Inmunidad diplomática (18 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Ciencia ficción, Novela

Ekaterin tomó aire. El ligero temblor de la mano agarrada al hueco del brazo de Miles remitía, y la tenaza sobre sus bíceps permitía que la sangre circulara un poco ya. Su rostro había vuelto a ser engañosamente sereno.

Greenlaw los condujo por el pasillo situado tras la zona de recepción hasta una sala de trabajo. Su pequeña mesa vid central había sido despejada de tazas, burbujas flácidas de bebida y discos de plástico, ahora amontonado sin orden en una silla colocada contra una pared. Miles condujo a Ekaterin hasta un sillón y se sentó junto a ella. Greenlaw colocó su flotador a la altura de sus oponentes. Roic y uno de los guardias cuadris se disputaron la puerta, mirándose con el ceño fruncido.

Miles recordó que tenía que mostrarse indignado y no extasiado.

—Bien —dejó que una clara nota de sarcasmo asomara a su voz—. Éste ha sido un añadido remarcable a mis actividades previstas para la mañana.

—Lord Auditor —empezó a decir Greenlaw—, reciba mis disculpas…

—Sus disculpas están muy bien, señora Selladora, pero las cambiaría alegremente por su colaboración. Suponiendo que no esté usted detrás de este incidente. —Hizo caso omiso al indignado conato de respuesta y continuó tranquilamente—: Y no veo por qué debería estarlo, a pesar de las sugerentes circunstancias. La violencia al azar no me parece el estilo habitual cuadri.

—¡Desde luego que no!

—Bueno, si no es al azar, entonces debe de estar relacionada con el misterio central de todo este embrollo, que sigue siendo la desaparición del teniente Solian, tan descuidada.

—No ha sido descuidada…

—Disiento. La respuesta a ese asunto tendría, ¡debería!, haberse producido hace días, pero el Grupo A parece estar a un lado de una línea divisoria que la separa del Grupo B. Si perseguir a mi atacante cuadri es tarea de la Unión… —hizo una pausa y alzó las cejas; ella asintió, sombría—, entonces perseguir a Solian es sin duda tarea mía. Es el único hilo que tengo en la mano, y pretendo seguirlo. Y si las dos investigaciones no se encuentran en el centro, me comeré mi sello de Auditor.

Ella parpadeó, un poco sorprendida al parecer por este cambio de discurso.

—Posiblemente…

—Bien. Entonces quiero acceso completo y sin restricciones para mí, mi ayudante Roic y todo aquel que yo pueda designar para que investigue cualquier zona o archivo concerniente a esta investigación. ¡Empezando por la
Idris
, y de inmediato!

—No podemos dar a los planetarios permiso para deambular a placer por las zonas seguras de la Estación que…

—Señora Selladora. Usted está aquí para promover y proteger los intereses de la Unión, igual que yo lo estoy para promover y proteger los intereses de Barrayar. ¡Pero si hay algo en todo este lío que sea bueno para el Cuadrispacio o el Imperio, yo no lo veo! ¿Lo ve usted?

—No, pero…

—Entonces estará de acuerdo en que cuanto antes lleguemos al centro del hilo, mejor.

Ella alzó sus manos superiores, observándolo con los ojos entornados. Antes de que pudiera plantear otras objeciones llegó Bel, que al parecer había escapado por fin de Venn y los medios de comunicación. Nicol flotaba tras él.

Greenlaw sonrió y se aferró al único momento favorable para los cuadris del caos de la mañana.

—Práctico Thorne. Bienvenido. Tengo entendido que la Unión está en deuda con usted por su valor y sus rápidos reflejos.

Bel miró a Miles (con cierta sequedad, le pareció) y le dirigió a Greenlaw un saludo con el que restaba importancia al asunto.

—Lo típico de un día de trabajo, señora.

Miles no pudo dejar de decirse que, en otra época, eso habría sido la pura verdad.

Greenlaw sacudió la cabeza.

—¡Confío en que no en la Estación Graf, práctico!

—¡Bueno, desde luego yo le estoy agradecida al señor Thorne! —dijo Ekaterin cálidamente.

Nicol tomó la mano de Bel y le dedicó una mirada bajo sus oscuras pestañas por la que cualquier soldado con sangre en las venas de cualquier género habría cambiado alegremente sus medallas, lazos de campaña y bonos de combate, y regalado gratis los aburridos discursos del mando. Bel empezó a parecer algo más reconciliado con la idea de haber sido nombrado Persona Heroica de la Hora.

—Por supuesto —coincidió Miles—. Decir que estoy contento con los servicios del práctico es decir poco. Consideraré un favor personal si el honorable herm continúa con su misión durante el resto de mi estancia.

Greenlaw miró a Bel a los ojos y luego asintió en dirección a Miles.

—Desde luego, lord Auditor.

Miles supuso que se sentía aliviada por tener algo que ofrecerle sin que le costara nuevas concesiones. Una sonrisita asomó a sus labios, un acontecimiento raro.

—Aún más —dijo—, le concederé a usted y a los ayudantes que designe el acceso a los archivos y zonas seguras de la Estación Graf… bajo la directa supervisión del práctico.

Miles fingió reflexionar sobre aquella propuesta, frunciendo el ceño artísticamente.

—Esto exige mucho del tiempo y la atención del práctico Thorne.

—Acepto encantado el encargo, señora Selladora, suponiendo que el jefe Watts autorice todas mis horas extra y otro supervisor se encargue de mi trabajo habitual.

—No habrá problemas, práctico. Le indicaré a Watts que añada el aumento de gastos de su departamento a la factura de la flota komarresa atracada —Greenlaw hizo esta promesa con un brillo de sombría satisfacción.

Añadido al sueldo de SegImp, esto le haría ganar el triple a Bel, calculó Miles. Viejos trucos de contabilidad Dendarii, ¡ja! Bueno, Miles se encargaría de que el Imperio invirtiera bien su dinero.

—Muy bien —concedió, permitiéndose parecer picado—. Entonces deseo subir a bordo de la
Idris
inmediatamente.

Ekaterin no llegó a sonreír, pero una leve luz de apreciación chispeó en sus ojos.

¿Y si ella hubiera aceptado su invitación de acompañarlo aquella mañana? Hubiera subido aquellas escaleras a su lado… La errática puntería de su asaltante no habría pasado por encima de su cabeza. Imaginar los probables resultados creó un desagradable nudo en su estómago y los restos de adrenalina de repente le supieron muy amargos.

—Lady Vorkosigan… —Miles tragó saliva—. Voy a ordenar que lady Vorkosigan permanezca a bordo de la
Príncipe Xav
hasta que Seguridad de la Estación Graf detenga al asesino y este misterio sea resuelto.

Y le añadió a ella, con un murmullo de disculpas:

—Lo siento…

Ella le dirigió un breve gesto de comprensión.

—No importa.

No era que le gustara, desde luego, pero poseía demasiado buen sentido Vor para discutir sobre temas de seguridad.

—Por tanto —continuó Miles—, solicito un permiso especial para que una lanzadera personal barrayaresa atraque y se la lleve.

¿O mejor la
Kestrel
? No, no se atrevía a perder acceso a su transporte independiente, agujero y estación de comunicaciones seguras.

Greenlaw se rebulló.

—Discúlpeme, lord Vorkosigan, pero así es como el último ataque barrayarés llegó a la estación. No queremos arriesgarnos a sufrir otro. —Miró a Ekaterin, y tomó aliento—. Sin embargo, comprendo su preocupación. Estaré encantada de ofrecerle a lady Vorkosigan una de nuestras cápsulas y un piloto como transporte de cortesía.

—Señora Selladora —repuso Miles—, un cuadri desconocido acaba de intentar asesinarme. Reconozco que no pienso en realidad que fuera un plan secreto suyo, pero la palabra clave en este asunto es «desconocido». Todavía no sabemos si se trataba de un cuadri o de un grupo de cuadris, que ocupan una posición de confianza. Hay varios experimentos que estoy dispuesto a hacer para averiguarlo, pero éste no es uno de ellos.

Bel suspiró de manera audible.

—Si lo desea usted, lord Auditor Vorkosigan, me encargaré de pilotar personalmente la nave que lleve a lady Vorkosigan a su nave insignia.

«¡Pero te necesito aquí!»

Evidentemente, Bel leyó su expresión, pues el hermafrodita añadió:

—¿O prefiere algún piloto de mi elección?

Con reluctancia no fingida esta vez, Miles accedió. El siguiente paso era llamar al almirante Vorpatril e informarlo acerca de la nueva invitada de su nave. Vorpatril, cuando su rostro apareció sobre la placa vid de la mesa de conferencias, no hizo ningún otro comentario a la noticia más que:

—Por supuesto, milord Auditor. La
Príncipe Xav
se sentirá honrada.

Pero Miles pudo leer en la mirada suspicaz del almirante su valoración de cómo la gravedad de la situación había aumentado. Miles comprendió que ningún histérico informe preliminar sobre el incidente había llegado todavía al Cuartel General, a varios días de viaje: la noticia y la información de que no había sucedido nada llegarían, afortunadamente, al mismo tiempo. Consciente de que había cuadris escuchando, Vorpatril no hizo comentarios. Se limitó a solicitar que el lord Auditor le informara sobre los acontecimientos cuando mejor le conviniera… En otras palabras, en cuanto pudiera llegar a una comuconsola segura.

La reunión terminó. La mayoría de los guardias de la Milicia de la Unión habían llegado ya, y todos salieron al vestíbulo del hotel, bien protegido, demasiado tarde, por patrullas armadas. Miles se aseguró de caminar lo más separado posible de Ekaterin. En el vestíbulo destrozado, técnicos forenses cuadrúmanos, bajo la dirección de Venn, tomaban medidas y escaneos vid. Miles miró el balcón, considerando trayectorias; Bel, que caminaba junto a él y observó su mirada, alzó las cejas.

Miles bajó la voz y dijo de repente:

—Bel, no creerás que ese chalado podría haberte disparado a ti, ¿no?

—¿Por qué a mí?

—Bueno, ¿por qué no? ¿A cuánta gente suele fastidiar un práctico en el curso normal de su trabajo?

Miró alrededor. Nicol no podía oírlos, pues flotaba junto a Ekaterin y charlaba en voz baja con ella, en tono animado.

—¿O algo que no sean negocios? No te habrás estado acostando con la esposa de nadie, ¿no? ¿O con su marido? —añadió conscientemente—. O con su hija, o con lo que sea.

—No —dijo Bel firmemente—. Ni con sus animalitos de compañía, tampoco. Qué visión más típica de Barrayar tienes de las motivaciones humanas, Miles.

Miles sonrió.

—Lo siento. ¿Qué hay de los… viejos asuntos?

Bel suspiró.

—Creo haber dejado atrás y superado todos los viejos asuntos —el herm miró de reojo a Miles—. Casi. —Y añadió, tras reflexionar un momento—: Desde luego vas por delante de mí en ese tema, también.

—Posiblemente.

Miles frunció el ceño. Y estaba también Dubauer. Aquel herm era sin duda lo bastante alto para ser un blanco. Aunque, ¿cómo demonios podía un tratante betano de animales de diseño, que había pasado casi todo el tiempo en la Estación Graf encerrado en la habitación de un hotel, haber molestado lo suficiente a un cuadri para que deseara volarle aquella tímida cabeza suya? Demasiadas malditas posibilidades. Era hora de inyectar algunos datos fehacientes.

9

El piloto cuadrúmano seleccionado por Bel llegó y se llevó a Ekaterin, junto con un par de guardias de la Milicia de la Unión de aspecto severo. Miles la vio partir con un poco de angustia. Mientras ella se volvía a mirar por encima del hombro, al salir por la puerta del hotel, Miles dio un significativo golpecito a su comunicador de muñeca; en respuesta, ella alzó en silencio el brazo izquierdo, donde destellaba el brazalete comunicador.

Como todos iban a ir a la
Idris
de todas formas, Bel aprovechó el retraso para llamar a Dubauer al vestíbulo. Dubauer, la lampiña mejilla ahora limpiamente sellada con un discreto toque de pegamento quirúrgico, llegó al momento, y contempló alarmado su nueva escolta militar cuadrúmana. Pero el tímido y agraciado hermafrodita parecía haber recuperado la mayor parte de su compostura, y murmuró su sincera gratitud a Bel por acordarse de las necesidades de sus criaturas a pesar de todo el tumulto.

El pequeño grupo caminó o flotó, según cada cual, siguiendo al práctico Thorne por un camino secundario evidentemente cerrado al público, hasta dejar atrás las zonas de aduanas y seguridad y llegar al conjunto de bodegas de carga dedicadas a las naves galácticas. La bodega que atendía a la
Idris
, abarloada en la parte exterior, estaba tranquila y oscura, despoblada a excepción de dos patrulleros de seguridad de la Estación Graf que protegían las compuertas.

Bel presentó su autorización y ambos patrulleros flotaron a un lado para permitirle acceder a los controles de la compuerta. La puerta que conducía al gran carguero se descorrió hacia arriba y Miles, Roic, y Dubauer subieron a bordo, dejando atrás a su escolta de la Milicia de la Unión para ayudar a proteger la entrada.

La
Idris
, como su hermana gemela la
Rudra
, tenía un diseño utilitario sin lugar para la elegancia. Era esencialmente un amasijo formado por siete enormes cilindros paralelos: el central dedicado al personal cuatro de los otros seis destinados a la carga. Los otros dos, uno enfrente del otro en el anillo exterior, albergaban las varas de Necklin de la nave que generaban el campo necesario para plegarse a través de los puntos de salto. Motores para el espacio normal detrás, generadores de masa de escudo delante. La nave rotaba alrededor de su eje central para que cada cilindro externo se alineara con el muelle de la estación para la carga o descarga automática de los contenedores, o la carga manual de artículos más delicados. El diseño no carecía de elementos añadidos de seguridad, pues si se producía una despresurización y se perdían uno o más cilindros, cualquiera de los otros podía servir como refugio mientras se realizaban reparaciones o se procedía a la evacuación.

Mientras recorrían una de las zonas de carga, Miles contempló arriba y abajo el pasillo central de acceso, que se perdía en la oscuridad. Atravesaron otra compuerta para llegar a un pequeño vestíbulo en la sección delantera de la nave. En una dirección se encontraban los camarotes de pasajeros; en la otra, los de personal y las oficinas. Tubos de ascenso y un par de escaleras conducían al nivel dedicado al comedor de la nave, la enfermería y las instalaciones recreativas, arriba y, abajo, a las zonas de soporte vital, motores y otras instalaciones.

Roic miró sus notas y señaló pasillo abajo.

—Por aquí se va a la oficina de seguridad de Solian, milord.

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