La búsqueda del dragón (10 page)

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Authors: Anne McCaffrey

Tampoco a Lessa le harían perder aquella costumbre las reprensiones, pensó F'lar. Luego observó lo que Lessa llevaba en las manos y le gritó furiosamente a Mnementh:

—¡Apenas me han tocado y has estado hablando de mí como si fuera un niño!

Mnementh no se alteró lo más mínimo mientras se posaba suavemente junto al Comedero.

Las Hebras hacen daño.

—¡No quiero que Lessa se preocupe por nada!

¡No quiero que Ramoth se enfurezca por nada!

F'lar se deslizó del cuello del bronce, esforzándose en disimular el dolor que le producían las quemaduras exacerbadas por el frío del inter. Esta era una de aquellas ocasiones en las que el doble lazo entre jinetes y dragones resultaba una seria desventaja. Particularmente cuando Mnementh tomaba la iniciativa, una característica poco habitual en los dragones.

Mnementh dio un pequeño salto de costado, dejando el camino despejado para Lessa. La Dama del Weyr no se había despojado aún de sus ropas de montar de piel de wher, y parecía más joven de lo que cabía esperar de una dama de su categoría mientras corría hacia ellos, con sus trenzas ondeando al viento. Aunque ni la maternidad ni siete Revoluciones de seguridad habían añadido carne a su frágil osamenta, había una sutil redondez en sus pechos y sus caderas, y aquella expresión en sus grandes ojos grises que F'lar sabía que era solamente para él.

—Y tú te quejas de la falta de puntualidad de otros caballeros —dijo Lessa, jadeando, mientras se detenía bruscamente al lado de F'lar. Antes de que él pudiera aludir a lo insignificante de sus heridas, Lessa estaba extendiendo ungüento de adormidera sobre las quemaduras—. Tengo que lavarlas cuando se haya insensibilizado la piel. ¿No le ha ocurrido nada a tu pato? Virianth tiene unas heridas de poca importancia, pero las lesiones de Sorenth y Relth son espantosas. Me gustaría que ese artesano vidriero de Fandarel, le llama Wansor, ¿no es cierto?, hubiera terminado esas viseras para los ojos de que ha estado alardeando. Manora cree que podrá salvar el atractivo rostro de P'ratan, pero tenemos que esperar y ver lo que pasa con su ojo –Lessa hizo una pausa para recobrar el aliento—. De momento tendremos un respiro, porque si P'ratan no deja de recorrer los Fuertes en busca de nuevas amantes, no podremos adoptar a todos los bebés. Esas muchachas criadas en los Fuertes darían cualquier cosa por abortar...

Se interrumpió bruscamente y apretó los labios, con un gesto que F'lar había terminado por identificar con el deseo de Lessa de dejar a un lado un tema desagradable.

—¡Lessa! No, no apartes la mirada. —La obligó a levantar la cabeza y mirarle a los ojos. Para Lessa, que no podía concebir, debía resultar difícil ayudar a llevar a buen término embarazos no deseados. ¿No dejaría nunca de anhelar otro hijo? ¿Cómo podía olvidar que había estado a las puertas de la muerte al dar a luz a Felessan? F'lar se alegraba de que Lessa no hubiera vuelto a quedar embarazada. La idea de perderla le resultaba insoportable—. El viajar mucho por el inter hace prácticamente imposible para una Dama del Weyr un parto feliz.

—Eso no parece afectar a Kylara —dijo Lessa con amargo resentimiento. Se había vuelto de espaldas, contemplando cómo Mnementh daba cuenta de una res de gran tamaño, y F'lar no creyó equivocarse al suponer que Lessa hubiese preferido ver a Kylara en el puesto de la res.

—¡Esa! —dijo F'lar con una risa sarcástica—. Querida, si tuvieras que tomar como modelo a Kylara para engendrar hijos como Dama del Weyr, te prefiero estéril.

—Tenemos cosas más importantes que ella de que hablar —dijo Lessa, volviéndose hacia F'lar con una expresión completamente distinta—. ¿Qué dijo Asgenar acerca de la caída de las Hebras? Quería reunirme contigo en el prado, pero Ramoth insistió en que no podía dejar a sus jóvenes reinas sin alguien que las vigilara. Oh, he enviado mensajeros a los otros Weyrs para informarles de lo ocurrido aquí. Tenían que saberlo y ponerse en guardia.

—Hubiera sido más cortés por su parte informarnos antes de lo que sabían —dijo F'lar, en un tono tan furioso que Lessa alzó la mirada hacia él, desconcertada.

Entonces F'lar le contó lo que el Señor del Fuerte de Lemos le había dicho en el prado.

—¿Y Asgenar suponía que todos nosotros estábamos enterados? ¿Que era una simple cuestión de cambiar las tablas horarias? —La sorpresa se borró de su rostro, reemplazada por la indignación—. Ojalá no hubiese ido nunca en busca de esos Antiguos. Tú hubieras encontrado la solución a nuestros problemas, desde luego.

—Tienes una opinión demasiado elevada de mí, cariño —dijo F'lar, emocionado por la lealtad de Lessa—. En cualquier caso, los Antiguos están aquí y tenemos que tratar con ellos.

—Lo haremos, desde luego. Les pondremos al día si...

—Lessa... —y F'lar la sacudió ligeramente, desvanecido su pesimismo por la vehemencia de su respuesta y su decisión de hacer frente a los inesperados cambios—. No puedes transformar un wher guardián en un dragón, amor mío...

¿Quién lo desea?
, inquirió Mnementh desde el Comedero, saciado su apetito.

La enojada pregunta del dragón bronce puso una sonrisa en el rostro de Lessa. F'lar la abrazó cariñosamente.

—Bueno no hay nada a lo que no podamos hacer frente —dijo Lessa en tono firme, dejando que F'lar le rodeara los hombros con su brazo y la apretara contra su costado mientras se dirigían al Weyr—. Y no hay nada que no espere de ese T'kul de las siempre—tan—superiores Altas Extensiones. ¿Pero R'mart, del Weyr de Telgar?

—¿Cuánto hace que salieron los mensajeros?

Lessa frunció los ojos al brillante cielo matinal.

—Ahora mismo, prácticamente. Quería conocer los últimos detalles de labios de los caballeros más rezagados.

—Estoy tan hambriento como Mnementh. Aliméntame, mujer.

El dragón bronce había volado hasta el saledizo para instalarse en su lugar de costumbre cuando se produjo una conmoción en el Túnel. Mnementh extendió sus alas en posición de vuelo, con el cuello estirado hacia la única entrada por tierra al Weyr.

—Es el convoy de vino de Benden, tonto —le dijo Lessa, riendo mientras Mnementh gruñía ruidosamente y volvía a ocupar su puesto, desinteresado por completo de los convoyes de vino—. No le digas a Robinton que ha llegado vino nuevo, F'lar. Ya sabes que hay que dejarlo reposar.

—¿Y por qué tendría que decirle nada a Robinton? —inquirió F'lar, preguntándose cómo sabía Lessa que en aquel momento había empezado a pensar en el Maestro Arpista.

—Siempre que nos hemos enfrentado con una crisis has enviado a buscar al Maestro Arpista y al Maestro Herrero. —Lessa suspiró profundamente—. Ojalá tuviéramos la misma colaboración de los de nuestra propia estirpe. —Su cuerpo se envaró bajo el brazo de su compañero—. Ahí llega Fidranth, y dice que T'ron está muy excitado.

—¿T'ron está excitado? —La rabia de F'lar rebrotó instantáneamente.

—Eso he dicho —respondió Lessa, librándose de su abrazo y subiendo los peldaños de dos en dos—. Voy a encargar tu comida. —Se detuvo bruscamente y volvió la cabeza para decir, por encima de su hombro—: No pierdas los estribos. Sospecho que T'kul no ha dicho nada a nadie. Nunca ha perdonado a T'ron el hecho de que le convenciera para viajar hacia esta época, ¿sabes?

F'lar esperó al lado de Mnementh mientras Fidranth trazaba una elegante espiral en el aire y penetraba en el Weyr. De la Sala de Eclosión surgió el agudo grito de desafío de Ramoth. Mnementh se apresuró a tranquilizarla, diciéndole que el intruso era Fidranth y que no representaba ninguna amenaza. Al menos, no para su nidada. Luego, el bronce hizo girar un centelleante ojo hacia su jinete. El intercambio, al igual que uno entre Lessa y él, apaciguó a F'lar. Lo cual resultaba muy oportuno, ya que las observaciones de T'ron distaban mucho de ser diplomáticas.

—¡Lo he encontrado! ¡He encontrado lo que te olvidaste de incorporar a esas tablas horarias tuyas supuestamente infalibles!

—¿Qué has encontrado, T'ron? —preguntó F'lar, dominando a duras penas su enojo. Si T'ron había descubierto algo que pudiera ser útil, no debía enemistarse todavía más con el hombre.

Mnementh se había hecho cortésmente a un lado para que Findranth pudiera posarse en el saledizo, pero con dos enormes cuerpos bronce allí había tan poco espacio que T'ron se apeó delante del caudillo del Weyr de Benden, agitando una parte de una piel—Archivo debajo mismo de su nariz.

—¡Aquí está la prueba de que tus tablas horarias no incluyen toda la información de nuestros Archivos!

—Hasta ahora te habían parecido correctas, T'ron —le recordó F'lar al excitado caudillo del Weyr Fort, sin elevar el tono de su voz.

—No intentes dártelas de listo conmigo, F'lar. Acabas de enviar un mensajero con la noticia de que estaban cayendo Hebras fuera de la pauta.

—¡Y a mí me ha gustado enterarme de que en los últimos días habían caído Hebras fuera de la pauta sobre Tillek y el Alto Crom!

La expresión de sorpresa y de horror del rostro de T'ron era demasiado auténtica para ser fingida.

—Sería mejor que escucharas lo que dicen los plebeyos, T'ron, en vez de encerrarte en tu Weyr —le dijo F'lar—. Asgenar lo sabía, pero ni a T'kul ni a R'mart se les ocurrió informar a los otros Weyrs, de modo que pudiéramos prepararnos y mantenernos vigilantes. Suerte que tenía a F'rad...

—¿Estás diciendo que has vuelto a albergar dragoneros en los Fuertes, F'lar?

—Siempre envío un mensajero por delante el día de una Caída. Si no lo hubiera hecho, los bosques de Asgenar no existirían ya en estos momentos.

F'lar lamentó aquella acalorada referencia. Le proporcionaría a T'ron el pretexto que necesitaba para otra de sus diatribas acerca del exceso de repoblación forestal. Para distraerle, F'lar extendió una mano hacia la piel—Archivo, pero T'ron la apartó rápidamente.

—Tendrás que aceptar mi palabra...

—¿He dudado nunca de tu palabra, T'ron? —También esas palabras surgieron antes de que F'lar pudiera controlarlas. Logró mantener un rostro inexpresivo, confiando en que T'ron no leería en él una alusión adicional a aquella reunión—. Veo que esa piel—Archivo se encuentra en muy mal estado, pero si la has descifrado y trata del cambio inesperado de esta mañana, todos estaremos en deuda contigo.

—¿F'lar? —llamó Lessa desde el fondo del pasillo—. ¿Dónde están tus modales? El klah se está enfriando y en el Weyr de T'ron aún no ha amanecido.

—Me sentará bien una copa —admitió T'ron, tan visiblemente aliviado como F'lar por la interrupción.

—Te presento mis disculpas por haberte levantado...

—No necesito ninguna, no con estas noticias.

F'lar se sintió inexplicablemente aliviado al darse cuenta de que T'ron no estaba enterado de las anormales Caídas de las Hebras. Se había apresurado a venir aquí, sin perder un segundo, al creer que tenía la oportunidad de demostrar que F'lar y Benden habían cometido un error. Si hubiese sabido lo de las Hebras no hubiera venido con tanta rapidez... como lo atestiguaban sus evasivas y contradicciones en lo referente a la pelea por la daga.

Cuando los dos hombres entraron en el Weyrde la reina, Lessa vestía una bata, llevaba los cabellos sueltos cuidadosamente cepillados y estaba sentada a la mesa. Por su aspecto, nadie hubiera dicho que había cabalgado duramente toda la mañana...

De modo que Lessa se había esmerado en resultar atractiva para T'ron, ¿eh? A pesar de lo inquietante de los acontecimientos, la idea divirtió a F'lar. Sin embargo, no estaba seguro de que el ardid femenino suavizara el antagonismo de T'ron. Ignoraba lo que había de cierto en el rumor de que T'ron y Mardra no estaban en muy buenas relaciones tratándose de una Dama del Weyr y un caudillo del Weyr.

—¿Dónde está Ramoth? —inquirió T'ron, al pasar por delante del vacío Weyrde la reina.

—En la Sala de Eclosión, desde luego, refocilándose con su puesta más reciente —respondió Lessa con la correcta cantidad de indiferencia, sin aminorarla ni exagerarla.

Pero T'ron frunció el ceño, recordando sin duda que había otro huevo dorado sobre las cálidas arenas de Benden, y que las reinas de los Antiguos ponían muy pocos de aquellos huevos.

—Lamento mucho que hayas tenido que empezar tu jornada tan temprano —dijo Lessa, sirviéndole hábilmente una fruta casi partida y llenando su copa de klah a la temperatura justa—. Pero necesitamos tu consejo y tu ayuda.

T'ron le dio las gracias con un gruñido, y colocó cuidadosamente la piel—Archivo boca abajo sobre la mesa.

—Las Hebras podrían caer cuando les diera la gana si no tuviéramos que vigilar todos esos malditos bosques –dijo T'ron, mirando a F'lar a través del vapor del klah mientras alzaba su copa.

—¿Qué? ¿Y quedarnos sin madera? —se quejó Lessa, frotando sus manos contra la silla tallada que Bendareg había construido con su consumada maestría—. Esas sillas de piedra pueden ser buenas para Mardra y para ti —añadió con voz insinuante—, pero yo tenía el trasero frío todo el tiempo.

T'nor estalló en una carcajada, y sus ojos recorrieron el delicado cuerpo de la Dama del Weyr con una expresión que impulsó a Lessa a inclinarse bruscamente hacia adelante y a dar unos golpecitos con la mano sobre la piel—Archivo.

—Tu tiempo es demasiado valioso para que te entretenga con mi parloteo. ¿Has descubierto aquí algo que a nosotros se nos ha pasado por alto?

F'lar apretó los dientes. No había pasado por alto una sola palabra legible en aquellas enmohecidas pieles: ¿ cómo podía aludir Lessa con tanta ligereza a una posible negligencia?

La perdonó cuando T'ron respondió, señalando la piel:

—Está muy mal conservada, desde luego —e hizo que sonara como si la culpa fuera de la tutela que Benden había ejercido sobre aquellos documentos, y no de las lógicas depredaciones de cuatrocientas Revoluciones de abandono—, pero cuando enviaste al mensajero con estas noticias, recordé por casualidad haber visto una referencia a una Pasada en la que todos los Archivos anteriores no sirvieron de nada. Uno de los motivos por los cuales nosotros no nos preocupamos nunca de esas tonterías de tablas horarias.

F'lar estaba a punto de preguntar por qué ninguno de los Antiguos había considerado oportuno mencionar aquel hecho insignificante, cuando captó la severa mirada de Lessa. Se tragó la pregunta.

—Mira, aquí hay una frase incompleta, pero si pones aquí «desvíos impredecibles», tiene sentido.

—Tiene razón, F'lar. Eso tendría sentido. Mira...

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