La búsqueda del dragón (11 page)

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Authors: Anne McCaffrey

Y Lessa tomó con la mayor naturalidad la piel-Archivo de manos de T'ron y se la entregó a F'lar.

—Es cierto, T'ron. Muy cierto. Esta es una de las pieles más antiguas que tuve que abandonar, incapaz de descifrarla.

—Desde luego, era mucho más legible cuando la examiné por primera vez hace cuatrocientas Revoluciones, antes de que se deteriora tanto.

La actitud petulante de T'ron resultaba difícil de aceptar, pero podía ser manejado mucho mejor así que cuando se mostraba suspicaz y a la defensiva.

—Pero eso no nos dice cómo se produce la desviación, ni cuanto tiempo dura —dijo F'lar.

—Tienen que existir otras pistas, T'ron —sugirió Lessa, inclinándose seductoramente hacia el caudillo del Weyr de Fort cuando éste se disponía a replicar violentamente a las palabras de F'lar—. ¿Por qué han de caer las Hebras fuera de una pauta que han seguido al segundo durante siete Revoluciones? Tú mismo me dijiste que en tu Época seguían un ritmo determinado. ¿Variaba mucho entonces?

T'ron contempló las borrosas líneas con el ceño fruncido.

—No —admitió lentamente, y luego descargó su puño sobre la deteriorada piel—. ¿Por qué hemos perdido tantas técnicas? ¿Por qué nos fallan esos Archivos cuando más los necesitamos ?

Mnementh empezó a trompetear desde el saledizo, y Fidranth no tardó en hacerle coro.

Lessa «escuchó», con la cabeza ladeada.

—D'ram y G'narish —dijo—. No creo que tengamos que esperar a T'kul, pero R'mart no es un hombre arrogante.

D'ram de Ista y G'narish de Igen entraron juntos. Los dos estaban muy excitados y fueron directamente al grano.

—¿Qué hay acerca de una caída prematura de Hebras? —preguntó D'ram—. ¿Dónde están T'kul y R'mart? Los habéis convocado, ¿no es cierto? ¿Han sufrido muchas bajas tus escuadrones? ¿Cuántas Hebras han logrado penetrar en el subsuelo ?

—Ninguna. Llegamos cuando se iniciaba la Caída. Y mis escuadrones han tenido pocas bajas, pero aprecio tu interés, D'ram. Y hemos convocado a los demás, desde luego.

Aunque Mnementh no había transmitido ningún aviso, alguien llegaba corriendo por el pasillo. Todo el mundo se giró, esperando ver a uno de los caudillos de Weyr que faltaban, pero el que entró fue un joven mensajero.

—Mis respetos, señores —jadeó el muchacho—, pero R'mart ha sufrido graves lesiones, y hay muchos hombres y jinetes heridos en el Weyr de Telgar. Es un espectáculo espantoso. Y se dice que la mitad de los Fuertes del Alto Crom han quedado arrasados.

Todos los caudillos de Weyr se pusieron en pie al mismo tiempo.

—Tengo que enviar alguna ayuda... —empezó a decir Lessa, pero se interrumpió al ver el ceño fruncido de T'ron y la extraña expresión de D'ram. La Dama del Weyr suspiró de impaciencia—. Ya habéis oído al muchacho: hombres y dragones heridos, un Weyr desmoralizado. La ayuda en época de desastre no es interferencia. Esa antigua monserga acerca de la autonomía del Weyr puede llegar a extremos absurdos, como en esta ocasión. ¡Lo que realmente importa es ayudar al Weyr de Telgar!

—Lessa tiene razón, desde luego —dijo G'narish, y F'lar supo que el hombre había dado un paso más hacia una perspectiva moderna.

Lessa abandonó la Sala, murmurando algo acerca de volar personalmente al Weyr de Telgar. El mensajero la siguió, despedido por un gesto de F'lar.

—T'ron ha encontrado una referencia a desvíos impredecibles en esta antigua piel—Archivo —dijo F'lar, asumiendo el control de la situación—. D'ram, ¿conservas algún recuerdo de tus estudios de los Archivos de Ista de hace cuatrocientas Revoluciones?

—Ojalá lo conservara —dijo D'ram lentamente, y luego miró a G'narish, que estaba agitando la cabeza—. Antes de venir aquí monté un servicio especial de vigilancia dentro de los límites de mi Weyr, y sugiero que todos hagan lo mismo.

—Lo que necesitamos es un servicio de vigilancia que incluya a todo Pern —empezó F'lar, escogiendo cuidadosamente sus palabras.

Pero T'ron reaccionó con inusitada violencia, y golpeó la mesa con el puño con tanta fuerza que los platos y copas retemblaron.

—Acechando la oportunidad de alojar de nuevo dragones en Fuertes y Artesanados, ¿eh, F'lar? La dragonería permanece unida...

—¿Siguiendo el ejemplo de T'kul y R'mart, que no han advertido a nadie de lo que ocurría? —preguntó D'ram, en un tono tan incisivo que T'ron arrió velas.

—En realidad, ¿por qué habrían de agotarse los Weyrs en un esfuerzo enorme, habiendo tantos hombres disponibles en los Fuertes? —preguntó G'narish sorprendentemente. En su rostro apareció una sonrisa nerviosa al ver que los otros le miraban fijamente—. Quiero decir que los Fuertes individuales podrían proporcionarnos los centinelas que necesitamos.

—Y disponen de los medios también —añadió F'lar, ignorando la exclamación de asombro de T'ron—. No hace demasiado tiempo había fuegos de señales en todos los montes y colinas, a través de las llanuras, por si Fax iniciaba otra de sus expediciones de conquista. De hecho, no me extrañaría que la mayor parte de aquellas pantallas direccionales siguieran estando en los mismos lugares.

Se sintió levemente divertido por las expresiones de los tres rostros. Los Antiguos no habían digerido nunca del todo el terrible sacrilegio de un Señor intentando dominar más de un territorio. F'lar no dudaba que esto impulsaba a individuos tan conservadores como T'kul y T'ron a aprovechar toda ocasión de impresionar a los plebeyos recordándoles hasta qué punto dependían de la dragonería, y a justificar al mismo tiempo sus tentativas de limitar y restringir las libertades y licencias contemporáneas.

—Dejemos que los habitantes de los Fuertes enciendan fogatas cuando aparezcan Hebras en el horizonte: unos cuantos caballeros estratégicamente situados podrían vigilar grandes zonas. Utilicemos a los cadetes: eso les mantendría ocupados y sería un excelente ejercicio para ellos. Una vez sepamos cómo caen ahora las Hebras, podremos enjuiciar los cambios —F'lar se obligó a sí mismo a relajarse, sonriendo—. No creo que éste sea un asunto tan grave como parece a primera vista. Particularmente si los desvíos se han producido con anterioridad. Desde luego, si pudiéramos encontrar alguna referencia acerca de la duración del desvío, si las Hebras volvieran a la pauta original, sería una gran ayuda.

—La ayuda que nos habría prestado T'kul si nos hubiera avisado como has hecho tú —murmuró D'ram.

—Bueno, todos conocemos a T'kul y sabemos cómo es —dijo F'lar indulgentemente.

—No tenía derecho a negarnos una información tan vital —dijo T'ron, aporreando de nuevo la mesa—. Los Weyrs deben permanecer unidos.

—A los Señores de los Fuertes no va a gustarles esto —observó G'narish, pensando sin duda en Corman, Señor del Fuerte de Keroon, el más difícil de los protegidos por su Weyr.

—¡Oh! —declaró F'lar, con más timidez de la que sentía—. Si les decimos que esperábamos que se produjera un desvío semejante en esta época de la Pasada...

—Pero... ¿y las tablas horarias que tienen? No son tontos —objetó T'ron.

—Los dragoneros somos nosotros, T'ron. Lo que no pueden comprender, no necesitan saberlo... ni preocuparse por ello —replicó F'lar en tono firme—. No tienen derecho a exigirnos explicaciones, a fin de cuentas. Y no las obtendrán.

—Eso es un cambio de postura, ¿no es cierto, F'lar? —inquirió D'ram.

—Nunca les he dado ninguna explicación si te refieres a eso, D'ram. Les dije lo que tenían que hacer, y ellos lo hicieron.

—Hace siete Revoluciones estaban mortalmente asustados —observó G'narish—. Lo bastante asustados como para recibirnos con los brazos abiertos y ofrecernos lo mejor que tenían.

—Si quieren conservar todos esos bosques y tierras de cultivo tendrán que hacer lo que nosotros digamos o empezar a renunciar a sus beneficios.

—Si Oterel, Señor de Tillek, o el imbécil Sangel, Señor de Boll, se atreven a discutir mis órdenes, prenderé fuego a sus bosques yo mismo —dijo T'ron, poniéndose en pie.

—Entonces, estamos de acuerdo —dijo F'lar rápidamente, antes de que la hipocresía que estaba practicando le abrumara de disgusto—. Montaremos puestos de vigilancia, ayudados por los habitantes de los Fuertes, y seguiremos el rastro del nuevo desvío. No tardaremos en saber cómo enjuiciarlo.

—¿Qué pasa con T'kul? —preguntó G'narish.

D'ram miró a T'ron a los ojos.

—Nosotros le explicaremos la situación.

—D'ram os respeta —convino F'lar—. Aunque podría resultar más prudente no sugerirle que estamos enterados...

—Podemos manejar a T'kul sin tus consejos, F'lar —le interrumpió D'ram bruscamente, y F'lar supo que la momentánea armonía establecida entre ellos se había roto. Los Antiguos estaban cerrando filas contra el delito de su contemporáneo, como lo habían hecho en aquella abortada reunión de hacía unas cuantas noches. Podía consolarse a sí mismo con el hecho de que no habían sido capaces de escapar a todas las implicaciones de este incidente.

Lessa entró de nuevo en el Weyren aquel preciso instante, con el rostro enrojecido y los ojos excesivamente brillantes. Incluso D'ram se inclinó ante ella cuando se disponía a marcharse.

—No os marchéis, D'ram, T'ron. Tengo buenas noticias del Weyr de Telgar —dijo Lessa, pero al captar la mirada de F'lar no trató de retenerles cuando insistieron en despedirse.

—¿Está bien R'mart? —preguntó G'narish, tratando de enmendar la descortesía de sus compañeros.

Lessa dominó su disgusto y obsequió con una sonrisa al caudillo del Weyr de Igen.

—¡Oh! Aquel mensajero, no es más que un muchacho, exageró la nota. Ramoth ha hablado con Solth, la reina de más edad del Weyr de Telgar. R'mart está malherido, sí. Al parecer, Bedella le administró una dosis excesiva de polvo de adormidera. Fue ella la que no avisó a nadie. Y el lugarteniente de R'mart supuso que todos habíamos sido informados porque oyó que su jefe le decía a Bedella que enviara mensajeros, y no imaginó siquiera que pudiera dejar de hacerlo. Cuando R'mart perdió el conocimiento, ella se olvidó de todo. —El gesto de Lessa reveló la desfavorable opinión que tenía de Bedella—. El lugarteniente dice que agradecerá tus consejos.

—El lugarteniente del Weyr de Telgar es H'ages –dijo G'narish—. Un jinete excelente, pero carece de iniciativa. Bueno, también a ti te alcanzaron las Hebras, F'lar.

—No es nada.

—Estás sangrando —protestó Lessa—. Y no has comido nada.

—Yo me detendré en el Weyr de Telgar, F'lar, y hablaré con H'ages —dijo G'narish.

—Me gustaría ir contigo, G'narish, si no tienes inconveniente. ..

—Lo tengo yo —intervino Lessa—. G'narish es perfectamente capaz de cerciorarse de la extensión de la Caída allí, y puede transmitirnos la información. Yo le acompañaré hasta el saledizo mientras tú empiezas a comer. —Lessa pronunció aquellas palabras como una maestra dirigiéndose a un alumno rebelde, y G'narish tuvo que ahogar la risa que asomaba a sus labios. Luego, la Dama del Weyr lo tomó del brazo y echó a andar hacia el pasillo—. No le he presentado mis respetos a Gyarmath —dijo, con una dulce sonrisa a G'narish—, y es un favorito mío, ¿sabes?

Estaba flirteando tan descaradamente que F'lar se maravilló de que Ramoth no rugiera su protesta. ¡Como si Gyarmath pudiera alcanzar a Ramoth en vuelo! Luego oyó el risueño murmullo de Mnementh y se tranquilizó.

Come
, le aconsejó su bronce.
Deja que Lessa halague a G'narish. A Gyarmath no le importa. Ni a Ramoth. Ni a mí.

—¡Lo que tengo que hacer por mi Weyr! —dijo Lessa con un exagerado suspiro cuando regresó, poco después.

F'lar la miró irónicamente.

—G'narish tiene una mente más moderna de lo que él mismo supone.

—En tal caso, nosotros haremos que adquiera consciencia de ello —dijo Lessa en tono firme.

—Con tal de que seamos «nosotros», no habrá problemas —replicó F'lar con fingida severidad, tomando la mano de Lessa y atrayéndola hacia él.

Lessa presentó una resistencia simbólica, como siempre hacía, rechazándole ferozmente para terminar dejándose caer contra su hombro.

—Los fuegos de señales y las patrullas de caballeros no serán suficientes, F'lar —dijo en tono pensativo—. Aunque creo que nos hemos preocupado demasiado por el cambio en la Caída de Hebras.

—He dicho eso para engañar a G'narish y a los otros, pero estaba convencido de que tú...

—Pero, ¿no te das cuenta de que estabas en lo cierto?

F'lar le dirigió una prolongada e incrédula mirada.

—Por el Huevo, caudillo del Weyr, me asombras. ¿Por qué no pueden existir desviaciones? ¿Por el simple hecho de que tú, F'lar, compilaste aquellas tablas horarias basándote en los Archivos y, en consecuencia, tienen que ser infalibles? Grandes huevos dorados, hombre, los dos sabemos que existieron unos períodos llamados Intervalos durante los cuales no caía ninguna Hebra. ¿Por qué no un cambio de ritmo en la Caída de Hebras durante una Pasada?

—Pero, ¿por qué? Dame un buen motivo del por qué.

—¡Dame un buen motivo del por qué no! Lo mismo que afecta a la Estrella Roja de modo que no siempre pasa lo bastante cerca como para que caigan Hebras sobre nosotros, puede afectar su curso y variar la Caída... La Estrella Roja no es la única que aparece y desaparece con las estaciones. Podría existir otro cuerpo celeste que no sólo nos afectara a nosotros sino también a la Estrella Roja.

—¿Dónde?

Lessa se encogió de hombros impacientemente.

—¿Cómo puedo saberlo? No tengo una vista de largo alcance como F'rad. Pero podemos intentar descubrirlo. ¿O acaso siete Revoluciones enteras de certidumbre han embotado tu inteligencia?

Súbitamente, Lessa apretó su cuerpo contra el de F'lar, arrepentida de haberle hablado con tanta dureza. Y F'lar la retuvo contra él, demasiado consciente de que Lessa tenía razón. Sin embargo... Había existido aquella larga y solitaria espera hasta que Mnementh y él lograron imponerse. La terrible dicotomía de la confianza en su propia profecía de que caerían Hebras y el temor de que nada despertaría a los dragoneros de su letargo. Luego, la abrumadora comprensión de que aquellos dragoneros, tan pocos en número, eran lo único que podía salvar a un mundo entero de la destrucción; los tres días de tortura entre la caída inicial en el Fuerte de Telgar y en el Fuerte de Nerat, con Lessa quién—sabe—dónde. ¿No tenía derecho a relajar su vigilancia? ¿A descargarse un poco del peso de la responsabilidad?

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