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Authors: Noah Gordon

Tags: #narrativa dramatica

La Bodega (39 page)

—Yo también quiero —le dijo.

Josep sabía que el montón de uvas era tan alto que Francesc no podría ni moverse entre ellas.

—El año que viene ya habrás crecido lo suficiente —le contestó.

Lo invadió un lamento repentino por el hecho de que su padre no hubiera vivido lo suficiente para conocer a aquel muchacho y a su madre. Que su padre no hubiera sido testigo de todo lo que había pasado en la viña de los Álvarez.

Que Marcel Álvarez no fuera a probar su vino jamás.

Sabía que se sostenía sobre los hombros de su padre, así como sobre los de quienes le habían precedido. Durante tal vez mil generaciones, su gente había trabajado la tierra de España, como peones en los campos de Galicia, y antes de eso como siervos.

Tuvo una visión repentina y mareante de todos sus antepasados en un castillo humano en el que cada generación lo alzaba a él más y más arriba sobre sus hombros hasta un punto en que ya no le alcanzaba el sonido de las grallas y de los tambores. Un castillo de mil pisos.

—Y Francesc es nuestro
enxaneta
, la cumbre —dijo.

Agarró al chiquillo y se lo subió a los hombros. Francesc se quedó sentado, con los pies colgados a ambos lados de la cabeza de Josep. Le agarró el pelo con las dos manos y gritó:

—¿Y ahora qué hacemos, padre?

—¿Ahora?

Josep dio los primeros pasos. Pensó en las esperanzas, en los sueños y en el duro trabajo dedicados a la uva, el esfuerzo constante para convertirla en vino. Aspiró su aroma y notó cómo se quebraban los granos bajo su peso, sintió que el jugo vital corría en libertad y lo llamaba, que apenas una capa de piel separaba la sangre de la uva de su propia sangre.

—Ahora, caminar y cantar, Francesc. ¡Caminar y cantar!

Agradecimientos

Este libro es mi carta de amor a un país. No descubrí las glorias del buen vino hasta que, siendo ya un hombre de mediana edad, empecé a viajar a España, donde pronto desarrollé un profundo afecto por la gente, su cultura y sus vinos.

Cuando decidí escribir una historia sobre ellos, escogí centrarme en la mitad del siglo xix porque fue el período de la plaga de la filoxera y de las Guerras Carlistas. Ubiqué mi viña ficticia en el Penedés porque, viviendo allí, mi protagonista tenía acceso al mismo tiempo a Barcelona y a las regiones vinícolas del sur de Francia.

¿Historia o imaginación?

Es importante señalar qué elementos de esta novela se basan en hechos históricos y cuáles derivan de la invención del autor. Por desgracia las guerras carlistas corresponden a la realidad, así como el desastre de la filoxera, mientras que el pueblo de Santa Eulalia y el río Pedregós sólo existen en
La bodega
.

Los miembros de la realeza proceden de la historia y el general Juan Prim pasó la mayor parte de su vida como militar, convertido en político y hombre de Estado cuando lo mataron. Para aprender sobre su asesinato acudí al profesor Pere Anguera, autor de la biografía definitiva del general Prim. Intenté plasmar la escena del asesinato tal como me la recreó el profesor Anguera. Los detalles —la sustitución de un carro de caballos por otro, las cerillas encendidas cada vez que el coche tomaba una nueva calle, la manera en que el paso quedó bloqueado por dos carricoches y una banda desde la que los pistoleros dispararon al presidente del Gobierno español— se presentan con la mayor cercanía posible a los hechos que tan generosamente Pere Anguera compartió conmigo. Le agradezco el haberme facilitado dicha información, así como por su posterior revisión de los pasajes dedicados al tiroteo.

Dado que el drama del asesinato en la vida real nunca concluyó con la condena y castigo de los asesinos, me sentí libre para, en la novela, añadir mis propios personajes ficticios a la escena. Es pura ficción, sin otro origen que mi imaginación, que unos jóvenes de un pueblo llamado Santa Eulalia se contaran entre la banda de asesinos.

Otros que me ayudaron

Doy las gracias a Maria Josep Estanyol, profesora de Historia de la Universidad de Barcelona, por sus respuestas a muchas preguntas.

Para documentarme sobre la fe católica me dirigí a nuestra amiga Denise Jane Buckloh, antigua hermana Miriam de la Eucaristía, OCD, a quien estoy agradecido por ello.

Asimismo, agradezco al catedrático Pheme Perkins del Boston College por responder a mis preguntas acerca de la concepción católica de temas como el entierro, el pecado y la penitencia.

La primera visita a una bodega española para la investigación —en compañía de Lorraine, mi esposa, y de mi hijo Michael Seay Gordon— tuvo lugar en el viñedo de los Torres en el Penedés, región en que se encuentra la viña de la novela. Fue un inicio prometedor: Albert Fornos, que ha pasado allí su carrera como viticultor, nos preparó una espléndida gira y Miguel Torres Maczassek presidió una cena en la que, para acompañar cada uno de los cinco platos, se sirvieron deliciosos vinos Torres y Jean Léon.

Michael y yo hicimos varios viajes al Priorat y al Montsant, tierras de vino. He descubierto que, de modo casi infalible, las viñas suelen encontrarse en lugares hermosos a los que, a su vez, vuelven aun más impresionantes. Encajado en un pequeño y adorable valle, encontramos Mas Martinet Viticultors, la bodega de la familia Pérez. Sara Pérez Ovejero y su marido, René Barbier, cuyos padres respectivos obtuvieron premios como pioneros del vino, mantienen con esfuerzo la tradición familiar y hacen vinos deliciosos con éxito. Sara Pérez ha preparado diversos volúmenes en los que incluye y describe las hojas de las distintas variedades de uva, de modo que sus hijos puedan empezar a educarse en el cultivo de la uva desde muy pronto. Sin dejar de masticar un queso español y beber tragos de su buen vino, me convertí en un muy atento alumno mientras repasaba con ella esos libros.

En distintas ocasiones Michael y yo recorrimos una carretera estrecha y precaria que bordea un valle algo más grande y termina remontando una pequeña pero pronunciada montaña para llegar al pueblo de Torroja del Priorat, donde en 1984 María Ángeles Torra fundó la bodega de su familia en un antiguo monasterio. Lo llevan sus hijos, Albert y Jordi. Sus vides están plantadas cerca de allí, algunas en laderas pronunciadas, y algunos de sus muy preciados vinos se obtienen de uvas cuyas parras han perseverado durante más de cien años en suelos pizarrosos. Agradezco extremadamente a los hermanos Albert y Jordi Rotllan Torra su lectura del manuscrito de este libro.

En junio de 2006 obtuve un premio literario especial que otorgaba la ciudad de Zaragoza y, mientras estaba en la zona, el novelista y periodista Juan Bolea me aportó su amistad y su orientación, además de su ayuda para visitar dos bodegas. Estoy agradecido a Juan; a los miembros de la Asociación Internacional de Escritores de Misterio, que me hicieron sitio —junto con el pequeño grupo que me acompañaba— en su autobús; y a Santiago Begué Gil, presidente de la Denominación de Origen de Cariñena, por su hospitalidad y su sabiduría acerca del vino.

En la finca Aylés, una vasta propiedad de 3.100 acres en la que se empezó a hacer vino en el siglo xii, la Bodega Señorío de Aylés ha plantado 70 hectáreas de uva y los rosales señalan ambos extremos de cada hilera. Me emocionó ver águilas en repetidas ocasiones, así como saber, por boca de su dueño, Federico Ramón, que ese lugar encantador ha sido designado por la Unión Europea como zona especial para la protección de pájaros. Le agradezco su hospitalidad.

En un valle enorme que me recordaba algunos de los grandes del oeste norteamericano, visitamos las Bodegas Victoria. Agradezco a José Manuel Segura Cortés, presidente del Grupo Segura Serrano, que nos invitara a un almuerzo de comidas regionales y nos mostrara su viñedo.

Agradezco a Alfonso Mateo-Sagasta, premiado autor madrileño de novelas históricas, la información sobre cómo se celebraban las elecciones en los pueblos en el siglo xix.

Agradezco a Delia Martínez Díaz que me llevara a la ciudad de Terrassa, donde pasé algún tiempo en uno de los museos más especiales que he conocido. Alojado en los desparramados edificios de ladrillo visto de una antigua fábrica textil, el Museu de la Ciencia i de la Técnica de Catalunya pone al visitante en contacto directo con la revolución tecnológica. Se puede caminar entre objetos expuestos que en su momento representaron las entrañas y la maquinaria de una fábrica antigua, y tuve la ocasión de ver cómo la llegada de las máquinas de vapor había generado trabajos parecidos al que desempeñaba Donat. Por su infinita paciencia a la hora de responder a mis preguntas, doy las gracias al director del museo, Eusebi Casanelles i Rahola, a la conservadora Contxa Bayó i Soler, y a todo su personal.

Agradezco a Meritxell Planas Girona, miembro de los Minyons de Terrassa, sus respuestas a mis consultas sobre los
castellers
.

Ángel Pujol Escoda respondió con dulce paciencia incontables preguntas sobre caza y naturaleza, mientras que su esposa, Magdalena Guasch i Poquet, me explicó distintas maneras de cocinar un conejo.

En el maravilloso mercado central de Sabadell, María Pérez Navarro robó tiempo a su negocio de charcutería, Cal Prat, para hacerme un dibujo y aclararme en qué parte exacta de un jabalí podían encontrar Josep y Jaumet la mejor pieza de carne.

Lorraine Gordon convivió conmigo y me aportó un sustento mejor que cualquier comida.

Mi hija Lise Gordon, se convirtió una vez más en mi primera editora, aportando razonamientos, su capacidad para pulir y sus soberbias habilidades para la corrección, gracias a las cuales este libro es mejor.

Mi hijo Michael es el mejor compañero para el camino, alegre a veces, siempre responsable, con una mente entusiasta y razonadora, además de un brazo fuerte. Nunca le da pereza hacer una llamada para averiguar algo, o perseguir un dato.

Mi hija Jaime Beth Gordon, Lorraine, Michael y mi amigo Charlie Ritz leyeron también el manuscrito y aportaron comentarios y sugerencias.

Mi nuera, Maria Palma Castillón, nunca rehuyó la investigación de un dato y le agradezco, así como al Centre de Promoció de la Cultura Popular i Tradicional Catalana, en Barcelona, las respuestas a cuantas preguntas ella les hizo en mi nombre, que podían versar sobre las campanadas de una iglesia a la práctica de contratar plañideras.

Roger Weiss, yerno y experto en tecnología, mantuvo en buen funcionamiento mi ordenador y, de vez en cuando, me rescató del fracaso y la desesperanza. Agradezco sus conocimientos y su disposición a responder a mis peticiones de auxilio.

Dan Tuccini, espléndido ebanista, me describió el proceso de creación de una puerta.

Agradezco a mis agentes literarios, Samuel Pinkus en Estados Unidos y Montse Yánez en España, su paciencia y su orientación.

Cuando acudí a España por primera vez, la directora de la editorial era una mujer inteligente, profesional y gentil llamada Blanca Rosa Roca. Ahora, como directora de su propia editorial, se ha convertido de nuevo en responsable de mis libros. Además, se ha rodeado de una serie de gente que me permite disfrutar de una reunión editorial de amigos. Enrique de Hériz, a quien conocí por primera vez como intérprete y más adelante como director editorial, y que hoy se ha convertido en escritor premiado, me hizo el honor de traducir este libro del inglés original. Silvia Fernández Álvarez, reina de las relaciones públicas, trabaja en mi nombre con la prensa, como ha hecho ya en tantas otras ocasiones. Mi antigua y valiosa editora, Cristina Hernández Johansson, vuelve a ser mi editora española, y cuando voy a España mi intérprete es Mercé Diago, con quien he compartido ya unas cuantas campañas promocionales.

Todas las personas mencionadas hasta aquí me han ayudado. Sin embargo, este libro es mío y, si contiene defectos o errores, míos serán también. Ofrezco esta historia a cada uno de mis lectores con amor y respeto.

Noah Gordon

Brookline, Massachusetts,

11 de julio de 2007

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