Harry Potter. La colección completa (249 page)

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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

—¿Quién ha dicho que haya sido un desastre total por mi culpa? —la interrumpió Ron.

—Nadie —contestó Hermione, sorprendida—. Creí que…

—Estabas convencida de que iba a hacerlo mal, ¿no?

—¡No, nada de eso! Mira, como tú has dicho que había sido un desastre total…

—Voy a empezar a hacer los deberes —dijo Ron enfadado, y se fue dando zancadas hacia la escalera que conducía a los dormitorios de los chicos y se perdió de vista.

Hermione miró a Harry y le preguntó:

—¿Lo ha hecho mal o no?

—No —respondió Harry manteniéndose leal. Hermione arqueó las cejas—. Bueno, digamos que podría haber jugado mejor —murmuró—, pero sólo ha sido la primera sesión de entrenamiento, como tú has dicho…

Aquella noche ni Harry ni Ron adelantaron mucho los deberes. Harry sabía que su amigo estaba demasiado preocupado por lo nefasta que había sido su actuación en el entrenamiento de
quidditch
, y él no conseguía quitarse de la cabeza aquella cantinela de «Los de Gryffindor son unos mantas».

Pasaron todo el domingo en la sala común, rodeados de libros, mientras a ratos la estancia se llenaba de alumnos y otras veces se quedaba vacía. Hacía un día bonito y despejado, y la mayoría de sus compañeros de Gryffindor estuvieron al aire libre, en los jardines, disfrutando de lo que bien podía ser uno de los últimos días soleados del año. Al anochecer, Harry tenía la sensación de que alguien había estado golpeándole el cerebro contra las paredes internas del cráneo.

—Mira, creo que deberíamos intentar hacer más deberes durante la semana —le comentó a Ron cuando finalmente terminaron la larga redacción para la profesora McGonagall sobre el hechizo
Inanimatus Conjurus
y, abatidos, empezaron otra igual de larga para la profesora Sinistra sobre las lunas de Júpiter.

—Sí —respondió Ron frotándose los enrojecidos ojos y arrojando al fuego la quinta hoja de pergamino descartada—. Oye, ¿por qué no pedimos a Hermione que nos deje echar un vistazo a sus trabajos?

Harry giró la cabeza y miró a su amiga, que estaba sentada con
Crookshanks
en el regazo, charlando alegremente con Ginny mientras un par de agujas de punto tejían, suspendidas en el aire delante de sus ojos, un par de deformes calcetines de elfo.

—No —decidió Harry—, sabes perfectamente que no nos dejará copiar.

Así que siguieron trabajando mientras fuera el cielo se oscurecía cada vez más. Poco a poco, la sala común fue quedándose vacía otra vez. A las once y media, Hermione se les acercó bostezando.

—¿Ya habéis terminado?

—No —contestó Ron con aspereza.

—La luna más grande de Júpiter es Ganímedes, no Calixto —corrigió Hermione señalando por encima del hombro de su amigo una línea de la redacción de Astronomía—, y la que tiene los volcanes es Ío.

—Gracias —gruñó Ron tachando las frases equivocadas.

—Lo siento, yo sólo…

—Mira, Hermione, si únicamente has venido para criticar…

—Ron…

—No tengo tiempo para escuchar tus sermones, Hermione, ya estoy harto de…

—No, Ron, ¡mira!

Hermione señalaba la ventana más cercana. Harry y Ron miraron hacia allí. Una bonita lechuza se había posado en el alféizar y miraba a Ron.

—¿No es
Hermes
? —preguntó Hermione, asombrada.

—¡Vaya, sí! —exclamó Ron, que dejó su pluma y se levantó—. ¿Para qué me habrá escrito Percy?

Fue hacia la ventana y la abrió, y
Hermes
entró en la habitación, aterrizó sobre la redacción de Ron y extendió la pata en la que llevaba atada una carta. Ron cogió la carta y la lechuza se marchó sin perder tiempo, dejando huellas de tinta en el dibujo que el chico había hecho de la luna Ío.

—Sí, es la letra de Percy —observó Ron sentándose en la butaca y leyendo lo que había escrito en la parte exterior del rollo de pergamino: «Ronald Weasley, Casa de Gryffindor, Hogwarts.» Luego miró a sus amigos y añadió—: ¿Qué creéis que será?

—¡Ábrela! —le ordenó Hermione con impaciencia, y Harry asintió con la cabeza.

Ron desenrolló el pergamino y empezó a leer. Cuanto más avanzaba, más ceñuda era su expresión. Después, cuando con aspecto indignado terminó la lectura, les pasó la carta a Harry y a Hermione, que se pusieron el uno al lado del otro para leerla juntos.

Querido Ron:

Acabo de enterarme (nada más y nada menos que por el ministro de Magia en persona, a quien ha informado tu nueva maestra, la profesora Umbridge) de que te han nombrado prefecto de Hogwarts.

Cuando supe la noticia me llevé una grata sorpresa, y ante todo quiero felicitarte. He de admitir que siempre temí que tomaras lo que podríamos llamar «el camino de Fred y George» en lugar de seguir mis pasos, así que ya puedes imaginarte cómo me alegré al saber que has dejado de desobedecer a las autoridades y has decidido cargar con una responsabilidad real.

Pero no voy a limitarme a felicitarte, Ron; también quiero darte algunos consejos, y por eso te envío esta carta por la noche en vez de utilizar el correo matutino, como habría sido lo normal. Espero que puedas leerla lejos de miradas curiosas y así evitar preguntas inoportunas.

Por algo que al ministro se le escapó cuando me contó que te habían nombrado prefecto, deduzco que sigues relacionándote con Harry Potter. Debo decirte, Ron, que no hay nada que pueda ponerte en mayor peligro de perder tu insignia que seguir confraternizando con ese chico. Sí, estoy seguro de que te sorprenderá que te diga esto (sin duda argumentarás que Potter siempre ha sido el favorito de Dumbledore), pero me veo obligado a comunicarte que es posible que Dumbledore no siga dirigiendo Hogwarts durante mucho tiempo, y las personas que son importantes de verdad tienen una opinión muy distinta (y seguramente más acertada) del comportamiento de Potter. Ahora no voy a darte más detalles, pero si mañana lees
El Profeta
tendrás una idea de por dónde van los tiros (¡y ya verás mis declaraciones!).

En serio, Ron, no debes permitir que te metan en el mismo saco que a Potter, pues eso podría resultar muy perjudicial para tus perspectivas de futuro, y me refiero también a la vida después del colegio. Como ya debes de saber, dado que nuestro padre lo acompañó al tribunal, este verano Potter tuvo una vista disciplinaria ante el Wizengamot en pleno, y no salió muy bien parado. Si quieres que te diga la verdad, se libró de que lo condenaran gracias a un mero tecnicismo, pero mucha gente con la que he hablado sigue convencida de su culpabilidad.

Es posible que te dé miedo cortar tus lazos con Potter (ya sé que es un desequilibrado y que, por lo que me han contado, hasta puede llegar a ser violento), pero si tienes alguna preocupación al respecto, o si has detectado algo más en la conducta de Potter que te inquiete, te recomiendo que hables con Dolores Umbridge, una mujer encantadora que no tendrá ningún inconveniente en orientarte.

Y eso me lleva a darte otro consejo. Como ya he insinuado antes, es posible que muy pronto Dumbledore deje de dirigir Hogwarts. Tus lealtades, Ron, no deberían estar con él, sino con el colegio y el Ministerio. Lamento mucho saber que hasta ahora la profesora Umbridge no ha encontrado mucha cooperación por parte del profesorado en su intento de introducir esos necesarios cambios en Hogwarts que el Ministerio tan ardientemente desea (aunque a partir de la semana que viene creo que le resultará más fácil; te remito una vez más a
El Profeta
de mañana). Sólo te diré una cosa: un alumno que demuestre estar dispuesto a ayudar a la profesora Umbridge en estos momentos podría ser un firme candidato al cargo de delegado dentro de un par de años.

Siento mucho que no pudiéramos vernos más este verano. No me gusta criticar a nuestros padres, pero me temo que no puedo continuar viviendo con ellos mientras sigan mezclándose con ese peligroso grupo que apoya a Dumbledore (si escribes a nuestra madre, deberías decirle que a un tal Sturgis Podmore, gran amigo de Dumbledore, lo han enviado recientemente a Azkaban porque entró de forma ilegal en el Ministerio e intentó robar. Quizá la noticia le abra los ojos y le haga comprender que las personas con las que se relaciona son una pandilla de delincuentes). Me considero muy afortunado por haberme librado del estigma que conlleva asociarse con ese tipo de gente (el ministro se porta estupendamente conmigo), y de verdad, Ron, espero que no dejes que los lazos familiares te impidan ver lo erróneo de las opiniones y de los actos de nuestros padres. Ojalá con el tiempo se den cuenta de lo equivocados que estaban, y, por supuesto, cuando llegue ese día aceptaré sin reservas sus disculpas.

Piensa con detenimiento en todo lo que te he dicho, por favor, especialmente en lo de Harry Potter, y felicidades una vez más por tu nombramiento.

Tu hermano,

Percy

Harry levantó la cabeza y miró a Ron.

—Bueno —dijo intentando que pareciera que se había tomado aquella carta como una broma—, si quieres… ¿Cómo era?… —volvió a mirar la carta de Percy—. ¡Ah, sí! «Cortar los lazos» conmigo, te juro que no me pondré violento.

—Dámela —le pidió Ron tendiéndole una mano—. Es un completo… —añadió entrecortadamente mientras rompía la carta de Percy por la mitad—, absoluto… —la rompió en cuatro trozos—, y rematado… —la cortó en ocho trozos— imbécil. —Y los arrojó al fuego—. Démonos prisa, hemos de terminar esto antes del amanecer —le dijo con brusquedad a Harry, y cogió otra vez la redacción para la profesora Sinistra.

Hermione miraba a Ron con una extraña expresión en la cara.

—Dádmelas —dijo de pronto.

—¿Qué? —se extrañó Ron.

—Dádmelas, las repasaré y las corregiré —afirmó.

—¿Lo dices en serio? ¡Oh, Hermione, eres nuestra salvación! —exclamó Ron—¿Qué puedo…?

—Podéis decir esto: «Prometemos que nunca volveremos a dejar nuestros deberes para el último momento» —recitó ella tendiéndoles ambas manos para que le entregaran las redacciones, aunque con aire divertido.

—Un millón de gracias, Hermione —dijo Harry con un hilo de voz mientras le pasaba su redacción, y volvió a hundirse en su butaca frotándose los ojos.

Ya era más de medianoche, y en la sala común sólo estaban ellos tres y
Crookshanks
. Lo único que se oía era el rasgueo de la pluma de Hermione mientras tachaba frases aquí y allá, y el ruido que hacía al pasar las páginas de los libros de consulta que había esparcidos sobre la mesa cuando buscaba algún dato en ellos. Harry estaba agotado. Además notaba una extraña sensación de vacío y de mareo en el estómago que no tenía nada que ver con el cansancio, pero sí con la carta de Percy, que ya había quedado reducida a cenizas en la chimenea.

Harry era consciente de que la mitad de los estudiantes de Hogwarts lo consideraban raro, o incluso loco, y sabía que
El Profeta
llevaba meses haciendo comentarios maliciosos sobre él, pero ver todo eso escrito de puño y letra de Percy, y enterarse de que éste aconsejaba a Ron que dejara de ser amigo suyo y que le hablara de él a la profesora Umbridge, lo obligó a tomar conciencia real de la situación. Hacía cuatro años que conocía a Percy, había estado en su casa durante las vacaciones de verano, había compartido una tienda con él durante los Mundiales de
quidditch
, había recibido de él la puntuación máxima en la segunda prueba del Torneo de los tres magos el año anterior, y, sin embargo, en esos momentos, Percy creía que era un desequilibrado y que hasta podía llegar a ser violento. Entonces Harry sintió un arrebato de cariño hacia su padrino, y pensó que seguramente Sirius era la única persona capaz de comprender de verdad cómo se sentía él en aquel momento, porque Sirius estaba en la misma situación. Casi toda la comunidad de los magos creía que era un peligroso asesino y uno de los más fieles seguidores de Voldemort, y él había tenido que aguantar aquello durante catorce años…

Harry parpadeó, pues acababa de ver algo en el fuego que no podía estar allí. Había aparecido un instante y luego había desaparecido. No, no podía ser… Se lo había imaginado porque estaba pensando en Sirius…

—Bueno, ya puedes pasarla a limpio —le dijo Hermione a Ron acercándole su redacción y una hoja con lo que ella había escrito—; luego añade las conclusiones que he redactado yo.

—En serio, Hermione, eres la persona más maravillosa que he conocido jamás —repuso Ron con timidez—, y si vuelvo a ser maleducado contigo…

—… sabré que vuelves a ser el de siempre —terminó Hermione—. Harry, la tuya está bien, excepto este trozo del final. Creo que no oíste bien lo que decía la profesora Sinistra: Europa está cubierta de hielo, no de pelo. ¿Me oyes, Harry?

Harry se había levantado de la butaca y estaba arrodillado en la chamuscada y raída alfombra que había delante de la chimenea, contemplando las llamas.

—Harry —dijo Ron, desconcertado—. ¿Qué haces ahí?

—Acabo de ver la cabeza de Sirius en el fuego —explicó Harry.

Lo dijo con mucha calma; al fin y al cabo, había visto la cabeza de Sirius en aquella misma chimenea el año anterior y había hablado con él. Con todo, no estaba seguro de haberla visto esta vez… Había desaparecido tan deprisa…

—¿La cabeza de Sirius? —repitió Hermione—. ¿Como aquella vez que quería hablar contigo durante el Torneo de los tres magos? Pero no creo que vaya a hacerlo ahora, sería demasiado… ¡Sirius!

La chica dio un grito ahogado y se quedó mirando el fuego mientras Ron soltaba la pluma. En medio de las llamas, efectivamente, estaba la cabeza de Sirius, con el largo y oscuro cabello enmarcando su sonriente rostro.

—Empezaba a pensar que subiríais a acostaros antes de que se hubieran marchado los demás —dijo—. He venido a vigilar todas las horas.

—¿Has aparecido en el fuego hora tras hora? —le preguntó Harry conteniendo la risa.

—Sólo unos segundos, para comprobar si había moros en la costa.

—Pero ¿y si llega a verte alguien? —dijo Hermione con nerviosismo.

—Bueno, creo que antes me ha visto una chica que debía de ser de primero, por la pinta que tenía, pero no os preocupéis —se apresuró a añadir Sirius al ver que Hermione se llevaba una mano a la boca—, desaparecí en cuanto volvió a mirarme, y estoy seguro de que pensó que sólo era un tronco con forma rara o algo así.

—Pero Sirius, esto es muy arriesgado… —empezó Hermione.

—Me recuerdas a Molly —repuso Sirius—. Ésta ha sido la única manera que se me ha ocurrido de contestar a la carta de Harry sin recurrir a un código. Además, los códigos pueden descifrarse.

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