que encontráramos esto —Obi-Wan señaló la caverna—. Y esto —señaló el datapad.
—Pero no fue fácil encontrarlo. Bhu dio con la cueva por casualidad...
—Era sólo cuestión de tiempo que algún miembro de la tribu hallara este sitio —dijo Obi-Wan—. Van de un lado a otro buscando comida y bebida. Ella lo sabe bien.
Él tocó el datapad.
—¿Y si quería darnos una pista falsa? ¿Y si sigue trabajando para Jenna Zan Arbor?
—Quizá tengas razón, Obi-Wan —dijo Astri lentamente—, pero tenemos que estar seguros.
Si tomaba la decisión incorrecta, pondría en peligro la vida de Qui-Gon. Pero tenía que tomar una decisión.
Obi-Wan cerró los ojos. Se deshizo del apremio y de la preocupación. Respiró profundamente dejando escapar su miedo a tomar la decisión equivocada. Escuchó a su instinto. Si Cinnatar no era el destino correcto, ¿adónde tenían que dirigirse?
Al cabo de un rato, abrió los ojos.
—Vamos a Simpla-12, donde encontraron a Ren S'orn —dijo a Astri.
La siguiente ocasión en la que a Qui-Gon se le permitió salir de la cámara, Jenna Zan Arbor no estaba en el laboratorio. Nil le hizo avanzar a empujones; pero esta vez Qui-Gon no cayó al suelo. Había recuperado algo de la fuerza que había perdido. La Fuerza le estaba ayudando lenta y gradualmente. Estaba aprendiendo a utilizar su cautiverio para entrar en contacto con la Fuerza, para llegar hasta ella poco a poco.
Saber que había por lo menos otro ser cautivo en aquel lugar le había ayudado. Le había dado un objetivo más grande que él mismo.
—¿Dónde está? —preguntó a Nil, intentando parecer poco interesado.
—¿Y a ti qué te importa? —gruñó Nil—. Puede que ya no quiera volver a hablar contigo.
Qui-Gon le miró con compasión.
—Puede que seas tú el que no quiere que ella hable conmigo.
—Te burlas de ella —soltó Nil—. No eres su amigo. No eres consciente de su grandeza.
—Bueno, tú trabajas con ella, Nil. Sin duda ves cosas que yo no veo. Y eres tú el que es valioso para ella —dijo Qui-Gon.
—¡Así es! —Nil se golpeó el pecho—. ¡Yo soy el que protege a Jenna! No lo olvides. Si intentas algo te dispararé. ¡Yo no fallaré como Ona Nobis!
Ona Nobis
. Tenía que ser la cazarrecompensas.
—Pero si sólo te tiene a ti para hablar, es probable que se aburra un poco —añadió Qui-Gon.
—¡No se aburría hasta que tú viniste! —gruñó Nil—. Yo era todo lo que ella necesitaba.
Así que Nil era el único guardián.
Qui-Gon invocó a la Fuerza. Un piloto se encendió en el panel cuando sus señales vitales comenzaron a bajar de intensidad, pero Nil no se dio cuenta.
—Ella no necesita a Ona. No te necesita a ti. Me tiene a mí —murmuró Nil—. Y toda esta charla la distrae.
Qui-Gon intensificó su esfuerzo. Sabía que cuando la Fuerza se reconcentrara, sonaría un timbre agudo. Necesitaba una pequeña distracción, nada más.
El penetrante sonido del sensor cortó el silencio. Nil se giró sobresaltado.
En ese momento, Qui-Gon se movió a la velocidad del rayo. Había reservado todas sus fuerzas justo para ese momento. Le retorció a Nil el brazo detrás de la espalda y le quitó una pistola láser antes de que el guardia pudiera pestañear. Intentó quitarle la otra del cinturón mientras Nil se daba la vuelta, pero Nil puso su mano sobre la de Qui-Gon, retorciéndola, y la pistola se disparó. Nil sintió el proyectil pasándole junto a la oreja. Puso los ojos en blanco y se desmayó.
Qui-Gon arrastró a Nil hasta la puerta. Recordó los tonos del código de seguridad y lo introdujo. Luego apretó el pulgar de Nil contra el registro. La puerta se abrió. Arrastró a Nil de vuelta, pero cuando lo hizo, una luz roja se encendió en el panel y la puerta comenzó a cerrarse. Tenía que haber una prestación de seguridad extra que él no conocía.
Qui-Gon soltó a Nil, se abalanzó hacia la puerta y consiguió meter el brazo antes de que cerrara.
El dolor lo atravesó, pero no movió el brazo. Giró sobre sí mismo para que el otro brazo le quedara libre. Lo alargó hacia la mesa del laboratorio. Un largo instrumento de acero yacía sobre la mesa, justo fuera de su alcance. Invocando a la Fuerza, Qui-Gon lo hizo volar hasta su mano.
Con todas sus fuerzas, empujó la puerta para abrirla más. Se abrió, centímetro tras agonizante centímetro. Cuando la abertura fue lo suficientemente grande como para colarse por ella, introdujo el instrumento de acero contra la puerta para mantenerla abierta. Y salió.
Corrió por el pasillo, con todos los sentidos alerta. No quería encontrarse con Zan Arbor. Había tres puertas en el pasillo. Una a la izquierda, una a la derecha y una enfrente. Qui-Gon se detuvo.
Escuchó con la Fuerza. Emanó toda la energía que pudo. El esfuerzo fue titánico.
Sintió una explosión de respuesta.
Qui-Gon giró hacia la derecha. Entró por la puerta y se encontró en otro pasillo. Entró por la primera puerta a la derecha. Para su decepción, lo único que había era una zona de almacenaje. Estanterías desde el techo hasta el suelo llenas de contenedores de duracero y latas de medicamentos. Miró las etiquetas. Había antitoxinas y medicamentos suficientes como para curar planetas enteros...
Hubo una perturbación en la Fuerza. Qui-Gon comenzó a darse la vuelta, pero sintió un dolor en la espalda. Se le durmieron las piernas. Cayó al suelo.
—¡Ya basta! —gritó Jenna Zan Arbor.
Qui-Gon la vio acercándose con Nil, que llevaba una correa. Se la puso a Qui-Gon, que ahora estaba paralizado.
—Arrástrale de vuelta al laboratorio —dijo Zan Arbor—. Gracias, Qui-Gon, por esta magnífica demostración de la Fuerza. Ahora tengo unas cuantas lecturas para analizar. Gracias a mis estrellas, siempre puedo contar con Nil para que le dejen fuera de juego.
Nil se agachó. La furia desfiguraba su rostro.
—Deberíamos matarle —dijo a Jenna Zan Arbor.
—Todo a su tiempo —dijo ella fríamente.
En una galaxia llena de planetas de gran relevancia, Simpla-12 era uno de los más importantes. En el pasado había tenido abundancia de minerales, pero ya casi no había vida, y no contaba con criaturas nativas. El planeta había sido explotado y abandonado. Después fue convirtiéndose gradualmente en un lugar que los mercaderes utilizaban para repostar, y los piratas espaciales como refugio. Se estableció un pequeño asentamiento y se desarrolló cierta economía basada en el juego y en la venta de bienes del mercado negro. La violencia era frecuente.
Sólo había una colonia en Simpla-12, llamada, en un arrebato de optimismo inicial, Sim-Primera. Pero no hubo más colonias. En lugar de eso, Sim-Primera se extendió por la superficie del planeta como el musgo. El conjunto era un laberinto de edificios en crecimiento descontrolado, con intrincadas callejuelas formadas a partir de trozos de metal hundidos en el barro que salía de las grietas formadas entre los escombros. Muchos edificios estaban irrecuperables y exhibían parches de metal y piezas raras de materiales de plastoide.