La noche de Tlatelolco (20 page)

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Authors: Elena Poniatowska

Tags: #Historico, Testimonio

Me senté nuevamente en la litera metálica. Allí estaba cuando escuché insistentemente mi apellido: «Valle, Valle, Valle, Valle». Era el compañero de la celda de enfrente; me levanté y a través de la hoja de lámina le pregunté: «¿Qué quieres?». Me dijo que con el dedo empujara la placa de lámina que tapaba la rejilla, ya que estaba sin seguro y la podría abrir. Empujé con el dedo la placa y, a través de mi rejilla, el espacio del pasillo y su rejilla le pregunté qué era lo que quería. Me preguntó:

—¿Sabes quién es el que te identificó?

—No.

Mi compañero respondió una sola palabra:

—Sócrates.

No era necesario que dijera más y los dos cerramos la rejilla.

El primer día que llegué a Lecumberri, a la hora del rancho de la tarde, vi a Sócrates Campos Lemus. Con sólo verlo me encendí y me le fui encima. Guevara me detuvo y me convenció de que me calmara; no era el momento de darle mayores armas al gobierno con un escándalo entre los detenidos. Ya habría tiempo de aclarar todas las cosas. Comprendí que tenía razón. Pero sigo pensando que Sócrates tendrá que pagar sus crímenes algún día y quienes se los van a cobrar serán los estudiantes que traicionó desde el día 2 de octubre de 1968.

• Eduardo Valle Espinoza,
Búho
, del
CNH
.

Cuentan que a un muchachito apodado
El Pirata
—siempre muy chiveado él, muy corto— cuando los agentes le preguntaron por Sócrates, que qué hacía Sócrates, contestó todo cabizbajo:

—Yo no sé lo que hacía; ando muy mal en historia.

• Salvador Martínez de la Roca,
Pino
, del Comité de Lucha de la Facultad de Ciencias de la
UNAM
.

Yo soy de la sierra de Hidalgo, de Zacualtipán y mi papá es maestro. Se llama Homero. Desde abuelos y tíos viene esa costumbre de los nombres griegos. Por eso a mí me pusieron Sócrates.

• Sócrates Amado Campos Lemus, de la Escuela de Economía del
IPN
, delegado ante el
CNH
, preso en Lecumberri.

A mí ya no me importa nada, a mí que me lleve el diablo.

• Jesús Valle Baqueiro, de la Escuela de Odontología de la
UNAM
.

Yo ¿Yago? Yo ¿Judas? Yo ¿de la
CIA
? Yo ¿agente del gobierno? Yo ¿delator? Yo ¿traidor? Lo que pasa es que como una serie de gentes no tienen la suficiente madurez para denunciar al verdadero culpable:
el gobierno
,
el sistema
, escogen a un chivo expiatorio entre los mismos estudiantes. Es mucho más fácil atacar a una persona, andar con que «yo no fui, tú fuiste… no, fue él… El de más allá cantó, lo sé de oídas, no lo vi pero me lo contaron, aquél propuso… Éste se rajó, no aguantó, no aguantó ni tres minutos, no que no fui yo, fue Teté», y demás actitudes infantiles, que analizar profundamente qué fue nuestro Movimiento, a dónde íbamos, en qué fallamos. En vez de esto, se fomentan divisiones estúpidas, grupitos que jamás van a llegar a nada, conflictos entre el PC, los maoístas, los trotskos, los espartacos, odios ¿sabía usted que en la misma crujía M cada uno tiene su cocina por separado y no se hablan sino que se detractan, se calumnian, se aíslan? Hasta en las vecindades el ambiente es más solidario… Estas gentes dicen que yo delaté, que yo «marqué» en el Campo Militar número 1, que yo estaba ligado al gobierno… Mire, cuando se vino el Movimiento Estudiantil yo ya tenía muchos años de militancia y de prestigio entre los estudiantes. Yo era una de las cabezas más visibles del
CNH
. Hablé en casi todas las manifestaciones. En Tlatelolco cuando empezó la balacera yo fui el que trató de detener a la gente; agarré el micrófono y grité: «¡No corran, cálmense!». De esto hay cientos de testigos… A mí me esposaron inmediatamente: «Tú eres Sócrates». A partir de ese momento se corrió la voz de que yo andaba reconociendo a mis compañeros en Tlatelolco, en el Campo Militar número 1. En efecto me pusieron enfrente a muchos compañeros. Los agentes me preguntaban:

—¿Quién es éste?

—No sé.

Se lo puede confirmar a usted Federico Emery. Cuando le vi les dije a los agentes:

—No sé, no sé, no, no, éste no es, el otro tenía bigote y era más bajito…

No había manera de quedarse callado, el silencio también puede ser una denuncia, había que tantearlos, ganar tiempo. Yo Trataba de torearlos, respondía: «Pues no sé, no me acuerdo… Usaba lentes… Tenía barba… Era güero…». En el Campo Militar estaban más de sesenta compañeros del
CNH
. Si yo los marco, se quedan los sesenta. No marqué a ninguno. Ahora ¿por qué me llevaban los agentes a hacer esto? Obviamente porque como era uno de los líderes más visibles del
CNH
, conocía a todos los que andaban en el Movimiento. ¿Sabía usted que me agarraron en Tlatelolco antes que a ningún otro dirigente del
CNH
?

Yo tenía más de doscientas cincuenta direcciones de muchachos cuando tomaron
CU
porque nosotros pensamos que si tomaban el Poli, teníamos que seguir coordinados para poder trabajar. Si los hubiera delatado estuvieran aquí todos los miembros del
CNH
y no gente inocente, y por gente inocente me refiero a la base; a muchos que eran simplemente activistas y se dedicaron a «volantear» y no gente que como nosotros actuamos y tuvimos responsabilidades en la dirección política del Movimiento.

• Sócrates Amado Campos Lemus, delegado de la Escuela de Economía del
IPN
ante el
CNH
.

Yo no me atrevería a juzgar a un muchacho a quien han torturado.

• Roberta Avendaño,
Tita
, delegada de la Facultad de Leyes ante el
CNH
.

Yo no sé lo que haría en su lugar… No puedo ni pensarlo. No aguanto el dolor físico.

• Clementina Díaz Solórzano, de la Facultad de Filosofía y Letras de la
UNAM
.

¡Basta ya de porquería!

• Alfredo Valdés Macías, de la
ESIME
del
IPN
.

Veamos eso de las delaciones. ¿Usted cree que no hubo muchos que «cantaron»? Usted cree que un muchacho que jamás ha pasado por una situación semejante, loco de terror por todo lo que ha visto, presa de un nerviosismo incontrolable, expuesto a una tensión constante, sujeto a torturas, a amenazas no sólo a él sino a su familia ¿usted cree que no «canta»? ¿Lo considera usted un coyón, un asco, un delator? ¡Hombre! Es una víctima de las circunstancias. ¡Por favor que no jueguen a los héroes quienes no lo son!

• Sócrates Amado Campos Lemus, delegado de la Escuela de Economía del
IPN
ante el
CNH
.

Sólo anécdotas, esto es lo que relatan todos. «Yo estaba en casa de Antonio cuando…» «A mí me agarró en la torre de Ciencias…» «Salí destapado y vi al ejército…». Pero nadie es capaz de emitir una idea. ¿Por qué estaban luchando? ¿Qué querían? ¿Destruir? ¿Insultar? ¿Darse en la madre? ¿Fregarse?… Pues la regaron bien y bonito…

• Beatriz Urbina Gómez, de la
ESIQIE
del
IPN
.

¿Tlatelolco? Pero si siempre ha sido un moridero…

• Francisca Ávila de Contreras, de ochenta años, habitante de la calle de Neptuno cerca del Puente de Nonoalco-Tlatelolco.

Cuentan que los antepasados, los antiguos, hicieron allí una gran matanza, allí en el mero Tlatelolco, regaron harta sangre, por eso es un lugar maldito… Cuentan que fueron los aztecas pero vaya usted a saber cuál es la mera verdad… Durante muchos años nadie se quiso ir a vivir allá…

• Elisa Pérez López, «pedestal» en el templo espiritualista del «Medio Día».

Me fui a Taxco, Guerrero, a pasar la Navidad con mi madre. Somos siete hermanos; yo soy la menor, mi papá murió cuando yo tenía catorce años. Mi mamá no me viene a ver porque tengo una hermana que está enferma y no la puede dejar sola. Desde que estoy presa, la he visto una vez, el 10 de mayo pasado que vino a México.

Regresé al DF el día 1o. de enero y el 2 me fui a la
UNAM
porque como me habían soltado pensé que ya no me detendrían. Fui a la Facultad, allí busqué a
Tita
y no la encontré y le dije a un amigo: Antonio Pérez Sánchez,
El Che
, que participó muy poco en el Movimiento y contra quien no había orden de aprehensión que me diera un aventón al departamento de Coyoacán, no al de la
SCOP
, donde viví con mis amigos el doctor y su esposa… Estábamos viendo un ajedrez que mi mamá me regaló —porque mi mamá se dedica a la platería— cuando oímos que alguien abría la puerta con llave. Yo pensé que eran o Mirna o
Tita
, una de mis dos amigas, las únicas dos que tenían llave pero entraron ocho tipos armados apuntándonos: «¡Arriba las manos!». Inmediatamente uno de ellos les ordenó a los demás: «¡Cateen este departamento; que no quede un rincón sin revisar!». A mi amigo
El Che
lo estaban confundiendo con Escudero. Agarraron libros de Marx, Prensas Latinas, boletines de la
URSS
y todo lo que creyeron era propaganda subversiva. Nos subieron a un coche, nos vendaron los ojos. A mí me vendaron primero que a él y después él me contó que uno de los agentes me preguntaba: «¿Qué ves? ¿Cara o Cruz?» y me apuntaban con la pistola. No sé por qué lo harían, creo que porque son sádicos estos tipos. «Ahora, a ver, pongan su V de la Victoria». «¿Qué pasó? ¿No se van a sus guerrillas?». Hicimos un recorrido de más o menos una hora tirados en el suelo del carro y nunca supimos a donde estaba la casa por encontrarnos vendados. Allí nos tuvieron en el suelo tirados y como a las tres de la mañana nos retrataron de frente, de perfil, de tres cuartos, etcétera. Estábamos totalmente deslumbrados por los flashes. Ya al otro día nos comenzaron a interrogar; que quién nos daba el dinero, las armas, etcétera. .

—¿Qué a usted le dio Madrazo cincuenta mil pesos?

Y me enseñaban un comprobante que según ellos yo había firmado. ¡Ah!, cuando me secuestraron en mi casa encontraron un casco de la Fuerza Aérea Mexicana que me había regalado un capitán paracaidista porque en el año de 63, yo fui paracaidista del Socorro Alpino con un grupo de muchachas. Entonces me decían: «El casco que encontramos es de un capitán que ustedes mataron» y que como yo era de Guerrero tenía que tener nexos con Genaro Vázquez Rojas y yo no tengo ni el honor de conocerlo ni como simple paisano. Al otro día, al
Che
y a mí nos llevaron a otra casa y allí nos encontramos a
Tita
que habían secuestrado también la noche anterior del 2 de enero de 1969. Allí permanecimos creo que seis días en un cuarto sin movernos, vigiladas por agentes que se turnaban constantemente y cuando nos sacaban al baño nos ponían unas capuchas para que no pudiéramos ver nada. Eso sí nos dieron muy bien de comer y como al sexto día llegó otro detenido y nos enteramos más tarde que era Rodolfo Echeverría.

De esa casa nos trasladaron vendadas en una camioneta y en el trayecto nos decían: «¡Ya se van a ir libres, muchachas, no se preocupen; las vamos a dejar en un parquecito!», y yo les decía y les decía: «Lo único que me importa es que le avisen a mi mamá, por favor». Detuvieron la camioneta y nos dijeron a
Tita
y a mí: «¡Quítense la venda!» y al quitárnosla, efectivamente vimos un parquecito, el parquecito que está frente a Lecumberri. Allí en el Turno de Mujeres estuvimos cuatro días y al quinto nos trasladaron —el 15 de enero— a la Cárcel de Mujeres. Ya aquí se nos dictó el auto de formal prisión, que es otra violación a la Constitución porque el término constitucional es de setenta y dos horas y nosotras ya estábamos en una cárcel donde sólo vienen las que están bien presas y así nos lo ponen en la boleta cuando llegamos:
BIEN PRESAS
.

• Ana Ignacia Rodríguez,
Nacha
, del Comité de Lucha de la Facultad de Leyes.

¿Había línea dura en el
CNH
? Sí, dura contra la transa, la demagogia, la grilla, contra las pláticas de recámara, la politiquería del gobierno, los regaños paternales de Díaz Ordaz, contra la política represiva del régimen, contra todo esto: duro y seguido. Y también duro con la movilización, con el principio del diálogo público, con el pliego petitorio, y, más tarde, contra la claudicación y la traición de Marcelino y demás dirigentes. Duro contra quienes auspiciaron y apoyaron la política derrotista del Consejo después del 2 de octubre, contra quienes permitieron que las pláticas con Caso y de la Vega se siguieran celebrando cuando ya no tenían ningún sentido y sólo eran parte de la demagogia del régimen, duro contra los que fueron —los veintiuno del Consejo— a que el procurador los regañara y les explicara cómo habían estado las cosas, (y todavía le dieran las gracias por su valiosa orientación), prestándose al chantaje.

También   contra éstos, duro y de continuo. Si a esto le llaman línea dura, claro que había línea dura. Pero si lo que quieren es dar a entender un enfrentamiento armado,
ESO NO
. No había armas en el Consejo, nadie esperaba la insurrección armada ni la rebelión. Aquí ya no había línea dura. Cuando el provocador Ayax Segura Garrido propuso que el Consejo tomara algunos rasgos de militarización, fue repudiado y se hizo inmediatamente sospechoso a ojos de todo mundo, sin excepción. Éste es un pequeño detalle del ambiente que privaba en el
CNH
.

Nuestras armas eran la Constitución, nuestras ideas, nuestras movilizaciones legales y pacíficas, nuestros volantes y nuestros periódicos. ¿Qué todas estas armas eran duras? Claro que lo eran. En este país todo lo que signifique movilización espontánea del pueblo y los estudiantes, organización popular independiente y crítica real al despótico gobierno que padecemos, es duro. Ésta era la línea dura del
CNH
y hoy, esencialmente, sigue siendo válida la línea dura.

• Eduardo Valle Espinoza,
Búho
, del
CNH
.

Escucha

el rumor escucha

las cadenas que lleva el torrente

oye, mira

el terror cabalga en aras de bayoneta

Acércate amor mío, no temas, ya pasará
.

Nos cubrieron con lazos de dolor

nos robaron el lenguaje de los astros

No temas ya llegará la aurora

En la negritud se volcó la imagen

nos rompieron los cráneos

y mis cabellos bañan la simiente

Estréchate ya pasará el frío

Se crecieron las negras raíces

Serpiente verdesmeralda

formada de cristal de gritos

Nos negaron el silencio

y nos acogotaron con sus voces

Ya pasará amor mío no temas

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