Hermanos de armas (32 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

—Nuestras apariencias son idénticas.

—Lo son —confirmó Quinn—. Yo lo he visto.

—Ya… veo. Interesantes posibilidades de confusión por esa parte, señor. —Thorne miró a Quinn, que asintió triste.

—Cierto. Confío en que la distribución de escáneres médicos ayude a resolver las cosas. Adelante… llámame de inmediato si consigues algún avance en el caso.

—Bien, señor.

En el pasillo, Quinn observó:

—Buen movimiento, señor.

Miles suspiró.

—Tenía que encontrar algún modo de advertir a los dendarii sobre Mark. No puedo dejar que vaya otra vez por ahí tan campante haciendo de almirante Naismith.

—¿Mark? —dijo Elli—. ¿Quién es Mark, o me atrevo a imaginarlo? ¿Miles Mark Dos?

—Lord Mark Pierre Vorkosigan —dijo Miles tranquilamente. Al menos, eso esperaba parecer—. Mi hermano.

Elli, consciente de los significados de los juramentos de los clanes de Barrayar, frunció el ceño.

—¿Entonces Ivan tiene razón? ¿Te ha hipnotizado el pequeño cabroncete?

—No lo sé —dijo Miles despacio—. Si soy el único que lo ve así, entonces tal vez, tal vez…

Elli hizo un ruido tranquilizador.

Una ligera sonrisa asomó a la boca de Miles.

—Puede que todo el mundo esté equivocado menos yo.

Elli hizo una mueca.

Miles volvió a ponerse serio.

—La verdad es que no lo sé. En siete años, nunca he abusado de los poderes del almirante Naismith por motivos personales. No es un récord que tenga muchas ganas de malograr. Bueno, quizá no consigamos encontrarlos, y la cuestión dejará de tener importancia.

—Mala cosa —le reprochó Elli—. Si no quieres encontrarlos, tal vez será mejor que no los busques.

—Lógica aplastante.

—¿Entonces por qué no la sigues? ¿Y qué planeas hacer con ellos si los capturas?

—No es demasiado complicado. Quiero encontrar a Galen y a mi clon antes que Destang, y separarlos. Y luego asegurarme de que Destang no los encuentra hasta que yo pueda enviar a casa un informe privado. Al final, si intercedo por él, creo que llegará una contraorden que impida el asesinato de mi clon sin que yo aparezca directamente conectado con ella.

—¿Y qué hay de Galen? —preguntó Elli, escéptica—. De ningún modo lograrás una contraorden para él.

—Probablemente no. Galen es… un problema que no he resuelto.

Miles regresó a su camarote, donde la contable de la flota se reunió con él.

La teniente Bone cayó sobre la orden de crédito de dieciocho millones de marcos con apasionamiento y alegría muy poco comerciales.

—¡Salvados!

—Inviértalos como haga falta —dijo Miles—. Y saque a la
Triumph
de la casa de empeños. Necesitamos poder marcharnos en cualquier momento sin tener que discutir con la Armada Solar si se trata o no de un robo. Ejem… ¿sería capaz de crear una orden de crédito, en dinero contante o como sea, en fondos galácticos, que no pueda ser relacionada en modo alguno con nosotros?

Los ojos de ella se iluminaron.

—Un desafío interesante, señor. ¿Tiene algo que ver con nuestro inminente contrato?

—Seguridad, teniente —respondió Miles suavemente—. No puedo discutirlo ni siquiera con usted.

—Seguridad —ella hizo una mueca— no oculta tanto a Contabilidad como cree.

—Quizá debería unir ambos departamentos. ¿No? —sonrió ante su aterrorizada mirada—. Bueno, tal vez no.

—¿A nombre de quién debe ir la orden?

—Al portador.

Ella alzó las cejas.

—Muy bien, señor. ¿Cuánto?

Miles vaciló.

—Medio millón de marcos. Sea cuanto fuere eso en créditos locales.

—Medio millón de marcos —advirtió ella cortante— no es poca cosa.

—Siempre que sea en efectivo.

—Haré lo que pueda, señor.

Permaneció a solas en su camarote cuando ella se marchó, con el ceño profundamente fruncido. La situación estaba clara. No cabía esperar que Galen iniciara el contacto a menos que tuviera alguna forma, por no mencionar algún motivo, para controlar la situación o darles una sorpresa. Dejar que Galen planificara sus movimientos parecía fatal, y a Miles no le molestaba la idea de esperar hasta que escogiera el momento de sorprenderlo. Con todo, lanzar una finta para crear una figura quizá fuese mejor que no hacer ningún movimiento en absoluto, a la vista del poco tiempo disponible. Líbrate de la maldita desventaja defensiva, actúa en lugar de reaccionar… Una gran decisión, pero con el pequeño defecto de que, hasta que localizaran a Galen, Miles no tenía ningún objeto sobre el que actuar. Gruñó lleno de frustración y se fue agotado a la cama.

Despertó por su cuenta en la oscuridad del camarote unas doce horas más tarde, según comprobó por los brillantes dígitos del reloj de pared, y permaneció acostado un rato regocijándose en la notable sensación de haber conseguido dormir por fin lo suficiente. El cuerpo le sugería, con la pesada lentitud de sus miembros, que dormir más no habría estado mal, cuando sonó la comuconsola de la cabina. Salvado del pecado de la pereza, se levantó de la cama y la atendió.

Apareció la cara de uno de los oficiales de comunicaciones de la
Triumph
.

—Señor. Una llamada por tensorrayo de la embajada de Barrayar, allá en Londres. Preguntan personalmente por usted, codificado.

Miles confió en que aquello no fuera literalmente cierto. No podía ser Ivan. Habría llamado por el comunicador privado. Tenía que ser un comunicado oficial.

—Descodifíquelo y páselo aquí, entonces.

—¿Debo grabarlo?

—Ah… no.

¿Habrían llegado ya las nuevas órdenes del cuartel general para los dendarii? Miles maldijo en silencio. Si se veían forzados a salir de la órbita antes de que su gente encontrara a Galen y Mark…

Sobre la placa vid apareció el rostro de Destang.

—«Almirante Naismith.» —Miles captó las comillas alrededor de su nombre—. ¿Estamos solos?

—Por completo, señor.

La cara de Destang se relajó un poco.

—Muy bien. Tengo una orden para usted… teniente Vorkosigan. Debe permanecer a bordo de su nave en órbita hasta que yo, personalmente, le llame de nuevo y le notifique lo contrario.

—¿Por qué, señor? —dijo Miles, aunque lo suponía demasiado bien.

—Para mi tranquilidad. Cuando una sencilla precaución puede impedir la más leve posibilidad de accidente, es una tontería no tomarla. ¿Comprende?

—Por completo, señor.

—Muy bien. Eso es todo. Destang fuera.

La cara del comodoro se disolvió en el aire.

Miles maldijo en voz alta, con sentimiento. La «precaución» de Destang sólo podía significar que sus matones habían localizado ya a Mark, antes que los dendarii… y se disponían a matarlo. ¿Con qué rapidez? ¿Quedaba aún alguna oportunidad?

Miles se puso los pantalones grises, colgados cerca, y sacó del bolsillo el comunicador. Lo pulsó.

—¿Ivan? —dijo en voz baja—. ¿Estás ahí?

—¿Miles? —no era la voz de Ivan, sino de Galeni.

—¿Capitán Galeni? Encontré la otra mitad del comunicador… ah, ¿está usted solo?

—De momento —la voz de Galeni era seca; daba a entender con el tono su opinión sobre la historia del comunicador perdido y quienes la inventaron—. ¿Por qué?

—¿Cómo ha encontrado el comunicador?

—Su primo me lo entregó justo antes de marcharse a cumplir con sus deberes.

—¿Se marchó adónde? ¿Qué deberes?

¿Habían reclutado a Ivan para la caza del hombre? Si así era, Miles le retorcería el cuello por no informarle sobre los procedimientos justo cuando le habría venido mejor. ¡Idiota fanfarrón! Si al menos…

—Está escoltando a la señora del embajador en la Exposición Botánica Mundial y Muestra de Flores Ornamentales del Salón Horticultor de la Universidad de Londres. Va todos los años, para contentar a la
jet-set
local. Hay que admitir que también le interesa el tema.

Miles alzó un poco la voz.

—¿En mitad de una crisis de seguridad envió usted a Ivan a un espectáculo floral?

—Yo no. El comodoro Destang. Creo que… consideró que Ivan era el más prescindible. No le cae bien Ivan.

—¿Y usted?

—Yo tampoco le caigo bien.

—No, quiero decir que qué va a hacer usted. ¿Está relacionado directamente con… la actual operación?

—Lo dudo.

—Ah. Me alegro. Tenía un poco de miedo de que a alguien se le hubieran cruzado los cables y le hubiera requerido a usted como prueba de lealtad o alguna tontería por el estilo.

—El comodoro Destang no es un sádico ni un loco. —Galeni hizo una pausa—. Sin embargo, es cuidadoso. Estoy confinado en mis habitaciones.

—No tiene acceso directo a la operación, entonces. No sabe dónde están, ni a qué distancia, ni cuándo planean… actuar.

La voz de Galeni fue cuidadosamente neutral, no ofrecía ni negaba ayuda.

—Más bien no.

—Mm. Acaba de confinarme también en mis habitaciones. Creo que ha conseguido algún avance y las cosas están en marcha.

Hubo un breve silencio. Las palabras de Galeni surgieron en un suspiro.

—Lamento oír eso… —su voz se quebró—. ¡Es tan condenadamente inútil! La mano muerta del pasado sigue sacudiendo los hilos galvanizados y nosotros, pobres marionetas, bailamos… Nadie sale beneficiado: ni nosotros, ni él, ni Komarr…

—Si contactara con su padre… —empezó a decir Miles.

—Sería inútil. Luchará, y seguirá luchando.

—Pero ahora no tiene nada. Destruirá su última oportunidad. Es un viejo, está cansado… quizás esté dispuesto a cambiar, a rendirse por fin —argumentó Miles.

—Ojalá… no. No va a renunciar. Por encima de su propia vida debe demostrar que tiene razón. Tener razón lo redime de todos sus crímenes. Haber hecho todo lo que él ha hecho y estar equivocado… ¡insoportable!

—Ya veo. Bien, me pondré en contacto de nuevo con usted si… tengo algo útil que decir. No tiene sentido entregar el enlace comunicador hasta que reúna las dos mitades, ¿eh?

—Como desee —el tono de voz de Galeni no estaba precisamente cargado de esperanza.

Miles cortó la comunicación.

Llamó a Thorne, que no informó de ningún progreso visible.

—Mientras tanto —dijo Miles—, aquí tienes otra indicación. Es una lástima. El equipo de Barrayar, evidentemente, ha localizado a nuestro objetivo hace una hora o cosa así.

—¡Ja! Tal vez si los seguimos nos guíen hasta Galen.

—Me temo que no. Tenemos que adelantarlos, no pisarles los talones. Su caza es letal.

—Armados y peligrosos, ¿eh? Transmitiré la noticia. —Thorne silbó, pensativo—. Su compañero de cuna es bastante popular.

Miles se lavó, se vistió, comió, se preparó: el cuchillo en la bota, escáneres, aturdidores en la canana y ocultos, enlaces de comunicación, una amplia gama de herramientas y juguetes que pasaban por los puestos de seguridad del espaciopuerto de Londres. Distaba mucho de ser equipo de combate, ay, aunque su chaqueta casi tintineaba cuando caminaba. Llamó al oficial de guardia, se aseguró de que cargaran combustible en una lanzadera personal con el piloto preparado. Esperó impaciente.

¿Qué pretendía Galen? Si no estaba huyendo… El hecho de que el equipo de seguridad barrayarés casi lo hubiera localizado sugería que aún estaba cerca por algún motivo. ¿Por qué? ¿Mera venganza? ¿Algo más arcano? ¿Era el análisis que Miles había hecho de él demasiado simple, demasiado sutil? ¿Qué se le había pasado por alto? ¿Qué quedaba en la vida para el hombre que tenía que tener razón?

La comuconsola trinó.

Miles recitó una pequeña plegaria silenciosa: «Que sea algún avance, alguna pista, algo…»

Apareció la cara del oficial de comunicaciones.

—Señor, tengo una llamada desde la red comercial de comuconsolas de abajo. Un hombre que se niega a identificarse dice que quiere usted hablar con él.

Miles se enderezó de un salto.

—Localice la llamada y pase una copia al capitán Thorne de Inteligencia. Pásemela.

—¿Quiere visual o sólo audio?

—Ambas cosas.

La cara del oficial se desvaneció y apareció la de otro hombre, lo que produjo una inquietante ilusión de transmutación.

—¿Vorkosigan? —dijo Galen.

—¿Sí?

—No me repetiré —Galen hablaba bajo y rápido—. Me importa un comino si están grabando o localizando la llamada. Es irrelevante. Se reunirá usted conmigo dentro de setenta minutos exactamente. Vendrá a la Barrera del Támesis, entre la Torre Seis y la Siete. Caminará por el paseo hasta el farallón más bajo. Solo. Entonces hablaremos. Si incumple alguna condición, simplemente no estaremos allí cuando llegue. E Ivan Vorpatril morirá a las 02.07.

—Ustedes son dos. Debo ir acompañado —empezó a decir Miles. «¿Ivan?»

—¿Su bonita guardaespaldas? Muy bien. Dos.

El vid se quedó en blanco.

—No…

Silencio.

Miles llamó a Thorne.

—¿Lo has localizado, Bel?

—Claro que sí. Qué amenazador. ¿Quién es Ivan?

—Una persona muy importante. ¿Desde dónde se efectuó la llamada?

—Desde un nexo-tubo, comuconsola pública. Tengo a un hombre de camino, tardará sólo seis minutos en llegar allí. Desgraciadamente…

—Lo sé. Seis minutos producen un radio de búsqueda de varios millones de personas. Creo que le seguiremos el juego. Hasta cierto punto. Pon una patrulla aérea sobre la Barrera, suministra un plan de vuelo para mi lanzadera, que un coche aéreo y un conductor dendarii y un guardia la esperen. Dile a Bone que quiero ahora ese crédito. Dile a Quinn que se reúna conmigo ante la compuerta de la lanzadera, y que traiga un par de escáneres médicos. Y permanece a la espera. Quiero comprobar algo.

Inspiró profundamente y abrió el enlace comunicador.

—¿Galeni?

Una pausa.

—¿Sí?

—¿Sigue aún confinado en sus habitaciones?

—Sí.

—Necesito una información urgente. ¿Dónde está de verdad Ivan?

—Por lo que sé, sigue aún en…

—Compruébelo. Compruébelo rápido.

Hubo una larga, larguísima pausa, que Miles aprovechó para comprobar meramente el armamento, encontrar a la teniente Bone y dirigirse hacia la lanzadera. Quinn estaba ya esperando, muerta de curiosidad.

—¿Qué pasa ahora?

—Hemos descubierto algo. Más o menos. Galen quiere una reunión, pero…

—¿Miles? —dijo por fin la voz de Galeni. Sonaba bastante forzada.

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